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experimento en democracia


[Howard W. French] La democracia y la disensión.
Zeguo, China. Con su ropa de moda, el pelo secado con secador y un discurso salpicado de referencias a Rousseau, Voltaire y Montesquieu, Jiang Zhaohua, el joven secretario del Partido Comunista de este próspero municipio, no se parece en nada al político chino corriente.
Bajo su dirección el municipio de Jiang, de unos 110.000 habitantes, se embarcó recientemente en un experimento en el gobierno, permitiendo que las preferencias de los ciudadanos determinen, después de detalladas consultas sobre los pros y contras, qué importantes proyectos seguirán adelante y cómo se gastará su dinero.
"Lo normal era que el gobierno decidiera todo, y sólo anunciaba después los resultados a la gente", dijo Jiang inocentemente, con un amplio gesto con su brazo para sugerir la arrogancia oficial. "Nunca sabíamos lo que pensaba la gente. Eran 20 personas en un cuarto que decidían todo".
El lado negativo de ese método, común en China, ha sido una falta de transparencia, galopante corrupción y, en años recientes, una explosión de intranquilidad a veces violenta en municipios y aldeas. Indignados por los abusos de poder, los chinos en el campo, comunicándose incluso con móviles y ordenadores, han tomado las cosas en sus manos.
De hecho, en agudo contraste con Zeguo, se encuentra Dongyang, una ciudad a pocas horas de la carretera en la misma provincia costera, Zhejiang.
Esta primavera, después de que funcionarios locales simplemente entregaron 65 hectáreas de tierra a 13 plantas químicas privadas y estatales, los campesinos desplazados levantaron barricadas en torno a las plantas. Unos 30.000 aldeanos pelearon con más de 1.000 agentes de policía anti-disturbios. Quedaron muchos heridos; las plantas fueron paralizadas.
[En una de las disputas sobre tierras más reciente, 22 personas fueron detenidas por un ataque contra los vecinos de Dingzhou, una ciudad de la provincia de Hebei, informó el sábado la agencia France-Presse, citando informes oficiales. El 11 de junio unos 300 matones descendieron allá para expulsar a los campesinos que se negaban a admitir una nueva planta eléctrica. Murieron 6 campesinos y 51 quedaron heridos].
Aunque no quiso discutir los problemas de Dongyang, Jiang dijo que había llegado a la firme conclusión a raíz de la expansión de conflictos violentos. Y aunque insistió en que no quería dar lecciones, sus palabras sonaron como una clara coda del último siglo en China, un período marcado por catastróficos errores políticos, como el Gran Paso Adelante.
"No importa lo listo que seamos, nosotros los funcionarios tenemos informaciones limitadas", dijo. "El modo más fácil de evitar los errores es tener más decisiones democráticas".
El experimento político de Zeguo implicó el sondeo de 257 personas elegidas aleatoriamente, y fue realizado en gran parte con la asesoría de un politólogo de la Universidad de Stanford, James S. Fishkin, que fue llevado contratado como asesor. Después de largas reuniones sobre los pros y contras de una larga lista de posible proyectos municipales, los votantes mostraron una decidida preferencia por las obras ambientales, incluyendo plantas para el tratamiento de aguas servidas y parques públicos.
Aunque único en su género, el experimento de Zeguo ocurre contra el telón de fondo de una amplia efervescencia de ideas democráticas burbujeando en la política local en toda China.
Según unas estimaciones, habría 300.000 elecciones de comités de aldea en las 18 provincias de China solamente este año. En muchas áreas los funcionarios están haciendo esfuerzos para hacer participar a ciudadanos corrientes en la toma de decisiones a nivel local.
"Los experimentos los estamos haciendo aquí y son muy importantes, porque las reformas económicas de China empezaron de la misma manera", dijo Li Fan, director del Instituto del China y el Mundo, un instituto no-gubernamental de Pekín que estudia la reforma electoral. "El gobierno central no sabía cómo llevarlos a cabo, así que recurrió a los gobiernos locales".
Sin embargo, Li dijo que el avance más importante se produciría cuando las asambleas existentes -grupos locales, provinciales y nacionales conocidos como congresos populares- tuvieran una participación real, en lugar de reunirse un día al año, como es normal, para respaldar las decisiones del gobierno. "El Partido Comunista se opone, porque tienen miedo de que los congresos critiquen al gobierno", dijo Li. "Ellos preferirían apoyarlo automáticamente".
Hoy en Dongyang los vecinos parecen haber ganado la partida contra las fábricas de químicos, que dicen que han arruinado las tierras y aguas del área. Destruyeron 14 vehículos oficiales y 40 autobuses, según un informe; 30 agentes de policía fueron hospitalizados y un puñado de vecinos quedaron heridos.
La mayoría de los vecinos que participaron era viejos. La gente más joven, temiendo ser detenidos, se mantuvieron apartados, y hoy siguen con sus vidas. Son los vecinos más viejos lo que continúan levantando barricadas para impedir al acceso a las plantas.
"No tenemos otros medios", dijo hace poco un hombre en sus 70, vestido con el áspero pantalón azul de los campesinos y haciendo guardia debajo de la barricada de paja y bambú. Se negó a dar su nombre. El gobierno, dijo, "quiere recaudar impuestos, y si hay suficiente dinero, podrán ignorar la salud de la gente".
Otro hombre, en sus 60 y con un viejo traje marrón, ofreció su evaluación. "El gobierno siempre nos engaña. Hoy te dirán que trasladarán las fábricas a otro lugar; mañana dicen que las cerrarán. La gente ya no cree en el gobierno".

19 de junio de 2005
©new york times
©traducción mQh

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