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dujail, una ciudad chií


[John F. Burns] Fue sangrientamente reprimido en época de Saddam Hussein.
Dujail, Iraq. Las cicatrices de lo que ocurrió después de un intento de asesinato contra Saddam Hussein, el 8 de julio de 1982, son dolorosamente evidentes en esta ciudad predominantemente chií a 56 kilómetros al norte de Bagdad.
La gente baja la voz cuando hablan de sus padres, hermanos e hijos que terminaron en los calabozos, sus destinos desconocidos hasta que el derrocamiento de Hussein 21 años después desencadenara el saqueo del cuartel general de la policía secreta en Bagdad que reveló archivos de las ejecuciones. El paisaje en Dujail es preponderantemente de tierras baldías llenas de malezas, un crudo testamento a la destrucción de miles de hectáreas de palmas de dátiles y huertos frutales después de que los conspiradores dispararan contra el convoy de Hussein desde matorrales al borde de la ciudad.
Ahora, en Dujail se ha cerrado el círculo para Hussein.
Funcionarios del Tribunal Especial iraquí instalado para juzgar al ex dictador y sus principales asociados han dicho que esperaban poder enjuiciarlo a fines de año por la muerte de casi 160 hombres y niños de Dujail, todos chiíes, algunos apenas adolescentes. Algunos fueron matados a balazos inmediatamente después del intento de asesinato, pero 143 de ellos -9 de ellos de edades entre 13 y 15- fueron ejecutados tres años más tarde por el tribunal revolucionario de Hussein. La gente de la ciudad dice que muchos otros siguen desaparecidos -al menos 200, según unas versiones- y tienen la esperanza de que el juicio revele al menos algo sobre sus destinos.
De momento, sus familias sólo tiene desteñidas fotografías de sus familiares desaparecidos en bodas, graduaciones escolares y salidas veraniegas, e historias del momento en que desaparecieron, secuestrados en la calle o sacados de sus casas por escuadrones de la policía secreta que entraron a Dujail en los días posteriores al atentado contra Hussein.
En las calles y callejones de la ciudad bañada por el sol, una extensión de indescriptibles y arruinadas estructuras de concreto e improvisadas de dos y un piso, mezquitas sin cúpula junto a la principal carretera hacia el norte rico en petróleo de Iraq, la perspectiva de ver a Hussein, 68, recibiendo una posible sentencia de muerte, ha causado alivio -al menos a las tres cuartas partes de la población que son chiíes, aunque no para los muchos de la minoría árabe sunní de la ciudad, donde todavía hay gente leal a Hussein.
"Enjuiciar a Saddam por lo que hizo aquí será bueno para Dujail, y para todo Iraq, porque mucha gente en este país, y en Dujail, todavía lo ve como una especie de dios", dijo Ali Haj Hussein, 37, un chií que perdió a siete hermanos en las ejecuciones que siguieron al intento de asesinato, incluyendo a uno, Hussein, 19, que antes de morir confesó a su padre que él había sido uno de los que había disparado contra el gobernante iraquí.
La visita a Dujail fue una excursión en territorio enemigo para Saddam Hussein. En 1982 llevaba su tercer año como presidente, estaba todavía consolidando su poder, y muchos en la ciudad, con una población de unos 75.000 personas, lo despreciaban por haber empezado la guerra contra Irán, el vecino chií de Iraq, dos años antes. Los chiíes aquí dicen que Hussein mostró siempre desconfianza ante la presencia de un enorme enclave chíi, incluyendo a Dujail, y la ciudad cercana de Balad, en lo más profundo del corazón árabe sunní de Iraq -y al lado de la principal carretera de Bagdad a Tikrit, la ciudad natal de Hussein.
Un partido religioso chií conservador, Dawa, con un brazo armado que había lanzado ataques terroristas contra el gobierno de Hussein, tenía fuerte apoyo en Dujail, y vio en su visita una oportunidad de vengar los asesinatos cometidos por el gobierno de cientos de seguidores y simpatizantes de Dawa. Los conspiradores llamaron la misión Operación Bint Huda, en honor de la hermana del fundador de Dawa, el ayatollah Muhammad Bakr al-Sadr, un prominente clérigo chií. Los dos fueron ejecutados en 1980.
Otros crímenes por lo que Hussein es probable que sea procesado, en juicios separados, incluyen la campaña de Anfal -la palabra árabe significa ‘botín'- de fines de los años ochenta, en la que murieron 150.000 kurdos, muchos de ellos matados a balazos y arrojados en fosas comunes, otros asesinados con ataques de gases venenosos; el ataque con armas químicas contra la ciudad kurda de Halabja, en marzo de 1988, que mató a unas 5.000 personas, que es probable que sea tratado como un caso separado; y la represión de una rebelión chií en el sur de Iraq en 1991, de la que se cree que terminó con la vida de unas 150.000 personas. El tribunal también está investigando las ejecuciones de más de 200 dirigentes del Partido Baaz después de que Hussein se hiciera con el poder en 1979.
Pero el juicio de Dujail sentará la norma de los otros, y los abogados de Hussein han dejado claro que piensan utilizar todos los recursos legales para denunciar los juicios como espectáculos, manipulados por los abogados norteamericanos que dirigen la Oficina de Enlace para Crímenes del Régimen, una agencia de la embajada norteamericana que ha sido el pilar jurídico y económico del tribunal.
"A Saddam Hussein se lo conoce en todo el mundo como en el hombre que dijo No a Estados Unidos, y también lo hará ante el tribunal", dijo Ziad Najdawi, un jordano que forma parte de un equipo internacional de abogados defensores.
"Pueden hablar todo lo que quieran, de ejecuciones y armas químicas y fosas comunes, pero nosotros decimos que todo es "mentira, solamente mentiras. Todo aquí está contaminado por Estados Unidos".
En la tarde del verano hace 23 años, cuando Hussein vino a Dujail, fue recibido con ráfagas de fuego desde los palmares del lado norte de la ciudad, dicen los supervivientes. Los primeros en salir a la calle fueron los jóvenes; días antes habían oído rumores de que iba a ocurrir algo importante. Helicópteros del ejército habían estado sobrevolando cerca de la ciudad, y vehículos oficiales de Bagdad entraban y salían del lúgubre y custodiado cuartel general del Partido Baaz, junto a la calle que sale de Dujail hacia la principal carretera norte-sur.
"Era casi las 2:30 de la tarde cuando oímos decir que Saddam había llegado, así que salimos a la calle a verlo, y sus guardaespaldas empezaron a dispararnos, y mataron a tres amigos míos", dijo Ghalib Hussein Abbas, 42, ahora chofer de tractores, y entonces un desempleado de 19.
Mientras corrían a sus casas, la gente de la ciudad vio volver a los helicópteros, disparar contra las aldeas entre los palmares desde donde habían atacado los conspiradores.
Dos días más tarde, dijo un superviviente, se levantó el toque de queda de 24 horas cuando los altavoces anunciaron que los tenían familiares desaparecidos se acercaran a la sede del Partido Baaz y buscara entre las hileras de cadáveres que yacían expuestos en el patio anterior del edificio. Para algunos, fue una trampa. De acuerdo a declaraciones de testigos ante el tribunal, cuatro de los hombres que serán enjuiciados junto a Hussein se habían reunido en el edificio para dirigir la venganza contra la ciudad: su hermanastro, Barzan Ibrahim al-Tikriti, director de la policía secreta Mukhabarat en 1982; Taha Yasin Ramadan, primer ministro y más tarde vice-presidente del Partido Baaz; y dos funcionarios baazistas locales, Abdullah al-Musheikhi y su hijo, Mizher al-Musheikhi. Otro acusado será Awad Hamad al-Bandr al-Sadoon, ex presidente del tribunal revolucionario.
Primero en pequeños grupos, luego en grupos más grandes, detuvieron a 1.500 personas, hasta 30 personas de algunas familias, y empezaron un viaje hacia los campos de Hussein -primero hacia un centro de detención en Tikrit, más tarde en un centro de detención de la policía secreta y finalmente en la cárcel de Nugra as-Salman, un viejo fuerte británico en el desierto a lo largo de la frontera árabe sunní. Algunos supervivientes, que fueron dejados en libertad en 1986, dicen que las desoladoras condiciones en la prisión causaron la muerte de varias docenas de prisioneros, incluyendo a mujeres, niños y bebés. Los 143 que fueron colgados no lograron sobrevivir su detención en Bagdad, donde Sadoon, el jefe del tribunal revolucionario, los envió a las cámaras de ejecución en la prisión de Abu Ghraib en las afueras de Bagdad.
Informes de chiíes de la localidad dicen que Hussein burló desde el principio a los conspiradores. Al entrar a la ciudad, dicen esas versiones, los líderes tribales le obsequiaron un coche, y lo marcaron, siguiendo la tradición tribal, con las manos untadas en la sangre de corderos sacrificados. Sin embargo, Hussein, dicen los chiíes de Dujail, vio el regalo como una posible premonición de asesinato y devolvió el coche, insistiendo en que los líderes tribales y algunos de sus ayudantes viajaran en él -a su muerte, según dicen las versiones, cuando los conspiradores dispararon contra el coche.
A unas horas después del tiroteo, Hussein se subió al tejado de la principal clínica de la ciudad y dijo a la multitud que él no era "un cobarde que puede ser ahuyentado de vuestra ciudad", pero aseguró a su audiencia que no habría represalias. "Nos dijo que los hombres que habían intentado matarlo eran una pequeña banda de traidores y que nosotros no seríamos confundidos con la gente mala de Dujail", dijo Kassem Aalbuhaider, ahora tendero, entonces de 12.
Pero incluso mientras Hussein hablaba, dijo Aalbuhaider, la policía secreta ya estaba trabajando. "Se llevaron a familias enteras, incluso a viejos, mujeres y niños pequeños", dijo.
A las semanas empezaron a erradicar con excavadoras los palmares y huertos, que siguieron hasta que fueron destrozadas 100.000 hectáreas. En 1992, después de la primera Guerra del Golfo, Hussein volvió a Dujail por primera vez, y dijo a los líderes tribales que los páramos serían replantados, con cultivos de lluvia, pero sin palmas ni huertos. Pero tomó 12 años más, y el derrocamiento de Hussein, antes de que la ciudad pudiera empezar de otro modo a recuperarse de lo que la gente de la ciudad llama ahora simplemente karitha, el desastre.
Ahora los pedestales donde estuvieron las estatuas y retratos de Hussein en los principales cruces de la ciudad están vacíos, y en las calles cuelgan los retratos de clérigos de barba blanca que son los iconos de los chiíes religiosos. La sede del Partido Baaz sirve ahora como mezquita chií. Pero los tótems que más parecen importar son las palmeras de dátiles que alguna gente de la ciudad empezó a plantar discretamente a mediados de los años noventa como homenaje a los que murieron.
Una tarde reciente, Hussein, el vecino que perdió a siete hermanos en las mazmorras, llevó a un visitante a las plantaciones de la familia en las afueras de la ciudad y a través de un huerto de palmeras todavía pequeñas dedicado a ellos: Faleh, Hussein, Mahmud, Mohsen, Muhammad, Saad y Salim. "Aquí me siento como rey", dijo, sonriendo ampliamente cuando se estiró a tocar las frondas de dátiles de las palmas. "Iraq ha renacido como estos árboles. Estamos recién empezando, pero una vez que Saddam haya sido juzgado y ejecutado, creemos que Dujail volverá a surgir".

Razzaq al-Saiediand Khalid al-Ansary contribuyó al reportaje para este artículo.

16 de julio de 2005
3 de julio de 2005
©new york times
©traducción mQh


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