perros en el museo
[Gini Sikes] Fotógrafo Wegman se ha dedicado durante décadas a retratar a perros.
Nueva York, Estados Unidos. En una poco habitual exposición de arte, un perro con una peluca rubia mata el tiempo junto a una piscina con un revelador bikini de piel de leopardo. Otro reposa sobre una mesa, cubierta de flores y adornos navideños, haciendo de centro de mesa. Todavía otro acecha desde un árbol. Es una vida de perros, de acuerdo al renombrado artista y fotógrafo William Wegman. El Museo Brooklyn inaugura este mes una retrospectiva titulada ‘Funney/Strange', presentando unas 300 piezas de arte, siendo las más destacadas de entre ellas sus revolucionarias fotos de perros.
El poeta Dante tenía a su Beatriz. Picasso tenía a su amante, Dora Maar, a la que pintó una y otra vez. Leonardo encontraba inspiración en la misteriosa sonrisa de Mona Lisa. Para el artista y fotógrafo de 62 años, William Wegman, su musa y modelo es un perro. O perros, para ser más precisos. Durante treinta años ha empleado ocho perros, transformando sus imágenes en algunas de las piezas de arte más icónicas de la última mitad del siglo 20. Han aparecido no solamente en museos de todo el mundo, sino también en carteles, tazones de café y camisetas.
"Primero fue Man Ray, y luego Fay Ray, que no son parientes, y Fay tuvo una camada de ocho, de los cuales utilicé solo tres, Chundo, Battie y Crooky, y luego Battie tuvo a Chip, que aparece en un montón de fotos porque es muy guapo. Luego Chip tuvo a Bobbin, y este tuvo a Penny, que es con el que estamos trabajando ahora", dice.
En 1970, Wegman, pintor y respetado artista conceptual, compró un cachorro Weimaraner de seis semanas, una raza de pelo corto plateado, criado originalmente para la caza. Wegman lo bautizó Man Ray, en honor al fotógrafo surrealista, y empezó a llevar a su mascota todos los días al estudio. Man Ray daba vueltas por el taller y se enredaba con los equipos. Estaba claro que quería hacer algo. Así que Wegman lo hizo posar para su cámara. Así nació una de las carreras de modelaje más largas y prolíficas en la historia de la moda.
Man Ray se hizo conocido por su cómica e inexpresiva mirada. En una fotografía titulada ‘Empolvado' [Dusted], el perro está sentado estoicamente en un espacio negro mientras le echan polvo encima, convirtiéndolo en blanco. Wegman usó harina, que se convierte en un bello incandescente cuando la capta la luz.
Man Ray murió en 1982. Después de llorarlo durante cinco años, Wegman volvió a colaborar con perros. Utilizó una cámara Polaroid de 20 por 24 centímetros para hacer grandes retratos de Faye Ray vestida como la malvada madrastra en Cenicienta para un libro para niños, y su vástago Chundo hizo de Príncipe Azul, con una peluca empolvada. A pesar de las complejas presentaciones, Wegman insiste en que él no sobrecarga a sus modelos.
"La mayor parte de lo que hago no es muy diferente a poner una manta sobre un caballo. Sabes que no llevan la ropa puesta, realmente, que la ropa está frente a ellos, y que se vean caminando parados sobre sus patas traseras es una ilusión. Están sentados en sillas y son sillas elevadas. Encontré algunos trucos para hacerlos verse diferentes. Por ejemplo, necesitaba que un perro se viera malo. Pero era un perro encantador, feliz, y descubrí que si me alejaba a cierta distancia, si me alejaba él empezaría a ponerse bizco, y si el camarógrafo se colocaba cerca de él, en la foto se vería como demoníaco", dijo.
Uno se pregunta si los perros han sido siempre los mejores amigos de William Wegman, y si tuvo un perro cuando era niño. Su primer perro se llamaba Wags, un chucho que vivió 21 años. "Yo era un niño de campo, al oeste de Massachusetts. Él salía a pescar conmigo, y a acampar, y dormía en la tienda conmigo, y en las chozas que yo construía, pero nunca lo adorné con ropas o sombreros o gafas de sol y esas cosas. De hecho, nunca hice eso con el primer perro que tuve de adulto, Man Ray. Nunca lo vestí, hasta que un día lo hice", cuenta.
Cualquiera sea la razón, a nadie le preocupa que Wegman haga perrerías en las bellas artes.
El poeta Dante tenía a su Beatriz. Picasso tenía a su amante, Dora Maar, a la que pintó una y otra vez. Leonardo encontraba inspiración en la misteriosa sonrisa de Mona Lisa. Para el artista y fotógrafo de 62 años, William Wegman, su musa y modelo es un perro. O perros, para ser más precisos. Durante treinta años ha empleado ocho perros, transformando sus imágenes en algunas de las piezas de arte más icónicas de la última mitad del siglo 20. Han aparecido no solamente en museos de todo el mundo, sino también en carteles, tazones de café y camisetas.
"Primero fue Man Ray, y luego Fay Ray, que no son parientes, y Fay tuvo una camada de ocho, de los cuales utilicé solo tres, Chundo, Battie y Crooky, y luego Battie tuvo a Chip, que aparece en un montón de fotos porque es muy guapo. Luego Chip tuvo a Bobbin, y este tuvo a Penny, que es con el que estamos trabajando ahora", dice.
En 1970, Wegman, pintor y respetado artista conceptual, compró un cachorro Weimaraner de seis semanas, una raza de pelo corto plateado, criado originalmente para la caza. Wegman lo bautizó Man Ray, en honor al fotógrafo surrealista, y empezó a llevar a su mascota todos los días al estudio. Man Ray daba vueltas por el taller y se enredaba con los equipos. Estaba claro que quería hacer algo. Así que Wegman lo hizo posar para su cámara. Así nació una de las carreras de modelaje más largas y prolíficas en la historia de la moda.
Man Ray se hizo conocido por su cómica e inexpresiva mirada. En una fotografía titulada ‘Empolvado' [Dusted], el perro está sentado estoicamente en un espacio negro mientras le echan polvo encima, convirtiéndolo en blanco. Wegman usó harina, que se convierte en un bello incandescente cuando la capta la luz.
Man Ray murió en 1982. Después de llorarlo durante cinco años, Wegman volvió a colaborar con perros. Utilizó una cámara Polaroid de 20 por 24 centímetros para hacer grandes retratos de Faye Ray vestida como la malvada madrastra en Cenicienta para un libro para niños, y su vástago Chundo hizo de Príncipe Azul, con una peluca empolvada. A pesar de las complejas presentaciones, Wegman insiste en que él no sobrecarga a sus modelos.
"La mayor parte de lo que hago no es muy diferente a poner una manta sobre un caballo. Sabes que no llevan la ropa puesta, realmente, que la ropa está frente a ellos, y que se vean caminando parados sobre sus patas traseras es una ilusión. Están sentados en sillas y son sillas elevadas. Encontré algunos trucos para hacerlos verse diferentes. Por ejemplo, necesitaba que un perro se viera malo. Pero era un perro encantador, feliz, y descubrí que si me alejaba a cierta distancia, si me alejaba él empezaría a ponerse bizco, y si el camarógrafo se colocaba cerca de él, en la foto se vería como demoníaco", dijo.
Uno se pregunta si los perros han sido siempre los mejores amigos de William Wegman, y si tuvo un perro cuando era niño. Su primer perro se llamaba Wags, un chucho que vivió 21 años. "Yo era un niño de campo, al oeste de Massachusetts. Él salía a pescar conmigo, y a acampar, y dormía en la tienda conmigo, y en las chozas que yo construía, pero nunca lo adorné con ropas o sombreros o gafas de sol y esas cosas. De hecho, nunca hice eso con el primer perro que tuve de adulto, Man Ray. Nunca lo vestí, hasta que un día lo hice", cuenta.
Cualquiera sea la razón, a nadie le preocupa que Wegman haga perrerías en las bellas artes.
21 de marzo de 2006
©voanews
©traducción mQh
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