espías de la resistencia
[Patrick J. McDonnell] Los débiles controles permiten a los rebeldes infiltrar a las fuerzas de seguridad.
Bagdad, Iraq. Un terrorista penetró el custodiado recinto de la unidad policial más celebrada de Iraq. Otro se introdujo en un comedor donde cientos de soldados iraquíes se encontraban almorzando.
Ninguno de los suicidas despertó sospechas, y por una buena razón: Los dos eran agentes de seguridad iraquíes.
Murieron casi 30 soldados y agentes de policía murieron y docenas quedaron heridos en los dos atentados este mes. Los atentados en el cuartel general de la unidad de elite Brigada Lobo en Bagdad y en una base del ejército al norte de la capital subrayaron el grave reto que se enfrenta Iraq con la infiltración de insurgentes.
En su discurso a la nación el jueves, el presidente Bush volvió a enfatizar el papel de las fuerzas policiales y el ejército iraquíes, que dijo que están progresando "tanto en números como en calidad".
En medio de un menguante apoyo público norteamericano de la guerra, el éxito último de las fuerzas de seguridad iraquíes es esencial para las esperanzas del gobierno. "Una parte importante de nuestra misión es adiestrarlas para que puedan ocuparse de la lucha y nuestras tropas puedan volver a casa", dijo Bush.
Pero se teme que los rebeldes tengan una furtiva presencia entre esas fuerzas. La infiltración era una especialidad del aparato de seguridad de Saddam Hussein, y los funcionarios dicen que muchos casos recientes fueron dirigidos por los llamados elementos del antiguo régimen -fre en la jerga militar.
"Creemos que parte de la estrategia de esos elementos es infiltrar las fuerzas de seguridad con elementos bajo su control e introducirlos en posiciones de influencia", dijo en una entrevista aquí el teniente general del ejército, John R. Vines, comandante del Cuerpo Multinacional.
Las autoridades también sospechan que gente de dentro está proporcionando a los insurgentes con las identidades de los comandantes militares y de la policía, que están siendo asesinados casi a diario, normalmente cuando se dirigen o vuelven a casa de sus trabajos. El ministro del Interior Bayan Jabr ha dicho que los nombres y domicilio de policías estaban siendo vendidos en la calle, y el motivo era a menudo el lucro antes que la política.
La fuente de posible infiltrados es enorme. Se han descubierto unos 1.600 "nombres fantasmas" en las planillas del ministerio del Interior, dijeron funcionarios iraquíes, y la búsqueda continúa. No todos son infiltrados, pero muchos tienen acceso a bases e instalaciones sensibles.
La mayoría de los soldados y policías iraquíes han demostrado valentía y dedicación, especialmente si se considera que en general están pobremente equipados en comparación con las tropas norteamericanas y muchos de ellos han sido matados. Pero funcionarios iraquíes y comandantes norteamericanos conceden que en última instancia la efectividad de los iraquíes en una agotadora campaña contra la resistencia depende en no pequeña parte de la erradicación de la desenfrenada infiltración de las fuerzas de seguridad.
"Creo que es la amenaza a largo plazo más grande a la seguridad del país", dijo un importante militar norteamericano que, como varios otros entrevistados sobre este sensible tema, se negó a ser nombrado. "¿Cómo tener la certeza de que tus fuerzas de seguridad no han sido infiltradas y que no están delatando las operaciones?"
Funcionarios dijeron que es especialmente inquietante que los atacantes de las dos bases iraquíes eran iraquíes ellos mismos -no yihadistas extranjeros, como se cree que son la mayoría de los atacantes kamikaze.
El 15 de junio un soldado iraquí se sentí con otros 100 colegas en una cantina en una base en Khalis, al nordeste de Bagdad, dijeron testigos. Aparentemente llevaba un cinturón cargado de explosivos.
"Luego oímos una fuerte explosión", recordó uno de los sobrevivientes, que no quiso ser nombrado. "Fue como si hubiese pasado un tornado".
La detonación mató a 26 soldados iraquíes y dejó heridos a otros 38. Informes posteriores indicaron que el infiltrado puede haber sido un trabajador a contrata disfrazado de militar. Pero varios otros soldados dijeron que era uno de sus propios hombres.
En el ataque de la Brigada Lobo tres comandos murieron cuando el infiltrado hizo estallar su bomba en el interior del recinto.
Los infiltrados también representan un peligro real para las tropas norteamericanas, que trabajan cada vez más a menudo junto a sus contrapartes iraquíes. El Pentágono debe todavía publicar sus hallazgos sobre el atentado suicida del 21 de diciembre en un comedor del ejército norteamericano en el norte de Iraq que mató a 22 soldados y guardias americanos. El atacante llevaba un uniforme militar iraquí, dijeron funcionarios, pero en las prensa árabe algunos informes indicaron que el asaltante puede haber sido un impostor saudí que eludió los controles de seguridad.
Los riesgos que representan los topos en posiciones de seguridad se extiende más allá de los atentados. Existe una enorme preocupación aquí por la presencia de miembros que movidos por el dinero o la ideología informen a los insurgentes sobre las operaciones. Los comandantes americanos a menudo se preguntan si no han sido alertados de antemano en casos frecuentes en que ellos y los aliados iraquíes han llegado a hacer un allanamiento sólo para descubrir que los sospechosos han desaparecido.
En muchos casos, los insurgentes dicen a los familiares de agentes de seguridad que algunos miembros de la familia serán secuestrados o matados si no les entregan información, dicen las autoridades.
"Tiene que haber una falla de la seguridad; son demasiados los oficiales y policías que están siendo asesinados", dijo Nori Jabir Nori, que fue nombrado hace poco inspector general del ministerio del Interior, y supervisa la seguridad interna. "Saben a qué hora salen, y saben a qué hora vuelven. Eso tiene que ser un trabajo desde dentro".
Parte del problema, dicen funcionarios, es un proceso de contratación apresurado e inconsistente que ha permitido que solicitantes cuestionables fuesen integrados a la policía y a las fuerzas armadas, a veces fuera de los procedimientos normales de reclutamiento y verificación. El anterior ministro del Interior incorporó a decenas de miles de empleados, dicen los funcionarios, y cientos de ellos han desaparecido de sus trabajos -llevándose sus pases de seguridad.
El comandante de la Brigada Lobo, el general de brigada Mohammed Qureishi, el aparente objetivo del atentado del 11 de junio, dijo que el atacante era un "desconocido" al que el ministerio del Interior había asignado a la unidad 15 días antes del atentado.
"Esto no volverá a ocurrir", juró Qureishi, que es ampliamente conocido como Abu Walid y es el anfitrión de un popular programa de televisión donde se presentan "confesiones" de sospechosos capturados.
Los infiltrados amenazan tanto la seguridad como la reconstrucción de Iraq. Funcionarios asocian algunos de los éxitos de la campaña de sabotaje contra la infraestructura eléctrica, de alcantarillado y del petróleo, a la penetración de los insurgentes. La semana pasada fuerzas norteamericanas detuvieron a dos guardias por los atentados contra las tuberías que dejaron a cientos de miles de bagdadíes sin agua corriente en medio del calor del verano.
Funcionarios de seguridad iraquíes y norteamericanos dicen que para defenderse mejor están mejorando el chequeo de los nuevos policías y soldados por medio de chequeos de las huellas digitales, bases de datos e incluso entrevistas con amigos de algunos de los reclutas.
"Para ser un soldado, tiene que estar claro quién eres", dijo Babaker Shawkat Zebari, jefe del estado mayor de las fuerzas armadas iraquíes, en la fuertemente fortificada sede el ministerio de Defensa en Bagdad. "Enviamos investigadores a sus vecindarios a cerciorarse si son lo que dicen que son".
Hace poco se encontró a cuatro reclutas de los servicios de seguridad en la sureña ciudad de Hilla que estaban en una lista de fugitivos y eran buscados, dijo el general de brigada Don Alston, el portavoz militar aquí.
Pero lo que empeora las cosas es la naturaleza fragmentaria de la resistencia, que abarca rivalidades tribales y confesionales y guerreros de la guerra santa musulmana así como baazistas incapaces de aceptar la caída de Hussein.
Los atentados con bomba y tiroteos demuestran que los modernos procedimientos de seguridad están lejos de ser infalibles. Relativamente pocos archivos son computarizados, y los infiltrados pueden de todos modos no tener antecedentes policiales, sino simplemente la disposición a luchar en un país donde la lealtad a la tribu o a la familia a menudo es más fuerte que los otros compromisos.
"El concepto de lealtad al gobierno central no es la norma", observó un oficial norteamericano. "La familia y la tribu tienen una enorme influencia... Es un reto".
El martes afligidos familiares asistían al funeral del coronel Riyadh Abdul Karim, matado a balazos el domingo mientras se dirigía a la comisaría de policía que dirigía al este de Bagdad. Cinco coches de policía y al menos 20 agentes custodiaron la calle donde, según la tradición árabe, los familiares levantaron una tienda para saludar a los deudos. Esas escenas se ven todos los días en la capital, donde los hombres de la seguridad leales al nuevo gobierno son asesinados con alarmante frecuencia.
Familiares y amigos dijeron que el comandante era un hombre dedicado que evitaba a los guardaespaldas. La familia no tiene ninguna duda: Lo traicionaron.
"Creemos que es gente del ministerio mismo la que está pasando información a otros, que entonces los matan", dijo su hijo, Ali Abdul Karim.
"Están matando a toda la gente decente que quiere ayudar y servir a su país. Quieren mantener al país en el caos".
Borzou Daragahi, Ashraf Khalil y Saif Rasheed del Bureau Bagdad de The Times en Baquba contribuyeron a este informe.
1 de julio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
Ninguno de los suicidas despertó sospechas, y por una buena razón: Los dos eran agentes de seguridad iraquíes.
Murieron casi 30 soldados y agentes de policía murieron y docenas quedaron heridos en los dos atentados este mes. Los atentados en el cuartel general de la unidad de elite Brigada Lobo en Bagdad y en una base del ejército al norte de la capital subrayaron el grave reto que se enfrenta Iraq con la infiltración de insurgentes.
En su discurso a la nación el jueves, el presidente Bush volvió a enfatizar el papel de las fuerzas policiales y el ejército iraquíes, que dijo que están progresando "tanto en números como en calidad".
En medio de un menguante apoyo público norteamericano de la guerra, el éxito último de las fuerzas de seguridad iraquíes es esencial para las esperanzas del gobierno. "Una parte importante de nuestra misión es adiestrarlas para que puedan ocuparse de la lucha y nuestras tropas puedan volver a casa", dijo Bush.
Pero se teme que los rebeldes tengan una furtiva presencia entre esas fuerzas. La infiltración era una especialidad del aparato de seguridad de Saddam Hussein, y los funcionarios dicen que muchos casos recientes fueron dirigidos por los llamados elementos del antiguo régimen -fre en la jerga militar.
"Creemos que parte de la estrategia de esos elementos es infiltrar las fuerzas de seguridad con elementos bajo su control e introducirlos en posiciones de influencia", dijo en una entrevista aquí el teniente general del ejército, John R. Vines, comandante del Cuerpo Multinacional.
Las autoridades también sospechan que gente de dentro está proporcionando a los insurgentes con las identidades de los comandantes militares y de la policía, que están siendo asesinados casi a diario, normalmente cuando se dirigen o vuelven a casa de sus trabajos. El ministro del Interior Bayan Jabr ha dicho que los nombres y domicilio de policías estaban siendo vendidos en la calle, y el motivo era a menudo el lucro antes que la política.
La fuente de posible infiltrados es enorme. Se han descubierto unos 1.600 "nombres fantasmas" en las planillas del ministerio del Interior, dijeron funcionarios iraquíes, y la búsqueda continúa. No todos son infiltrados, pero muchos tienen acceso a bases e instalaciones sensibles.
La mayoría de los soldados y policías iraquíes han demostrado valentía y dedicación, especialmente si se considera que en general están pobremente equipados en comparación con las tropas norteamericanas y muchos de ellos han sido matados. Pero funcionarios iraquíes y comandantes norteamericanos conceden que en última instancia la efectividad de los iraquíes en una agotadora campaña contra la resistencia depende en no pequeña parte de la erradicación de la desenfrenada infiltración de las fuerzas de seguridad.
"Creo que es la amenaza a largo plazo más grande a la seguridad del país", dijo un importante militar norteamericano que, como varios otros entrevistados sobre este sensible tema, se negó a ser nombrado. "¿Cómo tener la certeza de que tus fuerzas de seguridad no han sido infiltradas y que no están delatando las operaciones?"
Funcionarios dijeron que es especialmente inquietante que los atacantes de las dos bases iraquíes eran iraquíes ellos mismos -no yihadistas extranjeros, como se cree que son la mayoría de los atacantes kamikaze.
El 15 de junio un soldado iraquí se sentí con otros 100 colegas en una cantina en una base en Khalis, al nordeste de Bagdad, dijeron testigos. Aparentemente llevaba un cinturón cargado de explosivos.
"Luego oímos una fuerte explosión", recordó uno de los sobrevivientes, que no quiso ser nombrado. "Fue como si hubiese pasado un tornado".
La detonación mató a 26 soldados iraquíes y dejó heridos a otros 38. Informes posteriores indicaron que el infiltrado puede haber sido un trabajador a contrata disfrazado de militar. Pero varios otros soldados dijeron que era uno de sus propios hombres.
En el ataque de la Brigada Lobo tres comandos murieron cuando el infiltrado hizo estallar su bomba en el interior del recinto.
Los infiltrados también representan un peligro real para las tropas norteamericanas, que trabajan cada vez más a menudo junto a sus contrapartes iraquíes. El Pentágono debe todavía publicar sus hallazgos sobre el atentado suicida del 21 de diciembre en un comedor del ejército norteamericano en el norte de Iraq que mató a 22 soldados y guardias americanos. El atacante llevaba un uniforme militar iraquí, dijeron funcionarios, pero en las prensa árabe algunos informes indicaron que el asaltante puede haber sido un impostor saudí que eludió los controles de seguridad.
Los riesgos que representan los topos en posiciones de seguridad se extiende más allá de los atentados. Existe una enorme preocupación aquí por la presencia de miembros que movidos por el dinero o la ideología informen a los insurgentes sobre las operaciones. Los comandantes americanos a menudo se preguntan si no han sido alertados de antemano en casos frecuentes en que ellos y los aliados iraquíes han llegado a hacer un allanamiento sólo para descubrir que los sospechosos han desaparecido.
En muchos casos, los insurgentes dicen a los familiares de agentes de seguridad que algunos miembros de la familia serán secuestrados o matados si no les entregan información, dicen las autoridades.
"Tiene que haber una falla de la seguridad; son demasiados los oficiales y policías que están siendo asesinados", dijo Nori Jabir Nori, que fue nombrado hace poco inspector general del ministerio del Interior, y supervisa la seguridad interna. "Saben a qué hora salen, y saben a qué hora vuelven. Eso tiene que ser un trabajo desde dentro".
Parte del problema, dicen funcionarios, es un proceso de contratación apresurado e inconsistente que ha permitido que solicitantes cuestionables fuesen integrados a la policía y a las fuerzas armadas, a veces fuera de los procedimientos normales de reclutamiento y verificación. El anterior ministro del Interior incorporó a decenas de miles de empleados, dicen los funcionarios, y cientos de ellos han desaparecido de sus trabajos -llevándose sus pases de seguridad.
El comandante de la Brigada Lobo, el general de brigada Mohammed Qureishi, el aparente objetivo del atentado del 11 de junio, dijo que el atacante era un "desconocido" al que el ministerio del Interior había asignado a la unidad 15 días antes del atentado.
"Esto no volverá a ocurrir", juró Qureishi, que es ampliamente conocido como Abu Walid y es el anfitrión de un popular programa de televisión donde se presentan "confesiones" de sospechosos capturados.
Los infiltrados amenazan tanto la seguridad como la reconstrucción de Iraq. Funcionarios asocian algunos de los éxitos de la campaña de sabotaje contra la infraestructura eléctrica, de alcantarillado y del petróleo, a la penetración de los insurgentes. La semana pasada fuerzas norteamericanas detuvieron a dos guardias por los atentados contra las tuberías que dejaron a cientos de miles de bagdadíes sin agua corriente en medio del calor del verano.
Funcionarios de seguridad iraquíes y norteamericanos dicen que para defenderse mejor están mejorando el chequeo de los nuevos policías y soldados por medio de chequeos de las huellas digitales, bases de datos e incluso entrevistas con amigos de algunos de los reclutas.
"Para ser un soldado, tiene que estar claro quién eres", dijo Babaker Shawkat Zebari, jefe del estado mayor de las fuerzas armadas iraquíes, en la fuertemente fortificada sede el ministerio de Defensa en Bagdad. "Enviamos investigadores a sus vecindarios a cerciorarse si son lo que dicen que son".
Hace poco se encontró a cuatro reclutas de los servicios de seguridad en la sureña ciudad de Hilla que estaban en una lista de fugitivos y eran buscados, dijo el general de brigada Don Alston, el portavoz militar aquí.
Pero lo que empeora las cosas es la naturaleza fragmentaria de la resistencia, que abarca rivalidades tribales y confesionales y guerreros de la guerra santa musulmana así como baazistas incapaces de aceptar la caída de Hussein.
Los atentados con bomba y tiroteos demuestran que los modernos procedimientos de seguridad están lejos de ser infalibles. Relativamente pocos archivos son computarizados, y los infiltrados pueden de todos modos no tener antecedentes policiales, sino simplemente la disposición a luchar en un país donde la lealtad a la tribu o a la familia a menudo es más fuerte que los otros compromisos.
"El concepto de lealtad al gobierno central no es la norma", observó un oficial norteamericano. "La familia y la tribu tienen una enorme influencia... Es un reto".
El martes afligidos familiares asistían al funeral del coronel Riyadh Abdul Karim, matado a balazos el domingo mientras se dirigía a la comisaría de policía que dirigía al este de Bagdad. Cinco coches de policía y al menos 20 agentes custodiaron la calle donde, según la tradición árabe, los familiares levantaron una tienda para saludar a los deudos. Esas escenas se ven todos los días en la capital, donde los hombres de la seguridad leales al nuevo gobierno son asesinados con alarmante frecuencia.
Familiares y amigos dijeron que el comandante era un hombre dedicado que evitaba a los guardaespaldas. La familia no tiene ninguna duda: Lo traicionaron.
"Creemos que es gente del ministerio mismo la que está pasando información a otros, que entonces los matan", dijo su hijo, Ali Abdul Karim.
"Están matando a toda la gente decente que quiere ayudar y servir a su país. Quieren mantener al país en el caos".
Borzou Daragahi, Ashraf Khalil y Saif Rasheed del Bureau Bagdad de The Times en Baquba contribuyeron a este informe.
1 de julio de 2005
©los angeles times
©traducción mQh
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