pena de muerte en iraq
[James Glanz y Sabrina Tavernise] En Iraq. Tres iraquíes condenados a morir en la horca.
Bagdad, Iraq. Tres hombres condenados por docenas de violaciones, secuestros y asesinatos en la sureña ciudad de Kut, en un caso mostrando los ojos de un soldado iraquí para que le pagaran por su asesinato, serán llevados a la muerte en la horca en la primera ejecución ordenada por tribunales civiles iraquíes desde la caída de Saddam Hussein, declaró el martes el primer ministro Ibrahim al-Jaafari.
La acusación contra los hombres, que actuaron de concierto, es una de las 34 sentencias de muerte dictadas desde que se reimplantara la pena de muerte en Iraq en agosto de 2004. Esta es el primer caso que emerge de una revisión obligatoria de un tribunal de apelación y será enviado a Jaafari y su consejo de tres miembros encabezado por el presidente Jalal Talabani. El consejo debe aprobar la ejecución antes de que tome lugar.
La combinación de un gobierno frágil ansioso de mostrar que está actuando contra el terrorismo y un abrumador apoyo de la pena de muerte por la opinión pública aquí podría transformar el caso de Kut en la primera de muchas ejecuciones en Iraq. Estas podrían incluir la de Hussein, que se espera que sea enjuiciado por un tribunal especial en los próximos dos meses, por crímenes contra la humanidad.
"Sabemos que la opinión pública está esperando esto ansiosamente", dijo Ghadanfar Hamood al-Jasim, el fiscal general de justicia de Iraq, en el caso de Kut, que fue llevado por su despacho. "Están sufriendo y esperando que la justicia siga su curso".
Eso era ciertamente verdad en el caso de las familias de tres agentes de policía que fueron asesinados por los tres acusados, que confesaron en mayo haber cometido 63 delitos, entre los cuales un número desconocido de asesinatos.
Jasim dijo que más allá del tema del castigo, creía que la re-implantación de la pena de muerte sería un elemento disuasivo en un país donde la violencia ha alcanzado niveles extremos. "Ayudará a estabilizar la situación", dijo.
Pero organizaciones de derechos humanos pusieron inmediatamente en duda la afirmación, así como los motivos del gobierno de Jaafari al anunciar las ejecuciones tan rápidamente después de la embarazosa debacle política del lunes noche, cuando los negociadores no lograron ponerse de acuerdo sobre la nueva constitución iraquí y la Asamblea Nacional votó apresuradamente para prolongar las conversaciones durante una semana apenas minutos antes de que el gobierno fuese disuelto.
Defensores de derechos humanos dicen que el sistema jurídico iraquí es a menudo demasiado endeble como para ser justo. Las golpizas y otros maltratos son usados rutinariamente para obtener confesiones. Los acusados rara vez ven a sus abogados, si acaso, antes del juicio. Los jueces a menudo están bajo una tremenda presión para que dicten sentencias de muerte. Y, ansiosas de golpear a los atacantes rebeldes, las fuerzas de seguridad iraquíes han tendido amplias redes para detener a sospechosos, lo que aumenta el riesgo de condenar a muerte a inocentes.
"Hay demasiadas cosas que pueden salir mal", dijo Joe Stork, director adjunto de la División Oriente Medio del grupo Human Rights Watch, de Washington, D.C.
En el juicio de Kut surgieron de inmediato preguntas cuando al menos tres familiares identificaron a los acusados diciendo que los habían visto confesar los asesinatos, al menos a algunos de ellos, por televisión. Jasim reconoció que el ministerio del Interior, desechando las objeciones del ministerio de Justicia, presenta regularmente a los acusados en un popular programa de televisión que muestra a criminales confesando sus crímenes antes de los juicios, a menudo con visibles moretones en sus caras.
Jasim dijo que una vez que los acusados están en juicio, siempre se retractan de las confesiones televisadas, y los jueces se ven obligados a ignorar lo que han visto fuera de los tribunales. "Eso no lo consideramos como prueba", dijo Jasim.
La pena de muerte tiene una enorme resonancia en Iraq, donde Hussein instaló tribunales especiales que dictaban penas de muerte sin posibilidad de apelación. Las ejecuciones eran generalmente realizadas en las ruidosas horcas de metal de la cárcel de Abu Ghraib. La ley iraquí todavía especifica que la pena de muerte dictada contra civiles debe llevarse a cabo por la horca, mientras que los militares condenados a muerte deben ser fusilados, dijo Jaar Nasser Hussain, un juez de la Corte Suprema iraquí.
Después de la invasión de 2003, el gobierno de la ocupación americana en Iraq suspendió la pena de muerte. Pero en agosto de 2004, el primer ministro Ayad Allawi la reimplantó.
El juicio de Kut fue transmitido por televisión nacional. Los acusados estaban en una jaula en el centro de la sala, abatidos. Los familiares de las víctimas estaban sentados a lo largo de la pared. Muchos llevan fotografías de los agentes muertos. Guardias de seguridad con chalecos antibalas se apostaban junto a las puertas.
Uno de los acusados, el taxista Bayan Ahmed Said, describió cómo había sacado los ojos de una de las víctimas y los había puesto en su bolsillo para poder llevárselos al jeque que había ordenado los asesinatos.
Los otros dos acusados eran un contratista y un carnicero.
Los hombres fueron también condenados por la violación de mujeres, a las que decapitaban después y arrojaban sus cadáveres a un río.
Jasim, el fiscal, dijo que había incluso casos peores esperando juicio. Un hombre de Mosul está acusado de 113 asesinatos, dijo, sin ofrecer una explicación de dónde viene la barbarie desde que los americanos invadieran el país en 2003. "Antes no conocíamos esos crímenes", dijo.
Pero entre grupos de derechos humanos existe la preocupación de que, en la confusión de detenciones a gran escala y la intensa presión de la opinión pública para que se dicte pena de muerte en casos de crímenes atroces, se condene a muerte a gente inocente. El mayor peligro, dijeron, eran las confesiones forzadas bajo custodia policial.
Investigadores de Human Rights Watch entrevistaron a 90 detenidos durante cuatro meses en 2004. Setenta y dos de ellos dijeron que habían sido maltratados durante su detención.
Hay otros problemas. La ley iraquí, como la estadounidense, exige que los acusados sean llevados ante un juez antes de 24 horas de detención, pero eso ocurre rara vez, dijeron defensores de derechos humanos.
Sin embargo el sistema actual es considerado ampliamente como mejor que el de la época de Hussein. Aunque el sistema destruyó a miles de familias, pocos lo comparan con las ejecuciones propuestas hoy, dijeron defensores de derechos humanos.
Aiad Jamal al-Din, un intelectual chií que apoya la pena de muerte, dijo que los iraquíes querían incluso ejecuciones públicas. Entregó una sucinta explicación del apoyo popular de las ejecuciones: "Esta es un campo de guerra. Y en las guerras muere gente inocente".
James Glanz informó desde Bagdad, y Sabrina Tavernise desde New York.
17 de agosto de 2005
©new york times
©traducción mQh
La acusación contra los hombres, que actuaron de concierto, es una de las 34 sentencias de muerte dictadas desde que se reimplantara la pena de muerte en Iraq en agosto de 2004. Esta es el primer caso que emerge de una revisión obligatoria de un tribunal de apelación y será enviado a Jaafari y su consejo de tres miembros encabezado por el presidente Jalal Talabani. El consejo debe aprobar la ejecución antes de que tome lugar.
La combinación de un gobierno frágil ansioso de mostrar que está actuando contra el terrorismo y un abrumador apoyo de la pena de muerte por la opinión pública aquí podría transformar el caso de Kut en la primera de muchas ejecuciones en Iraq. Estas podrían incluir la de Hussein, que se espera que sea enjuiciado por un tribunal especial en los próximos dos meses, por crímenes contra la humanidad.
"Sabemos que la opinión pública está esperando esto ansiosamente", dijo Ghadanfar Hamood al-Jasim, el fiscal general de justicia de Iraq, en el caso de Kut, que fue llevado por su despacho. "Están sufriendo y esperando que la justicia siga su curso".
Eso era ciertamente verdad en el caso de las familias de tres agentes de policía que fueron asesinados por los tres acusados, que confesaron en mayo haber cometido 63 delitos, entre los cuales un número desconocido de asesinatos.
Jasim dijo que más allá del tema del castigo, creía que la re-implantación de la pena de muerte sería un elemento disuasivo en un país donde la violencia ha alcanzado niveles extremos. "Ayudará a estabilizar la situación", dijo.
Pero organizaciones de derechos humanos pusieron inmediatamente en duda la afirmación, así como los motivos del gobierno de Jaafari al anunciar las ejecuciones tan rápidamente después de la embarazosa debacle política del lunes noche, cuando los negociadores no lograron ponerse de acuerdo sobre la nueva constitución iraquí y la Asamblea Nacional votó apresuradamente para prolongar las conversaciones durante una semana apenas minutos antes de que el gobierno fuese disuelto.
Defensores de derechos humanos dicen que el sistema jurídico iraquí es a menudo demasiado endeble como para ser justo. Las golpizas y otros maltratos son usados rutinariamente para obtener confesiones. Los acusados rara vez ven a sus abogados, si acaso, antes del juicio. Los jueces a menudo están bajo una tremenda presión para que dicten sentencias de muerte. Y, ansiosas de golpear a los atacantes rebeldes, las fuerzas de seguridad iraquíes han tendido amplias redes para detener a sospechosos, lo que aumenta el riesgo de condenar a muerte a inocentes.
"Hay demasiadas cosas que pueden salir mal", dijo Joe Stork, director adjunto de la División Oriente Medio del grupo Human Rights Watch, de Washington, D.C.
En el juicio de Kut surgieron de inmediato preguntas cuando al menos tres familiares identificaron a los acusados diciendo que los habían visto confesar los asesinatos, al menos a algunos de ellos, por televisión. Jasim reconoció que el ministerio del Interior, desechando las objeciones del ministerio de Justicia, presenta regularmente a los acusados en un popular programa de televisión que muestra a criminales confesando sus crímenes antes de los juicios, a menudo con visibles moretones en sus caras.
Jasim dijo que una vez que los acusados están en juicio, siempre se retractan de las confesiones televisadas, y los jueces se ven obligados a ignorar lo que han visto fuera de los tribunales. "Eso no lo consideramos como prueba", dijo Jasim.
La pena de muerte tiene una enorme resonancia en Iraq, donde Hussein instaló tribunales especiales que dictaban penas de muerte sin posibilidad de apelación. Las ejecuciones eran generalmente realizadas en las ruidosas horcas de metal de la cárcel de Abu Ghraib. La ley iraquí todavía especifica que la pena de muerte dictada contra civiles debe llevarse a cabo por la horca, mientras que los militares condenados a muerte deben ser fusilados, dijo Jaar Nasser Hussain, un juez de la Corte Suprema iraquí.
Después de la invasión de 2003, el gobierno de la ocupación americana en Iraq suspendió la pena de muerte. Pero en agosto de 2004, el primer ministro Ayad Allawi la reimplantó.
El juicio de Kut fue transmitido por televisión nacional. Los acusados estaban en una jaula en el centro de la sala, abatidos. Los familiares de las víctimas estaban sentados a lo largo de la pared. Muchos llevan fotografías de los agentes muertos. Guardias de seguridad con chalecos antibalas se apostaban junto a las puertas.
Uno de los acusados, el taxista Bayan Ahmed Said, describió cómo había sacado los ojos de una de las víctimas y los había puesto en su bolsillo para poder llevárselos al jeque que había ordenado los asesinatos.
Los otros dos acusados eran un contratista y un carnicero.
Los hombres fueron también condenados por la violación de mujeres, a las que decapitaban después y arrojaban sus cadáveres a un río.
Jasim, el fiscal, dijo que había incluso casos peores esperando juicio. Un hombre de Mosul está acusado de 113 asesinatos, dijo, sin ofrecer una explicación de dónde viene la barbarie desde que los americanos invadieran el país en 2003. "Antes no conocíamos esos crímenes", dijo.
Pero entre grupos de derechos humanos existe la preocupación de que, en la confusión de detenciones a gran escala y la intensa presión de la opinión pública para que se dicte pena de muerte en casos de crímenes atroces, se condene a muerte a gente inocente. El mayor peligro, dijeron, eran las confesiones forzadas bajo custodia policial.
Investigadores de Human Rights Watch entrevistaron a 90 detenidos durante cuatro meses en 2004. Setenta y dos de ellos dijeron que habían sido maltratados durante su detención.
Hay otros problemas. La ley iraquí, como la estadounidense, exige que los acusados sean llevados ante un juez antes de 24 horas de detención, pero eso ocurre rara vez, dijeron defensores de derechos humanos.
Sin embargo el sistema actual es considerado ampliamente como mejor que el de la época de Hussein. Aunque el sistema destruyó a miles de familias, pocos lo comparan con las ejecuciones propuestas hoy, dijeron defensores de derechos humanos.
Aiad Jamal al-Din, un intelectual chií que apoya la pena de muerte, dijo que los iraquíes querían incluso ejecuciones públicas. Entregó una sucinta explicación del apoyo popular de las ejecuciones: "Esta es un campo de guerra. Y en las guerras muere gente inocente".
James Glanz informó desde Bagdad, y Sabrina Tavernise desde New York.
17 de agosto de 2005
©new york times
©traducción mQh
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