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muerte sin previo aviso


[Joanna Broder] Una apacible noche de febrero hace un año, dos estudiantes de la Universidad de Boston salieron de su residencia para hacer un misterioso paseo por las vías de un tren de cercanías. Qué estaban haciendo allá, y cómo y por qué murieron, sigue siendo un misterio para sus familiares y amigos.
Es poco después de la una de la mañana cuando, por las vías que unen a Worcester con Boston, el maquinista dirige hacia el este su tren de cercanías -siete vagones con apenas seis pasajeros. Pasa por la estación de Newtonville y se acerca a Back Bay. Es inusualmente templado para una noche de febrero -6 grados Celsius- y no hay neblina ni bruma. Pero, sin embargo, el maquinista sólo puede ver a treinta metros delante de él, porque, aunque el tren lleva sus focos encendidos, está obligado a atenuar sus luces para que no encandilen a los conductores que vienen por este lado de los rieles, a lo largo de Massachusetts Pike, Storrow Drive y el Nickerson Field, de la Universidad de Boston.
Una valla de metal destinada a separar las vías de los transeúntes está en mal estado, incluso torcida en algunas partes, lo que explica por qué las vías están llenas de vasos de café desechados, botellas de cerveza vacías y hojas de periódicos viejos -restos de las caminatas que hacen hasta aquí los estudiantes universitarios para pasear, o, como es a menudo el caso, fumarse un porro. La soledad es lo que atrae a un joven y una chica esta noche. Salen de Rich Hall, su residencia estudiantil, y pasan por detrás del número 100-120 de Ashford Street, una zona industrial del campus con callejones y estacionamientos públicos que hace que se vea inquietantemente desolada por las noches. Caminan hasta donde termina la Babcock Street, pasando en el trayecto por un estacionamiento vacío, el departamento de Atletismo, y el Centro de Educación Física Case, sede de la pista de patinaje en hielo de la universidad y una piscina. Pasan junto a un terreno de almacenamiento de propano y algunos contenedores de basura, oyendo el ruido industrial que proviene de una planta química cercana y los ruidos del tráfico del paso elevado de Pike.
Caminan junto a las vías.

Julia Collins vio a la joven debido a la americana que lucía en Rich Hall. La mujer tenía pelo castaño claro con flequillos a los lados. Vestía ropa clásica de color y un collar con un diamante M. La M colgaba torcida fuera de sus dientes. "Era muy elegante", dice Collins, ahora una estudiante de primer ciclo BU de 20. "Y tenía una cara muy dulce". Collins comentó sobre la chica guapa con Andrew ‘Drew’ Voluck, 20, su noviete desde hacía unos meses, y la pareja empezó pronto a referirse a ella como la "Chica de la Americana".
‘La Chica de la Americana’ era Molly Shattuck, 19, estudiante universitaria de primer año de Ipswich, que estaba matriculada en el Instituto de Estudios Generales, un programa preuniversitario de la Universidad de Boston. Tenía planes de estudiar arquitectura. "No le gustaba vestirse a la moda", dice su amiga Siv Lie. "Siempre encontraba su propio estilo y sus propias ideas, no le gustaba lo que le gustaba a todo el mundo". En la secundaria, Shattuck había trabajado como ayudante de camarera en The Grog, un restaurante de Newburyport que exigía que sus empleados vistieran enteramente de negro. Pero Shattuck siempre encontró maneras de esquivar el código del vestuario. Se ponía zapatos rojos, cintas para el pelo, cualquier cosa que la distinguiera del resto.
En los enclaustrados confines de la vida en una residencia universitaria, Shattuk no podía sino fijarse en Voluck, aunque estuviera ocupado. Voluck, un estudiante de segundo año que soñaba con entrar al mundo de la música, tenía anchas espaldas, el estampe esbelto, y el pelo negro y corto. Sus gafas de marco marrón oscuro cubrían sus cejas de oruga. Le gustaba llevar gorras, vaqueros Diesel, y las zapatillas Jack Purcell que le había regalado su padre. Creció en las afueras de Filadelfia y pasaba la mayor parte del tiempo con un grupo de amigos. En la residencia era conocido tanto por su personalidad extrovertida como por sus maneras amables. Siempre sostenía la puerta para sus compañeras. "Después de usted, señora", diría. Pero también tenía un lado terco, incluso agresivo. "Si estaba enojado por algo, se encargaba de que la gente lo supiera", dice su amigo Nick Nikaj.
Finalmente Voluck dio con la descripción de Shattuck en el popular sitio para estudiantes universitarios en la red, thefacebook.com y se enteró de que ella compartía su interés por un grupo de rock alternativo llamado Head Automatica. Le preguntó a su novieta si no le molestaría que enviara un mensaje a Shattuck. "Claro que no, en serio", le dijo Collins.
La música era una de las pasiones de Voluck. Tocaba la guitarra, el bajo, la batería y los tableros, y escuchaba a Nirvana, Silverchair, y 30 Seconds to Mars. "La música lo satisfacía de un modo diferente a todo lo demás", dijo Collins. "Cuando escuchaba algún álbum o cuando tocaba música... todo lo demás desaparecía".
El mensaje -"¡Los Head Automatica son chévere!"- apareció en la pantalla del ordenador de Shattuck, y pronto ella y Voluck empezaron a chatear online.

Los amigos de Voluck habían empezado a desperdigarse. Es la universidad. Suele ocurrir. Se sintió frustrado. Puso tensa su relación con Collins. "Si yo decía que quería salir con alguien", dice Collins, "no me dejaría". Los dos empezaron a alentarse a buscar nuevos amigos. "No es tan terrible como suena", dice Collins. "Estábamos profundamente enamorados... Ninguno de los dos tenía la intención de romper. Estábamos pensando qué hacer en el verano".
El 8 de febrero de 2005, Shattuck cenó con sus padres en el Bertucci’s, en Kenmore Square. Después ella volvió a Rich Hall, donde estudió con una amiga hasta más o menos las 9 de la noche. Voluck, después de comer con Collins y otro amigo, se marcharon al Festival de Cine de Redstone, donde los jóvenes estudiantes de dirección muestran sus trabajos. Él apoyó su cabeza en el hombro de Collins durante toda a velada. Después, Voluck y Collins, y otros dos amigos, caminaron alrededor de un kilómetro y medio hacia Rich Hall. Voluck y Collins a menudo hacían largas caminatas hacia Boston Common o al North End, llegando una vez a caminar durante horas por Newbury Street un gélido día de invierno. De vuelta en su cuarto en la residencia, Voluck y Collins ensayaron algunos canciones de Silverchair y Jimmy Eat World. Voluck acompañó a Collins con la guitarra. "Estaba muy entusiasmado con la idea de tocar en algún lugar", quizás en una noche de guitarra acústica, dice Collins.
Después de un rato, Collins salió del cuarto de Voluck para ir de compras a Shaw’s. Meses después, recordando, piensa su novio estaba deprimido, "cansado, frustrado y apático".
Lo que pasó esa noche más tarde hace que su estado de ánimo sea más significativo de lo que pareció entonces. "La gente establece una relación de causa entre las cosas que pasaron y las emociones normales de muchos estudiantes universitarios", dice.
Después de que Collins llegara a su cuarto en la residencia en la Commonwealh Avenue, ella y Voluck chatearon un largo rato por sus ordenadores. "Supongo que teníamos la sensación de que nuestra relación se había convertido en algo... no quisiera llamarlo aburrido, pero sí teníamos la sensación que tienes cuando estás como harto de tus amigos", dice Collins ahora. "Las circunstancias hacen que el hecho de que tuviéramos esa conversación sobre la relación suena terrible. Pero terminamos diciéndonos que nos queríamos".
Para entonces eran pasadas las doce. Collins asumió que Voluck se iría a dormir. Pero hacia la misma hora Shattuck estaba chateando online con una amiga y en un momento de la conversación, Shattuck le dijo a su amiga que volvería enseguida. Pero no volvió. A la una menos cuarto de la mañana, Voluck y Shattuck salieron juntos de la residencia.

"Él y yo habíamos tenido una larga conversación", dice Collins. "Si fuera yo, después de eso probablemente me habría gustado hablar con otra persona. Sabes, simplemente charlar un rato. Con cualquiera. Suena loco, pero... realmente creo que es así de simple".
Las vías donde aparecieron Voluck y Shattuck son bastante fáciles de alcanzar y son en general ignoradas por los polis, lo que explica por qué los estudiantes que fuman marihuana se reunen ahí. Pero los amigos de Voluck y Shattuck insisten en que no es por eso que estaban allí. "Puedo decir con absoluta certeza que Drew no fumó nunca marihuana", dice Collins. "Despreciaba ese estilo de vida". Las amigas de Shattuck se hacen eco de esa impresión. "No era para nada alcohólica ni usaba drogas", dice Lie. "Era una chica realmente buena".
Para Voluck, las vías del tren eran simplemente un lugar tranquilo donde meditar. Fue Collins quien le enseñó el lugar. Una noche cuando eran estudiantes novatos, ella enseñó las vías durante una caminata. La valla en mal estado permite que se acceda fácilmente. Desde entonces, Collins ha ido a las vías, sola, innumerables veces. A veces ha pasado un tren, dice Collins, pero no se asustaba porque se puede oír de lejos cuando se acerca. Se pegaba a la valla y esperaba. "En realidad, es excitante ver pasar un tren... Es como mirar una película".
De niña, Collins y su padre hacían largas caminatas a lo largo de las vías cuando iban de visita a Gales Ferry, Connecticut, a veces zigzagueando ahí donde las vías cruzan el cauce. "Para mí es una asociación nostálgica", dice Collins. "Las he encontrado siempre como una especie de... Las vías tienen algo que reconforta".
Collins llevó a Voluck a las vías poco después de conocerse. "La primera vez que lo llevé estaba muy nervioso... un poco por los trenes, pero mucho más por estar en la oscuridad y simplemente por todos esos ruiditos".
Philip Voluck sabe casi todo sobre su hijo. Él, o Stephanie, la madre de Voluck, lo llamaban, escribían por correo electrónico o le enviaban mensajes de texto todos los días. Philip comprendía la pasión de su hijo por subirse a un escenario, ("Fue roquero desde que nació") aunque lo orientó hacia una carrera más práctica el campo comercial de la industria musical. Drew Voluck llevaba un diario online en el que escribía y publicaba fotografías de sus amigos. Nikaj dice: "Nunca me di cuenta de lo cerca que estaba de su padre... su padre sabía un montón de cosas sobre nosotros cuando lo conocimos".
"Era un hijo maravilloso, hermano, nieto, primo, tío, amigo", dice Philip Voluck. "A veces no entendía el concepto de paternidad pragmática, pero creo que todo salió bastante bien".
Collins y Drew visitaron la zona de las vías unas doce veces. Dos veces caminaron por las vías, aunque de otro modo lo hacían siempre por el sendero junto a ellas. Al final del primer año, Voluck y Shattuck estuvieron debatiéndose sobre si llevar su relación al siguiente nivel. Voluck quería, pero Collins estaba saliendo con otro. Ella y Voluck decidieron ir a las vías a conversar.
Finalmente, sin embargo, la relación de Collins terminó, y ella y Voluck empezaron a salir. Las vías se convirtieron en su lugar de escape (de Voluck) cuando tenían discusiones. "Si él hubiese querido hacer algo esa noche", dice Collins, "ese era un lugar tranquilo donde llevar a una nueva amiga si pensaba que era simpática y simplemente para estar juntos".

Cuando un tren atropella a un peatón, se lo llama, en el mundo ferroviario, un ‘atropello de intruso’, un término que no deja dudas sobre quién tiene la culpa del accidente. Normalmente, se lo considera como una categoría aparte de esas horrendas colisiones que ocurren en los pasos a nivel, que implican a trenes y coches. En los primeros meses de 2005, los trenes estadounidenses atropellaron y mataron a 412 intrusos y a 288 personas en pasos a nivel. California estuvo arriba en la lista, con 79 intrusos muertos, mientras que Massachusetts sólo tuvo cinco. Desde 2000 han habido 92 muertes en las vías de la Dirección de Transporte de la Bahía de Massachusetts [Massachusetts Bay Transportation Authority] MBTA en todo el estado, y sólo un puñado lo fueron de intrusos a pie. De esas 92 muertes, 49 por ciento fueron consideradas suicidios por el jefe forense del estado. El resto fueron declaradas accidentales o indeterminadas, pero el inspector de policía Mark Gillespie de la división de servicios de investigaciones de la Policía de Tránsito de la MBTA dice que cree que muchas de esas muertes pueden también ser suicidios.
Entender las muertes en los pasos a nivel es casi siempre más fácil que entender las muertes de intrusos. Se trata a menudo de un coche que trata de pasar rápido evitando una verja, porque el conductor no pensó que el tren llegaría tan pronto. Pero las muertes de intrusos son más complicadas. ¿Resbalaron simplemente las víctimas cuando venía el tren? ¿Saltaron? ¿Los empujaron? ¿No quisieron hacerse a un lado? Y está siempre la pregunta más difícil de todas: ¿No oyeron que se acercaba el tren?
Era justo después de la una de la mañana del 9 de febrero de 2005 cuando Voluck y Shattuck caminaban juntos, al lado este de las vías, probablemente dirigiéndose a casa después de haber paseado por el lado oeste. Daban la espalda al tren que venía traqueteando hacia ellos.
Dos semanas después de esa noche, hice el mismo trayecto junto a las vías en la esquina de las calles Ashford y Babcock. Esperé a que pasara el tren. Primero vi una luz tenue. Luego oí un ruido suave, como el del agua escurriéndose en el fregadero, seguido de un suave golpetazo. Los sonidos eran más apagados que el de los coches y camiones que pasaban por la cercana Massachusetts Pike. Luego oí una bocina, seguida por un timbre y el tren pasó escopetado. Cuando este tren de cercanías viaja de Boston a Worcester, lo conduce su locomotora, así que es más ruidoso. Pero cuando se dirige hacia el este, es empujado por la máquina, que viene detrás.
El maquinista opera un ‘vagón de control’ en la parte delantera del tren. Tiene un freno de válvula y uno de emergencia y un foco que ilumina las vías. Lo que contribuye a que el tren suene más suavemente son las vías mismas -hechas de rieles fundidos, un tipo nuevo instalado en los últimos 20 años que tienen muy pocas junturas y han ayudado a reducir el familiar ruido de traqueteo de los trenes.
Quizás se debió a que Voluck y Shattuck caminaban dando la espalda al tren, pero aparentemente nunca se dieron cuenta de la tenue luz que venía iluminando las vías. "No creo que haya habido demasiada iluminación", dijo el inspector de policía Mark Gillespie, de la MBTA. Los bancos de nieve junto a las vías pueden haber amortiguado el sonido del tren.
El maquinista del tren era Brian Fitzpatrick, que ha conducido trenes de cercanía durante 14 años (hizo saber por un colega que no quería hablar sobre esa noche), y su tren iba a la velocidad normal en ese área, a unos 77 kilómetros por hora, cuando de repente, a unos 15 metros, vio dos figuras caminando por las vías. Jaló del freno de emergencia. El tren se detuvo después de arrastrarse durante 500 metros. La conductora, Lawanda Cooley, oyó decir a Fitzpatrick a través de la radio: "Acabo de atropellar a dos personas".
En el tren había seis pasajeros, entre ellos Michael Donahue, que vive en Upton y viaja diariamente a Chelsea por su trabajo nocturno como vendedor de frutas. Sintió el frenazo, pero no sintió ningún impacto y no pensó demasiado en ello, debido a que se sintió como cuando "se bloque el freno mecánico", un sonido que conocía de antes.
Walter Nutter, un maquinista que ha pasado los últimos cinco años de su carrera de 33 años haciendo la misma ruta Worcester-Boston en horario diurno y ha atropellado y matado a tres personas en su carrera, dirige un grupo de apoyo para maquinistas cuyos trenes han atropellado a intrusos. Cuando un tren impacta a una persona, el maquinista se siente "muy impotente", dice Nutter. "Todo lo que puedes hacer es poner el pie en el freno", debido a que los accidentes ocurren muy rápidamente. "Cuando alguien es atropellado por un tren, lo que queda no es bonito".
"Este tipo de cosas se quedan grabadas en la mente del maquinista", dice Nutter. "Produce un pequeño video en tu cabeza".
Cada vez que se atropella a alguien, es responsabilidad del conductor bajarse del tren y comprobar si la víctima está viva, dice Nutter. Acatando ese protocolo, Fitzpatrick se quedó en su lugar mientras Cooley y el ayudante de maquinista Andrea Flattes se dirigió hacia la parte de atrás de la máquina, encendió los focos hacia el oeste y partió en búsqueda de las víctimas. Con linternas, recorrieron unos 15 metros hasta que vieron lo que creyeron que eran restos humanos. Las pruebas toxicológicas más tarde no mostraron ninguna evidencia de que Voluck o Shattuck hubiesen estado bebiendo alcohol o usando drogas y finalmente el despacho del médico forense declararía que murieron debido "a múltiples fracturas de hueso" y que sus muertes fueron accidentales.
"Esa ha sido una de las partes más confusas", dice Collins. "Cada vez que he ido allí, he oído acercarse al tren. Tienes suficiente tiempo para meterte al callejón o pegarte contra la valla y mirar pasar al tren.
"Después de la muerte de alguien", dice, "la gente examina todo lo que pasó antes buscando algún motivo. Si dices que dos personas tuvieron una pelea y que luego uno de ellas... murió, vas a pensar inmediatamente que, bueno, quizás se trató de un suicidio debido a la pelea. Tratas de encontrar una causa que quizás no exista o buscas respuestas y explicaciones inmediatas".
Al principio en el tren nadie dijo nada a los pasajeros. Después de algo así como media hora, se enteraron de que se había tratado de un accidente. Para cuando otro tren los recogió, la ambulancia ya se había marchado, la policía todavía estaba allí y en las vías no quedaba nada, excepto los vasos de café desechados, las botellas de cerveza vacías y las hojas de diarios viejos.

5 de febrero de 2006

©boston globe
©traducción mQh

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