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desenmascaran a ladrones de cadáveres


[Rich Calder y Andy Geller] En tres años de operaciones, la banda despojó de sus huesos a más de mil cadáveres, para venderlos a hospitales y firmas de tejidos.
Cuatro ladrones de cadáveres formaban una multimillonaria banda de venta de partes de cuerpos, interviniendo los cadáveres en una sala de operaciones quirúrgicas secreta y limpia donde removían los huesos, tendones y válvulas del corazón, revelaron ayer las autoridades.
Una vez terminaba la macabra tarea, los ladrones de cadáveres remplazaban los huesos con tubos de plástico, metían sus guantes y delantales monstruosamente en los cuerpos profanados y los cosían, dijeron las autoridades.
Durante casi cuatro año los hombres retiraron partes de cuerpos de 1077 cadáveres, pero sólo una vez con permiso de los familiares. En todos los otros casos, falsificaron los formularios de consentimiento, dijeron fiscales.
Las partes robadas eran vendidas a compañías de transplantes de tejidos para ser usadas en piezas de recambio para espalda y caderas, operaciones de rodillas e implantes dentales en todo el mundo. La banda ganaba millones, ya que cobraba siete mil o más dólares por parte de cuerpo.
Los fiscales de Brooklyn contaron los detalles de esta macabra trama al anunciar la detención de Michael Mastromarino, 44, el dueño de una clausurada firma biomédica de Nueva Jersey; Joseph Nicelli, 49, dueño de una funeraria de Brooklyn; y dos otros hombres.
Los cuatro han sido acusados de un total de 122 cargos, incluyendo corrupción empresarial, el equivalente en el estado del cargo de crimen organizado. Si son declarados culpables, enfrentarán penas de hasta 25 años tras las rejas.
El fiscal de distrito interino Michael Vecchione dijo que los cuerpos no eran tratados adecuadamente y habían expuesto a innumerables pacientes a enfermedades infecciosas -incluyendo el SIDA- y al cáncer.
"Lo que tenemos entre manos es nada menos que un caso de terrorismo médico", declaró.
El fiscal del distrito de Brooklyn, Charles Hynes, dijo: "Lo que pasó aquí es como una película de horror barata. Este caso es único en cuanto a la falta de respeto por la dignidad humana".
Parientes de las víctimas se mostraron todavía más indignados.
Una de las víctimas de la banda fue Thomas Anthony Dumaine, 79, que murió de cáncer a la vejiga en 2003.
"Las palabras no sirven para describir esta experiencia", dijo su hijo Anthony Dumaine, de Brooklyn.
"Es desolador. Yo quedé destrozado. No puede creer que la gente pueda rebajarse a robar a este nivel".
Michael Bruno, 75, de Brooklyn, murió en 2004, de cáncer; los fiscales dijeron que el acta de defunción falsificada decía que había muerto de un infarto.
"Este es probablemente el delito más atroz que hemos visto en los últimos cien años", dijo su hijo Vito.
La vil trama fue descubierta el 15 de noviembre de 2004 cuando el nuevo propietario de la Funeraria Daniel George, de Bensonhurst, entró a la comisaría 62 a quejarse de que Nicelli, el propietario anterior, se había fugado con los fondos de un funeral.
La detective Patricia O’Brien se ocupó del caso y descubrió "una historia de horror que sacudirá hasta sus cimientos a la industria funeraria", dijo el comisario de policía Ray Kelly.
Al visitar la funeraria, O’Brien subió al segundo piso, donde encontró un cuarto secreto equipado para intervenciones quirúrgicas mayores antes que para preparar los cadáveres para su sepultura.
"Allá, en el segundo piso, había prácticamente toda una sala de operaciones completa, con los focos grandes y brillantes que son típicos de las salas de operaciones de los hospitales", dijo Kelly.
Indagando más, O’Brien se enteró que cuando llegaban los cadáveres a la funeraria, eran trasladados a la sala de embalsamiento del primer piso.
Desde ahí, un elevador mecánico los llevaba a la sala de operaciones, que estaba bien mantenida y limpia y cuya existencia era desconocida para la mayoría de los otros empleados de la funeraria.
También era un secreto que después de que Nicelli vendiera la funeraria, los cuatro se quedaron con las llaves y continuaron robando cadáveres en las noches.
Durante su visita, O’Brien descubrió recibos de FedEx con nombres de compañías de las que nunca había oído hablar.
De vuelta en la comisaría, O’Brien tipeó los hombres en el motor de búsquedas de Google y descubrió que todas tenían que ver con transplantes de tejidos.
También se dio cuenta de que necesitaría ayuda para resolver el caso, así que llamó a la Brigada de Casos Graves del Departamento de Policía de Nueva York.
La investigación que siguió dejó al descubierto un escándalo en el que estaban implicadas al menos 17 funerarias -cinco en la Gran Manzana, ocho en Rochester, una en Filadelfia y una en Newark, Elizabeth y Belleville, Nueva Jersey.

Las funerarias tenían contratos de embalsamiento con Nicelli.
Los cuerpos eran llevados a su funeraria en Bensonhurst, donde Mastromarino retiraba los huesos y otras partes de los cuerpos
después de que los otros dos acusados -Lee Crucetta y Christopher Aldorasi- los abrieran, dijeron las autoridades.
Luego, los cuerpos eran cosidos y enviados de vuelta.
Los cuatro falsificaban las actas de defunción y los formularios de consentimiento para hacer aparecer el trabajo como legal y ocultaban el hecho de que algunos cadáveres eran demasiado viejos o enfermos como para ser utilizados con seguridad.
For ejemplo, el presentador de ‘Masterpiece Theatre’, Alistair Cooke, murió de cáncer a los 95, en marzo de 2004, pero el acta de defunción decía que había muerto a los 85, de un infarto.
"Imagine a los receptores de huesos y tejidos enfermos. ¿Qué haría un paciente con implantes enfermos?", preguntó su hija, Susan Cooke Kittredge.
Una vez que O’Brien llamó a la Brigada de Casos Graves, el sargento Timothy Breene y el detective Paul Courtney fueron asignados para ayudarla.
Cuando empezaron a entrevistar a los familiares de las 1077 víctimas, se enteraron de que los ladrones de cadáveres habían contado con permiso en sólo un caso.
"De hecho, a los detectives se les dijo repetidas veces que sus familiares no podrían haber autorizado las donaciones porque eran demasiado viejos o tenían enfermedades que los excluían de esa posibilidad", dijo Kelly.
Los sabuesos siguieron pistas hasta Rochester, Nueva Jersey, Vermont, Florida y Hawai.
Encontraron consistentemente que los muertos eran declarados más jóvenes y más sanos en los documentos alterados.
Por ejemplo, un hombre que murió a los 104 fue declarado de setenta.
"Me quedé pasmado con la enormidad de la operación", dijo O’Brien, que fue ascendida a la Brigada de Casos Graves por su trabajo.
Finalmente, se exhumaron seis cuerpos y los detectives presenciaron de primera mano "la inexpresable profanación de los cuerpos", dijo Kelly.
En una rueda de prensa en Brooklyn, las autoridades mostraron espeluznantes fotografías de los cuerpos exhumados.
Hynes dijo que las fotos demostraban que los acusados sacaban los huesos y los remplazaban con tubos de plástico -usados normalmente por los fontaneros- para ocultar el robo.
Los fiscales dijeron que la banda operó del 1 de enero de 2002 al 31 de octubre de 2005.
Mastromarino se metió al negocio de los tejidos, fundando los Servicios de Tejidos Biomédicos en Fort Lee, Nueva Jersey, después de perder su permiso de odontólogo.
Formó equipo con Nicelli, que era dueño de una compañía que trasladaba cadáveres a las funerarias y era notificado cuando había muertes.
Mastromarino y Nicelli pagaban a los directores de las funerarias hasta mil dólares por cuerpo, enmascarando los pagos como tarifas por servicios.
El abogado de Mastromarino negó la culpabilidad de su defendido. Los cuatro acusados se declararon inocentes.
El juez de la Corte Suprema de Brooklyn, John Walsh, fijó la fianza de Mastromarino en 1.5 millones de dólares, la de Nicelli en 250 mil dólares y las de Crucetta y Aldorasi en 500 mil dólares cada uno.
Los cuatro han sido demandados por la familia Bruno y la familia de Danette Kogut, 43, que murió en 2003 por un cáncer de ovarios.
El acta de defunción decía que había muerto de traumas múltiples, basándose en informaciones que proporcionó su abuelo. Pero su hermana Wendy dijo que el abuelo había muerto hacía 30 años.
El 3 de febrero la Administración de Drogas y Alimentos [Food and Drug Administration] clausuró la firma Servicios de Tejidos Biomédicos, diciendo que los pesquisadores habían encontrado evidencias de que la firma no trataba adecuadamente los tejidos contaminados.
La agencia dijo también que las actas de defunción en los archivos de la compañía no correspondían con las del estado.
A la hija de Cooke le dijeron que los huesos de su padre no habían sido donados a otros pacientes.
"La pregunta ahora es: ¿Cómo ocurrió todo esto? ¿Cómo pudo ocurrir? ¿Qué lo que permitió que ocurriera? Tenemos que descubrir qué salió mal. Es un delito horroroso", dijo.
"Tenemos que aprobar leyes o reglamentos que impidan que esto vuelva a ocurrir".
Un bizarro giro de los acontecimientos involucró a Patricia Battisti, 41, de Franklin Square, Long Island, que recibió un implante óseos en el Servicio de Salud Judío, de Long Islands, en 2005. El hueso venía de Servicios de Tejidos Biomédicos, y Battisti, que contrajo sífilis debido al implante, demandó al hospital.
Un segundo test no dio positivo en cuanto a la sífilis y ayer el hospital inició acciones legales contra ella, acusándola de "entablar un litigio de manera frívola".

rich.calder@nypost.com

Liam Houlihan, Stefanie Cohen, Zach Haberman y Murray Weiss contribuyeron a este reportaje.

24 de febrero de 2006

©new york post
©traducción mQh

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