camino equivocado en iraq
La guerra continuará mientras chiíes y kurdos por un lado, y sunníes, por otro, no alcancen un acuerdo sobre qué Iraq quieren.
Mientras Iraq avanza hacia el referéndum sobre su nueva constitución a sólo tres semanas, muchos de sus políticos más importantes conceden de buena gana que la constitución presenta serios defectos y que su aprobación puede empeorar antes que aliviar la inclemente violencia. Los presidentes de países árabes vecinos y algunos funcionarios del gobierno de Bush parecen compartir esta opinión. Sin embargo, ninguno de esos funcionarios ha estado dispuesto o sido capaz de detener el proceso político. Algunos, como el presidente iraquí Jalal Talabani, hablan con optimismo sobre solucionar los problemas de la constitución agregando un apéndice entre ahora y el 15 de octubre. Otros, incluyendo a importantes funcionarios de gobierno, más realistas, miran más allá del referéndum a las elecciones parlamentarias de fin de año. Las elecciones, creen, producirán un grupo diferente y más representativo de iraquíes capaces de resolver los muchos problemas que la constitución deja sin solucionar.
Enfrentado a un decreciente apoyo interno, el gobierno de Bush parece impulsado por un imprudente celo para producir resultados visibles en Iraq -tales como la ratificación de la constitución-, por difícil que sea. En el mejor de los casos, los estrategas de la administración calculan que seguir adelante con el referéndum ofrece mejores posibilidades de un éxito potencial antes que tratar de parar y empezar de nuevo. Sin embargo, a juzgar por lo que dicen algunos iraquíes afines, el riesgo es tan grande que el proceso constitucional inclinará a Iraq definitivamente hacia la guerra civil o producirá un estado lejos del objetivo de una democracia tolerante por la que casi 2.000 estadounidenses han entregado sus vidas.
La fuente fundamental de los problemas no son los extremistas musulmanes sobre los que habla el presidente Bush; tampoco es la presencia de soldados americanos. Si los manifestantes que visitan Washington esta semana logran obligar a Estados Unidos a una rápida retirada de tropas, el derramamiento de sangre en Iraq y el daño para Estados Unidos, serán mucho peores. Es así porque el problema real es la falta de un acuerdo sobre el futuro de Iraq entre la mayoría chií y las comunidades kurdas y la minoría sunní, que gobernó el país desde su fundación hasta la caída de Saddam Hussein. Esa desconexión se expresó en el abrumador rechazo por líderes sunníes del borrador constitucional.
En un signo esperanzador, los sunníes están esforzándose para inscribir a sus votantes y lograr una participación masiva en el referéndum, en marcado contraste con su boicot de las elecciones de enero. Pero el resultado más probable de esa participación democrática es que los sunníes votarán abrumadoramente contra la constitución -y sin embargo será ratificada por los votos de chiíes y kurdos. Funcionarios del actual gobierno chií temen que ese resultado provoque que sunníes moderados rechacen el naciente sistema político y se incorporan más profundamente a la resistencia armada, que no dirigen musulmanes extranjeros como Abu Musab Zarqawi, sino nacionalistas sunníes iraquíes.
Los defensores de la constitución dicen que muchos líderes sunníes son partidarios recalcitrantes de Hussein que no aceptarán ningún sistema democrático en Iraq y que representan a la mayoría de los sunníes. Eso es probablemente verdad, pero es también verdad que algunas quejas sunníes sobre la constitución son legítimas. Aunque los detalles de la implementación fueron pospuestos, el borrador actual permitirá a los chiíes, que ya controlan el gobierno nacional, crear su propio mini-estado en el sur de Iraq, que será muy probablemente gobernado por clérigos y la ley musulmana y se aliarán estrechamente con el vecino Irán. Los kurdos tienen su propio mini-estado en el norte de Iraq y probablemente se apoderarán de la ciudad de Kirkuk y de su petróleo. Esta radical forma de federalismo' no sólo arruinaría a la comunidad sunní, sino también la población mixta de Bagdad: Sería una amenaza e incluso desestabilizaría a todos los vecinos de Iraq, excepto Irán. Produciría un Iraq que Estados Unidos no tendrá interés en defender.
El único modo que tiene Iraq para evitar una catástrofe es alcanzando un acuerdo político entre chiíes, kurdos y sunníes, que se base en la preservación de Iraq como un estado federal, pero unido, en el que los recursos y el poder político sean repartidos con ecuanimidad y se protejan los derechos humanos. El gobierno de Bush, y los líderes iraquíes mismos, deben concentrarse más en lograr un compromiso nacional antes que consagrar prematuramente pedazos de papel o adhiriendo a fechas límite fijadas arbitrariamente hace 18 meses. Mientras más se tarde en alcanzar un compromiso real, más grande será el riesgo de que los iraquíes se estanquen en una marcha hacia una ruinosa guerra civil, se acate o no el calendario político. Muchos importantes líderes iraquíes, entre ellos chiíes y kurdos, saben qué se necesita. El gobierno de Bush debe impulsarlos a la acción. Si lo logra en las próximas tres semanas, las posibilidades de que pueda rescatar la misión americana en Iraq serán mucho mejores.
25 de septiembre de 2005
©washington post
©traducción mQh
Enfrentado a un decreciente apoyo interno, el gobierno de Bush parece impulsado por un imprudente celo para producir resultados visibles en Iraq -tales como la ratificación de la constitución-, por difícil que sea. En el mejor de los casos, los estrategas de la administración calculan que seguir adelante con el referéndum ofrece mejores posibilidades de un éxito potencial antes que tratar de parar y empezar de nuevo. Sin embargo, a juzgar por lo que dicen algunos iraquíes afines, el riesgo es tan grande que el proceso constitucional inclinará a Iraq definitivamente hacia la guerra civil o producirá un estado lejos del objetivo de una democracia tolerante por la que casi 2.000 estadounidenses han entregado sus vidas.
La fuente fundamental de los problemas no son los extremistas musulmanes sobre los que habla el presidente Bush; tampoco es la presencia de soldados americanos. Si los manifestantes que visitan Washington esta semana logran obligar a Estados Unidos a una rápida retirada de tropas, el derramamiento de sangre en Iraq y el daño para Estados Unidos, serán mucho peores. Es así porque el problema real es la falta de un acuerdo sobre el futuro de Iraq entre la mayoría chií y las comunidades kurdas y la minoría sunní, que gobernó el país desde su fundación hasta la caída de Saddam Hussein. Esa desconexión se expresó en el abrumador rechazo por líderes sunníes del borrador constitucional.
En un signo esperanzador, los sunníes están esforzándose para inscribir a sus votantes y lograr una participación masiva en el referéndum, en marcado contraste con su boicot de las elecciones de enero. Pero el resultado más probable de esa participación democrática es que los sunníes votarán abrumadoramente contra la constitución -y sin embargo será ratificada por los votos de chiíes y kurdos. Funcionarios del actual gobierno chií temen que ese resultado provoque que sunníes moderados rechacen el naciente sistema político y se incorporan más profundamente a la resistencia armada, que no dirigen musulmanes extranjeros como Abu Musab Zarqawi, sino nacionalistas sunníes iraquíes.
Los defensores de la constitución dicen que muchos líderes sunníes son partidarios recalcitrantes de Hussein que no aceptarán ningún sistema democrático en Iraq y que representan a la mayoría de los sunníes. Eso es probablemente verdad, pero es también verdad que algunas quejas sunníes sobre la constitución son legítimas. Aunque los detalles de la implementación fueron pospuestos, el borrador actual permitirá a los chiíes, que ya controlan el gobierno nacional, crear su propio mini-estado en el sur de Iraq, que será muy probablemente gobernado por clérigos y la ley musulmana y se aliarán estrechamente con el vecino Irán. Los kurdos tienen su propio mini-estado en el norte de Iraq y probablemente se apoderarán de la ciudad de Kirkuk y de su petróleo. Esta radical forma de federalismo' no sólo arruinaría a la comunidad sunní, sino también la población mixta de Bagdad: Sería una amenaza e incluso desestabilizaría a todos los vecinos de Iraq, excepto Irán. Produciría un Iraq que Estados Unidos no tendrá interés en defender.
El único modo que tiene Iraq para evitar una catástrofe es alcanzando un acuerdo político entre chiíes, kurdos y sunníes, que se base en la preservación de Iraq como un estado federal, pero unido, en el que los recursos y el poder político sean repartidos con ecuanimidad y se protejan los derechos humanos. El gobierno de Bush, y los líderes iraquíes mismos, deben concentrarse más en lograr un compromiso nacional antes que consagrar prematuramente pedazos de papel o adhiriendo a fechas límite fijadas arbitrariamente hace 18 meses. Mientras más se tarde en alcanzar un compromiso real, más grande será el riesgo de que los iraquíes se estanquen en una marcha hacia una ruinosa guerra civil, se acate o no el calendario político. Muchos importantes líderes iraquíes, entre ellos chiíes y kurdos, saben qué se necesita. El gobierno de Bush debe impulsarlos a la acción. Si lo logra en las próximas tres semanas, las posibilidades de que pueda rescatar la misión americana en Iraq serán mucho mejores.
25 de septiembre de 2005
©washington post
©traducción mQh
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