tortura y violaciones
[Jeffrey Fleishman y Asmaa Waguih] Muchos detenidos son torturados, golpeados y algunos son asesinados. Funcionarios estadounidenses reconocen informe.
Bagdad, Iraq. La guerra pública contra la resistencia iraquí ha conducido a un ambiente de brutalidades ocultas, incluyendo maltratos y torturas, aplicadas contra los detenidos por las fuerzas de seguridad especiales del país, de acuerdo a abogados de los detenidos, organizaciones internacionales y al ministerio iraquí de Derechos Humanos.
Hasta un 60 por ciento de los estimados 12.000 detenidos en las cárceles y terrenos militares del país, corren el riesgo de ser amenazados, golpeados o torturados y terminar con los huesos rotos y a veces muertos, dijo Saad Sultan, presidente de una comisión que supervisa el tratamiento de prisioneros del ministerio de Derechos Humanos. Agregó que la policía y las fuerzas de seguridad del ministerio del Interior son responsables de la mayoría de los maltratos.
Las unidades usan prácticas reminiscentes de los escuadrones de la policía secreta de Saddam Hussein, de acuerdo al ministerio y a grupos de derechos humanos y abogados independientes que han hecho un catálogo de los maltratos.
"Hemos documentado un montón de casos de tortura", dijo Sultan, cuya comisión está pidiendo un acceso más amplio a las cárceles iraquíes en todo el país. "Hay golpizas, puñetazos, descargas eléctricas en el cuerpo, incluyendo las áreas sensibles, cuelgan a los prisioneros boca abajo y los golpean y arrastran por el suelo... Muchos agentes de policía provienen de una cultura de la tortura de sus experiencias de los últimos 35 años. La mayoría de ellos trabajaba en la policía durante el régimen de Saddam".
Los maltratos descritos por Hussem Guheithi son similares a muchos casos. Cuando guardias nacionales iraquíes allanaron su casa el mes pasado, el imán musulmán sunní de 35 años dijo que lo azotaron con cuerdas, rompieron su nariz y lo amenazaron con empapar sus uniformes en su sangre. Le colocaron una venda en los ojos y lo llevaron a una base militar, donde fue interrogado y golpeado hasta que los soldados se dieron por satisfechos de que no era un extremista.
Al final de un período de 9 días, dijo Guheithi, los guardias nacionales le dijeron: "Tienes que entendernos. Sabes cómo está la situación. Andamos buscando terroristas".
El ministerio del Interior, responsable de la seguridad interior del país, reconoce casos de maltratos pero niega que se practique la tortura. El ministro del Interior, Bayan Jabr, es un musulmán chií, y algunos líderes tribales y políticos sunníes han acusado al ministerio de perseguir injustamente a los sunníes, que forman el mayor contingente de la resistencia.
"No hay acusaciones formales de que fuerzas del ministerio estén maltratando y torturando a gran escala a los detenidos", dijo el coronel Adnan Joubouri, portavoz del ministerio. "Hay algunos casos de abuso de autoridad, y los oficiales responsables están siendo castigados".
Funcionarios norteamericanos, cuya imagen en asuntos de detenciones ha quedado manchada por el escándalo de las torturas de Abu Ghraib, dicen que están preocupados por las acusaciones. Se preocupan de que los maltratos a manos de policías y guardias nacionales iraquíes, miles de los cuales fueron adiestrados por instructores estadounidenses que han intentado apartar esos cuerpos del corrupto legado de Hussein, puedan ser vistos como una extensión de Abu Ghraib.
"Entendemos y hemos oído que la tortura está siendo aplicada, y es un tema sobre el que hablamos constantemente", dijo un oficial norteamericano en Bagdad. "Creo que es un tema que nadie puede ignorar".
Las historias de torturas y maltratos contra delincuentes y rebeldes chiíes y sunníes surgen en medio de una campaña contra la implacable resistencia. Las fuerzas iraquíes se sienten frustradas por su incapacidad de poner fin a los atentados con coches-bombas y emboscadas que han terminado con la vida de más de 1.000 personas en las últimas semanas.
El aumento de la criminalidad, un endeble sistema judicial, la ausencia de una constitución que defina los derechos civiles y un ministerio del Interior mal equipado para perseguir a las bien armadas redes rebeldes han hecho de los derechos humanos una preocupación menos inmediata para los iraquíes que poner orden en el país, dijeron funcionarios iraquíes y norteamericanos.
Después de soportar más de dos años de violencia desde la invasión norteamericana, muchos iraquíes son partidarios de medidas severas para terminar con la intranquilidad. Recientemente se reincorporó la pena de muerte, y para muchos en el país existe una no formulada aceptación -a menudo enraizada en la brutal justicia tribal- de que la intimidación y la tortura cumplen un propósito. Esas actitudes se ven complicadas por las tensiones sectarias entre chiíes y sunníes.
Bajo Hussein la minoría sunní ocupaba el centro del gobernante Partido Baaz y controlaba al país. El nuevo gobierno iraquí está dominado por chiíes, que constituyen la mayoría de la población iraquí. Cada lado responsabiliza al otro del baño de sangre. Esta dinámica posee una posibilidad incendiaria: Los informes de torturas de extremistas sunníes durante las detenciones pueden haber sido inventados o adornados para instigar una guerra civil contra los chiíes y el gobierno. El ministerio de Derechos Humanos dice que ha descubierto acusaciones falsas.
"Noventa por ciento de los detenidos dicen que confesaron bajo tortura", dijo el juez Luqman Thabit Samiraii, presidente del Primer Circuito Judicial Central iraquí. "Sin embargo, un 80 por ciento de ellos no tiene marcas de tortura. Pero la tortura se aplica durante los interrogatorios, tengo que admitirlo".
Los tribunales no están siempre dispuestos a investigar esas acusaciones de maltrato. En un juicio el mes pasado, Samiraii rechazó la petición de un abogado defensor para examinar médicamente a 4 acusados para determinar si sus confesiones del asesinato de un funcionario del ministerio del Interior habían sido obtenidas mediante torturas. Los acusados, tres de los cuales fueron sentenciados a muerte, dijeron que fueron golpeados repetidas veces. Uno de ellos dijo que la policía lo había sodomizado con una barra de metal.
Antes de que los cuatro aparecieran ante el tribunal, sus confesiones habían sido emitidas en un popular programa de televisión iraquí, El terrorismo en manos de la justicia'. El programa constituye un intento del gobierno de desmitificar a la resistencia retratando a los rebeldes sospechosos como brutales asesinos antes que revolucionarios. Abogados defensores dicen que algunos de los acusados son obligados a confesar y que el programa viola el derecho de los acusados a un juicio justo.
"Los norteamericanos están ocupando el país, pero la guardia nacional y la policía iraquíes están violando los derechos humanos de los detenidos", dijo Sattar Raouf, director del Comité Popular para la Culturas y las Artes, que ha estudiado las acusaciones de maltratos. "Las fuerzas de la policía secreta y de seguridad están torturando a la gente para obtener confesiones. En los pisos sexto y séptimo del ministerio del Interior encontrarás casos de torturas como esos".
Los ministerios del Interior y de Justicia han estado tratando de controlar las prisiones y los centros de detención. El ministerio del Interior opera en un reino secreto de redes de inteligencia en las que los sospechosos pueden ser retenidos o hechos desaparecer durante semanas. Sultan dijo que su comité ha encontrado menos casos de abusos en centros que se encuentran bajo la jurisdicción del ministerio de Justicia. Agregó que el de Justicia tiene una supervisión más estricta de las condiciones de detención de los prisioneros y menos involucrado que el de Interior en el interrogatorio de sospechosos, incluyendo supuestos insurgentes.
Un informe de este año de la organización internacional Human Rights Watch concluyó que los abusos se habían transformado en "rutina y lugar común" y que los detenidos eran golpeados a menudo y retenidos en violación del proceso judicial, incluyendo no recibir una notificación del juzgado dentro de 24 horas de sus detenciones. El grupo ha dicho que algunos detenidos -muchos de los cuales son detenidos sobre la base de datos de informantes pagados- esperaban durante meses antes de ser llamados a comparecer.
"Una de las quejas más extendidas que hacen los detenidos", dijo Human Rights Watch, que entrevistó a 90 actuales y antiguos detenidos en 2004, "fue que los oficiales de policía los amenazaban con detención indefinida si no les daban dinero".
Los abusos sobre los que informaron antiguos detenidos y organizaciones de derechos humanos se hacen eco de algunas de las prácticas del régimen de Hussein: garantías jurídicas insuficientes, celdas hacinadas, descargas eléctricas, amenazas de abuso sexual y colgamientos y golpizas a prisioneros durante prolongados períodos de tiempo.
Abbas Jibouri dijo en una entrevista con Los Angeles Times que unos 25 guardias nacionales allanaron su casa el 8 de mayo.
Un campesino de 41 años del área de Maden cerca de Bagdad, Jibouri, cuyo relato no pudo ser verificado, dijo que había sido llevado a un centro de detención y trasladado más tarde a una base de la guardia nacional en Rustumiya.
"Había siempre un hombre interrogándome y cuatro o cinco otros que me pegaban en diferentes partes del cuerpo", dijo Jibouri, un sunní. "Me acusaron de dar armas y dinero a los terroristas... Me dieron una lista de 10 nombres y me dijeron que les diera información sobre ellos porque eran terroristas. Uno de los nombres era el de mi hermano y otro el de un vecino mío que en realidad murió hace cinco años".
Jibouri dijo que había sido golpeado con tubos y le habían aplicado descargas eléctricas. "No sabía cuándo terminaría", dijo.
En un momento, dijo Jibouri, los interrogadores le dijeron: "Vosotros, los sunníes, gobernasteis este país durante 35 años. Ahora nos vengaremos". Jibouri fue dejado en libertad tras 10 días de detención. No fue acusado de nada.
Guheithi, el imán sunní, ha sido detenido tanto por las fuerzas americanas como iraquíes. Dijo que tropas norteamericanas lo detuvieron en enero de 2004 y lo acusaron de predicar en su mezquita la guerra santa. Dijo que fue retenido en una celda de aislamiento durante siete días y luego dejado en libertad. Los soldados americanos, dijo, "no me torturaron, pero un iraquí que estaba con ellos me golpeó varias veces".
El mes pasado guardias nacionales iraquíes esposaron a Guheithi en la casa de su hermano en el barrio de Rasafa, en Bagdad.
"Nos empezaron a golpear, a mí y a mis hermanos, frente a nuestros hijos", dijo. "Me dijeron que yo estaba ayudando a los insurgentes enviando camiones a Faluya durante la primera ofensiva contra la resistencia en abril de 2004. Tenían pilas de informes sobre mí. En realidad, yo sólo estuve mandando ayuda humanitaria, que yo recibía en nuestra mezquita".
Dijo que fue retenido durante 9 días en el campamento Taji, que es usado por fuerzas norteamericanas e iraquíes.
"Estuve con otras 19 personas en un cuarto muy pequeño y sin ventanas", dijo Guheithi, que agregó que a menudo le vendaban los ojos para golpearlo. "Cuando se dieron cuenta de que no teníamos información, nos dejaron en libertad... Yo y otros detenidos tuvimos que jurar que no éramos terroristas y que participaríamos en la construcción de un país democrático".
Carol J. Williams contribuyó a este reportaje.
19 de junio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
Hasta un 60 por ciento de los estimados 12.000 detenidos en las cárceles y terrenos militares del país, corren el riesgo de ser amenazados, golpeados o torturados y terminar con los huesos rotos y a veces muertos, dijo Saad Sultan, presidente de una comisión que supervisa el tratamiento de prisioneros del ministerio de Derechos Humanos. Agregó que la policía y las fuerzas de seguridad del ministerio del Interior son responsables de la mayoría de los maltratos.
Las unidades usan prácticas reminiscentes de los escuadrones de la policía secreta de Saddam Hussein, de acuerdo al ministerio y a grupos de derechos humanos y abogados independientes que han hecho un catálogo de los maltratos.
"Hemos documentado un montón de casos de tortura", dijo Sultan, cuya comisión está pidiendo un acceso más amplio a las cárceles iraquíes en todo el país. "Hay golpizas, puñetazos, descargas eléctricas en el cuerpo, incluyendo las áreas sensibles, cuelgan a los prisioneros boca abajo y los golpean y arrastran por el suelo... Muchos agentes de policía provienen de una cultura de la tortura de sus experiencias de los últimos 35 años. La mayoría de ellos trabajaba en la policía durante el régimen de Saddam".
Los maltratos descritos por Hussem Guheithi son similares a muchos casos. Cuando guardias nacionales iraquíes allanaron su casa el mes pasado, el imán musulmán sunní de 35 años dijo que lo azotaron con cuerdas, rompieron su nariz y lo amenazaron con empapar sus uniformes en su sangre. Le colocaron una venda en los ojos y lo llevaron a una base militar, donde fue interrogado y golpeado hasta que los soldados se dieron por satisfechos de que no era un extremista.
Al final de un período de 9 días, dijo Guheithi, los guardias nacionales le dijeron: "Tienes que entendernos. Sabes cómo está la situación. Andamos buscando terroristas".
El ministerio del Interior, responsable de la seguridad interior del país, reconoce casos de maltratos pero niega que se practique la tortura. El ministro del Interior, Bayan Jabr, es un musulmán chií, y algunos líderes tribales y políticos sunníes han acusado al ministerio de perseguir injustamente a los sunníes, que forman el mayor contingente de la resistencia.
"No hay acusaciones formales de que fuerzas del ministerio estén maltratando y torturando a gran escala a los detenidos", dijo el coronel Adnan Joubouri, portavoz del ministerio. "Hay algunos casos de abuso de autoridad, y los oficiales responsables están siendo castigados".
Funcionarios norteamericanos, cuya imagen en asuntos de detenciones ha quedado manchada por el escándalo de las torturas de Abu Ghraib, dicen que están preocupados por las acusaciones. Se preocupan de que los maltratos a manos de policías y guardias nacionales iraquíes, miles de los cuales fueron adiestrados por instructores estadounidenses que han intentado apartar esos cuerpos del corrupto legado de Hussein, puedan ser vistos como una extensión de Abu Ghraib.
"Entendemos y hemos oído que la tortura está siendo aplicada, y es un tema sobre el que hablamos constantemente", dijo un oficial norteamericano en Bagdad. "Creo que es un tema que nadie puede ignorar".
Las historias de torturas y maltratos contra delincuentes y rebeldes chiíes y sunníes surgen en medio de una campaña contra la implacable resistencia. Las fuerzas iraquíes se sienten frustradas por su incapacidad de poner fin a los atentados con coches-bombas y emboscadas que han terminado con la vida de más de 1.000 personas en las últimas semanas.
El aumento de la criminalidad, un endeble sistema judicial, la ausencia de una constitución que defina los derechos civiles y un ministerio del Interior mal equipado para perseguir a las bien armadas redes rebeldes han hecho de los derechos humanos una preocupación menos inmediata para los iraquíes que poner orden en el país, dijeron funcionarios iraquíes y norteamericanos.
Después de soportar más de dos años de violencia desde la invasión norteamericana, muchos iraquíes son partidarios de medidas severas para terminar con la intranquilidad. Recientemente se reincorporó la pena de muerte, y para muchos en el país existe una no formulada aceptación -a menudo enraizada en la brutal justicia tribal- de que la intimidación y la tortura cumplen un propósito. Esas actitudes se ven complicadas por las tensiones sectarias entre chiíes y sunníes.
Bajo Hussein la minoría sunní ocupaba el centro del gobernante Partido Baaz y controlaba al país. El nuevo gobierno iraquí está dominado por chiíes, que constituyen la mayoría de la población iraquí. Cada lado responsabiliza al otro del baño de sangre. Esta dinámica posee una posibilidad incendiaria: Los informes de torturas de extremistas sunníes durante las detenciones pueden haber sido inventados o adornados para instigar una guerra civil contra los chiíes y el gobierno. El ministerio de Derechos Humanos dice que ha descubierto acusaciones falsas.
"Noventa por ciento de los detenidos dicen que confesaron bajo tortura", dijo el juez Luqman Thabit Samiraii, presidente del Primer Circuito Judicial Central iraquí. "Sin embargo, un 80 por ciento de ellos no tiene marcas de tortura. Pero la tortura se aplica durante los interrogatorios, tengo que admitirlo".
Los tribunales no están siempre dispuestos a investigar esas acusaciones de maltrato. En un juicio el mes pasado, Samiraii rechazó la petición de un abogado defensor para examinar médicamente a 4 acusados para determinar si sus confesiones del asesinato de un funcionario del ministerio del Interior habían sido obtenidas mediante torturas. Los acusados, tres de los cuales fueron sentenciados a muerte, dijeron que fueron golpeados repetidas veces. Uno de ellos dijo que la policía lo había sodomizado con una barra de metal.
Antes de que los cuatro aparecieran ante el tribunal, sus confesiones habían sido emitidas en un popular programa de televisión iraquí, El terrorismo en manos de la justicia'. El programa constituye un intento del gobierno de desmitificar a la resistencia retratando a los rebeldes sospechosos como brutales asesinos antes que revolucionarios. Abogados defensores dicen que algunos de los acusados son obligados a confesar y que el programa viola el derecho de los acusados a un juicio justo.
"Los norteamericanos están ocupando el país, pero la guardia nacional y la policía iraquíes están violando los derechos humanos de los detenidos", dijo Sattar Raouf, director del Comité Popular para la Culturas y las Artes, que ha estudiado las acusaciones de maltratos. "Las fuerzas de la policía secreta y de seguridad están torturando a la gente para obtener confesiones. En los pisos sexto y séptimo del ministerio del Interior encontrarás casos de torturas como esos".
Los ministerios del Interior y de Justicia han estado tratando de controlar las prisiones y los centros de detención. El ministerio del Interior opera en un reino secreto de redes de inteligencia en las que los sospechosos pueden ser retenidos o hechos desaparecer durante semanas. Sultan dijo que su comité ha encontrado menos casos de abusos en centros que se encuentran bajo la jurisdicción del ministerio de Justicia. Agregó que el de Justicia tiene una supervisión más estricta de las condiciones de detención de los prisioneros y menos involucrado que el de Interior en el interrogatorio de sospechosos, incluyendo supuestos insurgentes.
Un informe de este año de la organización internacional Human Rights Watch concluyó que los abusos se habían transformado en "rutina y lugar común" y que los detenidos eran golpeados a menudo y retenidos en violación del proceso judicial, incluyendo no recibir una notificación del juzgado dentro de 24 horas de sus detenciones. El grupo ha dicho que algunos detenidos -muchos de los cuales son detenidos sobre la base de datos de informantes pagados- esperaban durante meses antes de ser llamados a comparecer.
"Una de las quejas más extendidas que hacen los detenidos", dijo Human Rights Watch, que entrevistó a 90 actuales y antiguos detenidos en 2004, "fue que los oficiales de policía los amenazaban con detención indefinida si no les daban dinero".
Los abusos sobre los que informaron antiguos detenidos y organizaciones de derechos humanos se hacen eco de algunas de las prácticas del régimen de Hussein: garantías jurídicas insuficientes, celdas hacinadas, descargas eléctricas, amenazas de abuso sexual y colgamientos y golpizas a prisioneros durante prolongados períodos de tiempo.
Abbas Jibouri dijo en una entrevista con Los Angeles Times que unos 25 guardias nacionales allanaron su casa el 8 de mayo.
Un campesino de 41 años del área de Maden cerca de Bagdad, Jibouri, cuyo relato no pudo ser verificado, dijo que había sido llevado a un centro de detención y trasladado más tarde a una base de la guardia nacional en Rustumiya.
"Había siempre un hombre interrogándome y cuatro o cinco otros que me pegaban en diferentes partes del cuerpo", dijo Jibouri, un sunní. "Me acusaron de dar armas y dinero a los terroristas... Me dieron una lista de 10 nombres y me dijeron que les diera información sobre ellos porque eran terroristas. Uno de los nombres era el de mi hermano y otro el de un vecino mío que en realidad murió hace cinco años".
Jibouri dijo que había sido golpeado con tubos y le habían aplicado descargas eléctricas. "No sabía cuándo terminaría", dijo.
En un momento, dijo Jibouri, los interrogadores le dijeron: "Vosotros, los sunníes, gobernasteis este país durante 35 años. Ahora nos vengaremos". Jibouri fue dejado en libertad tras 10 días de detención. No fue acusado de nada.
Guheithi, el imán sunní, ha sido detenido tanto por las fuerzas americanas como iraquíes. Dijo que tropas norteamericanas lo detuvieron en enero de 2004 y lo acusaron de predicar en su mezquita la guerra santa. Dijo que fue retenido en una celda de aislamiento durante siete días y luego dejado en libertad. Los soldados americanos, dijo, "no me torturaron, pero un iraquí que estaba con ellos me golpeó varias veces".
El mes pasado guardias nacionales iraquíes esposaron a Guheithi en la casa de su hermano en el barrio de Rasafa, en Bagdad.
"Nos empezaron a golpear, a mí y a mis hermanos, frente a nuestros hijos", dijo. "Me dijeron que yo estaba ayudando a los insurgentes enviando camiones a Faluya durante la primera ofensiva contra la resistencia en abril de 2004. Tenían pilas de informes sobre mí. En realidad, yo sólo estuve mandando ayuda humanitaria, que yo recibía en nuestra mezquita".
Dijo que fue retenido durante 9 días en el campamento Taji, que es usado por fuerzas norteamericanas e iraquíes.
"Estuve con otras 19 personas en un cuarto muy pequeño y sin ventanas", dijo Guheithi, que agregó que a menudo le vendaban los ojos para golpearlo. "Cuando se dieron cuenta de que no teníamos información, nos dejaron en libertad... Yo y otros detenidos tuvimos que jurar que no éramos terroristas y que participaríamos en la construcción de un país democrático".
Carol J. Williams contribuyó a este reportaje.
19 de junio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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