hora de hablar claro
[David L. Phillips] Bush debe formular una estrategia para Iraq.
En su reciente discurso en Fort Bragg, Carolina del Norte, el presidente Bush no presentó nuevas ideas sobre cómo ganar la guerra de Iraq. Se limitó a repetir la retórica de campaña y chabacanerías patrióticas sin tratar las principales preocupaciones de los estadounidenses: ¿Cómo se derrotará a la resistencia? ¿Con qué se medirá el éxito? ¿Cuándo volverán las tropas a casa? Es hora de que Bush hable honestamente con el pueblo americano.
Después de dos años de creciente violencia, es evidente que la resistencia no puede ser derrotada solamente con medios militares. Sólo un proceso político legítimo puede inspirar a los iraquíes a salir en defensa de sus instituciones.
La ley administrativa transicional, adoptada el 8 de marzo de 2004, describe pasos y un calendario para el fin de la ocupación. La ley convocó a elecciones para enero de 2005. El nuevo gobierno debe redactar una constitución el 15 de agosto, que deberá ser difundida, debatida y ratificada por una asamblea nacional previo a un referéndum popular el 15 de octubre. Los iraquíes irán a las urnas el 15 de diciembre para elegir un nuevo gobierno por un término de cinco años.
Las elecciones del 30 de enero fueron un momento crítico en la historia del país. En medio de amenazas de violencia, más de 8 millones de iraquíes fueron a los colegios electorales. El gobierno de Bush proclamó la votación, pero la democracia implica mucho más que votar. Se trata de distribuir el poder político a través de instituciones y leyes que garanticen una administración que asuma responsabilidades.
Aunque las elecciones produjeron una ola de optimismo, el retraso en establecer el nuevo gobierno ha sido intolerable para los iraquíes que arriesgaron sus vidas para votar en la expectativa de que los nuevos líderes políticos de Iraq actuarían rápidamente para hacer frente a la creciente violencia y mejorar los servicios básicos. Cuando el nuevo gobierno nombró una comisión constitucional, se incluyó inicialmente sólo a dos árabes sunníes entre sus 55 miembros. Los árabes sunníes, la mayoría de los cuales boicotearon las elecciones del 30 de enero, están convencidos de que el gobierno formado por árabes chiíes y kurdos está más empeñado en dominar que en hacer compromisos.
La política iraquí ha estado tradicionalmente definida por el regionalismo y la desconfianza entre grupos étnicos y confesionales. Las negociaciones sobre la constitución permanente seguramente agudizarán las diferencias. Aunque los iraquíes harán frente a un desalentador reto cuando deban ponerse de acuerdo sobre los complejos detalles de la distribución del poder, deberían hacerse esfuerzos para cumplir con la fecha del 15 de agosto para la nueva constitución. El fracaso soló alentará un mayor resentimiento y violencia.
La buena noticia es que ya existe algo de terreno común: La mayoría de los iraquíes están de acuerdo en que el sistema de gobierno debería ser federal, democrático y pluralista. Están de acuerdo en la necesidad de la separación de poderes y los chequeos y balances. Dado que el problema de la gobernalibilidad de Iraq es que Bagdad concentra demasiado poder, los iraquíes están de acuerdo en la necesidad de la descentralización al mismo tiempo que se asignan poderes específicos al gobierno nacional (por ejemplo, la defensa nacional, el control de aduanas, y la política fiscal). En el nuevo Iraq, los estados iraquíes controlarán todos los asuntos no explícitamente asignados al gobierno nacional.
Si su estrategia de retirada está asociada al establecimiento de un gobierno iraquí, Bush necesita explicar cómo se gobernará Iraq en el futuro. Temas candentes -como el papel de la religión, la desmovilización de las milicias, la posición de Kirkuk, y el control de la riqueza petrolera de Iraq- amenazan con acabar con el consenso y provocar más violencia.
Reflejando el carácter musulmán de los iraqués, seguramente el islam será la religión oficial de Iraq, mientras los iraquíes insisten en que las leyes adoptadas por el gobierno nacional dentro del alcance de su autoridad, sean consistentes con la ley islámica. Pero ¿se aplicará la sharia a las leyes sobre la familia del matrimonio, divorcio y herencia, que oprimen a las mujeres?
El mejor modo de resolver estas persistentes tensiones en la ciudad de Kirkuk, que reclaman kurdos, árabes y turcomanos por igual, es revertir la política de correcciones étnicas de Saddam a través de un proceso sistemático de compensaciones a la propiedad. Una vez que las personas desplazadas hayan vuelto a casa, debería organizarse un referéndum para determinar si Kirkuk formará o no parte de un estado federal iraquí llamado Kurdistán. ¿Qué papel piensa reservar Estados Unidos para Naciones Unidas para el retorno de las personas desplazadas?
La riqueza del petróleo de Iraq debería ser controlada por el gobierno nacional con ingresos redistribuidos a los gobiernos federal y locales basándose en los porcentajes de población.
Las milicias deberían ser cooptadas en el ejército iraquí y la guardia de fronteras bajo el mando del gobierno nacional, así como las fuerzas policiales locales que reflejen la composición étnica de las comunidades donde sirven. ¿Son posibles estas medidas?
En respuesta a los que piden una fecha para salir de Iraq, Bush tiene que explicar que la estrategia de Estados Unidos se medirá en hitos históricos, no en fechas límite arbitrarias. Bush debe explicar por qué se necesitan tropas en Iraq hasta que se adopte una constitución permanente de modo que el proceso político siga adelante en relativa seguridad. Bush debe dejar claro que Estados Unidos consultará con el gobierno iraquí para un acuerdo sobre la nueva posición de las fuerzas y terminar un horario para la retirada de las tropas americanas.
Bush tiene razón en que al invadir Iraq lo transformamos en el frente principal en la guerra contra el terrorismo. Los eventos en Iraq modelarán la política exterior norteamericana en los años por venir. Una retirada precipitada desencadenaría un conflicto entre los iraquíes y encendería un conflicto regional más amplio. El fracaso de Estados Unidos y la retirada de Iraq dará aliento a los radicales y extremistas en todo el mundo musulmán.
Pero al dar vueltas en lugar de hablar más seriamente, Bush ha agravado las preocupaciones sobre su credibilidad. Aparte de mantener el curso, Estados Unidos parece carecer de una estrategia para triunfar en Iraq. El pueblo americano está despertando al hecho de que están menos seguros debido a que el presidente Bush invadió Iraq sin un plan para ganar la paz.
David L. Phillips, del Council on Foreign Relations, es autor de 'Losing Iraq: Inside the Postwar Reconstruction Fiasco'.
8 de julio de 2005
©boston globe
©traducción mQh
Después de dos años de creciente violencia, es evidente que la resistencia no puede ser derrotada solamente con medios militares. Sólo un proceso político legítimo puede inspirar a los iraquíes a salir en defensa de sus instituciones.
La ley administrativa transicional, adoptada el 8 de marzo de 2004, describe pasos y un calendario para el fin de la ocupación. La ley convocó a elecciones para enero de 2005. El nuevo gobierno debe redactar una constitución el 15 de agosto, que deberá ser difundida, debatida y ratificada por una asamblea nacional previo a un referéndum popular el 15 de octubre. Los iraquíes irán a las urnas el 15 de diciembre para elegir un nuevo gobierno por un término de cinco años.
Las elecciones del 30 de enero fueron un momento crítico en la historia del país. En medio de amenazas de violencia, más de 8 millones de iraquíes fueron a los colegios electorales. El gobierno de Bush proclamó la votación, pero la democracia implica mucho más que votar. Se trata de distribuir el poder político a través de instituciones y leyes que garanticen una administración que asuma responsabilidades.
Aunque las elecciones produjeron una ola de optimismo, el retraso en establecer el nuevo gobierno ha sido intolerable para los iraquíes que arriesgaron sus vidas para votar en la expectativa de que los nuevos líderes políticos de Iraq actuarían rápidamente para hacer frente a la creciente violencia y mejorar los servicios básicos. Cuando el nuevo gobierno nombró una comisión constitucional, se incluyó inicialmente sólo a dos árabes sunníes entre sus 55 miembros. Los árabes sunníes, la mayoría de los cuales boicotearon las elecciones del 30 de enero, están convencidos de que el gobierno formado por árabes chiíes y kurdos está más empeñado en dominar que en hacer compromisos.
La política iraquí ha estado tradicionalmente definida por el regionalismo y la desconfianza entre grupos étnicos y confesionales. Las negociaciones sobre la constitución permanente seguramente agudizarán las diferencias. Aunque los iraquíes harán frente a un desalentador reto cuando deban ponerse de acuerdo sobre los complejos detalles de la distribución del poder, deberían hacerse esfuerzos para cumplir con la fecha del 15 de agosto para la nueva constitución. El fracaso soló alentará un mayor resentimiento y violencia.
La buena noticia es que ya existe algo de terreno común: La mayoría de los iraquíes están de acuerdo en que el sistema de gobierno debería ser federal, democrático y pluralista. Están de acuerdo en la necesidad de la separación de poderes y los chequeos y balances. Dado que el problema de la gobernalibilidad de Iraq es que Bagdad concentra demasiado poder, los iraquíes están de acuerdo en la necesidad de la descentralización al mismo tiempo que se asignan poderes específicos al gobierno nacional (por ejemplo, la defensa nacional, el control de aduanas, y la política fiscal). En el nuevo Iraq, los estados iraquíes controlarán todos los asuntos no explícitamente asignados al gobierno nacional.
Si su estrategia de retirada está asociada al establecimiento de un gobierno iraquí, Bush necesita explicar cómo se gobernará Iraq en el futuro. Temas candentes -como el papel de la religión, la desmovilización de las milicias, la posición de Kirkuk, y el control de la riqueza petrolera de Iraq- amenazan con acabar con el consenso y provocar más violencia.
Reflejando el carácter musulmán de los iraqués, seguramente el islam será la religión oficial de Iraq, mientras los iraquíes insisten en que las leyes adoptadas por el gobierno nacional dentro del alcance de su autoridad, sean consistentes con la ley islámica. Pero ¿se aplicará la sharia a las leyes sobre la familia del matrimonio, divorcio y herencia, que oprimen a las mujeres?
El mejor modo de resolver estas persistentes tensiones en la ciudad de Kirkuk, que reclaman kurdos, árabes y turcomanos por igual, es revertir la política de correcciones étnicas de Saddam a través de un proceso sistemático de compensaciones a la propiedad. Una vez que las personas desplazadas hayan vuelto a casa, debería organizarse un referéndum para determinar si Kirkuk formará o no parte de un estado federal iraquí llamado Kurdistán. ¿Qué papel piensa reservar Estados Unidos para Naciones Unidas para el retorno de las personas desplazadas?
La riqueza del petróleo de Iraq debería ser controlada por el gobierno nacional con ingresos redistribuidos a los gobiernos federal y locales basándose en los porcentajes de población.
Las milicias deberían ser cooptadas en el ejército iraquí y la guardia de fronteras bajo el mando del gobierno nacional, así como las fuerzas policiales locales que reflejen la composición étnica de las comunidades donde sirven. ¿Son posibles estas medidas?
En respuesta a los que piden una fecha para salir de Iraq, Bush tiene que explicar que la estrategia de Estados Unidos se medirá en hitos históricos, no en fechas límite arbitrarias. Bush debe explicar por qué se necesitan tropas en Iraq hasta que se adopte una constitución permanente de modo que el proceso político siga adelante en relativa seguridad. Bush debe dejar claro que Estados Unidos consultará con el gobierno iraquí para un acuerdo sobre la nueva posición de las fuerzas y terminar un horario para la retirada de las tropas americanas.
Bush tiene razón en que al invadir Iraq lo transformamos en el frente principal en la guerra contra el terrorismo. Los eventos en Iraq modelarán la política exterior norteamericana en los años por venir. Una retirada precipitada desencadenaría un conflicto entre los iraquíes y encendería un conflicto regional más amplio. El fracaso de Estados Unidos y la retirada de Iraq dará aliento a los radicales y extremistas en todo el mundo musulmán.
Pero al dar vueltas en lugar de hablar más seriamente, Bush ha agravado las preocupaciones sobre su credibilidad. Aparte de mantener el curso, Estados Unidos parece carecer de una estrategia para triunfar en Iraq. El pueblo americano está despertando al hecho de que están menos seguros debido a que el presidente Bush invadió Iraq sin un plan para ganar la paz.
David L. Phillips, del Council on Foreign Relations, es autor de 'Losing Iraq: Inside the Postwar Reconstruction Fiasco'.
8 de julio de 2005
©boston globe
©traducción mQh
0 comentarios