psiques marcadas de iraq
[Jonathan Finer y Omar Fekeiki] Trastornos mentales que nadie trata.
Bagdad, Iraq. Más de 25 años después de que el ascenso al poder de Saddam Hussein anunciara un período de traumas prácticamente ininterrumpido -tres guerras, sanciones económicas paralizantes y ahora una violenta resistencia-, el daño psicológico de muchos iraquíes está recién ahora siendo evaluado, dicen aquí psiquiatras y funcionarios de gobierno.
A medida que en estudios recientes ha empezado a emerger una sombría, aunque incompleta imagen de la salud mental de la población iraquí, también ha surgido la conciencia de que el sistema sanitario del país está mal equipado para hacer frente a lo que son probablemente millones de pacientes psiquiátricos potenciales con afecciones originadas en las penurias de los últimos años.
Un estudio reciente fue ocasionado por uno de los días más negros de reciente memoria del país. El 31 de agosto pasado casi mil peregrinos chiíes murieron -algunos aplastados, otros ahogados- cuando una procesión religiosa en un puente de Bagdad se convirtió en una estampida fatal.
Meses después de que los muertos fueran enterrados y los heridos comenzaran a sanar, un equipo de psiquiatras del ministerio de Salud abrieron un local de ayuda psicológica en Ciudad Sáder, una abarrotada barriada chií de la capital, para evaluar y tratar a las víctimas, testigos y sus familias. Lo que encontraron superaba sus peores temores. Más del noventa por ciento de la gente encuestada sufría de desórdenes psicológicos, incluyendo depresión, insomnio y trastornos de estrés post-traumático.
"La gente que hemos identificado como gente con problemas es apenas la punta del iceberg en términos de la situación de salud mental del país", dice Ali Abdul Razak, 55, que dirige la clínica en una húmeda ala del Hospital Imán Alí de Ciudad Sáder. "Yo no considero que esto sea post-traumático, yo creo que continuamente traumático, porque los traumas que padecen están en curso".
Los recursos para tratamientos son escasos. Sólo unos 75 psiquiatras siguen en el país, que ha sufrido una brutal guerra de ocho años con Irán y dos guerras con Estados Unidos, junto con paralizantes sanciones económicas en los años noventa y la sangrienta resistencia de hoy. Junto a otros profesionales, muchos huyeron para escapar de los secuestros y amenazas de los insurgentes. Como resultado, hay un psiquiatra por cada 30 mil iraquíes, en comparación con uno por cada diez mil estadounidenses. Actualmente no hay psiquiatras de niños en este país de 25 millones de habitantes, dijo Razak.
Este años el ministerio de Salud declaró que la salud mental era una prioridad y abrió dos centros psicológicos en Bagdad (el segundo se encuentra en el principal hospital universitario de la ciudad en el barrio predominantemente sunní de Yarmouk). Además de estudiar a los afectados por el derrumbe del puente, el ministerio ha empezado a recoger datos sobre la población en general.
En una encuesta de unas mil personas seleccionadas aleatoriamente en cinco barrios de Bagdad, terminada este mes por psiquiatras de la Universidad de Mustansariyah de Bagdad, unas 890 contaron haber vivido un episodio violento de primer mano, incluyendo 27 niños de menos de 12 años en la muestra.
Más alarmante aún, de acuerdo a médicos que analizaron los datos, era que la exposición a los traumas ha crecido dramáticamente y se ha convertido en una experiencia normal desde la invasión estadounidense de 2003. La gente en el sondeo recordó 3.504 incidentes entre 1979, cuando Hussein llegó al poder, y 2003. Desde la invasión, recordaron 6.463 incidentes.
En el sondeo, los psiquiatras adaptaron una versión iraquí del Formulario de Traumas de Harvard, una herramienta de investigación utilizada para evaluar la salud mental de los refugiados del sudeste asiático desplazados por la guerra.
Entre las 42 preguntas sí-o-no, a los encuestados iraquíes se les pidió que indicaran si habían sido "oprimidos debido a su etnia, religión o secta", "presenciaron la profanación o destrucción de santuarios religiosos", "presenciaron la ejecución de civiles", habían "sido usadas como escudos humanos", "visto cuerpos en descomposición" o sido "obligados a pagar por una bala para matar a un familiar".
Los que corren los mayores riesgos, dicen los psiquiatras, son los que crecieron en la época de Hussein y no conocen una vida sin traumas.
"Durante más de cuarenta años, todo en nuestro país decía que para ser héroes debías ser violento. La violencia explicaba nuestra supervivencia, con la violencia nos identificábamos con nuestros agresores", dice Muhammad Lafta, asesor nacional de salud mental y psiquiatra del Hospital al-Rashid, uno de los dos hospitales psiquiátricos del país. Bajo Hussein, dijo, los alumnos de las escuelas primarias eran obligados a reunirse al menos una vez a la semana para mirar a sus directores disparar rifles de asalto AK-47 al aire.
El daño causado a Hussein Ali Saoud se refleja en su mirada vacía, y las cicatrices púrpura que desgarran la piel de sus antebrazos. Era soldado para cuando la invasión de 2003, y vio morir a dos de sus compañeros de pelotón por heridas de bala cuando las tropas estadounidenses invadieron Bagdad. Desde entonces, ha buscado alivio tomando drogas y haciéndose tajos en su piel con una hoja de afeitar.
"Me pongo nervioso y empiezo a sentir como si alguien me estuviese sofocando", dijo Saoud, 30, al que fue a visitar su hermano menor en una reciente visita al centro psiquiátrico del Hospital Yarmouk, donde los médicos le diagnosticaron estrés post-traumático. "Me ayuda a relajarme cuando me veo sangrar, aunque sé que es malo".
Asesores internacionales y expertos dicen que el sistema de salud mental de Iraq tiene todavía mucho que aprender, a pesar de los 25 millones de dólares en ayudas, incluyendo una donación de seis millones de dólares del gobierno japonés.
"Es poca cosa, si se tiene en cuenta el alcance del problema. Aquí tenemos niveles de estrés post-traumático probablemente epidémicos", dijo Keith Humphreys, psiquiatra y profesor de la Escuela de Medicina de Stanford, que está ayudando a formar a doctores iraquíes en prácticas modernas. "El sistema sanitario era bastante bueno, incluyendo la salud mental. Pero en los últimos 25 años, hemos sido mantenidos prácticamente aislados. No se nos permitía asistir a congresos ni incluso leer revistas médicas".
Humphreys y otros psiquiatras estadounidenses y europeos han leído conferencias para sus colegas europeos en la región, aunque no en Iraq debido a lo tenue de la situación de seguridad, un hecho que dijo que complica el trabajo de los psiquiatras.
"Lo que ocurre con el trabajo en psiquiatría es que para hacer progresos tienes que tener primero una sociedad que funcione", dijo Humphreys. "Necesitas paz".
Otro obstáculo para el progreso es el fuerte estigma asociado a los tratamientos psiquiátricos en Iraq. "Es inaceptable decir que necesitas ayuda mental, así que tienes a gente que hace citas con cirujanos para decirles que se sienten deprimidos", dijo Lafta.
Muhammed Ata, 44, dijo que había buscado un tratamiento en el centro Yarmoul solamente porque su hermana lo obligó. Era agente de policía cuando, hace tres meses, estaba patrullando el vecindario de Khadra al oeste de Bagdad cuando estallaron un par de bombas improvisadas, matando a dos de sus colegas.
"Busqué a mis amigos: ‘¿Dónde está Ayad? ¿Dónde está Fuad?’ No estaban en ninguna parte. No vi más que un cuello por aquí, una mano más allá", dijo Ata. "Éramos como una familia, los amigos que murieron y yo".
Su hermana Nisreen Ata, que asistió con él a una cita reciente, dijo que él tenía demasiado miedo como para volver al trabajo. "Cuando ve un coche de la policía se pone a tararear", dijo.
La mayoría de los pacientes no son víctimas de violencias, sino testigos de sucesos terribles, dicen los psiquiatras iraquíes.
El hermano mayor de Khadija Murad murió en la guerra Irán-Iraq, meses antes del fin del brutal conflicto que terminó con la vida de casi un millón de personas en los años ochenta. Su casa se convirtió en cenizas en un incendio hace cinco años, quemando todos sus ahorros en la época en que Iraq sufría severas sanciones económicas.
Desde enero pasado, cuando estalló un coche-bomba cerca de una patrulla del ejército iraquí que pasaba frente a su casa, Murad, 40, ha sido incapaz de sacar de su mente las imágenes de humo y gritos y carne chamuscada. Abrumada por las pesadillas y con ideas de suicidio, dijo, hizo el camino hacia el centro psiquiátrico del Hospital Yarmouk.
"Me siento bien de vez en vez, pero siempre vuelve", dijo Murad, aferrándose a su hijito de un año, Hussein, mientras describía sus ataques de depresión y ansiedad que la han llevado a abandonar dos veces a su marido y cuatro hijos y marcharse a vivir con sus padres. "Dejo de comer. Lloro. Sólo quiero dormir y no despertar".
Interrogado sobre cuánto tiempo tomará que la psique del país se recupere del torbellino de los últimos años, Lafta, el psiquiatra del Hospital al-Rashid, predijo "una o más generaciones, desde que termine la guerra".
"El daño se produjo es un largo período de tiempo", dice, "y la curación tomará décadas".
A medida que en estudios recientes ha empezado a emerger una sombría, aunque incompleta imagen de la salud mental de la población iraquí, también ha surgido la conciencia de que el sistema sanitario del país está mal equipado para hacer frente a lo que son probablemente millones de pacientes psiquiátricos potenciales con afecciones originadas en las penurias de los últimos años.
Un estudio reciente fue ocasionado por uno de los días más negros de reciente memoria del país. El 31 de agosto pasado casi mil peregrinos chiíes murieron -algunos aplastados, otros ahogados- cuando una procesión religiosa en un puente de Bagdad se convirtió en una estampida fatal.
Meses después de que los muertos fueran enterrados y los heridos comenzaran a sanar, un equipo de psiquiatras del ministerio de Salud abrieron un local de ayuda psicológica en Ciudad Sáder, una abarrotada barriada chií de la capital, para evaluar y tratar a las víctimas, testigos y sus familias. Lo que encontraron superaba sus peores temores. Más del noventa por ciento de la gente encuestada sufría de desórdenes psicológicos, incluyendo depresión, insomnio y trastornos de estrés post-traumático.
"La gente que hemos identificado como gente con problemas es apenas la punta del iceberg en términos de la situación de salud mental del país", dice Ali Abdul Razak, 55, que dirige la clínica en una húmeda ala del Hospital Imán Alí de Ciudad Sáder. "Yo no considero que esto sea post-traumático, yo creo que continuamente traumático, porque los traumas que padecen están en curso".
Los recursos para tratamientos son escasos. Sólo unos 75 psiquiatras siguen en el país, que ha sufrido una brutal guerra de ocho años con Irán y dos guerras con Estados Unidos, junto con paralizantes sanciones económicas en los años noventa y la sangrienta resistencia de hoy. Junto a otros profesionales, muchos huyeron para escapar de los secuestros y amenazas de los insurgentes. Como resultado, hay un psiquiatra por cada 30 mil iraquíes, en comparación con uno por cada diez mil estadounidenses. Actualmente no hay psiquiatras de niños en este país de 25 millones de habitantes, dijo Razak.
Este años el ministerio de Salud declaró que la salud mental era una prioridad y abrió dos centros psicológicos en Bagdad (el segundo se encuentra en el principal hospital universitario de la ciudad en el barrio predominantemente sunní de Yarmouk). Además de estudiar a los afectados por el derrumbe del puente, el ministerio ha empezado a recoger datos sobre la población en general.
En una encuesta de unas mil personas seleccionadas aleatoriamente en cinco barrios de Bagdad, terminada este mes por psiquiatras de la Universidad de Mustansariyah de Bagdad, unas 890 contaron haber vivido un episodio violento de primer mano, incluyendo 27 niños de menos de 12 años en la muestra.
Más alarmante aún, de acuerdo a médicos que analizaron los datos, era que la exposición a los traumas ha crecido dramáticamente y se ha convertido en una experiencia normal desde la invasión estadounidense de 2003. La gente en el sondeo recordó 3.504 incidentes entre 1979, cuando Hussein llegó al poder, y 2003. Desde la invasión, recordaron 6.463 incidentes.
En el sondeo, los psiquiatras adaptaron una versión iraquí del Formulario de Traumas de Harvard, una herramienta de investigación utilizada para evaluar la salud mental de los refugiados del sudeste asiático desplazados por la guerra.
Entre las 42 preguntas sí-o-no, a los encuestados iraquíes se les pidió que indicaran si habían sido "oprimidos debido a su etnia, religión o secta", "presenciaron la profanación o destrucción de santuarios religiosos", "presenciaron la ejecución de civiles", habían "sido usadas como escudos humanos", "visto cuerpos en descomposición" o sido "obligados a pagar por una bala para matar a un familiar".
Los que corren los mayores riesgos, dicen los psiquiatras, son los que crecieron en la época de Hussein y no conocen una vida sin traumas.
"Durante más de cuarenta años, todo en nuestro país decía que para ser héroes debías ser violento. La violencia explicaba nuestra supervivencia, con la violencia nos identificábamos con nuestros agresores", dice Muhammad Lafta, asesor nacional de salud mental y psiquiatra del Hospital al-Rashid, uno de los dos hospitales psiquiátricos del país. Bajo Hussein, dijo, los alumnos de las escuelas primarias eran obligados a reunirse al menos una vez a la semana para mirar a sus directores disparar rifles de asalto AK-47 al aire.
El daño causado a Hussein Ali Saoud se refleja en su mirada vacía, y las cicatrices púrpura que desgarran la piel de sus antebrazos. Era soldado para cuando la invasión de 2003, y vio morir a dos de sus compañeros de pelotón por heridas de bala cuando las tropas estadounidenses invadieron Bagdad. Desde entonces, ha buscado alivio tomando drogas y haciéndose tajos en su piel con una hoja de afeitar.
"Me pongo nervioso y empiezo a sentir como si alguien me estuviese sofocando", dijo Saoud, 30, al que fue a visitar su hermano menor en una reciente visita al centro psiquiátrico del Hospital Yarmouk, donde los médicos le diagnosticaron estrés post-traumático. "Me ayuda a relajarme cuando me veo sangrar, aunque sé que es malo".
Asesores internacionales y expertos dicen que el sistema de salud mental de Iraq tiene todavía mucho que aprender, a pesar de los 25 millones de dólares en ayudas, incluyendo una donación de seis millones de dólares del gobierno japonés.
"Es poca cosa, si se tiene en cuenta el alcance del problema. Aquí tenemos niveles de estrés post-traumático probablemente epidémicos", dijo Keith Humphreys, psiquiatra y profesor de la Escuela de Medicina de Stanford, que está ayudando a formar a doctores iraquíes en prácticas modernas. "El sistema sanitario era bastante bueno, incluyendo la salud mental. Pero en los últimos 25 años, hemos sido mantenidos prácticamente aislados. No se nos permitía asistir a congresos ni incluso leer revistas médicas".
Humphreys y otros psiquiatras estadounidenses y europeos han leído conferencias para sus colegas europeos en la región, aunque no en Iraq debido a lo tenue de la situación de seguridad, un hecho que dijo que complica el trabajo de los psiquiatras.
"Lo que ocurre con el trabajo en psiquiatría es que para hacer progresos tienes que tener primero una sociedad que funcione", dijo Humphreys. "Necesitas paz".
Otro obstáculo para el progreso es el fuerte estigma asociado a los tratamientos psiquiátricos en Iraq. "Es inaceptable decir que necesitas ayuda mental, así que tienes a gente que hace citas con cirujanos para decirles que se sienten deprimidos", dijo Lafta.
Muhammed Ata, 44, dijo que había buscado un tratamiento en el centro Yarmoul solamente porque su hermana lo obligó. Era agente de policía cuando, hace tres meses, estaba patrullando el vecindario de Khadra al oeste de Bagdad cuando estallaron un par de bombas improvisadas, matando a dos de sus colegas.
"Busqué a mis amigos: ‘¿Dónde está Ayad? ¿Dónde está Fuad?’ No estaban en ninguna parte. No vi más que un cuello por aquí, una mano más allá", dijo Ata. "Éramos como una familia, los amigos que murieron y yo".
Su hermana Nisreen Ata, que asistió con él a una cita reciente, dijo que él tenía demasiado miedo como para volver al trabajo. "Cuando ve un coche de la policía se pone a tararear", dijo.
La mayoría de los pacientes no son víctimas de violencias, sino testigos de sucesos terribles, dicen los psiquiatras iraquíes.
El hermano mayor de Khadija Murad murió en la guerra Irán-Iraq, meses antes del fin del brutal conflicto que terminó con la vida de casi un millón de personas en los años ochenta. Su casa se convirtió en cenizas en un incendio hace cinco años, quemando todos sus ahorros en la época en que Iraq sufría severas sanciones económicas.
Desde enero pasado, cuando estalló un coche-bomba cerca de una patrulla del ejército iraquí que pasaba frente a su casa, Murad, 40, ha sido incapaz de sacar de su mente las imágenes de humo y gritos y carne chamuscada. Abrumada por las pesadillas y con ideas de suicidio, dijo, hizo el camino hacia el centro psiquiátrico del Hospital Yarmouk.
"Me siento bien de vez en vez, pero siempre vuelve", dijo Murad, aferrándose a su hijito de un año, Hussein, mientras describía sus ataques de depresión y ansiedad que la han llevado a abandonar dos veces a su marido y cuatro hijos y marcharse a vivir con sus padres. "Dejo de comer. Lloro. Sólo quiero dormir y no despertar".
Interrogado sobre cuánto tiempo tomará que la psique del país se recupere del torbellino de los últimos años, Lafta, el psiquiatra del Hospital al-Rashid, predijo "una o más generaciones, desde que termine la guerra".
"El daño se produjo es un largo período de tiempo", dice, "y la curación tomará décadas".
Bassam Sebti y K.I. Ibrahim contribuyeron a este reportaje.
6 de marzo de 2006
©washington post
©traducción mQh
0 comentarios