demonio en libertad
[Doug Struck] Su liberación repele a Canadá. Vilipendiada mujer que pasó 12 años en la cárcel por ayudar a su marido a violar y matar a niñas adolescentes.
Toronto, Canadá. Antes del martes, una guapa rubia de 35 saldrá furtivamente de una penitenciaría cerca de Montreal, tratando de escapar a la multitud de periodistas que llevan 12 años esperando este momento.
La saga de Karla Homolka ha paralizado al país desde que ayudara a su marido a drogar, violar, torturar, filmar y matar a dos niñas adolescentes, y causara la muerte de su propia hermana. Durante el juicio, y desde entonces, sus ojos -una mirada dura y glacial debajo de su pelo ondulado- han mirado regularmente desde las primeras planas de diarios y pantallas de televisión de Canadá.
Ahora ha cumplido toda su condena de prisión por homicidio, y su inminente liberación ha desencadenado expresiones de alarma en la prensa y en el parlamento. Horrorizados y fascinados, los canadienses no parecen tener suficiente.
Homolka ha sido a la vez estudiada y demonizada. Sitios en la red publican ofertas contradictorias por su asesinato o pidiendo su mano en matrimonio. Los abogados, incluso los que representan a personajes sólo remotamente asociados al caso, han estado apurándose entre cámaras y salas de tribunal con peticiones y golpes de sonido.
Los tribunales han agregado condiciones a su sentencia. Los abogados han jurado que cambiarán las leyes. Un cineasta ha prometido una película sobre su historia. Ya han aparecido dos libros y un reportaje especial en televisión. Su amante lesbiana en la cárcel parlotea en la televisión, y su ahora ex marido está ansioso de contarlo todo, si el director de la cárcel lo dejara. Está cumpliendo una sentencia de por vida por los asesinatos.
"La gente está desvariando", dijo Peter Rosenthal, un abogado penal de Toronto. "Están hablando de imponer sentencias más duras, de reintroducir la pena de muerte. Es el desvarío de la venganza".
Respetables diarios han entregado sus primeras planas a columnistas de prosa púrpura. "Encerrad a los niños", advirtieron los diarios Globe y Mail. Un importante anfitrión de televisión, Mike Duffy de la red CTV, dijo con desprecio, sin aparente ironía: "Simplemente somos una clase más alta de ser humano que ella".
"Es una exageración", dijo Suanne Kelman, presidente interino de la Facultad de Periodismo de la Universidad Ryerson, de Toronto. "Parece que representa la mayor amenaza contra la humanidad en el siglo 21".
El dilema para la prensa convencional, dice Kelman, es que "es justamente el tipo de historia que le gusta a la gente. La gente adora los escándalos sexuales, y se fascinan con los asesinatos sexuales. Les encantan las historias cuando el asesino es una mujer, especialmente si es una rubia vulgar". Homolka, dijo, "no recibiría este tipo de atención si fuera una mujer más casera, o más vieja".
Pero no es ninguna de las dos cosas. De acuerdo a informes de prensa sobre su infancia, Homolka tenía apenas 17 años, una inteligente chica en el 11, cuando conoció a Paul Bernardo, 23, un encantados y guapo hombre en 1987. Tuvieron sexo en un cuarto de hotel dos horas después y se comprometieron dos años más tarde.
Eran una pareja atractiva, pero Bernando sería identificado por la policía por un violador en serie, ayudado ocasionalmente por Homolka. En 1990, de acuerdo a una declaración ante tribunales, Homolka y Bernardo drogaron a su hermana menor, Tammy, de 15, con tranquilizantes para animales después de una cena de Navidad en familia. Bernardo violó a Tommy, que murió más tarde, aparentemente asfixiada en su propio vómito.
Un año después, Bernardo secuestró a Leslie Mahaffy, 14, frente a su casa; en 1992, secuestró a Kristen French, 15, en el estacionamiento de una iglesia. Las dos fueron violadas, filmadas y asesinadas con ayuda de Homolka, de acuerdo a testimonios judiciales. Pero en 1993, Bernardo golpeó a Homolka con una linterna y ella fue a la policía, donde contó su pasado.
En lo que en la prensa fue llamado "un pacto con el demonio", Homolka llegó a un acuerdo con los fiscales y se declaró culpable de dos cargos de homicidio y declaró contra su marido. Armada con fotografías de sus ojos amoratados, se retrató a sí misma como una esposa maltratada que fue obligada a participar en los crímenes.
Sin embargo, después de su condena los abogados de Bernardo revelaron que un allanamiento policial de su casa había pasado por alto seis videos -escondidos encima de una araña- que supuestamente muestran a Homolka como una participante voluntaria y entusiasta en los crímenes.
El público se indignó. Parecía que la inteligente mujer había engañado a fiscales y tribunales y consiguió una sentencia más liviana, mientras su marido divorciado no saldrá probablemente nunca en libertad.
Había "un abrumador sentimiento de que se ha dejado cometer una grave injusticia", escribió el profesor de derecho Alan Young en el diario Toronto Star.
Esa indignación contribuyó a que le negaran a Homolka dos veces la libertad condicional, y ahora ha cumplido toda su sentencia, lo que altamente inusual en Canadá. Pero a medida que se acercaba la fecha de su liberación, los fiscales se acercaron al tribunal y obtuvieron "condiciones especiales". Deberá presentarse a menudo a la policía, pedir permiso para viajar, y no puede tener contacto con nadie menor de 16 años. Ha recurrido.
La perspectiva de que Homolka vuelva a Montreal o a su casa natal en St. Catharines, Ontario, ha provocado protestas de que niños y mujeres no estarán a salvo.
"La gente dice que es un monstruo", dijo Rosenthal. "No hay duda de que fueron crímenes monstruosos, y es culpable. Pero ya pasó 12 años en la cárcel, que no es nada".
Los abogados de Homolka han presentado mociones pidiendo protección policial para su defendida, diciendo que ha sido amenazada de muerte, y también tratando de impedir que la prensa informe dónde se encuentra.
Pero Kelman dijo que Homolka era "una mujer que no va a desaparecer", incluso si cambia de nombre, como ha pedido al tribunal, y color de pelo.
"Hay cosas que se pueden cambiar. Pero su rasgo más distintivo son sus ojos", dijo Kelman. "Todos saben cómo se ven sus ojos".
17 de julio de 2005
©washington post
©traducción mQh
La saga de Karla Homolka ha paralizado al país desde que ayudara a su marido a drogar, violar, torturar, filmar y matar a dos niñas adolescentes, y causara la muerte de su propia hermana. Durante el juicio, y desde entonces, sus ojos -una mirada dura y glacial debajo de su pelo ondulado- han mirado regularmente desde las primeras planas de diarios y pantallas de televisión de Canadá.
Ahora ha cumplido toda su condena de prisión por homicidio, y su inminente liberación ha desencadenado expresiones de alarma en la prensa y en el parlamento. Horrorizados y fascinados, los canadienses no parecen tener suficiente.
Homolka ha sido a la vez estudiada y demonizada. Sitios en la red publican ofertas contradictorias por su asesinato o pidiendo su mano en matrimonio. Los abogados, incluso los que representan a personajes sólo remotamente asociados al caso, han estado apurándose entre cámaras y salas de tribunal con peticiones y golpes de sonido.
Los tribunales han agregado condiciones a su sentencia. Los abogados han jurado que cambiarán las leyes. Un cineasta ha prometido una película sobre su historia. Ya han aparecido dos libros y un reportaje especial en televisión. Su amante lesbiana en la cárcel parlotea en la televisión, y su ahora ex marido está ansioso de contarlo todo, si el director de la cárcel lo dejara. Está cumpliendo una sentencia de por vida por los asesinatos.
"La gente está desvariando", dijo Peter Rosenthal, un abogado penal de Toronto. "Están hablando de imponer sentencias más duras, de reintroducir la pena de muerte. Es el desvarío de la venganza".
Respetables diarios han entregado sus primeras planas a columnistas de prosa púrpura. "Encerrad a los niños", advirtieron los diarios Globe y Mail. Un importante anfitrión de televisión, Mike Duffy de la red CTV, dijo con desprecio, sin aparente ironía: "Simplemente somos una clase más alta de ser humano que ella".
"Es una exageración", dijo Suanne Kelman, presidente interino de la Facultad de Periodismo de la Universidad Ryerson, de Toronto. "Parece que representa la mayor amenaza contra la humanidad en el siglo 21".
El dilema para la prensa convencional, dice Kelman, es que "es justamente el tipo de historia que le gusta a la gente. La gente adora los escándalos sexuales, y se fascinan con los asesinatos sexuales. Les encantan las historias cuando el asesino es una mujer, especialmente si es una rubia vulgar". Homolka, dijo, "no recibiría este tipo de atención si fuera una mujer más casera, o más vieja".
Pero no es ninguna de las dos cosas. De acuerdo a informes de prensa sobre su infancia, Homolka tenía apenas 17 años, una inteligente chica en el 11, cuando conoció a Paul Bernardo, 23, un encantados y guapo hombre en 1987. Tuvieron sexo en un cuarto de hotel dos horas después y se comprometieron dos años más tarde.
Eran una pareja atractiva, pero Bernando sería identificado por la policía por un violador en serie, ayudado ocasionalmente por Homolka. En 1990, de acuerdo a una declaración ante tribunales, Homolka y Bernardo drogaron a su hermana menor, Tammy, de 15, con tranquilizantes para animales después de una cena de Navidad en familia. Bernardo violó a Tommy, que murió más tarde, aparentemente asfixiada en su propio vómito.
Un año después, Bernardo secuestró a Leslie Mahaffy, 14, frente a su casa; en 1992, secuestró a Kristen French, 15, en el estacionamiento de una iglesia. Las dos fueron violadas, filmadas y asesinadas con ayuda de Homolka, de acuerdo a testimonios judiciales. Pero en 1993, Bernardo golpeó a Homolka con una linterna y ella fue a la policía, donde contó su pasado.
En lo que en la prensa fue llamado "un pacto con el demonio", Homolka llegó a un acuerdo con los fiscales y se declaró culpable de dos cargos de homicidio y declaró contra su marido. Armada con fotografías de sus ojos amoratados, se retrató a sí misma como una esposa maltratada que fue obligada a participar en los crímenes.
Sin embargo, después de su condena los abogados de Bernardo revelaron que un allanamiento policial de su casa había pasado por alto seis videos -escondidos encima de una araña- que supuestamente muestran a Homolka como una participante voluntaria y entusiasta en los crímenes.
El público se indignó. Parecía que la inteligente mujer había engañado a fiscales y tribunales y consiguió una sentencia más liviana, mientras su marido divorciado no saldrá probablemente nunca en libertad.
Había "un abrumador sentimiento de que se ha dejado cometer una grave injusticia", escribió el profesor de derecho Alan Young en el diario Toronto Star.
Esa indignación contribuyó a que le negaran a Homolka dos veces la libertad condicional, y ahora ha cumplido toda su sentencia, lo que altamente inusual en Canadá. Pero a medida que se acercaba la fecha de su liberación, los fiscales se acercaron al tribunal y obtuvieron "condiciones especiales". Deberá presentarse a menudo a la policía, pedir permiso para viajar, y no puede tener contacto con nadie menor de 16 años. Ha recurrido.
La perspectiva de que Homolka vuelva a Montreal o a su casa natal en St. Catharines, Ontario, ha provocado protestas de que niños y mujeres no estarán a salvo.
"La gente dice que es un monstruo", dijo Rosenthal. "No hay duda de que fueron crímenes monstruosos, y es culpable. Pero ya pasó 12 años en la cárcel, que no es nada".
Los abogados de Homolka han presentado mociones pidiendo protección policial para su defendida, diciendo que ha sido amenazada de muerte, y también tratando de impedir que la prensa informe dónde se encuentra.
Pero Kelman dijo que Homolka era "una mujer que no va a desaparecer", incluso si cambia de nombre, como ha pedido al tribunal, y color de pelo.
"Hay cosas que se pueden cambiar. Pero su rasgo más distintivo son sus ojos", dijo Kelman. "Todos saben cómo se ven sus ojos".
17 de julio de 2005
©washington post
©traducción mQh
0 comentarios