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los munch en paradero desconocido


[Sarah Lyall] Los ladrones están tras las rejas, pero las pinturas aún no han sido recuperadas.
Oslo, Noruega. Los ladrones dieron el golpe la mañana del 22 de agosto de 2004, poco después de que el Museo Munch abriese sus puertas ese día. Unos 80 visitantes se habían agrupado en la planta baja, donde se exhibía la colección de las pinturas más valiosas del museo.
La modorra del domingo de fines de verano fue quebrada repentinamente por dos hombres con pasamontañas que entraron violentamente por la puerta principal. Llegaron tan inesperadamente, tan descaradamente, que al principio era difícil saber qué estaba pasando. Con un arma con la que obligaron a los guardias del museo a echarse al suelo -en Noruega, ni los guardias de seguridad ni los agentes de policía llevan normalmente armas-, los intrusos arrancaron dos pinturas de la pared principal de la galería. Las trataron con tan poco cuidado, golpeándolas repetidas veces contra el suelo para sacarlas de sus marcos, que los testigos dijeron luego que se habían quedado choqueados tanto por la brutalidad del asalto, como por el robo mismo.
La operación tomó menos de cinco minutos, y para cuando llegó la policía, los ladrones habían desaparecido hacía tiempo. También habían desaparecido dos tesoros de la extensa colección del museo de obras del expresionista noruego Edvard Munch. Una era ‘Madonna’, un exuberante, erótico retrato de una mujer con el pecho descubierto, de pelo largo. La otra era ‘El grito’, la clásica personificación de Munch del horror existencialista, la angustia y la desesperación.
El robo, y la facilidad con que fue ejecutado, fue visto en todo el país como un humillante golpe a Noruega, que considera las pinturas de Munch -junto, quizás, con la música de Edvard Grieg y las piezas de teatro de Henrik Ibsen- como sus más preciados patrimonios culturales. La policía se abocó al trabajo de encontrar a los ladrones, y la ciudad de Oslo ofreció 386 mil dólares por el retorno de las pinturas.
Un año y medio después, seis hombres están acusados del delito; su juicio debe comenzar hoy. Pero la laboriosa y compleja investigación ha tropezado de un modo fundamental y profundamente frustrante. La policía puede tener a los ladrones, pero no tiene las pinturas.
"No es un secreto que no sabemos dónde están", reconoció en una entrevista Morten Hojem Ervik, el juez de instrucción que coordina el caso.
Sentado en un banco de madera frente al tribunal en Oslo antes de todavía otra fatigante vista preliminar, Hojem Ervik trató valientemente de ver los aspectos positivos de la situación. Pero el hecho de que las pinturas no sean todavía recuperadas es para los noruegos una fuente de incomodidad similar al robo mismo.
"Esas pinturas son tesoros nacionales, pero también símbolos internacionales", dijo en una entrevista reciente Jorunn Christoffersen, director de comunicaciones del Museo Munch.
Observadores de este tipo de delitos recordarán que ‘El grito’ ya había sido robado una vez, en 1994. Pero esa fue una versión diferente, la poseída por el Museo Nacional de Arte al otro lado de la ciudad (hay cuatro versiones en total, cada una con una ligera variación; una está en manos particulares, y otra fue ejecutada en papel). Y que el robo fue ridículamente obra de aficionados, con una escalera apoyada contra una ventana del segundo piso y un ladrón tan nervioso que se cayó al suelo, casi sobre su cómplice. Ejecutando el robo con un máximo de exposición pública en la mañana del primer día de las Olimpíadas de Invierno en Lillehammer, los ladrones escaparon con ‘El grito’ y dejaron una pequeña nota burlona: "Gracias por la pésima seguridad".
Esa historia tuvo una conclusión más feliz. La policía recobró la pintura cuatro meses después tras una elaborada operación encubierta, y cuelga una vez más en Museo Nacional de Arte (lejos de los ventanales).
Pero el robo de 2004 fue más mañoso y más violento, y la investigación que siguió demostró ser mucho más difícil. Desde el comienzo, todo pareció conspirar contra los detectives, empezando por la deslumbrante falta de seguridad en el Museo Munch, que ni siquiera tenía una cuerda para mantener a la gente alejada de las pinturas en las paredes.
"Tan fácil como robar un kiosco", dijo un agente de policía a periodistas.
La policía tomó demasiado tiempo en llegar, la escena del delito había sido contaminada por visitantes adicionales, y muchos de los testigos, incluyendo a turistas que se aburrieron de esperar, ya se habían marchado. Aunque las cámaras de circuito cerrado frente al museo estaban operando, sólo mostraron unas borrosas figuras encapuchadas moviéndose rápidamente sobre el césped -que no ayudó en nada a la identificación.
La policía sabe algo sobre lo que pasó después. Agarrando las pinturas, rompiendo pedazos de sus marcos (y dejando caer ‘Madonna’ dos veces al salir), los ladrones se metieron en un Audi negro aparcado frente al museo, que era conducido por un cómplice. Abandonaron el coche poco después, después de rociar su interior con un extintor de incendios en un intento de borrar evidencias forenses. La policía lo encontró más tarde ese día.
El Museo Much esperó una petición de rescate. Llegaron decenas de llamadas -una de un psíquico que aseguraba que sentía la presencia de las pinturas en Estados Unidos, otra de un trío de brujas filipinas que dijeron que podían intuir el escondite de las pinturas, aunque sólo si recibían un Munch original primero-, pero ninguna creíble. Y luego, nada en absoluto.
Si los ladrones querían causar revuelo, ciertamente lo lograron. Munch pintó los dos trabajos en los años de 1890, durante un período de enorme y torturada creatividad. ‘Madonna’ (1893-94) es preciosa, pero ‘El grito’ (1893) es parte de la psique nacional. Su llamativa imagen -de fuertes y arremolinadas pinceladas; colores fuertes y vívidos; la esquelética y angustiada figura en el centro, su boca congelada en un rictus de dolor psíquico- la convierte en una de las pinturas más reconocibles del planeta.
Favorita de adolescentes atormentados, de lectores de Dostoievski y Schopenhauer, de cualquiera que se haya sentido superado por los horrores de la existencia, ‘El grito’ ha sido ampliamente apropiado por la cultura popular. Ha sido evocado por Macaulay Culkin en ‘Solo en casa’ [Home Alone], convertido en una exitosa línea de muñecas de plástico inflables y utilizado en chapas anti-Bush (y en papel higiénico) de la campaña de 2004, con la pregunta: "¿Otra vez Bush?"
 
El valor de ‘El grito’ y ‘Madonna’ juntas ha sido calculado entre 40 y 100 millones de dólares. Pero la realidad es que son pinturas tan reconocibles y sus historias tan bien conocidas que es imposible que se vendan abiertamente.
"No aparecerán nunca en el mercado de arte legal", dice Sarah Jackson, directora de investigación histórica y recuperaciones de Art Loss Register, que conserva una base de datos de las 160 mil piezas de artes y antigüedades robadas y saqueadas.
"Pinturas como esas son normalmente vendidas como rescates o como herramientas para reducir tu sentencia si eres detenido por otros delitos", dijo el inspector de policía Vernon Rapley, oficial a cargo de la brigada de arte y antigüedades de Scotland Yard.
Muchas pinturas aparecen años, incluso décadas después, después de haber pasado por docenas de manos. Algunas no vuelven a aparecer nunca.
Las autoridades dicen que al menos saben dónde estuvieron escondidos los Munch durante un mes después de su robo: en un autobús aparcado en una granja al norte de Oslo, perteneciente a Thomas Natass, un hombre del que se dice pertenece al entorno de la comunidad criminal de Oslo.
En una entrevista reciente con Reuters, Nataas, 25, que será enjuiciado por cargos de reducción de objetos robados -los otros acusados hacen frente a otros cargos-, dice que las pinturas fueron guardadas en su autobús, cubiertas con láminas de plástico, sin su permiso. (La policía lo pone en duda, diciendo que permitió que usaran su bus). Cuando los ladrones le dijeron finalmente que estaban ahí, dice Nataas, vio sólo brevemente las pinturas, lo suficiente como para darse cuenta de que ‘Madonna’ tenía un pequeño rasguño y que ‘El grito’ estaba intacto.
Hablando por la televisión noruega, Nataas dijo también que la policía lo había seguido, y había pinchado su teléfono. "No sé por qué no vino la policía a recoger las pinturas", dijo Nataas. "Ellos controlaban todo".
Para cuando la policía llegó a la granja, los ladrones habían retirado su botín y la policía se quedó nuevamente sin pistas.
Hojem Ervik, el fiscal, reconoció que algunos agentes encubiertos habían en realidad estado cerca cuando se trasladaron las pinturas. "Teníamos alguna información de que las pinturas cambiarían de mano, pero no sabíamos dónde ni quiénes estaban implicados", dijo. "Teníamos muy poca información como para intervenir. Cuando la unidad encubierta llegó al lugar, los ladrones ya se habían marchado".
Pasaron ocho meses antes de que la policía detuviera a Peter Rosenvinge, 38, que fue acusado de vender el coche de escape a los ladrones. Él, a su vez, los condujo a los otros acusados en el caso, dicen. Se trata de Bjorn Hoen, 37, que ha sido previamente condenado por robo y fraude y que es acusado de haber organizado toda la operación; Morten Hugo Johansen, 38, acusado de almacenar y entregar el coche usado para escapar; Peter Tharaldsen, 34, que está en prisión por otro robo, y ha sido acusado de conducir el coche de escape; y Stian Skjold, 30, que ha sido acusado del robo mismo. (El otro ladrón está todavía fugitivo, así como otros cómplices).
De acuerdo a la ley noruega, la policía no comenta sobre los individuos acusados ni sobre los cargos antes del juicio. Pero Hojem Ervik está dispuesto a discutir su teoría de cómo lo hicieron: "Creemos que fue realizado por una red organizada de ladrones", dijo.
Los medios de comunicación noruegos han seguido agresivamente las pistas sobre las conexiones de los ladrones con el mundo criminal europeo, particularmente con las violentas bandas albanesas kosovares que se han introducido en la región. Pero Hojem Ervik insistió en que el robo fue un asunto nacional, "planeado por noruegos y ejecutado por noruegos".
De hecho, algunos ven un vínculo con un robo que ocurrió cuatro meses antes, que sigue siendo uno de los robos más espectaculares de la historia de Noruega. Una banda de delincuentes aparcó un camión frente a una comisaría de policía en la ciudad de Stavanger, le encendieron fuego y arrojaron gas lacrimógeno contra los agentes que huían del edificio. Con la policía paralizada de este modo, más de una docena de hombres armados con armas automáticas entraron usando martillos en el cuarto de contabilidad de Nokas, un servicio de transporte de dinero cercana, en el sótano del banco central de Noruega. Dispararon repetidas veces contra los agentes, la mayoría de los cuales estaban desarmados, y tras matar a uno de ellos, escaparon con un botín de 8.5 millones de dólares.
La teoría de que las pinturas de Munch fueron robadas como un modo de desviar la atención de la policía del caso Stavanger -así como para demostrar que el mundo criminal puede hacer lo que quiere- es popular en los medios de comunicación noruegos. Rolf Wideroe, que ha cubierto los dos casos para Verdens Gang, uno de los diarios más importantes de Noruega, dijo en una entrevista que los acusados en el caso Munch estaban conectados a David Toska, que ha sido acusado en el caso Stavanger.
Hojem Ervik se negó a comentar la afirmación.
"Se ha mencionado su nombre", dijo sobre Toska, "pero no queremos hacer comentarios".
Toska y Bjorn Hoen, los acusados en el caso Munch, fueron también asociados a William Ellingsen, una figura muy conocida en el mundo criminal noruego, que fue asesinado a balazos en febrero de 2004 frente a un cabaret de Oslo, dijo Wideroe. En otra serie de la maraña de conexiones, Ellingsen fue uno de los hombres implicados en los robos de Munch de 1994, de acuerdo a las autoridades. (Fue condenado, pero dejado en libertad tras un recurso cuando un tribunal resolvió que la operación para recuperar ‘El grito’ había sido ilegal).
Con seis de los acusados están esperando el juicio, ¿por qué no puede la policía persuadirlos de revelar dónde están los Munch perdidos?
"La principal razón es que tienen miedo de la venganza", dice Charles Hill, un ex detective de la brigada de arte y antigüedades de Scotland Yard, que organizó la recuperación de ‘El grito’ en 1994 y trabaja ahora como un consultor para la recuperación de piezas de arte. "Si alguno de ellos habla, los otros delincuentes atacarán a sus familias".
Con las pinturas todavía en paradero desconocido, las autoridades han sido atacadas en todos los frentes: por la falta de seguridad, por el trabajo policial inepto y, según algunos críticos, por dedicar demasiado dinero y tiempo al caso.
Sin embargo, Hojem Ervik dice que la investigación ha tenido beneficios secundarios; ha reducido el número de robos violentos, en parte debido a que hay más criminales tras las rejas y en parte porque el resto sabe que la policía está vigilándolos. "Los estamos apretando, y creo que lo saben", dijo.
En cuanto al museo, cerró sus puertas tras el robo y volvió a abrirlas diez meses más tarde, después de una puesta a punto de la seguridad de 6 millones de dólares. Las galerías han sido remodeladas para que sea más difícil entrar a ellas. Ahora los visitantes deben pasar por detectores de metales.
Los empleados deben usar tarjetas especiales y códigos numéricos para entrar a oficinas y salas de conferencia.
Durante un tiempo el museo hizo pingües negocios vendiendo el juego de mesa ‘Scream’, en el que los jugadores pueden asumir los roles de ladrones o policías. Pero fue retirado debido a las quejas del público.
Hablando en una cafetería, a unos metros de donde entraron al museo los ladrones en 2004, la señora Christoffersen trató de no criticar a la policía, diciendo que creía que hizo lo mejor que pudo. Pero un museo sin su obra maestra es como un cuerpo al que le falta un miembro.
"Para nosotros, lo más importante es recuperar las pinturas", dijo.

12 de febrero de 2006

©new york times
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traducción mQh

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