decae esperanza en iraq
[Ellen Knickmeyer] Esperanzas de barrio bagdadí atenuadas por estragos de la guerra.
Bagdad, Iraq. En el caótico y esperanzado abril de 2003, el barrio Karrada de Bagdad era uno de esos vecindarios donde los vecinos colmaron de flores a las tropas americanas que entraron a la capital. Los juerguistas se arrojaron agua unos a otros, exudando alegría por el aplastamiento de una dictadura que había silenciado, torturado y matado a su gente.
Ahora, al final del tercero y de muchos modos el más difícil verano desde la ocupación norteamericana, las luces de Karrada son penumbrosas. El colapso del sistema central de energía de Iraq ha dejado a Bagdad con un promedio de menos de ocho horas de electricidad al día.
La gente en las aceras ha disminuido -los secuestros y otras formas de delincuencia desde la invasión significa que las mujeres de Bagdad, relativamente modernas, rara vez salen de casa sin una buena razón.
Los atentados con coches-bomba y otros ataques de los insurgentes, tan desconocidos en Bagdad antes de la invasión como lo fueron los atentados suicidas en el metro de Londres este verano, han matado desde la primavera a más de 3.000 personas en la capital.
Salir de casa todos los días para ir a trabajar se ha convertido en girar la llave y dejar tu vida en manos de Dios, dijo Jassim Mohammed, 41, comerciante de Karrada que desde la llegada de los americanos ha perdido a dos de sus mejores amigos y una de sus tiendas de lámparas.
"Ahora, en Iraq nadie ni nada te protege más que eso. Todas las mañanas te despides con un beso", dijo Mohammed, refiriéndose a su esposa e hijos, "debido a que no sabes si volverás o no. Todo el mundo hace lo mismo ahora".
La tienda restante de Mohammed, con sus arañas centelleantes con sus lágrimas de cristal hechas en Checoslovaquia, es uno de los locales que más tiempo permanece iluminado en la noche en las sucias calles de Karrada.
Como el resto de Bagdad, Karrada es más desordenado, más golpeado de que lo que estaba antes de la invasión. Los comerciantes no reparan los locales dañados por los atentados, temiendo más violencia. Los escombros se apilan en las calles antiguamente ordenadas, abandonadas por un gobierno débil y arrejuntado.
Y más de dos años después de que lanzaran cascadas de flores y agua contra los americanos que llegaban, lo que se arroja ahora en las calles de Karrada, y quiénes las arrojan, también ha cambiado.
Mohammed, un hombre amable de maneras finas eligió cuidadosamente la palabra más acre para describir la orina.
Este verano en Karrada, Mohammed y el vecindario miraron cómo unos soldados americanos patrullando se irritaron con un iraquí que había dejado su coche en la calle para correr a una tienda a comprar algo, bloqueando su convoy blindado.
Los americanos cogieron una botella de agua de plástico, dijo Mohammed, de las que usan ellos para la sed cuando salen de patrulla. Cuando el conductor iraquí volvió corriendo a sacar el coche, un irritado americano lo plantificó con la botella nueva y siguió camino, dijo Mohammed.
"Él empezó a llorar", dijo Mohammed sobre el conductor iraquí, humillado frente al vecindario.
Mohammed, que dijo que había sido uno de los más felices en Karrada cuando llegaron los americanos en abril de 2003, retiró la botella y se la pasó al hombre.
"Yo dije: Entrégale esto al gobierno iraquí'", dijo Mohammed. "Diles que esta es la soberanía que nos han traído los americanos'".
Crisis de Orden
Muchos en Bagdad estaban seguros de que el más poderoso ejército del mundo tenía un plan para después de la invasión. Escondidos en sus casas, esperaron a que les dijeren en qué consistía.
Un mes después de que llegaran los americanos, Kareema, 42, estudiante de ingeniería, se preguntaba cuándo volverían a programar las defensas orales de las tesis doctorales.
Kareema estaba refugiada en su oscura casa con sus cuatro hermanas y cuñadas -todos doctoras o ingenieras que habían dedicado sus vidas a aprender y a sus carreras y sólo esperaban reiniciarlas. Fuera, los saqueadores había despojado las aulas de pupitres y pizarras, quemado los edificios universitarios y saqueado un museo que conservaba artefactos que ilustraban 5.000 años de civilización en Iraq.
La crisis de orden y el licenciamiento de las fuerzas de seguridad de Iraq desencadenaron una avalancha de crímenes que todavía dura. Hay secuestros y asaltos a plena luz del día. Los padres contratan a guardias armados para proteger los buses escolares de los niños. Niños y niñas en barrios de clase media se resisten regularmente ante desconocidos que intentan meterlos en portaequipajes o en el asiento trasero de coches para llevárselos y pedir rescate.
Y los tres veranos de la ocupación estadounidense, Kareema y sus hermanas y cuñadas se envuelven en negro y llevan guantes negros cuando salen, dijo una vecina que las conoce. Pero en estos días, dijo la vecina, las hermanas rara vez salen a la calle.
Una Red de Problemas
Cuando llegaron los americanos, protegieron de los saqueadores sólo unos pocos edificios públicos, dijo Nagham Emad, 23, estudiante universitario matando el tiempo en una heladería de Karrada, cuchareando su congelado helado para aplazar su retorno a una casa oscura y calurosa.
Uno de los edificios fue el ministerio del Petróleo, dijo Emad. Los otros eran los dorados palacios de mármol de Saddam Hussein, que los americanos ocuparon para instalar sus oficinas. Ahora, cuando los apagones dejan en la oscuridad al resto de Bagdad, gigantes generadores hacen que los palacios protegidos con barricadas y fuertemente custodiados brillen en la noche.
La falta de electricidad, como la falta de seguridad, sigue siendo una de las quejas más grandes de los 6 millones de bagdadíes.
Los americanos subestimaron los problemas de la infraestructura iraquí, dijo un funcionario norteamericano a condición de proteger su identidad. Un portavoz militar americano, el teniente coronel Steve Boylam, dijo que una gran parte de los problemas de electricidad en Bagdad es que aunque aumente la oferta, es inexorablemente sobrepasada por la demanda.
Pero los problemas van más allá de la dilapidación del tendido eléctrico durante Hussein, los sabotajes no calculados de los rebeldes que regularmente estropean las reparaciones y una miríada de otras complicaciones.
Antes que controlado centralmente, el flujo de electricidad en Iraq se distribuye por interruptores en cientos de subestaciones en todo el país, dijo el funcionario norteamericano. Sin un gobierno central fuerte para forzar respeto, las subestaciones a veces se niegan a compartir la electricidad, y el sur musulmán chií y el norte kurdo cortan el suministro de Bagdad.
Como resultado, dijo el funcionario, no sólo las casas y negocios de Bagdad son robados de su energía, sino además el agujereado sistema de agua potable se seca continuamente y las plantas purificadoras corren el riesgo de la contaminación.
Una red similar de problemas ha plagado la industria iraquí del petróleo. Los ataques insurgentes, precios artificialmente bajos y un contrabando desatado, han ayudado a desbaratar los planes estadounidenses de hacer de Iraq un país auto-suficiente mediante su industria petrolera. Iraq exportó en agosto 1.46 millones de barriles al día, una reducción de los 2 millones de barriles al día de antes de la invasión norteamericana.
Los ataques insurgentes a fines de agosto obligaron a cerrar el principal oleoducto de los yacimientos norteños justo cuando había sido reparado después de un atentado que paralizaron las exportaciones durante la mayor parte de 2004. El cierre se produjo cuando el huracán Katrina golpeaba la Costa del Golfo estadounidense y el precio mundial del barril se encaramó a más de 70 dólares al día.
Iraq, que posee las segundas reservas más grandes del mundo, implantó antes este mes el racionamiento del combustible, limitando el reposte de cada vehículo en las calles de Bagdad a un día de dos. Los jefes de familias debieron luchar consigo mismos para trasladarse al trabajo y dejar a sus hijos en la escuela.
A fines de esa semana, el racionamiento superó brevemente a la seguridad y electricidad como la principal queja de los vecinos en un verano que fue demasiado caluroso, oscuro y peligroso.
Sentimientos Mezclados
Los estadounidenses y el resto del mundo compararon este mes frecuentemente el caos en Nueva Orleans con la situación en Bagdad. Pero Nueva Orleans no se veía así hace un mes. Y, hace tres años, tampoco Bagdad, dice la gente de Karrada.
"Teníamos electricidad", dijo Emad, la estudiante universitaria. "Teníamos agua".
"Entretención", interrumpió Emad Mahdi, un chofer de un ministerio de gobierno que estaba con ella.
"Andábamos en las calles con la cabeza en alto, sin miedo", dijo Emad. Lo que pasó en Nueva Orleans -el contraste entre las palabras oficiales y los hechos- le da al mundo una mejor idea del funcionamiento norteamericano en Bagdad, dijo.
"Fracasaron allá, fracasaron aquí", dijo Emad, enfadada. "Los americanos deberían aprender de lo que han hecho en Iraq los últimos tres años".
"Ahora en Estados Unidos todos quieren ayudar, pero aquí, todo el mundo nos olvida", dijo Saif Ali, 27, vendedor de una tienda de móviles dos puertas más abajo de la tienda de lámparas de Mohammed.
Como otros muchos jefes de familia de Bagdad, Ali se despierta tres o cuatro veces cada noche para encender y apagar generadores y aparatos. Una de sus tías pasó el verano entre la vida y la muerte -una de los siete familiares que han quedado heridos en atentados con bomba, dijo.
En todo Iraq mucha gente expresó sentimientos compartidos sobre el pasado. Están felices de que Hussein y su régimen represivo hayan desaparecido, pero extrañan cuando vivían en seguridad, con luces y otros elementos de la vida normal de esa época.
Sus ideas sobre el futuro varían ampliamente. Ali, como muchos chiíes ahora seguros de su condición de mayoría en la versión iraquí de democracia, tiene esperanzas.
Pero sus ideas sobre el futuro son parejas.
"Es peor de lo que pensamos", dijo Ali.
27 de septiembre de 2005
©washington post
©traducción mQh
Ahora, al final del tercero y de muchos modos el más difícil verano desde la ocupación norteamericana, las luces de Karrada son penumbrosas. El colapso del sistema central de energía de Iraq ha dejado a Bagdad con un promedio de menos de ocho horas de electricidad al día.
La gente en las aceras ha disminuido -los secuestros y otras formas de delincuencia desde la invasión significa que las mujeres de Bagdad, relativamente modernas, rara vez salen de casa sin una buena razón.
Los atentados con coches-bomba y otros ataques de los insurgentes, tan desconocidos en Bagdad antes de la invasión como lo fueron los atentados suicidas en el metro de Londres este verano, han matado desde la primavera a más de 3.000 personas en la capital.
Salir de casa todos los días para ir a trabajar se ha convertido en girar la llave y dejar tu vida en manos de Dios, dijo Jassim Mohammed, 41, comerciante de Karrada que desde la llegada de los americanos ha perdido a dos de sus mejores amigos y una de sus tiendas de lámparas.
"Ahora, en Iraq nadie ni nada te protege más que eso. Todas las mañanas te despides con un beso", dijo Mohammed, refiriéndose a su esposa e hijos, "debido a que no sabes si volverás o no. Todo el mundo hace lo mismo ahora".
La tienda restante de Mohammed, con sus arañas centelleantes con sus lágrimas de cristal hechas en Checoslovaquia, es uno de los locales que más tiempo permanece iluminado en la noche en las sucias calles de Karrada.
Como el resto de Bagdad, Karrada es más desordenado, más golpeado de que lo que estaba antes de la invasión. Los comerciantes no reparan los locales dañados por los atentados, temiendo más violencia. Los escombros se apilan en las calles antiguamente ordenadas, abandonadas por un gobierno débil y arrejuntado.
Y más de dos años después de que lanzaran cascadas de flores y agua contra los americanos que llegaban, lo que se arroja ahora en las calles de Karrada, y quiénes las arrojan, también ha cambiado.
Mohammed, un hombre amable de maneras finas eligió cuidadosamente la palabra más acre para describir la orina.
Este verano en Karrada, Mohammed y el vecindario miraron cómo unos soldados americanos patrullando se irritaron con un iraquí que había dejado su coche en la calle para correr a una tienda a comprar algo, bloqueando su convoy blindado.
Los americanos cogieron una botella de agua de plástico, dijo Mohammed, de las que usan ellos para la sed cuando salen de patrulla. Cuando el conductor iraquí volvió corriendo a sacar el coche, un irritado americano lo plantificó con la botella nueva y siguió camino, dijo Mohammed.
"Él empezó a llorar", dijo Mohammed sobre el conductor iraquí, humillado frente al vecindario.
Mohammed, que dijo que había sido uno de los más felices en Karrada cuando llegaron los americanos en abril de 2003, retiró la botella y se la pasó al hombre.
"Yo dije: Entrégale esto al gobierno iraquí'", dijo Mohammed. "Diles que esta es la soberanía que nos han traído los americanos'".
Crisis de Orden
Muchos en Bagdad estaban seguros de que el más poderoso ejército del mundo tenía un plan para después de la invasión. Escondidos en sus casas, esperaron a que les dijeren en qué consistía.
Un mes después de que llegaran los americanos, Kareema, 42, estudiante de ingeniería, se preguntaba cuándo volverían a programar las defensas orales de las tesis doctorales.
Kareema estaba refugiada en su oscura casa con sus cuatro hermanas y cuñadas -todos doctoras o ingenieras que habían dedicado sus vidas a aprender y a sus carreras y sólo esperaban reiniciarlas. Fuera, los saqueadores había despojado las aulas de pupitres y pizarras, quemado los edificios universitarios y saqueado un museo que conservaba artefactos que ilustraban 5.000 años de civilización en Iraq.
La crisis de orden y el licenciamiento de las fuerzas de seguridad de Iraq desencadenaron una avalancha de crímenes que todavía dura. Hay secuestros y asaltos a plena luz del día. Los padres contratan a guardias armados para proteger los buses escolares de los niños. Niños y niñas en barrios de clase media se resisten regularmente ante desconocidos que intentan meterlos en portaequipajes o en el asiento trasero de coches para llevárselos y pedir rescate.
Y los tres veranos de la ocupación estadounidense, Kareema y sus hermanas y cuñadas se envuelven en negro y llevan guantes negros cuando salen, dijo una vecina que las conoce. Pero en estos días, dijo la vecina, las hermanas rara vez salen a la calle.
Una Red de Problemas
Cuando llegaron los americanos, protegieron de los saqueadores sólo unos pocos edificios públicos, dijo Nagham Emad, 23, estudiante universitario matando el tiempo en una heladería de Karrada, cuchareando su congelado helado para aplazar su retorno a una casa oscura y calurosa.
Uno de los edificios fue el ministerio del Petróleo, dijo Emad. Los otros eran los dorados palacios de mármol de Saddam Hussein, que los americanos ocuparon para instalar sus oficinas. Ahora, cuando los apagones dejan en la oscuridad al resto de Bagdad, gigantes generadores hacen que los palacios protegidos con barricadas y fuertemente custodiados brillen en la noche.
La falta de electricidad, como la falta de seguridad, sigue siendo una de las quejas más grandes de los 6 millones de bagdadíes.
Los americanos subestimaron los problemas de la infraestructura iraquí, dijo un funcionario norteamericano a condición de proteger su identidad. Un portavoz militar americano, el teniente coronel Steve Boylam, dijo que una gran parte de los problemas de electricidad en Bagdad es que aunque aumente la oferta, es inexorablemente sobrepasada por la demanda.
Pero los problemas van más allá de la dilapidación del tendido eléctrico durante Hussein, los sabotajes no calculados de los rebeldes que regularmente estropean las reparaciones y una miríada de otras complicaciones.
Antes que controlado centralmente, el flujo de electricidad en Iraq se distribuye por interruptores en cientos de subestaciones en todo el país, dijo el funcionario norteamericano. Sin un gobierno central fuerte para forzar respeto, las subestaciones a veces se niegan a compartir la electricidad, y el sur musulmán chií y el norte kurdo cortan el suministro de Bagdad.
Como resultado, dijo el funcionario, no sólo las casas y negocios de Bagdad son robados de su energía, sino además el agujereado sistema de agua potable se seca continuamente y las plantas purificadoras corren el riesgo de la contaminación.
Una red similar de problemas ha plagado la industria iraquí del petróleo. Los ataques insurgentes, precios artificialmente bajos y un contrabando desatado, han ayudado a desbaratar los planes estadounidenses de hacer de Iraq un país auto-suficiente mediante su industria petrolera. Iraq exportó en agosto 1.46 millones de barriles al día, una reducción de los 2 millones de barriles al día de antes de la invasión norteamericana.
Los ataques insurgentes a fines de agosto obligaron a cerrar el principal oleoducto de los yacimientos norteños justo cuando había sido reparado después de un atentado que paralizaron las exportaciones durante la mayor parte de 2004. El cierre se produjo cuando el huracán Katrina golpeaba la Costa del Golfo estadounidense y el precio mundial del barril se encaramó a más de 70 dólares al día.
Iraq, que posee las segundas reservas más grandes del mundo, implantó antes este mes el racionamiento del combustible, limitando el reposte de cada vehículo en las calles de Bagdad a un día de dos. Los jefes de familias debieron luchar consigo mismos para trasladarse al trabajo y dejar a sus hijos en la escuela.
A fines de esa semana, el racionamiento superó brevemente a la seguridad y electricidad como la principal queja de los vecinos en un verano que fue demasiado caluroso, oscuro y peligroso.
Sentimientos Mezclados
Los estadounidenses y el resto del mundo compararon este mes frecuentemente el caos en Nueva Orleans con la situación en Bagdad. Pero Nueva Orleans no se veía así hace un mes. Y, hace tres años, tampoco Bagdad, dice la gente de Karrada.
"Teníamos electricidad", dijo Emad, la estudiante universitaria. "Teníamos agua".
"Entretención", interrumpió Emad Mahdi, un chofer de un ministerio de gobierno que estaba con ella.
"Andábamos en las calles con la cabeza en alto, sin miedo", dijo Emad. Lo que pasó en Nueva Orleans -el contraste entre las palabras oficiales y los hechos- le da al mundo una mejor idea del funcionamiento norteamericano en Bagdad, dijo.
"Fracasaron allá, fracasaron aquí", dijo Emad, enfadada. "Los americanos deberían aprender de lo que han hecho en Iraq los últimos tres años".
"Ahora en Estados Unidos todos quieren ayudar, pero aquí, todo el mundo nos olvida", dijo Saif Ali, 27, vendedor de una tienda de móviles dos puertas más abajo de la tienda de lámparas de Mohammed.
Como otros muchos jefes de familia de Bagdad, Ali se despierta tres o cuatro veces cada noche para encender y apagar generadores y aparatos. Una de sus tías pasó el verano entre la vida y la muerte -una de los siete familiares que han quedado heridos en atentados con bomba, dijo.
En todo Iraq mucha gente expresó sentimientos compartidos sobre el pasado. Están felices de que Hussein y su régimen represivo hayan desaparecido, pero extrañan cuando vivían en seguridad, con luces y otros elementos de la vida normal de esa época.
Sus ideas sobre el futuro varían ampliamente. Ali, como muchos chiíes ahora seguros de su condición de mayoría en la versión iraquí de democracia, tiene esperanzas.
Pero sus ideas sobre el futuro son parejas.
"Es peor de lo que pensamos", dijo Ali.
27 de septiembre de 2005
©washington post
©traducción mQh
0 comentarios