los kurdos y la constitución
[Peter W. Galbraith] La minoría kurda rechaza las disposiciones fundamentalistas de la constitución.
Erbil, Iraq. No hay muchos lugares en Iraq donde los residentes quieran celebrar el Día de la Independencia de Estados Unidos. Pero en la región autónoma del Kurdistán en Iraq, el nuevo gobierno elegido decidió ofrecer una fiesta del 4 de Julio para sus aliados americanos. Fueron invitados importantes funcionarios de la coalición, junto con civiles estadounidenses; se ordenaron comidas y bebidas (los kurdos laicos sirven y beben alcohol) y el primer ministro de Kurdistán había preparado un discurso. Luego el diplomático americano más importante de la región planteó un ultimátum: Si los kurdos no izaban la bandera de Iraq, no asistiría a la fiesta. Los kurdos se negaron y la fiesta fue cancelada.
La actual bandera iraquí fue elegida por el Partido Baaz de Saddam Hussein para significar la unidad de las tierras árabes. Para los kurdos no-árabes la bandera es no sólo un símbolo de su condición de segunda clase, sino también lo asocian con las atrocidades -incluyendo el uso de gases venenosos- del antiguo régimen. Muchos de los líderes árabes de Iraq se han mostrado comprensivos con respecto a la sensibilidad kurda. Cuando visitan la región, no se preocupan por la bandera.
Para los kurdos de Iraq, el episodio de la bandera resume la ingratitud de Estados Unidos por su papel como un aliado de la guerra para derrocar a Saddam Hussein y el más decidido partidario de las políticas de posguerra de Estados Unidos. Observan que los diplomáticos estadounidenses no tienen problemas con visitar a políticos chiíes que exhiben retratos del ayatollah Khomeini, de Irán, y que Estados Unidos ha insistido en la inclusión de los árabes sunníes, muchos de ellos antiguos baazistas, en la comisión que redacta la constitución. El primer ministro de Iraq, Ibrahim Jafaari, fue cálidamente recibido en la Casa Blanca, aunque su partido, Dawa, estuvo en la lista de organizaciones terroristas del ministerio de Asuntos Exteriores, debido al atentado kamikaze contra la embajada norteamericana en Kuwait.
La indiferencia de Estados Unidos frente a las preocupaciones kurdas pueden tener consecuencias importantes. Los kurdos están discutiendo con la mayoría chií del comité de redacción de la constitución sobre los principios sobre los que debe fundarse el nuevo Iraq.
El borrador de la mayoría haría de Iraq una "república federal musulmana". Los derechos de las mujeres serán fuertemente limitados a medida que la ley islámica remplace el código civil relativamente moderno en materias de herencia, divorcio y tutoría de los hijos. El documento es anti-judío, y niega a los judíos de Iraq los derechos que otorga a otros iraquíes. La mayoría chií está incluso proponiendo la incorporación del marjah -el principal clérigo chií de Iraq- en la constitución, un paso que daría al ayatollah Sistani poderes similares a los que tenía Khomeini en la primera década de la República Islámica de Irán.
Los kurdos se oponen a todas estas medidas. Son laicos e insisten en que cualquier referencia al carácter musulmán de Iraq debería ser contrapesada por una declaración de que ninguna ley puede violar los derechos humanos fundamentales. Están orgullosos de los progresos que han hecho las mujeres durante los 14 años de autonomía kurda en el norte de Iraq y no quieren retroceder. No comparten nada de la antipatía que sienten los árabes iraquíes hacia los judíos.
Con una población casi unánimemente a favor de la independencia, los líderes kurdistanos insisten en que Iraq debe tener una estructura federal que les permita conservar su sistema político laico, orientado hacia Occidente, incluso si el resto de Iraq cae bajo el dominio de los partidos religiosos. Están alarmados por la creciente influencia iraní en Bagdad y en el sur chií, que consideran que un Kurdistán autónomo y fuerte es un obstáculo para la extensión de la influencia de Irán.
La constitución no puede ser aceptada sin la aprobación de los kurdos, y los kurdos quieren estar en posición de apartarse de una constitución que sea reaccionaria y demasiado centralista. Pero, en lugar de apoyar al gobierno de Bush, sienten una intensa presión para hacer compromisos para cumplir con la fecha límite del 15 de agosto.
Aunque el gobierno de Bush profesa una política de no intervención en deliberaciones constitucionales, ha estado presionando activamente contra una disposición que daría a regiones de Iraq control sobre los recursos naturales. Tras depender de pagos de Bagdad en el pasado, los kurdos saben que una autonomía significativa exige el control de su propio petróleo. Aparentemente el gobierno de Bush cree que una región chií en el sur sería menos favorable hacia las refinadoras norteamericanas que el ministerio del Petróleo dirigido por chiíes en Bagdad, pero en realidad es poco probable que haya una diferencia. Para desesperación de los kurdos, no ha habido de parte de los estadounidenses una preocupación similar con respecto a las disposiciones anti-judías o misóginas en la propuesta de constitución.
Estados Unidos debería adoptar una postura sincera de no intervención en la nueva constitución. El contenido es mucho más importante que cumplir con el plazo para su redacción, y el gobierno de Bush no debería castigar a los mejores amigos de Estados Unidos en Iraq si se distancian de un documento que contradice de manera tan frapante los valores democráticos que el presidente Bush dice ahora son la razón de nuestra continuada presencia en el país.
Peter W. Galbraith, ex embajador estadounidense en Croacia, es un diplomático en el Centro de Control de Armas y No-Proliferación.
26 de julio de 2005
©boston globe
©traducción mQh
La actual bandera iraquí fue elegida por el Partido Baaz de Saddam Hussein para significar la unidad de las tierras árabes. Para los kurdos no-árabes la bandera es no sólo un símbolo de su condición de segunda clase, sino también lo asocian con las atrocidades -incluyendo el uso de gases venenosos- del antiguo régimen. Muchos de los líderes árabes de Iraq se han mostrado comprensivos con respecto a la sensibilidad kurda. Cuando visitan la región, no se preocupan por la bandera.
Para los kurdos de Iraq, el episodio de la bandera resume la ingratitud de Estados Unidos por su papel como un aliado de la guerra para derrocar a Saddam Hussein y el más decidido partidario de las políticas de posguerra de Estados Unidos. Observan que los diplomáticos estadounidenses no tienen problemas con visitar a políticos chiíes que exhiben retratos del ayatollah Khomeini, de Irán, y que Estados Unidos ha insistido en la inclusión de los árabes sunníes, muchos de ellos antiguos baazistas, en la comisión que redacta la constitución. El primer ministro de Iraq, Ibrahim Jafaari, fue cálidamente recibido en la Casa Blanca, aunque su partido, Dawa, estuvo en la lista de organizaciones terroristas del ministerio de Asuntos Exteriores, debido al atentado kamikaze contra la embajada norteamericana en Kuwait.
La indiferencia de Estados Unidos frente a las preocupaciones kurdas pueden tener consecuencias importantes. Los kurdos están discutiendo con la mayoría chií del comité de redacción de la constitución sobre los principios sobre los que debe fundarse el nuevo Iraq.
El borrador de la mayoría haría de Iraq una "república federal musulmana". Los derechos de las mujeres serán fuertemente limitados a medida que la ley islámica remplace el código civil relativamente moderno en materias de herencia, divorcio y tutoría de los hijos. El documento es anti-judío, y niega a los judíos de Iraq los derechos que otorga a otros iraquíes. La mayoría chií está incluso proponiendo la incorporación del marjah -el principal clérigo chií de Iraq- en la constitución, un paso que daría al ayatollah Sistani poderes similares a los que tenía Khomeini en la primera década de la República Islámica de Irán.
Los kurdos se oponen a todas estas medidas. Son laicos e insisten en que cualquier referencia al carácter musulmán de Iraq debería ser contrapesada por una declaración de que ninguna ley puede violar los derechos humanos fundamentales. Están orgullosos de los progresos que han hecho las mujeres durante los 14 años de autonomía kurda en el norte de Iraq y no quieren retroceder. No comparten nada de la antipatía que sienten los árabes iraquíes hacia los judíos.
Con una población casi unánimemente a favor de la independencia, los líderes kurdistanos insisten en que Iraq debe tener una estructura federal que les permita conservar su sistema político laico, orientado hacia Occidente, incluso si el resto de Iraq cae bajo el dominio de los partidos religiosos. Están alarmados por la creciente influencia iraní en Bagdad y en el sur chií, que consideran que un Kurdistán autónomo y fuerte es un obstáculo para la extensión de la influencia de Irán.
La constitución no puede ser aceptada sin la aprobación de los kurdos, y los kurdos quieren estar en posición de apartarse de una constitución que sea reaccionaria y demasiado centralista. Pero, en lugar de apoyar al gobierno de Bush, sienten una intensa presión para hacer compromisos para cumplir con la fecha límite del 15 de agosto.
Aunque el gobierno de Bush profesa una política de no intervención en deliberaciones constitucionales, ha estado presionando activamente contra una disposición que daría a regiones de Iraq control sobre los recursos naturales. Tras depender de pagos de Bagdad en el pasado, los kurdos saben que una autonomía significativa exige el control de su propio petróleo. Aparentemente el gobierno de Bush cree que una región chií en el sur sería menos favorable hacia las refinadoras norteamericanas que el ministerio del Petróleo dirigido por chiíes en Bagdad, pero en realidad es poco probable que haya una diferencia. Para desesperación de los kurdos, no ha habido de parte de los estadounidenses una preocupación similar con respecto a las disposiciones anti-judías o misóginas en la propuesta de constitución.
Estados Unidos debería adoptar una postura sincera de no intervención en la nueva constitución. El contenido es mucho más importante que cumplir con el plazo para su redacción, y el gobierno de Bush no debería castigar a los mejores amigos de Estados Unidos en Iraq si se distancian de un documento que contradice de manera tan frapante los valores democráticos que el presidente Bush dice ahora son la razón de nuestra continuada presencia en el país.
Peter W. Galbraith, ex embajador estadounidense en Croacia, es un diplomático en el Centro de Control de Armas y No-Proliferación.
26 de julio de 2005
©boston globe
©traducción mQh
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