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general iraquí murió torturado


[Nicholas Riccardi] Métodos siniestros son ilustrados por juicio por homicidio de general iraquí.
Ft. Carson, Colorado, Estados Unidos. La llamaban la "técnica del saco de dormir".
Los interrogadores de una cárcel improvisada al poniente de Iraq, desesperados por quebrar a acusados de ser rebeldes, los metían de cabeza en un saco de dormir
al que habían perforado un pequeño agujero en el fondo, para impedir que el secuestrado se asfixiara.
El jefe oficial técnico Lewis E. Welshofer Jr., utilizó el método con un general iraquí como un intento de último recurso por obtener información cuando la unidad de Welfshofer se encontraba en medio de una ofensiva contra los insurgentes y necesitaba desesperadamente datos de inteligencia.
La técnica no aparece en el Manual de Campaña del Ejército, pero Welfshofer declaró el jueves que creía que estaba permitida después de que sus comandantes dijeran a los interrogadores que "se sacaran los guantes".
Pero Welshofer no obtuvo información.
Los fiscales militares afirman que el general de división Abed Hamed Mowhoush, 57, se asfixió en el saco de dormir cuando Welshofer se sentó sobre él. El juicio de Welshofer por homicidio, que empezó esta semana en la base de Tercer Regimiento de Caballería Blindada que estaba asignado en Iraq, abre una ventana al turbio mundo de los interrogatorios militares.
Problemas planteados por los fiscales y la defensa sobre cómo calibrar los interrogatorios durante la guerra contra el terrorismo se hacen eco de aquellos planteados durante el escándalo de la prisión de Abu Ghraib y el reciente debate en Washington sobre la prohibición de la tortura.
Welshofer dice que pasó meses en Iraq sin tener directivas claras sobre cómo hacer los interrogatorios. Cuando llegaron las instrucciones, dijo, eran vagas y pronto descubrió que su adiestramiento no le servía.
"En la escuela no había ninguna preparación para lo que encontraríamos en Iraq", dijo. "La doctrina se basaba en un enemigo de hace sesenta años".
Pero el fiscal, el teniente Tiernan Dolan, dijo que Welshofer sacó partido, o rechazó descaradamente, décadas de normas militares sobre cómo hacer interrogatorios. "Usted usa estratagemas psicológicas para dejar en claro al detenido que usted lo tiene todo bajo control", le dijo a Welshofer. "Pero usted cruzó la línea que separa el control psicológico del físico".
Cuando Welshofer y Mowhoush se conocieron en el otoño de 2003, la resistencia estaba ganando fuerza y los interrogadores estaban bajo presión para obtener pistas sobre los partidarios de Saddam Hussein, tales como el general capturado.
Los comandantes estadounidenses de la época pidieron a Welshofer una "lista de deseos" de nuevas técnicas de interrogatorios. A principios de septiembre, generales norteamericanos en Iraq emitieron una serie de directivas sobre los límites aceptables de los interrogatorios, que cambiaban a veces de semana en semana.
El miércoles declaró un testigo protegido por una pantalla -al que el fiscal se refirió involuntariamente como alguien que trabajaba para la CIA- dijo que Welshofer le contó el día antes de la muerte de Mowhoush que conocía las normas más recientes, pero que "las quebraba todos los días".
Welshofer dijo que no recordaba esa conversación, pero su abogado, Frank Spinner, alegó que su cliente se encontraba en una zona gris. Spinner citó desacuerdos al interior del gobierno de Bush sobre qué técnicas de interrogatorio constituían tortura. "En esto no hay normas claras", dijo Spinner a la comisión de seis oficiales, que determinarán si Welshofer es culpable o no. Si es hallado culpable, puede ser condenado a cadena perpetua.
Los interrogatorios tomaron lugar en una estación de trenes remodelada en las afueras de la occidental ciudad iraquí de Qaim. Se creía que Mowhoush estaba dirigiendo los ataques en la región y se había entregado él mismo a las autoridades con la esperanza de ayudar a sus hijos, que también se encontraban en manos norteamericanas.
En la prisión, Welshofer supervisaba a un puñado de interrogadores y a 40 oficiales de la inteligencia militar. Otro interrogador había inventado la técnica del saco de dormir, que según Welshofer estaba destinada a crear un efecto de claustrofobia. Welshofer dijo que un supervisor había aprobado la técnica, pero estaba preocupado de que los prisioneros pudieran respirar y sólo permitió que fuera aplicada por Welshofer y su inventor.
Welshofer reconoció el jueves que cuando se reunía con sus superiores, omitía que la técnica implicaba sentarse en el pecho del detenido.
Welshofer dijo que había empezado suavemente con Mowhoush. Dijo que empezó simplemente interrogando al general. Cuando Mowhoush negó su participación en la resistencia, los interrogatorios devinieron más acalorados. En dos semanas Welshofer pasó de conversar a abofetear al general frente a otros detenidos, colgarlo cabeza abajo y arrojando agua en su cara.
En ese tiempo, Welshofer estaba en un cuarto de interrogatorios cuando Mowhoush fue severamente golpeado por un grupo de iraquíes que, de acuerdo a informes publicados, eran pagados por la CIA. Un testigo dijo que Welshofer parecía estar dirigiendo ese interrogatorio, pero el acusado dijo que "no tenía el mando ni el control" en ese momento.
Dos días después, Welshofer tomó su decisión final. "Había agotado todas mis técnicas y toda mi experiencia, excepto ese método", dijo.
El especialista del ejército, Jerry L.Loper, un guardia de la prisión que está colaborando con la acusación, declaró que después de ser golpeado por los iraquíes (esos supuestamente pagados por la CIA), Mowhoush no podía caminar y que incluso el 26 de noviembre tenía dificultades para moverse y respiraba con dificultad. A las ocho de la mañana Loper llevó al general al cuarto de interrogatorios y las preguntas volvieron a empezar.
El general negaba todo tajantemente y, después de una respuesta negativa final, dijo Loper, Welshofer le dijo: "Si no responde, no le va a gustar lo que viene".
Welshofer dijo que a veces el general parecía cansado, pero que creía que estaba simulando su fatiga. Ordenó que le metieran el saco de dormir verde oliva por la cabeza y que lo amarraran con un cable de electricidad como "enrollando un yo-yo" para sujetar el saco a su cuerpo. El general pesaba 135 kilos. El general fue depositado en el suelo, boca arriba, y Welshofer se sentó a horcajadas en su pecho y continuó haciéndole preguntas, colocando de vez en vez la mano sobre la boca del detenido, dijo el interrogador. Dijo que estaba impidiendo que el detenido invocara la ayuda de Alá.
Loper y otro testigo declararon que después de algunos minutos, el general dejó de responder y Welshofer se levantó. Entonces, dijeron, el general emitió un pesado suspiro y Welshofer se sintió aliviado de que no estuviera muerto. Welshofer dice que no recuerda ese momento.
Fue después de que el general fuera volteado sobre su estómago y Welshofer se sentara sobre su espalda, que volvió a guardar silencio. Welshofer le sacó el saco y observó una rara sonrisa en la cara del general, así que le arrojó agua para que respondiera. Entonces, dijo, se dio cuenta de que el general estaba muerto o muriendo, y llamó a los médicos, que empezaron una resucitación cardio-pulmonar.
Los militares dicen que el general fue sofocado durante el interrogatorio, pero la defensa llamó a un patólogo que declaró que la causa de la muerte de Mowhoush fue probablemente un paro cardíaco. Mowhoush tenía un corazón agrandado y otros signos de una afección cardíaca.
Welshofer, que pasó 17 años en el ejército, también está acusado de abofetear a otro detenido, meterlo en un saco de dormir, y golpearlo con el cuerpo. Dijo que no estaba seguro a qué detenido interrogó de esa manera, pero dijo que en un caso había usado su cuerpo para impedir que el prisionero se pusiera violento.

20 de enero de 2006

©los angeles times
©traducción mQh

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