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enganchados a los juegos de azar


[John M. Glionna] Líderes comunitarios y asistentes sociales están presionando a casinos y legisladores para ayudar los que enganchados a enfrentar sus problemas.
El padre de Bill Lee fue vendido cuando era niño para pagar una deuda por apuestas.
A principios del siglo 20, el abuelo de Lee perdió una apuesta en una tranca de juegos en China. No tenía más dinero para saldar las cuentas, y vendió a su hijo único.
La apuesta frustrada desató un legado de problemas con el juego en la familia Lee. Su padre se convirtió en un jugador obsesivo que no mencionó nunca que fue criado por un hombre que lo ganó en un juego de naipes. "Vi cómo el juego destruyó a mi padre", dijo Lee. "Parte de mí aprendió también: ‘Oh, así es como solucionas los conflictos; así es cómo se escapa uno’".
Durante años, los juegos de apuestas también dominaron la vida de Lee.
En su libro de 2005, ‘Born to Lose: Memoirs of a Compulsive Gambler’, Lee disecciona las actitudes culturales que dice que hacen que muchos inmigrantes asiáticos sean vulnerables a tener problemas con el juego.
En recuperación, el reclutador de alta tecnología de 51 años está al frente de una batalla de los asiático-americanos en California contra el juego descontrolado.
En las comunidades china, vietnamita, filipina, coreana y camboyana, asistentes sociales y líderes de la comunidad están ejerciendo presión sobre funcionarios y legisladores del estado para que se reconozca esta epidemia escondida.
"No es un grupo de interés especial inflando un problema", dijo Timothy Fong, co-director del Programa de Estudios sobre el Juego de la UCLA, que está realizando un estudio sobre el juego entre los asiáticos.
"Creemos que es un problema real".
Nadie sabe realmente qué lejos que llega el problema en las comunidades asiáticas, porque los asiáticos no se han destacado como grupo en los estudios nacionales o de California sobre el tema.
Pero un sondeo de 1999 en el barrio chino de San Francisco, encargado por una agencia de servicios sociales, constató que un 70 por ciento de 1.808 encuestados clasificaron el juego como el principal problema de su comunidad. En un sondeo de seguimiento, el 21 por ciento de los encuestados se consideraron a sí mismos como jugadores patológicos y un 16 por ciento más se clasificaron como jugadores problema -tasas significativamente más altas que en la población general.
Los datos actuales sugieren que un 1.6 por ciento de los estadounidenses pueden ser clasificados como jugadores patológicos, una condición reconocida por los psiquiatras como un trastorno psiquiátrico. Cerca de un 3 por ciento más son considerados jugadores problema.
El juego se ha convertido en el pasatiempo adulto americano por excelencia. Cada año se gasta más dinero en la industria del juego del país con sus 75 billones de dólares anuales, que en el cine, conciertos, eventos deportivos y parques de diversiones combinados.
Y en ningún lugar es el juego una apuesta más grande que en California, con casi 60 casinos indios, cientos de salones de juego, hipódromos y sitios de juegos en internet, así como una de las loterías del estado más lucrativas del país. Para 2010 los beneficios anuales de los juegos llegarán a los 10 billones de dólares, colocando a California por encima de Nevada como la principal destinación de juegos en el mundo, dicen expertos en juegos.
Los jugadores asiáticos juegan un papel clave en ese éxito. Aunque existen pocas estadísticas sobre su contribución al bote del estado, algunos casinos y salones de juego cerca de Los Angeles y San Francisco calculan que los asiáticos a menudo constituyen un 80 por ciento de sus clientes.
"Los asiáticos son un enorme mercado", dice Wendy Waldorf, portavoz del Casino de Cache Creek, al norte de San Francisco. "Son nuestros clientes".
Todos los días cientos de autobuses recogen a clientes asiáticos en San Gabriel, Monterey Park y en el barrio chino de San Francisco para viajes gratuitos a casinos indios y a Reno y Las Vegas.
Muchos casinos de Nevada también tienen negocios en Monterey Park, donde los anfitriones se mantienen en contacto regular con los grandes apostadores asiáticos. Para llegar a jugadores más corrientes, los casinos colocan anuncios en impresos en idiomas asiáticos y en emisoras y realizan campañas de publicidad directa a códigos postales con un alto número de residentes asiáticos.
La mayoría de los negocios de apuestas celebran los festivos asiáticos, contratan a personal bilingüe y presentan los últimos espectáculos de cabaret de Shanghai, Seúl y Manila.
El Casino de Cache Creek tiene un acuario con un popular pez dragón de 60 centímetros llamado Mr. Lucky. Los dragones son considerados como amuletos de la buena suerte por muchos jugadores chinos, que a menudo tocan el acuario para tener suerte.
La cultura es un tema recurrente en el libro de Lee, que describe que muchos asiáticos -especialmente chinos- consideran el juego como una práctica aceptable en casa y en eventos sociales, incluso entre los jóvenes. Jóvenes chinos a menudo apuestan dinero con sus tías, tíos y abuelos.
Cuando crecía en el barrio chino de San Francisco, Lee llevó las apuestas a un nivel absurdo -apostando sobre si el maestro les daría deberes para la casa. En los días lluviosos apostaba sobre qué gota llegaría primero abajo de la ventana del aula.
Muchos chinos se fascinan con las cualidades místicas de la suerte, el destino y el azar. El Año Nuevo chino -este año el 29 de enero- es una época de intensas apuestas, cuando la mala suerte del año viejo es desplazada por la buena del nuevo.
La numerología también juega un crucial papel en muchas culturas asiáticas. El número 8, por ejemplo, es considerado como muy afortunado por los chinos, mientras que el 4, cuando pronunciado en mandarín o cantonés, suena como la palabra muerte y es evitado.
Mientras los chinos creen intensamente en estos conceptos, otras culturas asiáticas, incluyendo la vietnamita, coreana y filipina, tienen creencias similares -dependiendo de la influencia política china en su historia o en la importancia de inmigración china allá.
Los expertos creen que los inmigrantes asiáticos recientes -gente que corre riesgos, dispuestos a abandonar la familiaridad de sus países natales- desarrollan estrategias de juego más agresivas que sus contrapartes nacidos en Estados Unidos.
Careciendo a menudo de habilidades lingüísticas y de educación avanzada, algunos gravitan hacia los casinos, donde las camareras proveen a los jugadores de bebidas y cigarrillos gratis. "Son tratados como clientes especiales, aunque tengan trabajos sin futuro, trabajos de salario mínimo", dice Tina Shum, asistente social en el barrio chino de San Francisco. "Eso es lo que anhelan".
Algunos eventualmente participan en estrategias de "ataque": apostando sumas que están más allá de sus medios en un ciego intento de hacerse con el sueño americano. "La experiencia del inmigrante es a menudo humillante", dice Shum. "Muchos se enceguecen con las luces de neón".
Pero esos hábitos de juego tienen un coste. Shum calcula que un cuarto de sus 150 casos de maltratos de pareja al año están relacionados con problemas con el juego.
"Una astronómica cantidad de dinero sale de la comunidad asiática hacia los cofres de la industria del juego de apuestas", dice Paul Osaki, miembro de un destacamento de juegos creado el año pasado por la Comisión de Asuntos Asiáticos y de las Islas del Pacífico [Commission on Asian and Pacific Islander Affairs] del estado. "No es de ninguna manera dinero discrecional. Es dinero que tiene que ver con la calidad de vida, con llevar comida a la mesa, con pagar las matrículas de las escuelas".
Osaki y otros activistas quieren más investigación y programas de tratamiento de la adicción al juego más centrados en la cultura para asiáticos, a menudo gente reservada, con problemas de juego -para quienes las estrategias occidentales como Jugadores Anónimos no son una opción razonable.
El destacamento también está pidiendo a los fiscales que exploren posibles conexiones entre las apuestas compulsivas y delitos como fraude y maltratos de pareja. Se han reunido con dueños de casinos, pidiéndoles que apoyen los programas de investigación y tratamiento.
Los cuatro millones de residentes asiáticos de California -13 por ciento de la población- deberían también ser desglosados como una categoría en los estudios de adicción al del juego, dicen los activistas.
Kent Woo, presidente de la coalición sanitaria basada en el barrio chino que realizó los sondeos sobre juegos, dijo que el mayor reto es convencer a la comunidad de que tienen un problema.
"Romper ese desconocimiento es la parte más difícil", dijo. "Para que la comunidad simplemente acepte que es terrible que alguien pierda su apartamento en un edificio o su negocio en un juego de apuestas -que hay algo terriblemente mal con eso".
Sin embargo, los activistas dicen que la Oficina de Problemas con el Juego de California está sub-financiada y desorganizada. El presupuesto de 3 millones de dólares de la agencia proviene de contribuciones de 26 casinos administrados por nativos americanos. Otros 30 casinos tribales no contribuyen. Tampoco lo hacen los salones de juego, hipódromos ni la lotería del estado.
En 2003 la oficina no gastó nada de su presupuesto.
"Ese primer año no teníamos personal; se necesita gente para gestionar un programa", dijo el director de la agencia Steve Hedrick. Dijo que su oficina está gastando 1.6 millones de dólares en un nuevo estudio sobre la adicción a los juegos de apuestas que será completado este año.
La oficina ha contactado a líderes asiático-americanos para pedir consejos sobre los programas.
Diane Ujiiye, que dirige el destacamento de jugadores problema, dijo que 3 millones de dólares no son suficientes para resolver el problema. "Es inaceptable", dijo. "¿Qué vas a hacer con tres millones? ¿Publicar unos folletos y abrir una línea telefónica?"
Los funcionarios dicen que la escasez de personal impidió gastar el dinero.
"Ese primer año no teníamos personal, y se necesita dinero para gestionar los programas", dijo el director de la agencia Steve Hedrick. Leo Chu, dueño del Casino Hollywood Park, dijo que no tenía objeciones para contribuir al fondo de los jugadores problema del estado. Chu dice que los casinos financian programas de auto-exclusión en los que los jugadores problema piden a los casinos que se nieguen a admitirlos.
Aunque Chu no juega, reconoce que muchos asiáticos tienen problemas. "Me gustaría que los clientes reconocieran su responsabilidad hacia sus familias tanto como las ganas de pasarlo bien", dijo. "Pero el sentido común no se puede convertir en ley".
Cuando Bill estaba apostando, no le importaba nada, excepto el juego, ni siquiera la familia. Lo sedujo el tratamiento VIP que se brinda a los jugadores que apuestan miles de dólares en los casinos: suites de hotel gratis, entradas para conciertos gratis, y que los gerentes del casino te conocen por tu nombre.
"Yo era un gran tipo", dice Lee, "mientras me durara el dinero".
Angela, 52, una guía turística del Valle de San Gabriel que a menudo acompaña a clientes asiáticos en viajes de juego a Las Vegas, dijo que en la mayoría de los viajes terminaba perdiendo de su propio dinero y empezó a jugar con los fondos de la compañía. Angela, que está ahora en tratamiento y pidió que no se mnencionara su apellido, dijo que una vez perdió 23 mil dólares en un solo día.
Dijo que trató de domeñar su pasión por el juego. En un viaje a Las Vegas le dio todas sus tarjetas de crédito a una amiga y le rogó que no se las devolviera, sin importar lo que dijera. Más tarde, después de perder todo el dinero en efectivo, Angela amenazó a su amiga con abofetearla si no le devolvía las tarjetas. "Ella las arrojó al suelo y yo me puse a recogerlas a cuatro patas sin sentir la menor vergüenza".
Angela conoció a un periodista en el Casino Commerce, donde pasaba numerosas noches antes de dejar de jugar en abril de 2000.
"Ah, me encanta", susurró, desviando la mirada de las mesas de poker, pai gow. "Todavía siento esa vieja pasión. El dinero está ahí para el que quiera llevárselo".
Angela ayudó a empezar uno de los pocos programas de tratamiento de jugadores problema en chino mandarín. Pero pronto se dio cuenta de una dura realidad: Admitir que se es adicto es algo difícil en cualquier cultura. Pero para michos asiáticos es especialmente difícil, particularmente para los hombres.
"Es una vergüenza ser emocionalmente débil", dijo Lee. "No es aceptable. Ciertamente no irás a desnudar tu alma frente a una sala llena de desconocidos".
Para salvar la cara entre los vecinos, muchas familias sacan de apuros a los jugadores adictos, pagando a los casinos y a los usureros, antes que buscar ayuda.
Abogados asiático-americanos están pidiendo a los casinos que distribuyan folletos en idiomas asiáticos ofreciendo ayuda a los jugadores problema.
Más ambiciosamente, quieren eliminar a los cajeros automáticos de los casinos y reducir las horas nocturnas para desalentar a los jugadores problema. También les gustaría que el estado exija de los negocios de juegos contribuyan a los programas de tratamiento.
Sin embargo el dueño de casinos Chu advirtió que "demasiadas restricciones podrían terminar con el negocio".
La familia de Lee ha roto el embrujo del juego. Él continúa en tratamiento, y sólo su hijo no juega. Pero Lee todavía siente la vergüenza que sintió su padre al ser vendido como mercadería. Fue la madre de Lee la que le contó la trágica infancia de su padre.
Y él sabe que jugar casi le llevó al mismo destino. Durante años, sus padres lucharon para vivir con los efectos de lo que ahora Lee reconoce como el hábito de su padre. Cuando Lee tenía 3 años, sus padres consideraron venderlo a una pareja de ancianos en Chinatown, planeando encubrir la transacción como una adopción.
El padre de Lee decidió finalmente que quería demasiado a su hijo como para separarse de él.

16 de enero de 2006

©los angeles times

©traducción mQh

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