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hambre en iraq


[Louise Roug] En Iraq. Las mermadas raciones se atribuyen a la corrupción, problemas de seguridad o Estados Unidos.
Bagdad, Iraq. Después de que sus empleadores americanos se marcharan y las raciones de alimento mensuales empezaran a mermar, Hussein Hadi empezó a vender sus muebles. La cama fue lo último que vendió.
Ahora, Hadi y su esposa, hermana, madre, dos hermanos, tres hijos y un sobrino duermen en el suelo de su salita en Bagdad, con mantas de sacos de harina cosidos.
Algunas noches duermen sin comer. "Tenemos pocas esperanzas", dijo su esposa, Zainab. Como muchos iraquíes, los Hadi dependen de las raciones de alimentos distribuidas por el gobierno. A veces el azúcar que reciben se ha endurecido por las lluvias y el arroz viene con gusanos. El jabón es tan duro que a veces causas sarpullidos. En las raras ocasiones en que los Hadi reciben todos los artículos -azúcar, arroz, harina, leche en polvo, té, aceite y otras mercaderías-, se consideran felices.
El Programa Mundial de Alimentación, que supervisa la distribución de raciones, informó hace poco sobre "déficits importantes a nivel nacional de arroz, azúcar, leche y alimento infantil". Algunas familias en Bagdad no han recibido azúcar ni leche en polvo desde enero. Los diarios han empezado a informar que las entregas de té y harina contienen limaduras metálicas y que algunas personas han enfermado tras consumir raciones.
Funcionarios del ministerio del Comercio, que se encarga de la distribución de raciones, dijo que la prensa había creado la crisis. Pero se han negado a publicar los resultados de los tests de contaminación que dijeron que estaban haciendo.
Vendedores detallistas que venden las cestas familiares dicen que el ministerio es corrupto, una acusación apoyada por Radhi Radhi, el jefe anti-corrupción del gobierno. Radhi dijo en una entrevista reciente que funcionarios del ministerio del Comercio habían esparcido rumores sobre alimentos contaminados para desacreditar al actual proveedor de harina y renegociar el contrato.

Frustración y Sospechas
Algunos vendedores especulan que empleados del ministerios han agregado las limaduras metálicas para timar en el peso de las raciones. Los mismos empleados venden té y harina en el mercado negro, dicen los vendedores.
Como los Hadi, muchas familias iraquíes dependen de las fuertemente subsidiadas raciones, que eran distribuidas previamente por el programa petróleo-por-alimento de Naciones Unidas para mitigar los efectos de las sanciones tras la invasión iraquí de Kuwait. Después del derrocamiento de Saddam Hussein, el programa fue traspasado al ministerio del Comercio.
Más de la mitad de la población iraquí vive bajo la línea de pobreza. El ingreso medio del país cayó de 255 dólares en 2003 a cerca de 144 dólares en 2004, de acuerdo a un sondeo reciente de Naciones Unidas. Las familias compran raciones por algunos dólares en tiendas que cuentan con licencia especial del estado.
Ahmed Mukhtar, director general del ministerio, atribuyó la escasez de raciones a las amenazas contra la seguridad que creaban embotellamientos en las fronteras con Jordania, Siria y Turquía.
"Estamos tratando de que las provisiones sean entregadas en condiciones de seguridad", dijo Mukhtar. "Todo lo que interrumpe el suministro de alimentos provoca situaciones críticas".
Zainab Hadi dijo que ella y otras mujeres se han visto obligadas a comprar alimentos en el mercado, subiendo así los precios. El precio del té y de la harina se han casi triplicado. En los mercados locales una lata de aceite vegetal de 15 litros, que hace unos meses costaba 4 dólares -algo más que el jornal diario promedio-, cuesta ahora 12 dólares.
Sobre la puerta de la diminuta casa de hormigón de los Hadi, una pequeña placa de loza azul ofrece loas al Señor. Los 10 miembros de la familia comparten dos cuartos. La salita de arriba funciona también como dormitorio.
En su cocina, un cartel el mártir musulmán chií Hussein comparte un lugar de honor con un mapa del mundo. La nevera está prácticamente vacía. Las botellas de Sprite y Coca-Cola llenas de agua del grifo comparten el espacio del anaquel con las medicinas para los dolores de huesos de la madre viuda de Hadi.
Mucho antes de que trabajara para los militares americanos como ingeniero electrónico, Hadi peleó en el ejército iraquí en la guerra contra Irán en los años ochenta. Un conscripto, él y 15 compañeros se negaron a participar en una ofensiva particularmente violenta, dijo. Fueron llevados desde el frente a Bagdad, donde nueve de ellos fueron ejecutados.
"Les pedimos: ‘Mostrad piedad'", dijo, levantando su camiseta de camuflaje, un regalo de los americanos. Los torturadores de Saddam Hussein le golpearon con gruesos cables eléctricos, dijo, dejándole el pecho marcado de cicatrices.
Cuando las tropas estadounidenses entraron en Bagdad, Hadi se echó a la calle a aplaudir. Su hija Mina nació días después cuando las promesas americanas de libertad y prosperidad estaban todavía frescas y Hadi tenía muchas esperanzas. Mina nació prematuramente.
Hadi desapareció en la parte de atrás de la casa, y volvió a salir, radiante. Tenía en la mano un sobre azul, del que sacó un Certificado de Gratitud norteamericano agradeciéndole por haber servido en las fuerzas de la coalición. El sobre también contenía una medalla.
Durante un año Hadi y sus hermanos manejaron cables y trabaron amistad con los americanos en la cerca Zona Verde, donde está el cuartel general norteamericano en Iraq. Uno de sus hermanos presentes en la casa sacó otro tesoro, una fotografía fotocopiado de él y otros iraquíes sonriendo junto al general de brigada del ejército, Mark Kimmit, portavoz en esa época de las fuerzas de la coalición en Iraq.
Kimmitt y otros soldados terminaron su despliegue, y los hermanos Hadi fueron despedidos. Querían trabajar para las tropas que llegaban, pero fueron rechazados. Los intérpretes tras las bambalinas que controlan la contratación de otros iraquíes querían sobornos que la familia no pudo pagar, dijeron los hermanos.
Uno de los hermanos solicitó en la guardia nacional iraquí. Pero ellos también querían dinero: 500 dólares para inscribirlo como postulante a recluta.

Esperanzas Cada Vez Menores
Desde la partida de los americanos, los hermanos han trabajado esporádicamente como choferes de microbuses. Ganan unos 3 dólares al día transportando pasajeros en la capital, y desafiando a los terroristas suicidas. En las calles, los atentados son frecuentes e indiscriminados. Ponerse al volante significa arriesgar la vida. Su sobrino de 14 murió la semana pasada cuando un terrorista suicida hizo detonar los explosivos que llevaba cerca del coche donde se encontraba.
Un vecino adolescente que estaba de visita llevaba vendas sueltas y sucias en su cabeza y brazos después de que un terrorista suicida se hiciera estallar junto a su furgoneta. Justo había llevado a unas estudiantes a la universidad.
En Ciudad Sáder, una barriada de Bagdad donde viven hacinados 2 millones de habitantes, la reducción de las raciones de alimentos se está cobrando un precio.
Intisan Karim, 26, vive con 26 otros familiares en una pequeña casa. Si las raciones continúan reduciéndose, bromeó, riendo tristemente, "empezaremos a comernos entre nosotros'.
Frente a su casa, el agua de un desagüe fluía justo a las calles polvorientas. Las cabras mordisqueaban la basura. En tenderetes junto al camino unos niños vendían un sucio hielo, en cubos.
"La cesta familiar se está achicando, y las esperanzas de la gente también", dijo Amir Huseini, que se ocupa de problemas sociales en una oficina afiliada con clérigo chií anti-americano Muqtada Sáder. "Las uno o dos cosas que faltaban se han transformado en tres y cuatro y cinco, hasta que el artículo realmente importante, la harina, también empezó a escasear".
Ha visitado a muchas familias locales tratando de subir la moral y la esperanza, dijo, "aunque con eso no se llena el estómago de los hambrientos".
Huseini acusó a los americanos por las raciones reducidas. Pero nadie en la familia de Hadi compartía ese sentimiento. Después de todo, los americanos eran amigos.
"No puedo vender la medalla", dijo Hussein Hadi, apretando su endeble medallón contra el corazón. "Es como un gran premio".

Saif Rasheed y Suhail Ahmad contribuyeron a este reportaje.

23 de junio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh


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