paraíso artificial en irán
[Karl Vick] La desesperación empuja hacia arriba el consumo de drogas.
Teherán, Irán. Si pudiera pagarla, Ali Nariman bebería cerveza, dice. Pero como la mayoría de los iraníes, es pobre, así que se consuela con una pequeña bola gris de opio.
Ingerida entera para tener una absorción máxima, la bola sólo toma media hora en proporcionar el cálido, repentino alivio que los habitantes de la meseta persa han relacionado siempre con la vejez. Durante siglos en Irán el opio era considerado como un privilegio de los viejos, un desahogo en gran parte medicinal para los dolores y preocupaciones acumuladas durante una vida de trabajo.
Nariman tiene 18. Y como cientos de miles de iraníes que se vuelcan hacia narcóticos cada vez más fuertes a edades más tiernas, considera las drogas como la única alternativa al trabajo.
"Deberíamos tener trabajo", dijo Nariman, parado en el inmenso cementerio en el lado sur de Teherán. En una rutina que se realiza todos los jueves, el día en que las familias visitan tradicionalmente el cementerio, dedicado en gran parte a los muertos en la guerra, los jóvenes adictos lo recorren después para recoger las golosinas y dátiles que quedan en las tumbas.
"A veces encuentro trabajo", dijo Nariman, "recogiendo mendrugos en el centro".
De acuerdo al Informe Mundial sobre las Drogas 2005 de Naciones Unidas, Irán tiene la proporción más alta de adictos en el mundo -2.8 por ciento de la población por sobre los 15 años. Sólo otros dos países -Mauricio y Kirguistán- superan la marca del 2 por ciento. Con una población de unos 70 millones de habitantes, y algunas agencias de gobierno calculan el número de usuarios regulares de drogas cerca de los 4 millones, Irán no tiene realmente competencia como líder mundial en la adicción per cápita a las opiatos, incluyendo la heroína.
Cuando un terremoto devastó la ciudad de Bam en 2003, entre los suministros de emergencia se incluyeron dosis de metadona, una droga sintética usada para tratar a los adictos a la heroína y morfina, para el 20 por ciento o más de la población que se cree que es adicta. Tantos iraníes dependen de los opiatos que un influyente analista de gobierno sugiere que el estado mismo debería cultivar la amapola.
"Sí", dijo Azarakhsh Mokri, director del Centro Nacional Iraquí para Estudios sobre la Adicción: "Una reserva estratégica de narcóticos".
Precios Más Baratos
Pero si el uso de narcóticos tiene su origen en la antigua cultura iraní, y los precios con descuento (cerca de 5 dólares por un gramo de heroína, de 50 por ciento de pureza) se derivan de la proximidad de las plantaciones de amapola en el vecino Afganistán, expertos, adictos y funcionarios de gobierno están de acuerdo que últimamente la adicción a las drogas ha emergido como un nuevo síntoma corrosivo del fracaso económico del país, un indicador de desesperación.
"No tienes trabajo. No tienes familia. No tienes con qué divertirte", dijo Amir Mohammadi, 30, que ha sido un adicto durante 10 años. "Durante unas horas te olvidas de todo".
La heroína, un potente derivado del opio, se está extendiendo entre los jóvenes cuyo camino hacia las drogas se deriva normalmente por las decepciones en el mercado de trabajo. Un sondeo del gobierno muestra que casi un 80 por ciento de los iraníes detectan una relación directa entre el desempleo y la drogadicción. El gobierno de Irán no ha logrado producir el millón de puestos de trabajo que se necesitan para acomodar a los nuevos trabajadores que entran a la fuerza de trabajo cada año de un boom de la natalidad que todavía está creciendo.
"Todavía no llegamos a la cima", dijo Roberto Arbitrio, director de la Oficina contra Drogas y Crimen de Naciones Unidas en Teherán. "Desgraciadamente, todavía puede subir".
Después de que el gobierno teocrático llegara al poder en 1979, desplegó tolerancia cero hacia las drogas, atiborrando las cárceles de presos. "Hemos pagado un alto precio", dijo Ali Hashemi, director de la Sede de Control de Drogas del gabinete.
Tras adoptar políticas más pragmáticas, Teherán ha proporcionado una sorprendente libertad para el tratamiento de desintoxicación, subsidiando el canje de jeringas y centros de metadona. El gobierno también ha fundado enérgicas campañas para restañar el flujo de opiatos en las rutas de narcotráfico en el país. En la última década, miles de soldados y agentes de policía iraníes han muerto peleando contra los contrabandistas, la mayoría a lo largo de las porosas fronteras con Afganistán y Pakistán.
"Nuestra gente en Irán han estado en la primera línea de esta guerra contra las drogas", dijo Hashemi. Sin embargo, a pesar de evidencias tan manchadas de sangre, las drogas son tan prominentes que muchos iraníes describen su disponibilidad como una conspiración del gobierno. Después de los motines estudiantiles en la Universidad de Teherán en 1999, los residentes de un dormitorio clausurado contó que se permitía que los vendedores de drogas distribuyeran gratuitamente sus narcóticos.
"Creo que es una medida del estado, hacer que la juventud se enganche a las drogas", dijo Hamid Motalebi, 22, agente de policía de servicio en un parque al sur de Teherán casi superado por jonquis que duermen en el césped o pasan tambaleando como zombis. "Es la falta de una política y de un programa. Si crearan suficientes trabajos, suficiente diversión, ¿se volvería la gente hacia las drogas?"
La Sociedad Aftab, un centro de rehabilitación, se encuentra junto a una ajetreada calle hacia el borde norte de la ciudad capital donde las fortunas tienden a conformarse a la geografía. Mientras más al norte vives, más rico eres. Los clientes de Aftab son suficientemente ricos como para pagar las camas en un pabellón de desintoxicación en el primer piso, en oficinas en las que los pacientes externos se reúnen dos veces a la semana para sesiones de terapia de grupo.
"Los que vienen acá son generalmente educados", dijo Nassrin Tehrani, un director de la Sociedad Aftab. "Ponte en su lugar. Si has estudiado, tienes altas expectativas. Cuando esas expectativas no se cumplen, la primera reacción es la depresión. Después de eso empieza el uso de drogas".
En una sesión vespertina, 18 hombres y mujeres asintieron mientras un hombre barbudo de edad mediana hacía la lista de los síntomas de abstinencia: dolor en las articulaciones, agresión, insomnio.
"Pero superé todo eso", dijo el hombre, "porque encontré un trabajo".
Unos kilómetros al sur, en las amplias calles del viejo centro de Teherán, los taxistas y otros adictos de clase trabajadora hacen cola para la distribución de metadona gratis en un imponente edificio del gobierno. El Centro Nacional de Estudios sobre la Adicción trata en general con adictos que han estado ingiriendo opio durante años mientras que funcionan esencialmente de manera normal. Mokri, el director del centro, compara este tipo de uso, llamado "uso instrumental", con la masticación de la hoja de coca en América del Sur o una fuerte adicción a la nicotina.
Pero para la sociedad iraquí el precio está subiendo. Mokri calcula que un 20 por ciento de la población adulta de Irán está "de algún modo involucrada en el abuso de drogas". El cálculo incluye a medio millón de vendedores, que venden cada uno a tres o cuatro personas, con un coste total de 3 a 5 billones de dólares al año. El problema ha alcanzado proporciones que sólo se pueden abordar en términos de gestión, dijo.
"Creo que el sistema de dependencia de los narcóticos se ha convertido en algo tan grande que deberíamos tratar de entrar en él antes que destruirlo", dijo Mokri. Este año lanzó un programa de entrega de tinturas de opio bajo la forma medicinal que prescribían los médicos hace un siglo, cuando Irán cultivaba sus propias amapolas. Dijo que el país debía considerar hacer eso de nuevo, bajo supervisión de Naciones Unidas, para prevenir una repetición de los acontecimientos de hace cinco años.
Mientras existió un suministro estable de opio, el problema de las drogas de Irán fue relativamente estable. Pero cuando el gobernante movimiento talibán de Afganistán redujo la producción de amapola en 2000 y 2001, los precios se fueron a las nubes. Muchos adictos se cambiaron a la heroína, que se convirtió en la alternativa pagable.
"Lo que pasó es que una sociedad más o menos acostumbrada a vérselas con el opio, de repente se vio inundada de opiatos, heroína, hachís", dijo Arbitrio, el funcionario de Naciones Unidas.
Huyendo de la Realidad
La heroína -y el modo en que hacía olvidar la ansiedad instantáneamente cuando se la inyectaba- se apoderó con especial ferocidad de los jóvenes, que constituyen la mayoría de los más de 200.000 adictos.
"El opio no nos dice nada. Es para la gente vieja", dijo Fariboorz Koocheki, 29, en el parque de los jonquis. "Para nosotros, la droga es la heroína. Y los más jóvenes usan crack y cristal", anfetamina en la jerga, las drogas sintéticas más comunes que se hacen populares en Irán.
"El opio es usado principalmente como analgésico o medicina", dijo Koocheki. "Pero la heroína ayuda a escaparte de la realidad, de los hechos. La juventud quiere algo que los ayude a escapar de la realidad de todos los días, y eso es la heroína".
Para mucha gente joven en Irán, una realidad de la vida cotidiana es el salvaje tedio. Aunque las reglas que imponen la tenida musulmana se han relajado en los últimos tres años, hay poco que hacer, incluso en una ciudad de unos 10 millones de habitantes. El silencio de una calle de Teherán un fin de semana es casi sepulcral.
"Aquí la gente no puede beber en un bar. La gente joven no puede ir a una discoteca", dijo Bijan Nasirimanesh, director de Persépolis, un centro de rehabilitación. "Lo paradójico en este país es que lo que viene desde dentro es totalmente religioso, y desde fuera, es MTV y la cultura occidental".
Ubicada en un callejón en el llano al sur de Teherán, Persépolis se ocupa de los adictos más recalcitrantes de la capital en su barrio más pobre, una conejera gris de tiendas, garajes y casas en hileras. Entre las docenas de ex adictos a la heroína dando vueltas en la recepción una mañana, estaba Davood Safdari, que dijo que antes vendía drogas.
"Nunca tenía que recurrir a nadie", dijo. "Todo el mundo llegaba a buscarme".
Bahman Akbarizadeh, 25, llevaba una camisa gris y una intensa mirada. "Creo que si la gente tuviera esperanzas y diversión en sus vidas, nunca usarían heroína, porque conocen los riesgos".
Un puñado de mujeres intercambiaban historias sobre hábitos que surgieron de matrimonios convenidos y de parejas adictas. Un ex levantador de pesas dijo que una dosis de heroína le cuesta menos que un bocadillo. Se hablaba de una nueva droga sintética llamada Lágrima de Dios'.
"En la esfera social", dijo Mehdi Golpaygani, el médico general que examina a todos los nuevos clientes de Persépolis y constató que un 68 por ciento empezó a usar drogas antes de los 20, "estamos desesperados".
En el inmenso Cementerio de los Mártires, que está ubicado al lado sur de Teherán, Nariman culpó a la revolución de 1979 de que la mayoría de los enterrados en el cementerio murieran en la guerra de ocho años contra Iraq.
"Fue un disparate", dijo. Señaló hacia Nader Roosh, un niño de la calle de 15 años que duerme en las noches en el santuario del ayatollah Ruhollah Khomeini, el venerado clérigo que dirigió una rebelión anclada en la justicia social. Nariman dijo que no vio evidencias de esos cambios.
"Los chicos en el norte pueden beber alcohol. Tienen suficiente dinero", dijo. "Pero en el sur, sólo tenemos dinero para drogas".
24 de septiembre de 2005
©washington post
©traducción mQh
Ingerida entera para tener una absorción máxima, la bola sólo toma media hora en proporcionar el cálido, repentino alivio que los habitantes de la meseta persa han relacionado siempre con la vejez. Durante siglos en Irán el opio era considerado como un privilegio de los viejos, un desahogo en gran parte medicinal para los dolores y preocupaciones acumuladas durante una vida de trabajo.
Nariman tiene 18. Y como cientos de miles de iraníes que se vuelcan hacia narcóticos cada vez más fuertes a edades más tiernas, considera las drogas como la única alternativa al trabajo.
"Deberíamos tener trabajo", dijo Nariman, parado en el inmenso cementerio en el lado sur de Teherán. En una rutina que se realiza todos los jueves, el día en que las familias visitan tradicionalmente el cementerio, dedicado en gran parte a los muertos en la guerra, los jóvenes adictos lo recorren después para recoger las golosinas y dátiles que quedan en las tumbas.
"A veces encuentro trabajo", dijo Nariman, "recogiendo mendrugos en el centro".
De acuerdo al Informe Mundial sobre las Drogas 2005 de Naciones Unidas, Irán tiene la proporción más alta de adictos en el mundo -2.8 por ciento de la población por sobre los 15 años. Sólo otros dos países -Mauricio y Kirguistán- superan la marca del 2 por ciento. Con una población de unos 70 millones de habitantes, y algunas agencias de gobierno calculan el número de usuarios regulares de drogas cerca de los 4 millones, Irán no tiene realmente competencia como líder mundial en la adicción per cápita a las opiatos, incluyendo la heroína.
Cuando un terremoto devastó la ciudad de Bam en 2003, entre los suministros de emergencia se incluyeron dosis de metadona, una droga sintética usada para tratar a los adictos a la heroína y morfina, para el 20 por ciento o más de la población que se cree que es adicta. Tantos iraníes dependen de los opiatos que un influyente analista de gobierno sugiere que el estado mismo debería cultivar la amapola.
"Sí", dijo Azarakhsh Mokri, director del Centro Nacional Iraquí para Estudios sobre la Adicción: "Una reserva estratégica de narcóticos".
Precios Más Baratos
Pero si el uso de narcóticos tiene su origen en la antigua cultura iraní, y los precios con descuento (cerca de 5 dólares por un gramo de heroína, de 50 por ciento de pureza) se derivan de la proximidad de las plantaciones de amapola en el vecino Afganistán, expertos, adictos y funcionarios de gobierno están de acuerdo que últimamente la adicción a las drogas ha emergido como un nuevo síntoma corrosivo del fracaso económico del país, un indicador de desesperación.
"No tienes trabajo. No tienes familia. No tienes con qué divertirte", dijo Amir Mohammadi, 30, que ha sido un adicto durante 10 años. "Durante unas horas te olvidas de todo".
La heroína, un potente derivado del opio, se está extendiendo entre los jóvenes cuyo camino hacia las drogas se deriva normalmente por las decepciones en el mercado de trabajo. Un sondeo del gobierno muestra que casi un 80 por ciento de los iraníes detectan una relación directa entre el desempleo y la drogadicción. El gobierno de Irán no ha logrado producir el millón de puestos de trabajo que se necesitan para acomodar a los nuevos trabajadores que entran a la fuerza de trabajo cada año de un boom de la natalidad que todavía está creciendo.
"Todavía no llegamos a la cima", dijo Roberto Arbitrio, director de la Oficina contra Drogas y Crimen de Naciones Unidas en Teherán. "Desgraciadamente, todavía puede subir".
Después de que el gobierno teocrático llegara al poder en 1979, desplegó tolerancia cero hacia las drogas, atiborrando las cárceles de presos. "Hemos pagado un alto precio", dijo Ali Hashemi, director de la Sede de Control de Drogas del gabinete.
Tras adoptar políticas más pragmáticas, Teherán ha proporcionado una sorprendente libertad para el tratamiento de desintoxicación, subsidiando el canje de jeringas y centros de metadona. El gobierno también ha fundado enérgicas campañas para restañar el flujo de opiatos en las rutas de narcotráfico en el país. En la última década, miles de soldados y agentes de policía iraníes han muerto peleando contra los contrabandistas, la mayoría a lo largo de las porosas fronteras con Afganistán y Pakistán.
"Nuestra gente en Irán han estado en la primera línea de esta guerra contra las drogas", dijo Hashemi. Sin embargo, a pesar de evidencias tan manchadas de sangre, las drogas son tan prominentes que muchos iraníes describen su disponibilidad como una conspiración del gobierno. Después de los motines estudiantiles en la Universidad de Teherán en 1999, los residentes de un dormitorio clausurado contó que se permitía que los vendedores de drogas distribuyeran gratuitamente sus narcóticos.
"Creo que es una medida del estado, hacer que la juventud se enganche a las drogas", dijo Hamid Motalebi, 22, agente de policía de servicio en un parque al sur de Teherán casi superado por jonquis que duermen en el césped o pasan tambaleando como zombis. "Es la falta de una política y de un programa. Si crearan suficientes trabajos, suficiente diversión, ¿se volvería la gente hacia las drogas?"
La Sociedad Aftab, un centro de rehabilitación, se encuentra junto a una ajetreada calle hacia el borde norte de la ciudad capital donde las fortunas tienden a conformarse a la geografía. Mientras más al norte vives, más rico eres. Los clientes de Aftab son suficientemente ricos como para pagar las camas en un pabellón de desintoxicación en el primer piso, en oficinas en las que los pacientes externos se reúnen dos veces a la semana para sesiones de terapia de grupo.
"Los que vienen acá son generalmente educados", dijo Nassrin Tehrani, un director de la Sociedad Aftab. "Ponte en su lugar. Si has estudiado, tienes altas expectativas. Cuando esas expectativas no se cumplen, la primera reacción es la depresión. Después de eso empieza el uso de drogas".
En una sesión vespertina, 18 hombres y mujeres asintieron mientras un hombre barbudo de edad mediana hacía la lista de los síntomas de abstinencia: dolor en las articulaciones, agresión, insomnio.
"Pero superé todo eso", dijo el hombre, "porque encontré un trabajo".
Unos kilómetros al sur, en las amplias calles del viejo centro de Teherán, los taxistas y otros adictos de clase trabajadora hacen cola para la distribución de metadona gratis en un imponente edificio del gobierno. El Centro Nacional de Estudios sobre la Adicción trata en general con adictos que han estado ingiriendo opio durante años mientras que funcionan esencialmente de manera normal. Mokri, el director del centro, compara este tipo de uso, llamado "uso instrumental", con la masticación de la hoja de coca en América del Sur o una fuerte adicción a la nicotina.
Pero para la sociedad iraquí el precio está subiendo. Mokri calcula que un 20 por ciento de la población adulta de Irán está "de algún modo involucrada en el abuso de drogas". El cálculo incluye a medio millón de vendedores, que venden cada uno a tres o cuatro personas, con un coste total de 3 a 5 billones de dólares al año. El problema ha alcanzado proporciones que sólo se pueden abordar en términos de gestión, dijo.
"Creo que el sistema de dependencia de los narcóticos se ha convertido en algo tan grande que deberíamos tratar de entrar en él antes que destruirlo", dijo Mokri. Este año lanzó un programa de entrega de tinturas de opio bajo la forma medicinal que prescribían los médicos hace un siglo, cuando Irán cultivaba sus propias amapolas. Dijo que el país debía considerar hacer eso de nuevo, bajo supervisión de Naciones Unidas, para prevenir una repetición de los acontecimientos de hace cinco años.
Mientras existió un suministro estable de opio, el problema de las drogas de Irán fue relativamente estable. Pero cuando el gobernante movimiento talibán de Afganistán redujo la producción de amapola en 2000 y 2001, los precios se fueron a las nubes. Muchos adictos se cambiaron a la heroína, que se convirtió en la alternativa pagable.
"Lo que pasó es que una sociedad más o menos acostumbrada a vérselas con el opio, de repente se vio inundada de opiatos, heroína, hachís", dijo Arbitrio, el funcionario de Naciones Unidas.
Huyendo de la Realidad
La heroína -y el modo en que hacía olvidar la ansiedad instantáneamente cuando se la inyectaba- se apoderó con especial ferocidad de los jóvenes, que constituyen la mayoría de los más de 200.000 adictos.
"El opio no nos dice nada. Es para la gente vieja", dijo Fariboorz Koocheki, 29, en el parque de los jonquis. "Para nosotros, la droga es la heroína. Y los más jóvenes usan crack y cristal", anfetamina en la jerga, las drogas sintéticas más comunes que se hacen populares en Irán.
"El opio es usado principalmente como analgésico o medicina", dijo Koocheki. "Pero la heroína ayuda a escaparte de la realidad, de los hechos. La juventud quiere algo que los ayude a escapar de la realidad de todos los días, y eso es la heroína".
Para mucha gente joven en Irán, una realidad de la vida cotidiana es el salvaje tedio. Aunque las reglas que imponen la tenida musulmana se han relajado en los últimos tres años, hay poco que hacer, incluso en una ciudad de unos 10 millones de habitantes. El silencio de una calle de Teherán un fin de semana es casi sepulcral.
"Aquí la gente no puede beber en un bar. La gente joven no puede ir a una discoteca", dijo Bijan Nasirimanesh, director de Persépolis, un centro de rehabilitación. "Lo paradójico en este país es que lo que viene desde dentro es totalmente religioso, y desde fuera, es MTV y la cultura occidental".
Ubicada en un callejón en el llano al sur de Teherán, Persépolis se ocupa de los adictos más recalcitrantes de la capital en su barrio más pobre, una conejera gris de tiendas, garajes y casas en hileras. Entre las docenas de ex adictos a la heroína dando vueltas en la recepción una mañana, estaba Davood Safdari, que dijo que antes vendía drogas.
"Nunca tenía que recurrir a nadie", dijo. "Todo el mundo llegaba a buscarme".
Bahman Akbarizadeh, 25, llevaba una camisa gris y una intensa mirada. "Creo que si la gente tuviera esperanzas y diversión en sus vidas, nunca usarían heroína, porque conocen los riesgos".
Un puñado de mujeres intercambiaban historias sobre hábitos que surgieron de matrimonios convenidos y de parejas adictas. Un ex levantador de pesas dijo que una dosis de heroína le cuesta menos que un bocadillo. Se hablaba de una nueva droga sintética llamada Lágrima de Dios'.
"En la esfera social", dijo Mehdi Golpaygani, el médico general que examina a todos los nuevos clientes de Persépolis y constató que un 68 por ciento empezó a usar drogas antes de los 20, "estamos desesperados".
En el inmenso Cementerio de los Mártires, que está ubicado al lado sur de Teherán, Nariman culpó a la revolución de 1979 de que la mayoría de los enterrados en el cementerio murieran en la guerra de ocho años contra Iraq.
"Fue un disparate", dijo. Señaló hacia Nader Roosh, un niño de la calle de 15 años que duerme en las noches en el santuario del ayatollah Ruhollah Khomeini, el venerado clérigo que dirigió una rebelión anclada en la justicia social. Nariman dijo que no vio evidencias de esos cambios.
"Los chicos en el norte pueden beber alcohol. Tienen suficiente dinero", dijo. "Pero en el sur, sólo tenemos dinero para drogas".
24 de septiembre de 2005
©washington post
©traducción mQh
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jose -