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regreso de stalin


[Juan Ignacio Brito] El profesor de la Universidad de Oxford Robert Service publica la primera biografía occidental del jerarca en dos décadas. Cuando resurgen en Rusia los nostálgicos del dictador soviético, se publica una biografía de Stalin que presenta a un personaje distinto al que han pintado sus enemigos. Robert Service escribe sobre un político diestro, capaz de liderar y concitar apoyos, pero con una grave tendencia a la revancha y la violencia.
Josef Stalin está muerto desde hace 52 años, pero su memoria se encuentra más viva que nunca. La nostalgia es patente en Rusia, donde la población lo considera el cuarto ser humano más grande de la historia, donde todavía se canta el himno que el dictador mandó a componer en 1944 y donde, según ha criticado el historiador Roy Mevdeved, "reconocer a Stalin es una forma de recordar grandes hazañas", mientras que elogiar el período soviético permite revivir una época "de grandes logros en el desarrollo económico, las ciencias, la cultura, la educación y la defensa de la patria".
No se trata de un fenómeno nuevo. Desde que los ojos amarillos del georgiano Josef Djugashvili se cerraron para siempre, el 5 de marzo de 1953, su figura ha sido objeto de toda clase de manipulaciones. Autoridades e historiadores han interpretado las casi tres décadas que estuvo en el poder a la luz de su propia conveniencia política. Stalin fue condenado en 1956 en el "discurso secreto" en que Nikita Khruschev denunció el culto a su personalidad y los excesos cometidos bajo su mandato, y rehabilitado a medias por Leonid Brezhnev en el llamado "período del estancamiento" de los 70. Fue atacado por Mijail Gorbachov y su perestroika a fines de los 80, desahuciado por Boris Yeltsin y su revolución democrática en los 90 y reivindicado como el gran responsable de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial por el actual mandatario, Vladimir Putin.
El continuo ir y venir de marchas y contramarchas hace difícil despejar las incógnitas que aún persisten acerca del personaje verdadero. Algo a lo que contribuyó el propio Stalin, quien se preocupó en vida de ocultar aquello que prefería dejar en la oscuridad y de crear una versión oficial que lo retrataba como el héroe de la Unión Soviética. Y también sus enemigos, como Trotski, los cuales se encargaron de difundir la noción de que Stalin era un provinciano simplón e inculto, un burócrata gris que pervirtió el legado de Lenin, Marx y Engels.
Una buena forma de aclarar las dudas es recurrir a ‘Stalin: A Biography', el libro recientemente publicado por el historiador británico Robert Service. El profesor de la Universidad de Oxford refuta la idea de que Stalin fuera un mediocre poco carismático y un hereje ideológico. "Era un líder verdadero, capaz de convocar gente alrededor suyo. Y, también, un comunista y un bolchevique convencido, que realmente se veía a sí mismo como sucesor de Lenin, Marx y Engels", afirma Service.
Un tipo inteligente, criado por su madre para ser sacerdote, que recibió "una de las mejores educaciones que el Imperio Ruso podía ofrecer", como señala Service, y que era capaz de leer 500 páginas en un día; que sufrió el desprecio y el maltrato de un padre alcohólico; que en su Georgia natal soñaba con "un partido clandestino que realizara propaganda ilegal y ejerciera el control sobre los trabajadores", y que ya en su juventud era un revolucionario y un "bolchevique en espera", según lo define el autor. Un político hábil que supo acercarse a Lenin y ganarse su confianza, que consiguió que éste lo nombrara secretario general del partido, que usó ese cargo para conseguir sustentación y que, a la muerte del padre de la patria soviética (1924), maniobró con destreza, rapidez y crueldad para doblegar a sus rivales y quedarse con el poder total. Y un gobernante que tenía un programa claro, como ha escrito el historiador Richard Pipes: "Construir una poderosa base industrial, colectivizar la agricultura e imponer completa conformidad a la nación".

El Terror como Método
El hecho de que el terror fuera el método escogido para convertir a la URSS en superpotencia no hirió jamás la conciencia de Stalin. Murieron millones debido a los experimentos sociales a los que el jerarca sometió a la población y, también, a causa de la creciente paranoia que se fue apoderando de él. Service explica que "Stalin estaba preparado para perder vidas a raíz de iniciativas políticas, económicas y militares". En nombre de la Unión Soviética, el dictador sacrificó a la población de una manera que no tiene parangón en la historia mundial. Service sostiene que "las huellas digitales de Stalin están por todas partes y demuestran que él fue el responsable del Gran Terror. El fijaba las cuotas numéricas de víctimas, daba las órdenes, firmaba las listas. Se puede decir que era como si se bañara en una tina de sangre".
Stalin aplicó el terror sin remordimientos. Era capaz de amar la poesía y la literatura, de asistir al ballet y a la ópera, y, al mismo tiempo, enviar al gulag a artistas y escritores. Podía sacar a bailar a su hija en su último cumpleaños y arrastrarla del pelo segundos más tarde, enfurecido porque ésta no accedió; o estampar en un día su firma en la sentencia de muerte de 5.000 personas que jamás enfrentaron juicio y ver, horas después, la comedia ‘Camaradas felices' (era un fanático del cine).
Fue capaz de provocar una hambruna que costó la vida a más de seis millones de personas y de inspirar pánico en sus generales, al punto que el mariscal Zhukov, el héroe en la guerra contra Alemania, rompía en llanto cuando era reprendido en público por Stalin. Se trataba, como explica Service, "de una personalidad compleja, que reaccionaba con extrema violencia ante cualquier tipo de resistencia real, potencial o imaginada".
Pero Service insiste en que no era un sicótico, sino más bien víctima de un "grave desorden de personalidad". Esto se traducía en un líder "excepcionalmente desconfiado, vengativo y sádico". Stalin no veía nada de malo en ello y lo reconocía en 1923, cuando señaló que "el mayor placer es elegir a un enemigo, preparar todos los detalles del golpe, saciar la sed de una cruel revancha y después irse a dormir".

Dos Veces Casado, Dos Veces Viudo
Stalin se casó en dos ocasiones y enviudó otras tantas. El primer matrimonio, con Ketevan Svanidze, hermana de un bolchevique, se celebró en julio de 1906 y llegó a su fin en noviembre de 1907, cuando ella murió de tuberculosis. "Mi pecho está vacío", le dijo Stalin a un amigo en el funeral.
Su compromiso con la causa y su exilio en Siberia le impidieron por un tiempo concentrarse en las mujeres, aunque en 1917 volvió a cortejar a varias. Sin embargo, quería sentar cabeza, y lo hizo con Nadia Allilueva, su secretaria, a quien doblaba en edad. La pareja empezó a convivir días después de la Revolución de Octubre.
Pese a que tuvo un comienzo feliz, la relación se deterioró con rapidez, debido al mal carácter de él y a la inestabilidad de ella. Las cosas terminaron mal. En noviembre de 1932, muy molesta por el flirteo de Stalin con otra mujer durante una comida, Nadia dejó el lugar y se dirigió a su casa, donde se suicidó con un balazo que le atravesó el corazón.
Para no dañar la imagen de Stalin, se informó que la mujer había muerto de apendicitis. El dictador asistió al masivo funeral, aunque prefirió no hablar en él. Más tarde reconocería su culpa ante Viacheslav Molotov, uno de sus asesores más cercanos: "Fui un mal marido".

2 de junio de 2005
©tercera

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