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policía y milicias llevan a iraq al caos


[Dexter Filkins] Las milicias privadas de los partidos chiíes del gobierno implementan una sanguinaria campaña de asesinatos.
Bagdad, Iraq. Incluso en un país acosado por los asesinatos y la muerte, la Brigada Nº16 representaba una nueva frontera. La brigada, una fuerza de mil hombres formada por el ministerio de Defensa iraquí a principios de 2005, fue encargada de custodiar un tramo de los oleoductos que pasan por el distrito de Dawra el sur de Bagdad. Fuertemente armados y apenas controlados, algunos miembros de la brigada, de mayoría sunní, formaron un escuadrón de la muerte que cooperó con los rebeldes y ejecutó gente que colaboraba con el gobierno, dicen funcionarios iraquíes.
"Estaban matando a gente inocente, a cualquiera que estuviera asociado con el gobierno", dice Hassan Thuwaini, director del cuerpo de protección del ministerio del Petróleo.
Cuarenta y dos miembros de la brigada fueron detenidos en enero, de acuerdo a funcionarios del ministerio del Interior y al departamento de policía de Dawra.
Desde entonces, dicen funcionarios iraquíes, pistoleros individuales han confesado que llevaron a cabo decenas de asesinatos, incluyendo el homicidio de su propio jefe, el coronel Mohsin Najdi, que había amenazado con denunciarlos.
Algunos de los hombres asignados a la custodia del oleoducto, dicen los funcionarios, tenían vínculos con importantes grupos de la resistencia iraquí. Oficiales americanos e iraquíes han estado tratando, durante meses, de localizar a los escuadrones de la muerte, tratando de desenmascarar a los sunníes que operaban al interior del ministerio del Interior controlado por los chiíes.
Pero la Brigada 16 era diferente. A diferencia de las otras, la Brigada 16 era un grupo sunní, acusado de matar a chiíes. Y no era, como las otras, parte de la policía iraquí y ni siquiera del ministerio del Interior. Era controlada por un ministerio iraquí totalmente diferente.
Así es el país que han heredado el sábado los nuevos líderes iraquíes. El precipitado proyecto, respaldado por los estadounidenses, de armar a decenas de miles de soldados y oficiales iraquíes, junto con la incapacidad de reprimir a casi la misma cantidad de milicianos armados, ha creado toda una galaxia de grupos armados, cada uno con sus propias lealtades y programa, que están llevando rápidamente al país hacia el caos.
En realidad, la Brigada 16 es un modelo de cómo la violencia arbitraria del gobierno se ha extendido más allá de los rangos de la fuerza policial chií y del ministerio del Interior y abarca ahora a otros ministerios de gobierno, milicias privadas y gente en las más altas posiciones del gobierno chií.
A veces las líneas entre una fuerza de gobierno y otra -y entre la policía y las milicias- son tan borrosas que es imposible determinar quiénes son los asesinos.
"Nadie sabe quién es quién", dice Adil Abdul Mahdi, uno de los vice-presidentes de Iraq.
Los grupos armados que operan en Iraq incluyen no solamente los 145 mil agentes y comandos de policía reconocidos oficialmente que han llamado la atención por sus extensas violaciones de derechos humanos. También incluyen a miles de guardias y milicianos armados: algunos chiíes, otros sunníes; algunos, como el Servicio de Protección de Instalaciones de 145 mil miembros, que operan con respaldo oficial, y algunos, como la milicia chií Báder, que realiza operaciones con el respaldo tácito del gobierno, y que a veces utiliza incluso uniformes oficiales.
Algunos de estos grupos armados, como el ejército y la policía iraquíes, a menudo realizan misiones legítimas para combatir la delincuencia y la resistencia. Otros, como los miembros de otra milicia chií, el Ejército Mahdi, se especializan en torturas, asesinatos, secuestros y ajustes de cuentas por encargo de partidos políticos.
La represión de los ejércitos, oficiales y privados de Iraq es la tarea más urgente que deben asumir los nuevos líderes de Iraq. En discursos y conversaciones privadas, el primer ministro Nuri Kamal al-Maliki dice que intentará tomar medidas drásticas contra los escuadrones de la muerte dentro del gobierno de Iraq, y para desarmar a las milicias que actúan como brazos armados de los partidos políticos iraquíes.
Eso presagia una terrible guerra política, que se extiende más allá de los agentes de la policía del ministerio del Interior y de los paramilitares. Se avecina una lucha más grande y posiblemente más decisiva para desarmar a la miríada de otros grupos armados, incluyendo milicias chiíes, la mayoría de ellas controladas por los partidos chiíes que conforman el nuevo gobierno.
El resultado de la lucha tiene implicaciones de más largo alcance para el futuro de Iraq, a medida que oficiales iraquíes y estadounidenses tratan de poner freno a los abusos que amenazan con empujar al país hacia una guerra religiosa que obstaculizará la lucha del gobierno contra la resistencia sunní.
"Creo que ahora tienen pruebas sobre quiénes son responsables de la mayoría de los asesinatos", dijo un funcionario estadounidense en Bagdad, que no está autorizado a hacer declaraciones públicas. "Ahora, hacer lo que se debe hacer es una cuestión de voluntad política".
"Todavía no la he visto", dijo el funcionario.

Asesinos Sin Uniforme
Todas las semanas madres y esposas en los barrios sunníes de Bagdad confluyen masivamente en la improvisada oficina de derechos humanos del Partido Musulmán Iraquí, con historias de torturas, secuestros y asesinatos a manos de las fuerzas de seguridad del gobierno.
La mayoría de las historias se repiten de un modo espantosamente similar: un grupo de iraquíes con uniformes oficiales llega a la casa de una familia sunní y se llevan a un joven. La familia encontrará su cuerpo algunos días después, arrojado en una acequia, o en la morgue de la ciudad.
"Es el ministerio del Interior", dice Omar al-Jabouri, que dirige aquí la oficina de derechos humanos del Partido Musulmán. Algunos de los nuevos líderes iraquíes, incluyendo a su vice-presidente sunní Tariq al-Hashemi, están llamando a purgar completamente el ministerio del Interior, diciendo que hay "miles" de agentes corruptos y brutales que deben ser despedidos si acaso el gobierno quiere recuperar la confianza de los sunníes de Iraq.
"¿Me preguntas quién está haciendo estas cosas?", dice Hashemi. "La policía, las milicias, los partidos políticos -no sabemos. Pero son criminales. En las zonas sunníes no tenemos ninguna confianza en ellos".
Es imposible saber cuántas unidades infiltradas existen entre los 145 mil agentes de policía, comandos y otros agentes que operan en el ministerio, la mayoría de ellos adiestrados bajo supervisión estadounidense.
Esa incertidumbre yace en el corazón de la lucha política que está adquiriendo forma en Bagdad: líderes sunníes y chiíes difieren fundamentalmente sobre la naturaleza y alcance del problema, lo que lo hace más difícil de solucionar.
Dirigentes de la coalición chií, el partido más grande en el nuevo gobierno, dicen que las protestas contra las fuerzas de seguridad, así como contras sus propias milicias, están siendo exageradas por motivos políticos. Dicen que se opondrán a cualquiera reforma del ministerio del Interior.
Los atentados con coches-bomba y los atentados suicidas han descendido en Bagdad en los últimos meses, y los dirigentes chiíes dicen que una purga a gran escala del ministerio del Interior, o la recontratación de los agentes despedidos tras la caída de Saddam Hussein probablemente daría nueva vida a la resistencia.
"Están protestando porque ellos están haciendo su trabajo", dijo el vice-presidente chií Mahdi, sobre las fuerzas de seguridad. "Estamos en guerra".
En realidad, para los principales dirigentes chiíes de Iraq las quejas sobre el ministerio del Interior desvían la atención del problema mucho mayor que forman los escuadrones de la muerte sunníes, que son formados por gente llamada taqfiris, la palabra árabe que describe a alguien que persigue a los apóstatas y transgresores de la fe. Ahora designa a los rebeldes que asesinan a chiíes. En esta formulación, los chiíes del ministerio del Interior están simplemente haciendo lo que los rebeldes sunníes están haciendo contra los chiíes desde abril de 2003.
"El problema son los partidarios de Saddam y los taqfiris", dice Abdul Aziz Hakim, el líder del Consejo Supremo para la Revolución Islámica de Iraq, uno de los principales partidos chiíes en el gobierno. "Esos grupos están cometiendo genocidio contra el pueblo chií".

Unidades Sospechosas
Bayan Jabr, que hasta el sábado fue ministro del Interior, escucha las quejas sobre sus fuerzas y las desecha con un ademán.
"Son sólo rumores", dice Jabr, con una sonrisa.
Con una rápida sonrisa y una debilidad por los trajes informales de color azulete, Jabr no parece un personaje diabólico. Hombre de negocios y ex editor de un diario, se retrata a sí mismo como un hombre humilde haciendo un trabajo desagradable.
"Este trabajo no me interesa personalmente", dice Jabr. "Este trabajo no corresponde con mi naturaleza. Cualquier cosa relacionada con el comercio o los negocios sería mucho mejor".
Fue Jabr quien presidió el rápido crecimiento de las fuerzas de seguridad iraquíes, y ha sido el blanco de gran parte de las críticas de los políticos sunníes. Es un importante miembro del partido Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Iraq, que cuenta con una milicia propia, la Brigada Báder. Él mismo fue uno de sus comandantes.
Después de asumir el cargo en el ministerio del Interior en la primavera pasada, expulsó a más de 170 funcionarios que habían sido contratados por el gobierno iraquí previo, de inclinación laica. E incorporó los primeros miles de pistoleros de la Brigada Báder a las filas de la policía.
Los sunníes acusan a Jabr de permitir que la fuerza policial, en gran parte chií, tenga carta blanca en los barrios sunníes. Funcionarios estadounidenses pensaron que esa era una visión exagerada de Jabr; lo describen como un hombre de buenas intenciones que perdió el control de su ministerio. Por ejemplo, señalan, cientos y posiblemente miles de pistoleros de la milicia chií Ejército Mahdi, rival de la milicia Brigada Báder del propio ministro y leal al clérigo renegado Moqtada al-Sáder, también se han infiltrado en las fuerzas policiales en todo el país.
Aunque reconocen los publicitados casos de asesinatos y torturas dentro del ministerio del Interior, oficiales americanos dicen que la mayor parte de las atrocidades son cometidas por un pequeño número de renegados dentro del gobierno, o por grupos, como las milicias, que no son controladas por el gobierno iraquí.
"La magnitud del problema está básicamente en un par de brigadas", dijo un oficial norteamericano que habló a condición de conservar el anonimato, debido a lo delicado de la materia.
El funcionario, que trabaja estrechamente con el gobierno iraquí, dijo que creía que había un grupo dentro del ministerio del Interior que era responsable de muchas de las atrocidades: el Batallón 28, cuya misión oficial es encargarse de la seguridad del ministerio mismo.
El funcionario estadounidense no especificó de qué atrocidades era culpable el batallón. "Estamos muy preocupados", dijo el funcionario. "Forman el núcleo del escuadrón de la muerte".
El funcionario no quiso entrar en más detalles. Políticos americanos e iraquíes coinciden en que el tema de los elementos delictivos que operan dentro del ministerio es un tópico delicado, especialmente debido a que están intentando introducir a políticos sunníes en el gobierno. Algunos rehusaron hablar sobre el Batallón 28, mientras otros, como Jabr, dijeron que no habían oído nada.
En una entrevista en su oficina en la Zona Verde antes de su nombramiento como ministro de Hacienda el sábado, Jabr parecía ansioso de demostrar que estaba al mando de su ministerio; en un momento hizo circular un álbum de fotos con confesiones de los rebeldes. Eran todos sunníes.
Según Jabr, las fuerzas controladas por el ministerio del Interior cubren solamente un 25 por ciento de Bagdad; los ejércitos iraquí y americano cubren el resto.
"¿Por qué hablamos solamente del ministerio del Interior?", dijo Jabr. "El problema es la lucha contra los terroristas. Sólo somos una pequeña parte de los que luchamos contra ellos".
En realidad, las posibilidades de que el gobierno patrocine la violencia son enormes: aparte de la policía y los comandos del ministerio del Interior, aproximadamente 177 mil soldados son adiestrados y equipados por el ejército iraquí. Hay más de 50 mil guardias de seguridad privados, la mayoría de ellos armados, recorriendo el país. Otros 145 mil hombres están asignados para proteger la infraestructura de Iraq.
Cada una de estas unidades, dijo Jabr, puede ser infiltrada por los rebeldes o cometer atrocidades contra civiles iraquíes, sin que se enteren los niveles más altos del gobierno.
"Yo no soy responsable de esa gente", dijo Jabr sobre las otras fuerzas iraquíes. "Eso no lo controlo yo. Están fuera de mi control".
Jabr ofreció un ejemplo: hace dos semanas, sus hombres detuvieron a un equipo de guardaespaldas que protegían a una persona que Jabr describió solamente como un "funcionario iraquí muy importante". Los guardaespaldas, dijo Jabr, estaban utilizando tarjetas de identificación del gobierno y posiciones oficiales para participar en una banda de secuestradores y un escuadrón de la muerte.
El alto funcionario iraquí, dijo Jabr, aparentemente no sabía lo que estaban haciendo sus guardaespaldas. "Dijeron: ‘Lo mandamos a casa', refiriéndose a su patrón, ‘y entonces hacemos nuestras cosas'".
Jabr dijo que delincuentes y terroristas se hacían pasar a menudo por agentes de policía, llevando uniformes que pueden ser comprados en los mercadillos.
Una mujer, entrevistada en el barrio bagdadí de Ur, dijo que un grupo de ocho hombres con uniformes del ejército iraquí pararon en una calle secundaria cerca de su casa y aparcaron sus dos coches, un todoterrenos negro y un sedán blanco, a principios de mes. Desde el todoterrenos negro, dijo la mujer, los hombres con uniformes del ejército empujaron fuera a un pasajero con los ojos vendados que parecía estar vivo todavía y lo metieron en el maletero del sedán. Entonces los hombres se sacaron sus uniformes, los arrojaron en los vehículos y se marcharon.
La mujer, cuyo nombre no fue hecho público para protegerla de posibles represalias, dijo que nunca volvió a ver a los hombres.
"Eran terroristas", dijo la mujer. "Es una situación terrible".

Pequeños Ejércitos de los Ministerios
Mientras los sunníes apuntan al ministerio del Interior, políticos chiíes se muestran indignados con el Servicio de Protección de Instalaciones, una fuerza de 145 mil hombres distribuidos en 27 ministerios iraquíes, cada uno con sus propios objetivos. Los agentes, dicen funcionarios iraquíes, están a disposición de cada ministro.
"Ahora hay entre siete y quince mil hombres en cada ministerio, que portan armas y tarjetas oficiales de identificación", dijo Hakim, el líder chií. "Están bajo el mando de los ministerios. Algunos de ellos han cometido muchos crímenes".
Una de las fuerzas más numerosas está asignada el ministerio del Petróleo, que mantiene 20 mil tropas para proteger las refinerías y otras partes de la infraestructura petrolera del país.
De acuerdo al director de la fuerza, Thuwaini, la primera fuerza policial paramilitar de 16 mil miembros fue formada a toda prisa de modo arbitrario por un firma consultora británica que ni adiestró a los hombres ni revisó sus antecedentes ni sus lazos con los servicios de seguridad de Hussein.
"La firma británica contrató a gente al azar, sin adiestramiento -eran oportunistas", dijo Thuwaini, un funcionario público chií que no es miembro de ningún partido. Se encargó de la fuerza de protección del petróleo en julio de 2005. "Esa es la fuerza que queremos sobrevivir ahora".
El Servicio de Protección de Instalaciones fue formado en 2003 con sólo cuatro mil hombres para proteger partes esenciales de la infraestructura iraquí, como centrales eléctricas y refinerías de petróleo. Cuando los rebeldes intensificaron sus ataques, y los estadounidenses necesitaban tener libres sus tropas para la guerra, el servicio se expandió rápidamente. De agosto de 2004 a enero de 2005, el número de hombres en el servicio aumentó de cuatro mil, a sesenta mil.
La persona que supervisó esa expansión fue B.J. Turner, un consultor de 64 años, de Florida. Turner dijo que él era el único estadounidense asignado al proyecto durante los primeros meses. Los guardias del Servicio de Protección de Instalaciones recibieron tres día de adiestramiento solamente y la mitad del salario normal de los agentes de policía. No tenían autoridad para detener a nadie.
"En realidad a esa gente la adiestramos a veces, y les hacíamos disparar una o dos veces", dijo Turner. "Eso era porque no teníamos más municiones".
Una vez que los ministerios empezaron a pagar sus salarios, dijo Turner, las unidades individuales del Servicio de Protección de Instalaciones se convirtieron en ‘pequeños ejércitos', leales a los ministros que les pagaban.
El mes pasado, un inspector general asignado para revisar los programas americanos, dio a conocer una auditoría de los 147 millones de dólares del programa del Servicio de Protección de Instalaciones. El informe dice que los auditores no fueron capaces de determinar hechos básicos como cuántos iraquíes fueron adiestrados, cuántas armas se compraron y dónde habían terminado los equipos.
De los 21 mil guardias que se suponía que habían sido adiestrados para proteger instalaciones petroleras, por ejemplo, probablemente sólo 11 mil recibieron adiestramiento, dice el informe. y de los 9.792 rifles automáticos comprados para estos guardias, los auditores sólo pudieron trazar 3.015.
Los estadounidenses no controlan el Servicio de Protección de Instalaciones. Tampoco los controla ninguna autoridad central en el gobierno iraquí.

Oleoductos en Peligro
Por más que Thuwaini se desespere sobre los hombres bajo su mando, reservó sus críticas más duras para las unidades de protección de los oleoductos bajo control del ministerio de Defensa. Una de esas unidades era la Brigada 16, que él y otros funcionarios iraquíes dijeron que funcionaba como un escuadrón de la muerte en Dawra.
Thuwaini dijo que había por lo menos otras tres brigadas operando en Iraq, que similarmente estaban fuera de todo control: las Brigadas 9, 10 y 11 de las fuerzas de protección de los oleoductos del ministerio de Defensa. Esos tres grupos, dijo Thuwaini, parecen estar cooperando con los rebeldes, a menudo permitiéndoles destruir los oleoductos.
El general de división Mahdi al-Gharawai, un importante oficial en el ministerio del Interior, dijo que él no tenía información específica sobre las Brigadas 9, 10 y 11. Pero dijo que las unidades iraquíes asignadas para la custodia de los oleoductos eran consideradas ampliamente como inútiles. "La mayoría de esas brigadas de protección de los oleoductos son corruptas y tienen lazos con los rebeldes", dijo el general Gharawai.
Entre las responsabilidades asignadas a los hombres de Thuwaini está la protección de la refinería de petróleo de Dawra. Eso, dijo Thuwaini, era una buena cosa.
"Si esos tipos custodian la refinaría", dijo sobre las unidades del oleoducto del ministerio de Defensa, "querrá decir que sufrirá sabotajes en cualquier momento".
Reducir la violencia en Iraq, dicen funcionarios americanos, significa disolver las milicias privadas que recorren las calles de la mayoría de las ciudades. Eso incluye la Brigada Báder y el Ejército Mahdi, ambas aliadas al gobierno chií.
Funcionarios americanos e iraquíes dicen que creen que la Brigada Báder es responsable del asesinato de cientos y posiblemente de miles de baazistas después de la caída de Hussein. La milicia fue formada a principio de los años ochenta, y adiestrada en Irán, donde muchos políticos chiíes vivieron en exilio durante el gobierno de Hussein.
El Ejército Mahdi, una milicia informal que emergió después de la invasión estadounidense para apoyar a Sáder, ha montado dos insurrecciones armadas contra los norteamericanos y los gobiernos iraquíes respaldados por ellos.
Poco después de invadir Iraq, los estadounidenses pusieron fuera de la ley a las milicias, pero a pesar de muchas promesas, nunca las desarmaron.
Ahora los políticos chiíes dicen que ellos necesitan las milicias para protegerse a sí mismos de los rebeldes. Cuando la coalición chií asumió el poder la primavera pasada, Hakim, cuyo partido controla la Brigada Báder, anunció públicamente que las milicias continuarían.
En estos días, el Ejército Mahdi es la más temible milicia chií: después del atentado contra el santuario de Askariya en Samarra, en febrero, los pistoleros vestidos de negro de las milicias irrumpieron en los barrios mixtos de Bagdad y mataron a cientos de sunníes. Durante esos días caóticos, los militares americanos y la policía iraquí no hicieron nada para detenerlos.

¿Milicianos o Policías?
Pero enfrentarse a las milicias chiíes de frente es una tarea difícil y delicada.
Las dos -fuerzas de seguridad del gobierno, por un lado, y milicias privadas, por otro- son a menudo indistinguibles.
Muchos de los milicianos convertidos en agentes de policía, que llevan uniformes iraquíes y conducen vehículos iraquíes, ejecutan operaciones por orden de sus antiguos comandantes, a veces después del trabajo.
Saud Abdullah Obeid, 47, es un sunní que desapareció de su casa en Bagdad en el otoño pasado. Según su familia, Obeid fue secuestrado por un grupo de hombres con uniformes de comandos iraquíes que conducían camiones con distintivos del ministerio del Interior.
Poco después de que se lo llevaran, dijo la familia, fueron contactados por miembros del Ejército Mahdi, que pidieron un rescate por la liberación de Obeid. Oficiales iraquíes dijeron a la familia que Obeid estaba retenido en Mustafa Husseiniya, un bastión del Ejército Mahdi, cerca de Ciudad Sáder.
Los familiares de Obeid dijeron que sus amigos les prestaron 50 mil dólares que pasaron a un intermediario para que los entregara al Ejército Mahdi. Obeid no volvió a casa. En lugar de eso, su cuerpo apareció en la morgue de la ciudad, quemado con ácido. Le habían pegado, además, dos balazos en la boca.
"Se lo puedo decir yo, este gobierno es el Ejército Mahdi", dijo Abdullah Obeid, el hijo sobreviviente. "El gobierno hizo esto".
A fines del año pasado, un importante comandante americano dijo que unos soldados estadounidenses habían capturado a milicianos del Ejército Mahdi disfrazados de policías iraquíes, transportando prisioneros en coches policiales iraquíes para ser enjuiciados por uno de los tribunales fundamentalistas del Ejército Mahdi, que operan independientemente del gobierno y aplican la versión severa de las leyes musulmanas.
"Hay elementos extremistas de Báder y del Ejército Mahdi que usan sus posiciones en la policía para llevar a cabo operaciones contra la población sunní", dijo un oficial del ejército americano, que habló a condición de preservar su anonimato.

Prueba de Voluntad Política
Maliki, el nuevo primer ministro iraquí, ha dado los primeros pequeños pasos para tomar control de las milicias. Este mes, el gobierno decidió combinar las diferentes ramas de las fuerzas de seguridad en Bagdad y ponerlas todas bajo un control más estrecho y reducir la violencia religiosa.
La clave del plan de Maliki, de que las fuerzas de seguridad tengan un solo uniforme y una sola tarjeta de identificación, les permitirá, dicen políticos iraquíes, identificar a milicianos privados y agentes renegados dentro de las fuerzas de seguridad.
Maliki también viajó a Nayaf, la ciudad santa chií, para persuadir al gran ayatollah Ali al-Sistani, el líder religioso chií, de que se pronuncie contra las milicias.
"Las armas deben portarlas solamente las fuerzas de gobierno", dijo en su declaración el ayatollah Sistani. Sin embargo, a pesar de su autoridad moral, es improbable que las milicias se desbanden solamente por sus palabras.
Maliki dijo que quería implementar la ley de desmovilización de las milicias decretada por L. Paul Bremer III, que dirigió al Autoridad Provisional de la Coalición que gobernó Iraq hasta junio de 2004.
Pero ni él ni los gobiernos iraquíes subsecuentes la implementaron. El plan de Bremer exige que los milicianos sean dispersados en las fuerzas de seguridad de modo que se desmantelen sus viajes unidades y cadenas de comando.
En enero, jefes militares estadounidenses dijeron que desplegarían más de dos mil militares para trabajar directamente con agentes iraquíes, un aumento de cuatro veces.
Desbandar las milicias significa enfrentarse a los partidos que las controlan, y esos partidos controlan el gobierno. El Consejo Supremo, que controla la Brigada Báder, tiene 30 escaños en el nuevo parlamento; Sáder, que controla al Ejército Mahdi, tiene 31 escaños.
Los dos partidos se muestran reluctantes a desbandar sus fuerzas, aunque sólo fuese porque el gobierno es incapaz de garantizar su seguridad.
"Nosotros no creemos que el problema de Iraq sean las milicias", dijo Mahdi, el vice-presidente. "La gente tiene que defenderse a sí misma".
A fin de cuentas, si el gobierno iraquí y sus patrocinadores americanos son capaces de refrenar a las fuerzas de seguridad dependerá probablemente, más que nada, de la voluntad política. Sobre ese punto, iraquíes y estadounidenses no se ponen de acuerdo.
Algunos jefes militares estadounidenses dicen que una confrontación con Sáder y su milicia es probablemente inevitable. Pocos políticos iraquíes concuerdan públicamente con esta posición.
Sin embargo, el dilema para estadounidenses e iraquíes parece claro. Sin enfrentarse a Sáder, hay pocas expectativas de limpiar a la policía o al Ejército Mahdi. Pero, habiéndose enfrentado a dos alzamientos armados de Sáder en el pasado, los americanos no parecen ansiosos de enfrentarse a las consecuencias políticas que podría acarrear otra insurrección.
Por su parte, los americanos, al menos en privado, esperan que los iraquíes tomen la iniciativa.
"Tienen que empezar sentando algunos ejemplos", dijo un funcionario estadounidense en Bagdad sobre el gobierno iraquí. "Pero está claro que no lo están haciendo".
"No están haciendo nada", dijo el funcionario. "Cero".


John F. Burns, Qais Mizher, Khalid al-Ansary y Ali Adeeb contribuyeron desde Bagdad al reportaje de este artículo y David Rohde desde Nueva Yorl.

23 de mayo
©new york times
©traducción mQh
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1 comentario

El Enigma -

... y no e ve para cuando acabar.

Saludos

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra