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paraíso homosexual


[John M. Glionna] Padres protectores -heterosexuales y gays- se oponen a las tiendas picantes en el barrio de Castro. Algunos comerciantes se muestran desafiantes.
San Francisco, Estados Unidos. Brody Paul y su hermano chico Zander están haciendo compras después de clases en el barrio Castro de esta ciudad, uno de los vecindarios más abiertamente homosexuales de Estados Unidos.
Brody, 12, anda buscando enjuague bucal y Clearsil. Su hermano quiere lápices Nº2. Veteranos del tolerante San Franscisco, no les llama la atención la aparición de dos mujeres tomadas de la mano y la pintada que hay en la acera: "Nick ama a Olaf".
Pero a lo largo de Castro Street, la principal calle comercial a apenas dos cuadras de su casa, los niños ven imágenes más difíciles de digerir. Una videoteca de donde sacan habitualmente películas de Disney, también ofrece películas pornográficas homosexuales triple X a plena vista. Al otro lado de la calle, junto a su pizzería favorita, el ventanal es una tienda de artículos eróticos para homosexuales llamada Rock Hard, que exhibe un enorme juguete sexual de color morado fluorescente, arneses de cuero y manuales gráficos.
"Da miedo. Te hace temblar", dice Zander, que acaba de cumplir ocho.
"No da miedo", corrige Brody, proponiendo un punto de vista típicamente infantil de las cosas sexuales. "Es simplemente asqueroso".
Aunque el barrio de Castro ha sido llamado siempre un Boys Town, ese apodo ha adquirido una nueva e irónica significación: El bastión gay es ahora una inverosímil ubicación para familias con niños.
Durante más de una década, los padres heterosexuales han sido atraídos por los 0.7 kilómetros cuadrados del barrio de Castro para fundar sus familias en sus pintorescas casas victorianas y ambiente de pueblo chico. En los últimos años las parejas del mismo sexo también han optado por ser padres, una revolución que ha traído todavía más niños al barrio.
En el barrio de Castro los restaurantes orientados hacia los homosexuales solteros ahora ofrecen menús para niños e incluso tronas. Una cafetería ofrece chocolate caliente, el ‘Castro Kids Special’, un popular artículo durante la hora punta de la mañana, que los dueños llaman la "hora del cochecito".
En la tienda Cliff’s Variety, los niños compran unicornios de juguete y masilla con aroma a jazmín junto a travestis que examinan boas de plumas y tiaras de piedras preciosas de imitación. Y en el Desfile del Orgullo Gay de este año, una carroza celebrará a las familias homosexuales, con niños vestidos como obreros de la construcción y cantando canciones de Village People.

Pero este nuevo Castro no ha surgido sin tensiones.
Los picantes escaparates de las tiendas han puesto a los padres protectores de punta con vecinos gay igualmente militantes.
Muchos padres -heterosexuales y gay- dicen que los sugerentes anuncios son inapropiados para los niños. Los activistas gay quieren conservar un ambiente liberado sexualmente que acoge festivos gay como el ‘Día del Cuero’ y -para celebrar a los hombres peludos-, el ‘Día del Oso’.
Algunos se quejan de que la cultura gay misma, que ha celebrado siempre la expresión sexual libre, está bajo ataque -no solamente a manos de los heterosexuales, sino también de homosexuales y lesbianas.
El año pasado, una madre lesbiana de dos niños, de 6 y 2, se quejó sobre un tableau sadomasoquista en la vitrina de una boutique que mostraba un maniquí masculino encadenado a un retrete. "Como adulto lo encuentro desagradable", escribió en un e-mail a funcionarios del ayuntamiento. "Como padre creo que es inconsiderado".
Después de fracasar en sus intentos de convencer a los tenderos de colocar anuncios obscenos por sobre la línea de visión de los niños pequeños, la madre, que pidió no ser mencionada, dijo que tiene planes de mudarse de Castro.
Otro padre se quejó cuando un tienda de antigüedades exhibió una hortera estatua de tamaño natural de un hombre desnudo excitado. El propietario Robert Hedric dijo que él cubrió de mala gana las partes pudendas después de la intervención de la policía.
Hedric, que es homosexual y dijo que se mudó de Alemania al barrio de Castro por su activa cultura homosexual, está preocupado de que las sensibilidades pro-familia puedan aplastar el espíritu del vecindario.
"¿Cuál será la próxima sorpresa? ¿Van a prohibir la Parada del Orgullo Gay?", preguntó. "Esto es Castro, no el Vaticano".
Jeremy Paul, el padre de Brody y Zander, no espera que Castro Street sea la Plaza de San Pedro. Pero los carteles de prevención de la sífilis afichados en todo el vecindario, que mostraba a un dichoso pene de caricatura silbando, lo escandalizaron. Se indignó cuando dejaron una octavilla en la ventanilla de su coche familiar, donde la encontraron sus hijos.
"Me alegra que la gente puede disfrutar de un estilo de vida que no pueden vivir en sus casas en Kansas, pero hay normas razonables de conducta, independientemente de tu orientación sexual", dijo Paul, un consultor de urbanismo.
Mark Welsh, el administrador homosexual de Rock Hard, ha bajado el tono de sus exposiciones -pero ahora está trazando una línea. "Siempre llevo las cosas a un extremo para mostrar lo que puedo hacer, porque si hay un lugar en el planeta donde se hace alarde del sexo, ese lugar es aquí", dijo. "Hay un lugar donde se pueden mostrar esos anuncios. La razón por la que se fundó Castro se llama sexo".
Welsh, 50, que lleva chalecos de cuero y vaqueros ajustados, estuvo casado y tiene una hija de 18 que vivió con él en Castro durante una década. Dijo que nunca le impidió salir a pasear por el vecindario por miedo a que pudiese ver una vitrina escabrosa -incluso la suya propia. "La eduqué en un mundo en que está bien que los hombres se besen y anden de la mano en público", dijo.
Dijo que los padres que exigen un cambio son una minoría, y que "nadie, homosexual o heterosexual, me va a decir qué llevar, qué decir, cómo comportarme en mi propia tienda. La cultura gay sobrevivirá".

En el medio está el supervisor escolar Bevan Dufty, cuyo distrito incluye a Castro. Dufty, que es gay, quiere empezar un centro para familias del gay del barrio. Pero también apoya a los comerciantes que quieren mostrar escaparates picantes. Quiere que Castro siga siendo "sosteniblemente gay".
Dufty, 51 y nativo de Nueva York que a veces trabaja como modelo de ropa interior para promotores gay, ve los dos lados de la disputa.
Durante dos años ha estado tratando de convertirse en un padre; hace poco utilizó la fertilización in-vitro con una amiga lesbiana de toda la vida, que está embarazada. Tras el parto, los dos quieren vivir juntos, pero llevando vidas amorosas separadas. "Creo que traer un niño al mundo es una de las cosas más satisfactorias que puedes hacer en la vida: estoy dispuesto", dijo Dufty. "La nuestra será una de las muchas familias no tradicionales del barrio de Castro".
En una cafetería de Castro fue abordado hace poco por padres que se habían enterado de su odisea para ser padre. "¿Lo estoy haciendo bien?", preguntó mientras sostenía a un bebé que se retorcía. "¿Está bien como sostengo su cabeza?"
Castro ha estado evolucionando siempre. En los años setenta, el ex enclave católico irlandés presenció la llegada de bares de propiedad de homosexuales como Toad Hall y el Missouri Mule. Pronto el vecindario se convirtió en un refugio de homosexuales que se sentían atraídos por una dinámica y nueva contracultura que estaba desafiantemente al margen de la cultura oficial. En los años ochenta Castro vivió la epidemia de SIDA, y luchó para seguir siendo un bastión bohemio de bares, artistas y músicos gay.
Pero los elevados alquileres de los años noventa expulsaron a los trabajadores, dejando sólo a los más ricos. Luego llegaron las familias jóvenes.
Hace doce años, Jeremy Paul y su esposa Lyssa Kaye Paul, eran parte de una ola de padres heterosexuales que colonizaban Castro. Adoptaron el estilo del barrio. Pero a veces no se sentían bienvenidos. Los camareros homosexuales los miraban mal. En la calle, los hombres los miraban con sarcasmo.
La ducha fría se puso considerablemente más caliente hace unos años cuando más parejas gay empezaron a tener sus propios hijos, parte del llamado Gayby Boom.
Ahora más de 250 mil niños en todo el país -47 mil en California- están siendo criados por padres del mismo sexo. "Mucha gente gay llamaba antes ‘criadores’ a las parejas con niños, un término bastante despectivo", dice Thom Lynch, presidente del Centro Comunitario de Homosexuales, Bisexuales, Lesbianas y Transexuales. "Ahora ese término se usa muy rara vez. Ahora muchos homosexuales son ‘criadores’".
Pero el líder cívico homosexual dice que el furor paternal de Castro irrita a algunos. Interrogado sobre si quiere convertirse en padre, Lynch respondió glacial: "He tenido el impulso. Pero duró lo que dura un pedo".
Sande Leigh, directora de la Academia de Derechos Civiles Harvey Milk, una escuela pública llamada así en honor de un conserje de escuela asesinado, recordó que durante su primer año en la escuela, en 1997, ella trazó de nuevo la ruta de la Parada de Halloween: "Tuvimos que mudar a los niños al otro lado de la Castro Street debido a los carteles pornográficos".
A pesar del carácter sexual de Castro, Leigh dice que el vecindario es el lugar perfecto para su escuela, que atrae a muchos voluntarios gay. Welsh, administrador de Rock Hard, reúne dinero para juguetes y mercaderías.
"No vamos a censurar a Castro", dijo Leigh. "Y Castro no nos censurará como lugar para niños".
La editora de una revista dirigida a las madres y padres gay piensa que los padres de Castro deberían adaptarse al vecindario, no al revés. "Esa cultura existía mucho antes de que ellos llegaran", dice Angeline Acain, una neoyorquina que es redactora y editora de Gay Parent, una revista de circulación nacional. "Si ves una vitrina que encuentras ofensiva, no lleves a tu niño por esa calle".
Los padres contrarrestan que el barrio de Castro debería prestar atención a las necesidades de los niños. Dicen que los castillos inflables tienen un lugar, lo mismo que los bares de homosexuales.
"Nuestros niños necesitan un lugar en la comunidad", dijo July Appel, presidente de la organización sin fines de lucro Coalición Nuestra Familia y madre lesbiana de dos niños. "El barrio es suficientemente grande para todo el mundo. El patinaje gay tiene su espacio. Pero también los patios".
Fred Kirkbride, dueño de una tienda de antigüedades en Castro Street, dijo que una comunidad que ha exigido durante años más tolerancia debería ser más acogedora. "¿No es sorprendente todo lo que nos costó ser aceptados por la sociedad tradicional? Ahora queremos sacar a los heterosexuales y sus hijos de aquí", dijo.
Kirkbride dijo que muchas vitrinas de tiendas han ido demasiado lejos. "Yo acostumbraba a mantener a mis padres lejos de esos ventanales", dijo. "No quería que pensaran que todos los homosexuales practicaban el bestialismo".
Poco a poco los dos lados han mostrado ganas de hacer compromisos. Debido a que los niños a menudo acompañan a sus padres al Centro Comunitario de Homosexuales, Bisexuales, Lesbianas y Transexuales, el recinto ahora prohíbe los desnudos en los pasillos -exigiendo que los cursos sobre sadomasoquismo del centro tomen lugar a puerta cerrada. "Hace veinte años no habríamos tenido una regla como esta", dice el director del centro, Lynch. "La gente la habría rechazado".
Nancy Koch, una madre lesbiana, observó que hace poco el gerente de una tienda de ropa le advirtió acerca de llevar a su hija de 12 a un cuarto trasero donde se exhibían trajes de cuero impúdicos. A medida que más familias llegan al barrio, dijo, los negocios que se adapten a las sensibilidades de las familias son los que sobrevivirán, mientras que los que se muestren menos amistosos hacia los niños desaparecerán.
La madre dijo que la exposición a carteles picantes no ha perjudicado a su hija. "No hay mucho que la pueda impresionar", dijo Koch. "El sexo ha estado en su visión periférica durante un largo tiempo".
Los organizadores de un evento de orgullo gay de dos días cerca del Ayuntamiento, la celebración gay más prominente del país, ahora proporcionan un área para niños con una guardería autorizada. También estimulan a las familias a asistir los sábados, que han programado con actividades menos subidas de tono que el domingo. "Es importante que la comunidad gay conserve este lugar para expresarse a sí misma", dijo la organizadora del evento Lindsey Jones. "No queremos colocar demasiadas vallas en torno a eso".
Pero Jeremy Paul dice que el barrio de Castro todavía tiene que aprender. Su hijo menor, Zander, recula cuando ve a hombres con pantalones de cuero con el culo al aire y poco más, en una feria homosexual local: "Me dice: ‘Papá, ¿estoy obligado a mirar esos culos fofos?"
Welsh hace una mueca de dolor cuando oye eso. Dice que los niños de todos modos no tienen nada que hacer en la feria: "Es un evento para adultos. Es para nosotros. Los niños deberían quedarse en casa".
De momento, muchos hombres se molestarán cada vez que vean a otro cochecito invadiendo su idolatrado paraíso homosexual.
"No vamos a castrarnos por nadie", dice Joe Gallagher, un barbero gay que a menudo cuelga anuncios picantes mostrando a hombres musculosos en los diarios gay locales. "No vamos a hacernos a un lado simplemente porque esta gente se queja. El país es bastante grande. ¿No tienen suficiente como para tratar de ocupar Castro también?"
Zander Paul dice que se siente bien con su infancia en Castro. "No me molesta la idea de vivir cerca de gente homosexual. Es natural", dice. "Para mí, la palabra gay tiene dos significados. Uno, es que estás contento. El otro, es que te gustan los chicos".

21 de abril de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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