¿valía bosnia la pena?
[Richard Holbrooke] ¿Fue importante la intervención estadounidense en Bosnia? Sin ella, habría un gobierno criminal en ese país.
Si os preguntáis si la intervención estadounidense en Bosnia en 1995 fue una decisión correcta, visitad un lugar verdaderamente horrible, cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de genocidio y del fracaso de Occidente. Visitad Srebrenica.
Diez años después de que los serbo-bosnios bajo el mando del general Ratko Mladic
asesinaran allá a 8.000 musulmanes, me encontré de vuelta en ese valle del mal como parte de una delegación oficial en representación del presidente Bush y del país. Cruzamos a través de fangosos terrenos, bajo cielos encapotados, a través de un enorme gentío de familiares de las víctimas que estaban sepultando a más de 600 de sus seres queridos, su dolor y odio personal hacia los que cometieron los crímenes intactos tras una década.
Pero incluso en Srebrenica ha habido progresos desde mi última visita, hace cinco años. Entonces sólo diez valientes -uno podría decir imprudentemente osadas- familias musulmanas habían vuelto a sus casas, y vivían en constante temor entre 12.000 serbios. Hoy han retornado 4.000 musulmanes, y un tercio de los serbios se ha marchado. Esto es asombroso, y seguirá ocurriendo si la comunidad internacional -y especialmente Estados Unidos, el país más respetado en los Balcanes- sigue involucrada; a este respecto, las enfáticas palabras de apoyo de Bush en la ceremonia -leída por jefe de su delegación, en Embajador para Crímenes de Guerra, Pierre Prosper- fueron bien recibidas. También hubo un importante esfuerzo de reconciliación: Jefes de estado de Serbia y la parte serbia de Bosnia llegaron a depositar coronas de flores, un importante reconocimiento de la responsabilidad serbia en lo que ocurrió.
Las cosas han mejorado incluso más en el resto de Bosnia. Sobre todo, hay paz y no solamente una tregua; esta guerra no volverá a encenderse. Tampoco se ha convertido Bosnia en dos estados separados, como pronosticaron muchos detractores del Acuerdo de Paz de Dayton. Aunque muchos (incluyendo al Pentágono) predijeron una zona desmilitarizada entre serbios y musulmanes similar a Corea, no hay barreras entre las regiones, y hay crecientes lazos económicos y políticos entre los grupos étnicos. Más de un millón de refugiados han vuelto a sus casas; muchos, como en Srebrenica, a áreas donde son una minoría. Tanto la Unión Europea como la OTAN han empezado conversaciones que podrían conducir a acuerdos de integración entre Bosnia y Bruselas.
Así que hay buenas noticias (que a menudo significa, para los editores, que "no hay noticias") desde Bosnia. Pero no todas las que debiesen. Desde el principio, la implementación del Acuerdo de Paz de Dayton fue insuficientemente agresiva. El fracaso más importante fue no capturar a los dos criminales de guerra más buscados de Europa, Radovan Karadzic y Ratko Mladic. Es toda una historia de oportunidades perdidas e inteligencia deficiente. Después de todo, Mladic está en Serbia y ha sido visto en público. Mi suposición es que Karadzic se ha quitado su característico copete gris, se ha dejado crecer barba, y está escondido en algún monasterio en lo más profundo de las montañas al este de Bosnia o Montenegro. Si Karadzic y Mladic no son llevados a justicia, la fuerza de seguridad internacional (ahora una fuerza europea, con la OTAN reducida a una pequeña oficina y menos de 200 soldados americanos) no podrá salir nunca del país, y el retorno de Bosnia a una sociedad multi-étnica (y a instituciones en Europa) será retrasado o impedido.
Ahora se reconoce universalmente que en Srebrenica se cometió un terrible crimen. Como subsecretario de estado para asuntos europeos en la época, yo argumenté sin éxito que necesitábamos ataques aéreos de la OTAN para parar a los serbo-bosnios -matones que preferían la artillería de largo alcance y el asesinato a corto alcance antes que algo parecido a una operación militar de verdad. Pero el Reino Unido, Francia y Holanda habían desplegado tropas como parte de una fuerza de paz de Naciones Unidas en tres enclaves extremadamente expuestos al este de Bosnia, incluyendo a Srebrenica. Haciendo frente a las brutales amenazas de Mladic, se negaron a considerar los ataques aéreos hasta que las tropas holandesas fueron ignominiosamente escoltadas fuera de Srebrenica. Entonces era demasiado tarde.
De 1991 a 1995 Estados Unidos se había mostrado reluctante a actuar en Bosnia. Pero después de Srebrenica, el presidente Clinton sabía que aunque al pueblo americano no le gustaría, Estados Unidos no podía seguir evitando su intervención allá. Así comenzó la política diplomática y militar que condujo a los acuerdos de Dayton, a la paz en Bosnia y, cuatro años después, a la liberación de la población albanesa de Kosovo de la opresión de Slobodan Milosevic.
Enviar 20.000 soldados estadounidenses a Bosnia como parte de un contingente de paz de la OTAN para implementar el acuerdo de Dayton requirió coraje político. Había amplias predicciones de que fracasaría, y hubo oposición de la mayoría del Congreso y de la elite de la política exterior. En un sondeo de la época, la decisión de Clinton fue apoyada por sólo el 36 por ciento de la opinión pública americana, que temía fuertes bajas norteamericanas. Pero esas expectativas resultaron ser erróneas; en los diez años que han pasado desde Dayton, no ha muerto ningún militar -repito, ninguno- estadounidense o de la OTAN en acciones de hostilidad en Bosnia. Es una marca del respeto en que se tienen a la OTAN -vale decir, Estados Unidos.
Fue la acción de Clinton más importante con respecto a Europa -una acción propuesta, incidentalmente, por la mayoría de sus asesores políticos. Fue una clásica decisión de un comandante-en-jefe, sin apoyo del congreso y con sólo un reluctante respaldo del Pentágono. Pero funcionó: Sin esas 20.000 tropas, Bosnia no habría sobrevivido, 2 millones de refugiados estarían recorriendo Europa y habría un gobierno criminal en el poder en Bosnia misma -y tendríamos que haber proseguido la Operación Libertad Duradera no sólo en Afganistán sino también en los más profundos barrancos y peligrosas montañas del centro de Bosnia, donde una oscura organización que conocemos ahora como al Qaeda estaba echando raíces que fueron erradicadas por la OTAN después de Dayton.
¿Valía Bosnia la pena? A medida que nos acercamos al décimo aniversario de Dayton, no deberíamos seguir debatiendo. Si no hubiésemos intervenido -tardía pero decisivamente- habría ocurrido un desastre con serias consecuencias para nuestra seguridad nacional y la guerra contra el terrorismo. Dayton reafirmó el rol de liderazgo de Estados Unidos en Europa después de un período de estar a la deriva y confusión. Pero el trabajo no ha terminado, y es alentador ver al presidente Bush y su nuevo equipo en el senado comprometer la intervención del país como lo hizo la semana pasada en Srebrenica.
19 de julio de 2005
©washington post
©traducción mQh
Diez años después de que los serbo-bosnios bajo el mando del general Ratko Mladic
asesinaran allá a 8.000 musulmanes, me encontré de vuelta en ese valle del mal como parte de una delegación oficial en representación del presidente Bush y del país. Cruzamos a través de fangosos terrenos, bajo cielos encapotados, a través de un enorme gentío de familiares de las víctimas que estaban sepultando a más de 600 de sus seres queridos, su dolor y odio personal hacia los que cometieron los crímenes intactos tras una década.
Pero incluso en Srebrenica ha habido progresos desde mi última visita, hace cinco años. Entonces sólo diez valientes -uno podría decir imprudentemente osadas- familias musulmanas habían vuelto a sus casas, y vivían en constante temor entre 12.000 serbios. Hoy han retornado 4.000 musulmanes, y un tercio de los serbios se ha marchado. Esto es asombroso, y seguirá ocurriendo si la comunidad internacional -y especialmente Estados Unidos, el país más respetado en los Balcanes- sigue involucrada; a este respecto, las enfáticas palabras de apoyo de Bush en la ceremonia -leída por jefe de su delegación, en Embajador para Crímenes de Guerra, Pierre Prosper- fueron bien recibidas. También hubo un importante esfuerzo de reconciliación: Jefes de estado de Serbia y la parte serbia de Bosnia llegaron a depositar coronas de flores, un importante reconocimiento de la responsabilidad serbia en lo que ocurrió.
Las cosas han mejorado incluso más en el resto de Bosnia. Sobre todo, hay paz y no solamente una tregua; esta guerra no volverá a encenderse. Tampoco se ha convertido Bosnia en dos estados separados, como pronosticaron muchos detractores del Acuerdo de Paz de Dayton. Aunque muchos (incluyendo al Pentágono) predijeron una zona desmilitarizada entre serbios y musulmanes similar a Corea, no hay barreras entre las regiones, y hay crecientes lazos económicos y políticos entre los grupos étnicos. Más de un millón de refugiados han vuelto a sus casas; muchos, como en Srebrenica, a áreas donde son una minoría. Tanto la Unión Europea como la OTAN han empezado conversaciones que podrían conducir a acuerdos de integración entre Bosnia y Bruselas.
Así que hay buenas noticias (que a menudo significa, para los editores, que "no hay noticias") desde Bosnia. Pero no todas las que debiesen. Desde el principio, la implementación del Acuerdo de Paz de Dayton fue insuficientemente agresiva. El fracaso más importante fue no capturar a los dos criminales de guerra más buscados de Europa, Radovan Karadzic y Ratko Mladic. Es toda una historia de oportunidades perdidas e inteligencia deficiente. Después de todo, Mladic está en Serbia y ha sido visto en público. Mi suposición es que Karadzic se ha quitado su característico copete gris, se ha dejado crecer barba, y está escondido en algún monasterio en lo más profundo de las montañas al este de Bosnia o Montenegro. Si Karadzic y Mladic no son llevados a justicia, la fuerza de seguridad internacional (ahora una fuerza europea, con la OTAN reducida a una pequeña oficina y menos de 200 soldados americanos) no podrá salir nunca del país, y el retorno de Bosnia a una sociedad multi-étnica (y a instituciones en Europa) será retrasado o impedido.
Ahora se reconoce universalmente que en Srebrenica se cometió un terrible crimen. Como subsecretario de estado para asuntos europeos en la época, yo argumenté sin éxito que necesitábamos ataques aéreos de la OTAN para parar a los serbo-bosnios -matones que preferían la artillería de largo alcance y el asesinato a corto alcance antes que algo parecido a una operación militar de verdad. Pero el Reino Unido, Francia y Holanda habían desplegado tropas como parte de una fuerza de paz de Naciones Unidas en tres enclaves extremadamente expuestos al este de Bosnia, incluyendo a Srebrenica. Haciendo frente a las brutales amenazas de Mladic, se negaron a considerar los ataques aéreos hasta que las tropas holandesas fueron ignominiosamente escoltadas fuera de Srebrenica. Entonces era demasiado tarde.
De 1991 a 1995 Estados Unidos se había mostrado reluctante a actuar en Bosnia. Pero después de Srebrenica, el presidente Clinton sabía que aunque al pueblo americano no le gustaría, Estados Unidos no podía seguir evitando su intervención allá. Así comenzó la política diplomática y militar que condujo a los acuerdos de Dayton, a la paz en Bosnia y, cuatro años después, a la liberación de la población albanesa de Kosovo de la opresión de Slobodan Milosevic.
Enviar 20.000 soldados estadounidenses a Bosnia como parte de un contingente de paz de la OTAN para implementar el acuerdo de Dayton requirió coraje político. Había amplias predicciones de que fracasaría, y hubo oposición de la mayoría del Congreso y de la elite de la política exterior. En un sondeo de la época, la decisión de Clinton fue apoyada por sólo el 36 por ciento de la opinión pública americana, que temía fuertes bajas norteamericanas. Pero esas expectativas resultaron ser erróneas; en los diez años que han pasado desde Dayton, no ha muerto ningún militar -repito, ninguno- estadounidense o de la OTAN en acciones de hostilidad en Bosnia. Es una marca del respeto en que se tienen a la OTAN -vale decir, Estados Unidos.
Fue la acción de Clinton más importante con respecto a Europa -una acción propuesta, incidentalmente, por la mayoría de sus asesores políticos. Fue una clásica decisión de un comandante-en-jefe, sin apoyo del congreso y con sólo un reluctante respaldo del Pentágono. Pero funcionó: Sin esas 20.000 tropas, Bosnia no habría sobrevivido, 2 millones de refugiados estarían recorriendo Europa y habría un gobierno criminal en el poder en Bosnia misma -y tendríamos que haber proseguido la Operación Libertad Duradera no sólo en Afganistán sino también en los más profundos barrancos y peligrosas montañas del centro de Bosnia, donde una oscura organización que conocemos ahora como al Qaeda estaba echando raíces que fueron erradicadas por la OTAN después de Dayton.
¿Valía Bosnia la pena? A medida que nos acercamos al décimo aniversario de Dayton, no deberíamos seguir debatiendo. Si no hubiésemos intervenido -tardía pero decisivamente- habría ocurrido un desastre con serias consecuencias para nuestra seguridad nacional y la guerra contra el terrorismo. Dayton reafirmó el rol de liderazgo de Estados Unidos en Europa después de un período de estar a la deriva y confusión. Pero el trabajo no ha terminado, y es alentador ver al presidente Bush y su nuevo equipo en el senado comprometer la intervención del país como lo hizo la semana pasada en Srebrenica.
19 de julio de 2005
©washington post
©traducción mQh
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