talibanes no han muerto
[Carlotta Gall] A pesar de años de presión norteamericana, los talibanes continúan peleando en las escarpadas montañas.
Gazek Kula, Afganistán. Durante semanas se han reportado avistamientos de milicianos talibanes en todas las escarpadas montañas de aquí. Pero cuando el sargento Patrick Brannan y su equipo de scouts condujeron hacia una aldea cercana para investigar la denuncia de una golpiza, no tenían idea de que habían tropezado con la más importante batalla de sus vidas.
El 3 de mayo, acompañados por 10 agentes de policía locales y un intérprete, los exploradores toparon con una especie de congreso talibán -entre 60 y 80 combatientes- y fueron recibidos con proyectiles y disparos. El sargento pidió refuerzos y le dijeron que resistiera el fuego talibán hasta que llegaran. "Sólo tengo seis hombres", dijo.
Durante las siguientes dos horas y media, él y su pequeño escuadrón, que tenían un año de experiencia en Iraq, cortaron la ruta de escape de los talibanes. Murieron 40 talibanes y un policía afgano. "No era lo que estábamos esperando", dijo el capitán Mike Adamski, un agente del batallón de inteligencia. "Es la peor batalla que he visto, incluso después de Iraq".
Durante los últimos seis meses funcionarios norteamericanos y afganos han pronosticado el colapso de los talibanes, los islamitas recalcitrantes sacados del poder por tropas estadounidenses en 2001, mencionando su fracaso en interrumpir las elecciones presidenciales de octubre pasado y la ausencia de operaciones en el invierno pasado.
Pero la intensidad del combate aquí en la provincia de Zabul, y en parte de las provincias adyacentes de Kandahar y Uruzgan -unos 260 kilómetros cuadrados de valles montañosos-, revela que los talibanes todavía constituyen una vibrante fuerza militar abastecida de dinero, hombres y armas.
La batalla del 3 de mayo fue parte de una guerra casi olvidada en uno de los rincones más remotos de Afganistán, una campaña extraña y peligrosa que es parte del juego del gato y el ratón contra las fuerzas talibanes y parte una guerra de relaciones públicas para ganarse el apoyo de los desconfiados aldeanos todavía en gran parte partidarios de los talibanes.
Un informante afgano, que no quiso usar su nombre por temor a represalias, ha dicho a las fuerzas americanas que las filas de los talibanes han sido rápidamente recompuestas con reclutas que cruzan desde Pakistán. Los talibanes matados el 3 mayo, a juzgar por su informe, han sido todos remplazados.
Con una fuente constante de hombres, y aparentemente contando con una abundancia de armas, los talibanes no son todavía capaces de defender posiciones, pero pueden continuar indefinidamente la resistencia y transformar a la provincia en ingobernable, atacando al novato gobierno afgano y asustando a los grupos de socorristas, dicen algunos funcionarios afganos y norteamericanos.
Sin embargo, el ex comandante de las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán, el teniente general David Barno, dijo en una entrevista del 26 de abril que la insurgencia estaba desapareciendo y predijo que la oferta de amnistía del gobierno dividiría irremisiblemente a los talibanes en los meses por venir.
En abril y mayo, en un nuevo intento por extirpar y terminar con la insurgencia, fuerzas norteamericanas han empezado a atacar los últimos bastiones bajo control talibán en este implacable paisaje. En los últimos tres años han logrado provocar algunos de los combates más pesados de Afganistán, matando a más de 60 combatientes talibanes en abril y mayo, según un informe militar norteamericano.
Después de la calma del invierno, el Segundo Batallón del Regimiento de Infantería Blindada 503, que llegó a la base de Lagman en Zabul, desde su base en Vicenza, Italia, encontró su nuevo destino vibrando de actividad, dijo el capitán Jonathan Hopkins, el ayudante del batallón, y otros.
Combatientes talibanes incendiaron la sede del distrito en Khak-e-Iran a mediados de marzo. Un pelotón norteamericano fue emboscado en el distrito de Deychopan. Fuerzas Especiales de Estados Unidos participaron el 18 de abril en una fuerte enfrentamiento en el distrito de Argandab, matando a 8 sospechosos y capturando a un comandante de nivel medio. Dos comandantes talibanes dirigieron el 21 y 22 de abril los ataques con la comisaría de policía de Saigaz, la sede del distrito de Arganbab.
"Hay tres o cuatro células activas, con 30 a 60 combatientes cada una; eso es, 120 a 140 personas", dijo el capitán Adamski, calculando que el total de fuerzas talibanes en el área, aunque informes de vecinos indicaron cifras más altas.
En la batalla del 3 de mayo, los 60 a 80 combatientes talibanes que hicieron frente al sargento Brannan y sus hombres estaban bien armados y bien adiestrados, con alijos de armas y trincheras salpicando el huerto donde el combate fue más crudo. Los talibanes pelearon a 150 metros de las posiciones americanas y uno de sus proyectiles impactaron contra uno de los dos Humvees blindados, que lo envolvió en llamas, dijo el sargento Brannan. El especialista Joseph Leatham, en la torrecilla, siguió disparando mientras se quemaba el vehículo, permitiendo que sus compañeros pudieran salir vivos.
Cuando llegó el primer helicóptero americano de los refuerzos, fue atacado y obligado a retirarse. "Me quedaba un cargador", dijo el sargento Brannan. "Me quedaban balas para 15 o 20 minutos".
En total, la batalla duró siete horas. Diez combatientes talibanes fueron capturados, quedando heridos cinco agentes de policía afganos y seis soldados norteamericanos. El informante afgano, que caminó tres horas para reunirse con las tropas americanas cuando oyó a fines de mayo que estaban en Gazek Kula, dijo que un comandante talibán local, el ulema Abdullah, había dirigido a los talibanes en la batalla. El ulema escapó con su lugarteniente, Sangaryar, zambulléndose en el río y dejándose llevar por la corriente, dijo el informante.
Después de la batalla, los talibanes ordenaron a los vecinos que ayudaran a enterrar a los muertos. El ulema Abdullah y su lugarteniente estuvieron presentes cuando se enterraron 19 cadáveres, 14 de ellos toda su unidad de combate.
Pero las noticias del enfrentamiento viajaron rápido y decenas de combatientes más cruzaron desde Pakistán para apuntalar las filas de los talibanes, dijo el informante. El ulema Abdullah tenía ahora una nueva unidad de 40 hombres. Otros tres comandantes talibanes en la provincia -los ulemas Muhammad Alam, Ahmadullah y Hedayatullah- contaban con más de 200 combatientes, con más reservistas en Pakistán, dijo.
El informante dijo que conocía bien al ulema Abdullah y que el ulema había estado en su casa. Pero a fines de abril el ulema y sus hombres lo detuvieron, acusándolo de espiar para los estadounidenses. Requisaron su celular y rifle y amenazaron con matarlo, pero lo dejaron marchar debido a que compartían vínculos tribales.
El sargento Kyle Shuttlesworth, 45, un soldado veterano que está contando los días que le faltan para jubilarse, dijo que las fuerzas americanas aquí habían detectado a muchos hombres infiltrándose desde Pakistán, pero debido a que cruzaron sin armas, los americanos no vieron motivo para detenerlos. "Estamos tratando de saber de dónde sacan sus armas", dijo.
Algunos en el área acusaron a Pakistán de apoyar a la insurgencia. Aunque ostensiblemente un aliado americano, Pakistán es mirado con sospechas aquí por algunos militares norteamericanos y funcionarios afganos por su fracaso en frenar el flujo de reclutas talibanes.
"Los talibanes se acabarán cuando termine la interferencia extranjera", dijo el ulema Zafar Khan, el jefe del distrito de Deychopan. Acusó a los ulemas y otros en Pakistán de convencer a los jóvenes para unirse a la guerra. "Pakistán les está dando informaciones erróneas y diciéndoles que se unan a la guerra santa", dijo. El gobernador de la provincia, Delbar Jan Arman, dijo que la solución era unir a la tribus locales y fortalecer al gobierno, ya que los talibanes se aprovechaban del vacío de poder. "La razón no es que los talibanes sean fuertes", dijo. "Es que el gobierno no es tan fuerte en esas áreas".
El sargento Shuttlesworth dijo que parte de la estrategia norteamericana era hacer participar a los residentes locales. La distribución de ayuda y de trabajo en proyectos de reconstrucción estaba dando resultados en el distrito vecino, dijo, y mucha gente se acercaba con informaciones sobre los talibanes.
Los soldados han aprendido a pasar de la agresión a la amistad, dijo, "como cuando se enciende un interruptor de luz". Es un trabajo lento y delicado. En Gazek Kula, las fuerzas americanas encontraron al principio una población desconfiada y silenciosa que se encerraba en casa y apagaba la luz.
Después de dormir en una granja abandonada, el sargento Shuttlesworth y el comandante de la unidad, el sargento primero Joshua Hyland, todavía pálido por su reciente trabajo de escritorio, conversó durante horas con los aldeanos al día siguiente, en el pequeño bazar, intercambiando bromas con los niños, que al principio ni siquiera aceptaban las galletas.
"Aquí no hay talibanes, así que no habrá guerra", dijo a los aldeanos el sargento Shuttlesworth. "Estamos aquí para hablar con la gente, ver si tienen suficiente comida, si los niños son sanos. Estamos aquí por unos días, no para molestar a la gente".
Los aldeanos dijeron que los talibanes pasaban de vez en cuando a pedir alimento. "Los talibanes sólo se aparecen una noche", dijo Wali Muhammad, 33, un vendedor de trigo. "No constituyen un problema para la seguridad".
Otros se quejaron de que los talibanes los habían reunido en el mercado y advertido no ir a la escuela, apoyar al gobierno o aceptar ayuda extranjera. Los niños dijeron que los talibanes les habían advertido que la escuela los transformaría en infieles.
"Hace 20 días había aquí en esta habitación 10 talibanes", dijo Abdul Matin, 40, un ex agente de policía, a los americanos que estaban sentado en el piso bebiendo té en su casa.
Llegó un grupo de 100, dijo, y se dispersaron por la aldea. Tenían celulares y montones de dinero, ofreciendo a un hombre 2.000 dólares para que trabajara como informante. Se fueron antes del alba y no han retornado, dijo Matin.
"La gente apoya a los talibanes porque ellos no saquean y respetan a las mujeres", dijo. Pero agregó: "Todo el distrito quiere la ayuda de los norteamericanos, porque el país está destruido".
El lugarteniente Hyland instó a los aldeanos a participar en las elecciones parlamentarias convocadas para el 18 de septiembre y elegir a gente honesta. "La democracia hace que el poder llegue al pueblo", dijo. "Tiene que empezar con la fuerza de la gente, incluso si es peligroso para ti".
Unidades americanas han topado con talibanes cada tantos días desde la batalla del 3 de mayo, dijo el sargento Shuttlesworth. El batallón sufrió su primera baja el 21 de mayo, cuando el soldado Steven C. Tucker, 19, de Grapevine, Texas, murió en el sur tras la explosión de una bomba improvisada. Es allá donde los insurgentes cruzan desde Pakistán para unirse a los talibanes en las montañas.
[El viernes murieron dos soldados norteamericanos y uno quedó herido en un atentado con bomba al sudeste de Afganistán, dijeron el sábado militares norteamericanos, informó Reuters. Estaban en un convoy en la provincia de Paktika, cerca de la frontera paquistaní cuando el vehículo fue impactado].
Las fuerzas americanas siguen sondeando, esperando sacar a los talibanes de los escarpados pasos de montaña. En una reciente excursión de cinco horas, el sargento Shuttlesworth llevó a sus hombres, junto a 10 agentes de policía locales, hacia el río de un valle cerca de aquí, tratando de atraer a los talibanes.
"Somos la carnada", le dijo al jefe de policía de la localidad. "¿Estáis dispuestos a pelear?"
4 de junio de 2005
©new york times
©traducción mQh
El 3 de mayo, acompañados por 10 agentes de policía locales y un intérprete, los exploradores toparon con una especie de congreso talibán -entre 60 y 80 combatientes- y fueron recibidos con proyectiles y disparos. El sargento pidió refuerzos y le dijeron que resistiera el fuego talibán hasta que llegaran. "Sólo tengo seis hombres", dijo.
Durante las siguientes dos horas y media, él y su pequeño escuadrón, que tenían un año de experiencia en Iraq, cortaron la ruta de escape de los talibanes. Murieron 40 talibanes y un policía afgano. "No era lo que estábamos esperando", dijo el capitán Mike Adamski, un agente del batallón de inteligencia. "Es la peor batalla que he visto, incluso después de Iraq".
Durante los últimos seis meses funcionarios norteamericanos y afganos han pronosticado el colapso de los talibanes, los islamitas recalcitrantes sacados del poder por tropas estadounidenses en 2001, mencionando su fracaso en interrumpir las elecciones presidenciales de octubre pasado y la ausencia de operaciones en el invierno pasado.
Pero la intensidad del combate aquí en la provincia de Zabul, y en parte de las provincias adyacentes de Kandahar y Uruzgan -unos 260 kilómetros cuadrados de valles montañosos-, revela que los talibanes todavía constituyen una vibrante fuerza militar abastecida de dinero, hombres y armas.
La batalla del 3 de mayo fue parte de una guerra casi olvidada en uno de los rincones más remotos de Afganistán, una campaña extraña y peligrosa que es parte del juego del gato y el ratón contra las fuerzas talibanes y parte una guerra de relaciones públicas para ganarse el apoyo de los desconfiados aldeanos todavía en gran parte partidarios de los talibanes.
Un informante afgano, que no quiso usar su nombre por temor a represalias, ha dicho a las fuerzas americanas que las filas de los talibanes han sido rápidamente recompuestas con reclutas que cruzan desde Pakistán. Los talibanes matados el 3 mayo, a juzgar por su informe, han sido todos remplazados.
Con una fuente constante de hombres, y aparentemente contando con una abundancia de armas, los talibanes no son todavía capaces de defender posiciones, pero pueden continuar indefinidamente la resistencia y transformar a la provincia en ingobernable, atacando al novato gobierno afgano y asustando a los grupos de socorristas, dicen algunos funcionarios afganos y norteamericanos.
Sin embargo, el ex comandante de las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán, el teniente general David Barno, dijo en una entrevista del 26 de abril que la insurgencia estaba desapareciendo y predijo que la oferta de amnistía del gobierno dividiría irremisiblemente a los talibanes en los meses por venir.
En abril y mayo, en un nuevo intento por extirpar y terminar con la insurgencia, fuerzas norteamericanas han empezado a atacar los últimos bastiones bajo control talibán en este implacable paisaje. En los últimos tres años han logrado provocar algunos de los combates más pesados de Afganistán, matando a más de 60 combatientes talibanes en abril y mayo, según un informe militar norteamericano.
Después de la calma del invierno, el Segundo Batallón del Regimiento de Infantería Blindada 503, que llegó a la base de Lagman en Zabul, desde su base en Vicenza, Italia, encontró su nuevo destino vibrando de actividad, dijo el capitán Jonathan Hopkins, el ayudante del batallón, y otros.
Combatientes talibanes incendiaron la sede del distrito en Khak-e-Iran a mediados de marzo. Un pelotón norteamericano fue emboscado en el distrito de Deychopan. Fuerzas Especiales de Estados Unidos participaron el 18 de abril en una fuerte enfrentamiento en el distrito de Argandab, matando a 8 sospechosos y capturando a un comandante de nivel medio. Dos comandantes talibanes dirigieron el 21 y 22 de abril los ataques con la comisaría de policía de Saigaz, la sede del distrito de Arganbab.
"Hay tres o cuatro células activas, con 30 a 60 combatientes cada una; eso es, 120 a 140 personas", dijo el capitán Adamski, calculando que el total de fuerzas talibanes en el área, aunque informes de vecinos indicaron cifras más altas.
En la batalla del 3 de mayo, los 60 a 80 combatientes talibanes que hicieron frente al sargento Brannan y sus hombres estaban bien armados y bien adiestrados, con alijos de armas y trincheras salpicando el huerto donde el combate fue más crudo. Los talibanes pelearon a 150 metros de las posiciones americanas y uno de sus proyectiles impactaron contra uno de los dos Humvees blindados, que lo envolvió en llamas, dijo el sargento Brannan. El especialista Joseph Leatham, en la torrecilla, siguió disparando mientras se quemaba el vehículo, permitiendo que sus compañeros pudieran salir vivos.
Cuando llegó el primer helicóptero americano de los refuerzos, fue atacado y obligado a retirarse. "Me quedaba un cargador", dijo el sargento Brannan. "Me quedaban balas para 15 o 20 minutos".
En total, la batalla duró siete horas. Diez combatientes talibanes fueron capturados, quedando heridos cinco agentes de policía afganos y seis soldados norteamericanos. El informante afgano, que caminó tres horas para reunirse con las tropas americanas cuando oyó a fines de mayo que estaban en Gazek Kula, dijo que un comandante talibán local, el ulema Abdullah, había dirigido a los talibanes en la batalla. El ulema escapó con su lugarteniente, Sangaryar, zambulléndose en el río y dejándose llevar por la corriente, dijo el informante.
Después de la batalla, los talibanes ordenaron a los vecinos que ayudaran a enterrar a los muertos. El ulema Abdullah y su lugarteniente estuvieron presentes cuando se enterraron 19 cadáveres, 14 de ellos toda su unidad de combate.
Pero las noticias del enfrentamiento viajaron rápido y decenas de combatientes más cruzaron desde Pakistán para apuntalar las filas de los talibanes, dijo el informante. El ulema Abdullah tenía ahora una nueva unidad de 40 hombres. Otros tres comandantes talibanes en la provincia -los ulemas Muhammad Alam, Ahmadullah y Hedayatullah- contaban con más de 200 combatientes, con más reservistas en Pakistán, dijo.
El informante dijo que conocía bien al ulema Abdullah y que el ulema había estado en su casa. Pero a fines de abril el ulema y sus hombres lo detuvieron, acusándolo de espiar para los estadounidenses. Requisaron su celular y rifle y amenazaron con matarlo, pero lo dejaron marchar debido a que compartían vínculos tribales.
El sargento Kyle Shuttlesworth, 45, un soldado veterano que está contando los días que le faltan para jubilarse, dijo que las fuerzas americanas aquí habían detectado a muchos hombres infiltrándose desde Pakistán, pero debido a que cruzaron sin armas, los americanos no vieron motivo para detenerlos. "Estamos tratando de saber de dónde sacan sus armas", dijo.
Algunos en el área acusaron a Pakistán de apoyar a la insurgencia. Aunque ostensiblemente un aliado americano, Pakistán es mirado con sospechas aquí por algunos militares norteamericanos y funcionarios afganos por su fracaso en frenar el flujo de reclutas talibanes.
"Los talibanes se acabarán cuando termine la interferencia extranjera", dijo el ulema Zafar Khan, el jefe del distrito de Deychopan. Acusó a los ulemas y otros en Pakistán de convencer a los jóvenes para unirse a la guerra. "Pakistán les está dando informaciones erróneas y diciéndoles que se unan a la guerra santa", dijo. El gobernador de la provincia, Delbar Jan Arman, dijo que la solución era unir a la tribus locales y fortalecer al gobierno, ya que los talibanes se aprovechaban del vacío de poder. "La razón no es que los talibanes sean fuertes", dijo. "Es que el gobierno no es tan fuerte en esas áreas".
El sargento Shuttlesworth dijo que parte de la estrategia norteamericana era hacer participar a los residentes locales. La distribución de ayuda y de trabajo en proyectos de reconstrucción estaba dando resultados en el distrito vecino, dijo, y mucha gente se acercaba con informaciones sobre los talibanes.
Los soldados han aprendido a pasar de la agresión a la amistad, dijo, "como cuando se enciende un interruptor de luz". Es un trabajo lento y delicado. En Gazek Kula, las fuerzas americanas encontraron al principio una población desconfiada y silenciosa que se encerraba en casa y apagaba la luz.
Después de dormir en una granja abandonada, el sargento Shuttlesworth y el comandante de la unidad, el sargento primero Joshua Hyland, todavía pálido por su reciente trabajo de escritorio, conversó durante horas con los aldeanos al día siguiente, en el pequeño bazar, intercambiando bromas con los niños, que al principio ni siquiera aceptaban las galletas.
"Aquí no hay talibanes, así que no habrá guerra", dijo a los aldeanos el sargento Shuttlesworth. "Estamos aquí para hablar con la gente, ver si tienen suficiente comida, si los niños son sanos. Estamos aquí por unos días, no para molestar a la gente".
Los aldeanos dijeron que los talibanes pasaban de vez en cuando a pedir alimento. "Los talibanes sólo se aparecen una noche", dijo Wali Muhammad, 33, un vendedor de trigo. "No constituyen un problema para la seguridad".
Otros se quejaron de que los talibanes los habían reunido en el mercado y advertido no ir a la escuela, apoyar al gobierno o aceptar ayuda extranjera. Los niños dijeron que los talibanes les habían advertido que la escuela los transformaría en infieles.
"Hace 20 días había aquí en esta habitación 10 talibanes", dijo Abdul Matin, 40, un ex agente de policía, a los americanos que estaban sentado en el piso bebiendo té en su casa.
Llegó un grupo de 100, dijo, y se dispersaron por la aldea. Tenían celulares y montones de dinero, ofreciendo a un hombre 2.000 dólares para que trabajara como informante. Se fueron antes del alba y no han retornado, dijo Matin.
"La gente apoya a los talibanes porque ellos no saquean y respetan a las mujeres", dijo. Pero agregó: "Todo el distrito quiere la ayuda de los norteamericanos, porque el país está destruido".
El lugarteniente Hyland instó a los aldeanos a participar en las elecciones parlamentarias convocadas para el 18 de septiembre y elegir a gente honesta. "La democracia hace que el poder llegue al pueblo", dijo. "Tiene que empezar con la fuerza de la gente, incluso si es peligroso para ti".
Unidades americanas han topado con talibanes cada tantos días desde la batalla del 3 de mayo, dijo el sargento Shuttlesworth. El batallón sufrió su primera baja el 21 de mayo, cuando el soldado Steven C. Tucker, 19, de Grapevine, Texas, murió en el sur tras la explosión de una bomba improvisada. Es allá donde los insurgentes cruzan desde Pakistán para unirse a los talibanes en las montañas.
[El viernes murieron dos soldados norteamericanos y uno quedó herido en un atentado con bomba al sudeste de Afganistán, dijeron el sábado militares norteamericanos, informó Reuters. Estaban en un convoy en la provincia de Paktika, cerca de la frontera paquistaní cuando el vehículo fue impactado].
Las fuerzas americanas siguen sondeando, esperando sacar a los talibanes de los escarpados pasos de montaña. En una reciente excursión de cinco horas, el sargento Shuttlesworth llevó a sus hombres, junto a 10 agentes de policía locales, hacia el río de un valle cerca de aquí, tratando de atraer a los talibanes.
"Somos la carnada", le dijo al jefe de policía de la localidad. "¿Estáis dispuestos a pelear?"
4 de junio de 2005
©new york times
©traducción mQh
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