el otro de la familia
[Jenalia Moreno] Amos ricos encuentran otros modos de mimar a sus mascotas.
Sherry Shumaker ha mirado Dancing Queen', Wild Thing' y Doo Wah Diddy' con su pareja de baile, Heidi -un pinscher Doberman.
Heidi siguió clases para pararse en las patas traseras, caminar retrocediendo y girar, todo siguiendo la música y en sintonía con los pasos de baile de Shumaker en un estudio de Woolbridge.
Shumaker, 43, una analista de sistemas que vive en el condado de Fairfax, confiesa gastar una "cantidad ridícula de dinero en sus tres perros, a los que regala con lujos como terapia con acupuntura y comida orgánica.
"Me gustaría poder deducirlos de los impuestos del año", dijo riendo. "Valen la pena hasta el último centavo".
El año pasado, los dueños de mascotas del país gastaron un montón de centavos -34.4 billones de dólares en el cuidado de sus mascotas, más del doble de los 17 billones de dólares gastados una década antes, de acuerdo a la Asociación Americana Industrial de Productores de Mascotas, una asociación comercial de Greenwich, Connecticut. Gran parte del dinero se destinó a consultas de control en el veterinario y en alimento, pero más amos están comprando juguetes, bizcochos de gourmet y, también, pagando un bonito peinado. Los gatos superan a los perros, pero se gasta más dinero en los perros.
Como reflejo de esa tendencia, los servicios para perros se han convertido en un buen negocio en la región de Washington, donde los habitantes de los suburbios, atrapados en largos viajes e incapaces de pasar mucho tiempo con sus perros, lo compensan llevándolos a la guardería, a lecciones de baile y clases de natación.
"Los amos están tratando a sus perros como miembros de la familia", dijo Rodin Bennett, que es dueño de All About Dogs Inc., en Woolbridge. Su negocio se especializa en adiestramiento en obediencia y agilidad, incluyendo una clase de baile de estilo libre a la que Shumaker lleva a su perro.
Además de servicios especiales, la gente también derrocha en productos caros para sus mascotas. Es por eso que las compañías que antes servían solamente a humanos, ahora también consideran a sus acompañantes animales como sus clientes. Paul Mitchell, Omaka Steaks y Harley-Davidson están entre las compañías que extendieron sus marcas a las mascotas, produciendo champús, antojos y ropas, respectivamente.
Rebecca Kalch tiene ropa de mascota de marca, correas y collares en su Four Oaws Bakery Inc. en Occoquan. Por ejemplo, está la línea de ropa Ruff Wear, que incluye botines. "Es para los caninos salen a pasear", dijo Kalch, que también vende polos que hacen juego con la camisa del amo.
Su panadería, que abrió sus puertas en noviembre, hace galletas Barkday y Bark Mitzvah para ocasiones especiales. Kalch está tratando de que otras tiendas de mascotas vendan sus antojos caseros -con nombres como Pupparoni y Pnut-Butter Pudy Tat's- y comidas para mascotas que aprendió a preparar para su gato Mouse, que sufría de diabetes.
Kalch cubre sus gastos, algo que no esperaba que ocurriera sino a fines de este año. Atribuye algunas de sus ventas a parejas con pocos hijos o ninguno, junto con personas de la tercera edad que compran antojos para sus "perros abuelos" o "gatitos abuelos".
"Se dan cuenta de que eso es todo lo que tienen, así que podrían mimarlos un poco", dijo Kalch.
Shumaker dice que organiza su vida para ajustarse con sus dos pinschers Doberman rescatados, Heidi y Sable, y su cocker spaniel, Hobbes. Ella y su marido pensaron en sus perros cuando compraron su Subaru Outback, su camioneta y su casa en Fairfax con su enorme patio.
Los acupunturistas y quiroprácticos de mascotas visitan a menudo. Cuando Heidi, de cinco años, se quebró un diente, tuvo un tratamiento de canal. El más viejo Hobbes, ahora 16, exige más cuidados médicos, incluyendo su propio cardiólogo.
"Tiene más doctores que yo para mantenerme a su altura", dijo Shumaker.
Trata de reducir sus gastos en las mascotas haciendo frecuentemente su comida, agregando carnes orgánicas y otros productos a la mezcla.
Con Heidi ya convertida en bailarina, Shumaker quiere matricular a Sable en las próximas clases de estilo libre en All About Dogs. "Hay un montón de obediencia en juntar la diversión con la música", dice Shumaker. "Es como cuando nosotros estamos juntos".
Las clases las hace la técnico informático Susan Brogan, como pasatiempo. Los vecinos de Nokesville llevan a veces un traje de estilo español mientras su pastor australiano, Jazz, luce un collar que hace juego.
A fines de los años ochenta empezaron a aparecer en las costas este y oeste guarderías para perros, dijo Susan Briggs, co-propietaria de Urban Tails, de Houston, que dirige una campaña para fijar normas de operación a través de la Asociación Americana de Residencias Caninas, con sede en Colorado Springs.
Ahora hay más de 1.500 guarderías, incluyendo algunas operadas por gigantes como PetSmart y Petco, atendiendo a dueños de mascotas que buscan ejercicio y compañía para sus perros, dice Briggs.
En los últimos dos años han crecido velozmente, extendiéndose de áreas urbanas a los suburbios y cobrando al menos 25 dólares al día por el servicio.
"No me sorprende que siga creciendo, y sigue creciendo porque tienen que viajar cada vez más lejos", dice Rebecca Bisgyer, una ex gerente que abrió las guarderías Dogma Day Care for Dogs en 1998. "Yo diría que probablemente está creciendo mucho más rápido en los suburbios que en la ciudad'.
Jessica Rockx, gerente de Waggin' Tails Junction, de Manassas, dice que muchos de sus clientes son oficinistas, profesores y empleados de gobierno que tienen largos días de trabajo y de viaje y están demasiado cansados como para hacer ejercicios con sus perros o jugar al perro desobediente en las noches.
"Creo que se sienten culpables", dice Rockx, mientras boxers, perros cobradores y butllterriers daban brincos en un jardín de juego de plástico para niños, recogían pelotas de tenis y de vez en vez peleaban por un juguete al ritmo de música country.
Llamadas antiguamente residencias de Lake Jackson, donde los clientes dejan a sus mascotas cuando salen de vacaciones, ahora la compañía ofrece servicios de guardería al menos a una docena de perros al día.
El vecino de Bristow, Thomas Murphy, y su esposa, llevan allá a su cachorro Sir Duke Duncan. Murphy, 45, trabaja como ingeniero de sistemas en Alexandria; su esposa trabaja como escritora técnica en Reston.
"Yo y mi esposa pensamos que necesitaba vida social y no queríamos que estuviera en casa solo durante ocho o nueve horas", dijo Murhpy, que normalmente deja a su golden retriever en Waggin' Tails antes de subir al metro.
MaryAnn y Michael Settlemyre, que se mudaron al barrio cerca de Manassas National Battlefield Park hace más de cuatro año, llevan su Labrador color chocolate al Yappie Cuttery, un balneario de perros spa en Manassas Park.
Cuando adoptaron a Bailey, descubrieron que le "tenía un miedo atroz al agua" -incluso a los charcos, dijo MaryAnn Settlemyre, 38. Bañar al perro de tres años dejaba a la pareja más mojada que a su preciado chucho, así que lo inscribieron en las clases de natación para perros de Yappie.
"Somos los primeros a los que nos fastidian porque llevamos a nuestro perro a clases de natación", dijo MaryAnn Settlemyre, una maestra del Condado de Fairfax que no tiene hijos.
Pero la pareja no quería que Bailey pasara miedo durante vacaciones en la playa o en el lago. Como orgullosos padres, miraron desde detrás de un espejo cuando la preparadora en obediencia, Kim Sewell, engatusaba a Bailey a meterse en una piscina de 12 metros para su primera lección de natación.
La pareja también mima a su perro con juguetes, alimentos caros y clases privadas de obediencia. MaryAnn Settlemyre bromea que Bailey -que fue rescatado de un hogar donde lo maltrataban- es un "perro de rescata de mil dólares" porque gastaron casi mil dólares en una valla invisible para su patio. Las clases de natación cuestan al menos 12 dólares por lección. Ahora que Bailey ha sacado buenas otras en su evaluación de personalidad, empezará a ir a la guardería al menos una vez a la semana.
"Si vas a tener un perro y a cuidarlo apropiadamente, te va a costar", dijo MaryAnn Settlemyre. "Creo que un animal es un lejo".
En abril Peter Perretta, dueño de Yappie, convirtió su negocio de preparación en un balneario de perros, instalándolo en un elegante posada con pisos de granito en el vestíbulo. El edificio deja chico a la guardería de niños que hay al lado.
Perretta vende paquetes de balneario que incluyen una sesión de 30 minutos en una rueda de andar submarina. Suites para pasar la noche incluyen camas. Yappie ofrece fiestas de cumpleaños donde los perros pueden invitar a sus amigos caninos más cercanos. En la guardería, pueden mirar episodios de Lassie o clásicas películas de Benji en la televisión por cable.
"Hace unos años, no lo habría hecho", dijo Perretta. "En los últimos cinco años la mentalidad ha cambiado mucho y la gente está dispuesta a pagar por el servicio".
Por supuesto, sus perros lo merecen, dicen los amos.
"No hay nada mejor que volver a casa", dice MaryAnn Settlemyre. "Se alegra tanto de verte".
21 de julio de 2005
11 de julio de 2005
©washington post
©traducción mQh
Heidi siguió clases para pararse en las patas traseras, caminar retrocediendo y girar, todo siguiendo la música y en sintonía con los pasos de baile de Shumaker en un estudio de Woolbridge.
Shumaker, 43, una analista de sistemas que vive en el condado de Fairfax, confiesa gastar una "cantidad ridícula de dinero en sus tres perros, a los que regala con lujos como terapia con acupuntura y comida orgánica.
"Me gustaría poder deducirlos de los impuestos del año", dijo riendo. "Valen la pena hasta el último centavo".
El año pasado, los dueños de mascotas del país gastaron un montón de centavos -34.4 billones de dólares en el cuidado de sus mascotas, más del doble de los 17 billones de dólares gastados una década antes, de acuerdo a la Asociación Americana Industrial de Productores de Mascotas, una asociación comercial de Greenwich, Connecticut. Gran parte del dinero se destinó a consultas de control en el veterinario y en alimento, pero más amos están comprando juguetes, bizcochos de gourmet y, también, pagando un bonito peinado. Los gatos superan a los perros, pero se gasta más dinero en los perros.
Como reflejo de esa tendencia, los servicios para perros se han convertido en un buen negocio en la región de Washington, donde los habitantes de los suburbios, atrapados en largos viajes e incapaces de pasar mucho tiempo con sus perros, lo compensan llevándolos a la guardería, a lecciones de baile y clases de natación.
"Los amos están tratando a sus perros como miembros de la familia", dijo Rodin Bennett, que es dueño de All About Dogs Inc., en Woolbridge. Su negocio se especializa en adiestramiento en obediencia y agilidad, incluyendo una clase de baile de estilo libre a la que Shumaker lleva a su perro.
Además de servicios especiales, la gente también derrocha en productos caros para sus mascotas. Es por eso que las compañías que antes servían solamente a humanos, ahora también consideran a sus acompañantes animales como sus clientes. Paul Mitchell, Omaka Steaks y Harley-Davidson están entre las compañías que extendieron sus marcas a las mascotas, produciendo champús, antojos y ropas, respectivamente.
Rebecca Kalch tiene ropa de mascota de marca, correas y collares en su Four Oaws Bakery Inc. en Occoquan. Por ejemplo, está la línea de ropa Ruff Wear, que incluye botines. "Es para los caninos salen a pasear", dijo Kalch, que también vende polos que hacen juego con la camisa del amo.
Su panadería, que abrió sus puertas en noviembre, hace galletas Barkday y Bark Mitzvah para ocasiones especiales. Kalch está tratando de que otras tiendas de mascotas vendan sus antojos caseros -con nombres como Pupparoni y Pnut-Butter Pudy Tat's- y comidas para mascotas que aprendió a preparar para su gato Mouse, que sufría de diabetes.
Kalch cubre sus gastos, algo que no esperaba que ocurriera sino a fines de este año. Atribuye algunas de sus ventas a parejas con pocos hijos o ninguno, junto con personas de la tercera edad que compran antojos para sus "perros abuelos" o "gatitos abuelos".
"Se dan cuenta de que eso es todo lo que tienen, así que podrían mimarlos un poco", dijo Kalch.
Shumaker dice que organiza su vida para ajustarse con sus dos pinschers Doberman rescatados, Heidi y Sable, y su cocker spaniel, Hobbes. Ella y su marido pensaron en sus perros cuando compraron su Subaru Outback, su camioneta y su casa en Fairfax con su enorme patio.
Los acupunturistas y quiroprácticos de mascotas visitan a menudo. Cuando Heidi, de cinco años, se quebró un diente, tuvo un tratamiento de canal. El más viejo Hobbes, ahora 16, exige más cuidados médicos, incluyendo su propio cardiólogo.
"Tiene más doctores que yo para mantenerme a su altura", dijo Shumaker.
Trata de reducir sus gastos en las mascotas haciendo frecuentemente su comida, agregando carnes orgánicas y otros productos a la mezcla.
Con Heidi ya convertida en bailarina, Shumaker quiere matricular a Sable en las próximas clases de estilo libre en All About Dogs. "Hay un montón de obediencia en juntar la diversión con la música", dice Shumaker. "Es como cuando nosotros estamos juntos".
Las clases las hace la técnico informático Susan Brogan, como pasatiempo. Los vecinos de Nokesville llevan a veces un traje de estilo español mientras su pastor australiano, Jazz, luce un collar que hace juego.
A fines de los años ochenta empezaron a aparecer en las costas este y oeste guarderías para perros, dijo Susan Briggs, co-propietaria de Urban Tails, de Houston, que dirige una campaña para fijar normas de operación a través de la Asociación Americana de Residencias Caninas, con sede en Colorado Springs.
Ahora hay más de 1.500 guarderías, incluyendo algunas operadas por gigantes como PetSmart y Petco, atendiendo a dueños de mascotas que buscan ejercicio y compañía para sus perros, dice Briggs.
En los últimos dos años han crecido velozmente, extendiéndose de áreas urbanas a los suburbios y cobrando al menos 25 dólares al día por el servicio.
"No me sorprende que siga creciendo, y sigue creciendo porque tienen que viajar cada vez más lejos", dice Rebecca Bisgyer, una ex gerente que abrió las guarderías Dogma Day Care for Dogs en 1998. "Yo diría que probablemente está creciendo mucho más rápido en los suburbios que en la ciudad'.
Jessica Rockx, gerente de Waggin' Tails Junction, de Manassas, dice que muchos de sus clientes son oficinistas, profesores y empleados de gobierno que tienen largos días de trabajo y de viaje y están demasiado cansados como para hacer ejercicios con sus perros o jugar al perro desobediente en las noches.
"Creo que se sienten culpables", dice Rockx, mientras boxers, perros cobradores y butllterriers daban brincos en un jardín de juego de plástico para niños, recogían pelotas de tenis y de vez en vez peleaban por un juguete al ritmo de música country.
Llamadas antiguamente residencias de Lake Jackson, donde los clientes dejan a sus mascotas cuando salen de vacaciones, ahora la compañía ofrece servicios de guardería al menos a una docena de perros al día.
El vecino de Bristow, Thomas Murphy, y su esposa, llevan allá a su cachorro Sir Duke Duncan. Murphy, 45, trabaja como ingeniero de sistemas en Alexandria; su esposa trabaja como escritora técnica en Reston.
"Yo y mi esposa pensamos que necesitaba vida social y no queríamos que estuviera en casa solo durante ocho o nueve horas", dijo Murhpy, que normalmente deja a su golden retriever en Waggin' Tails antes de subir al metro.
MaryAnn y Michael Settlemyre, que se mudaron al barrio cerca de Manassas National Battlefield Park hace más de cuatro año, llevan su Labrador color chocolate al Yappie Cuttery, un balneario de perros spa en Manassas Park.
Cuando adoptaron a Bailey, descubrieron que le "tenía un miedo atroz al agua" -incluso a los charcos, dijo MaryAnn Settlemyre, 38. Bañar al perro de tres años dejaba a la pareja más mojada que a su preciado chucho, así que lo inscribieron en las clases de natación para perros de Yappie.
"Somos los primeros a los que nos fastidian porque llevamos a nuestro perro a clases de natación", dijo MaryAnn Settlemyre, una maestra del Condado de Fairfax que no tiene hijos.
Pero la pareja no quería que Bailey pasara miedo durante vacaciones en la playa o en el lago. Como orgullosos padres, miraron desde detrás de un espejo cuando la preparadora en obediencia, Kim Sewell, engatusaba a Bailey a meterse en una piscina de 12 metros para su primera lección de natación.
La pareja también mima a su perro con juguetes, alimentos caros y clases privadas de obediencia. MaryAnn Settlemyre bromea que Bailey -que fue rescatado de un hogar donde lo maltrataban- es un "perro de rescata de mil dólares" porque gastaron casi mil dólares en una valla invisible para su patio. Las clases de natación cuestan al menos 12 dólares por lección. Ahora que Bailey ha sacado buenas otras en su evaluación de personalidad, empezará a ir a la guardería al menos una vez a la semana.
"Si vas a tener un perro y a cuidarlo apropiadamente, te va a costar", dijo MaryAnn Settlemyre. "Creo que un animal es un lejo".
En abril Peter Perretta, dueño de Yappie, convirtió su negocio de preparación en un balneario de perros, instalándolo en un elegante posada con pisos de granito en el vestíbulo. El edificio deja chico a la guardería de niños que hay al lado.
Perretta vende paquetes de balneario que incluyen una sesión de 30 minutos en una rueda de andar submarina. Suites para pasar la noche incluyen camas. Yappie ofrece fiestas de cumpleaños donde los perros pueden invitar a sus amigos caninos más cercanos. En la guardería, pueden mirar episodios de Lassie o clásicas películas de Benji en la televisión por cable.
"Hace unos años, no lo habría hecho", dijo Perretta. "En los últimos cinco años la mentalidad ha cambiado mucho y la gente está dispuesta a pagar por el servicio".
Por supuesto, sus perros lo merecen, dicen los amos.
"No hay nada mejor que volver a casa", dice MaryAnn Settlemyre. "Se alegra tanto de verte".
21 de julio de 2005
11 de julio de 2005
©washington post
©traducción mQh
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