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contrabando en umm qasr


[James Glanz] La marina iraquí: 25 embarcaciones para hacer frente al contrabando y al terrorismo.
Umm Qasr, Iraq. En este puerto del Golfo Pérsico, de lejos el más grande e importante de Iraq, las deformes realidades de la vida y el comercio en Iraq se mezclan con las realidades refrescantemente ordinarias que gobiernan al resto del mundo.
El comodoro Thamir Nasser y las fuerzas navales iraquíes que dirige, por ejemplo, se encargan de la tarea policial de interceptar a contrabandistas que tratan de escapar con cargas de diesel, petróleo crudo, televisiones, corderos e incluso manadas de camellos iraquíes, que cree que son altamente valorados debido a que no solamente son especialmente pacientes sino además extraordinariamente baratos. Persigue a piratas de poca monta y ha matado a montones de ellos en enfrentamientos.
Pero cuando el Comodoro Thamir, como se le conoce, recorre el puerto en uno de las pequeñas lanchas de aluminio que constituyen gran parte de la marina de este hombre, dice que una de sus tareas más duras es tratar con la Guardia Costera Iraquí. Como la policía iraquí, la guardia costera es controlada por el ministerio del Interior y se cree ampliamente que está infiltrado por milicias locales con poco interés en frenar el contrabando.
"Son una operación aparte", dijo el Comodoro Thamir, apuntando impotente hacia las aguas continentales donde termina su autoridad y empieza la de la guardia costera.
Tan separadas, dijo el capitán de corbeta Bryan White, un oficial americano que asesora a la marina iraquí, que ha encontrado más fácil coordinar operaciones conjuntas con las fuerzas marítimas de Kuwait, justo al sur de aquí, que con la guardia costera iraquí. "Me desconcierta", dijo el comodoro White.
Así son las cosas en este puerto que se suponía que debía caer en las primeras horas de la invasión de 2003, pero que fue defendido durante días antes de sucumbir y convertirse en el puerto de entrada más importante del país para provisiones de ayuda humanitaria como arroz y trigo. El puerto, a unos 50 kilómetros por una sinuosa cala desde el golfo, sigue siendo crucial para el aprovisionamiento tanto de los mercados iraquíes como de los proyectos de reconstrucción estadounidenses.
La ambigua imagen de Umm Qasr se consolidó temprano en el conflicto cuando el ministro de Defensa británico, Geoff Hoon, comparó la ciudad con el exclusivo puerto británico de Southampton. A lo que un soldado británico no identificado replicó: "No hay cerveza, no hay prostitutas y la gente nos dispara. Se parece más Portsmouth".
Ahora, tras meses de relativa calma, han aumentado en todo el sur las sofisticadas bombas improvisadas y los asesinatos de iraquíes que trabajan con occidentales, mientras que el puerto mismo se ha convertido en un lugar de peligro, corrupción, ajetreo comercial e intriga.
De muchos modos, Umm Qasr se ve como cualquier puerto de mar del mundo. Una larga hilera de grúas gigantes descargan cargueros pintados con nombres poco llamativos, como Tatyana, Marblue y Explorer I.
Tramos desiguales de asfalto, enormes elevadores de granos y largas hileras de almacenes flanquean los muelles, que están salpicados de pilas de sacos de arpillera rellenos con cemento importado, neveras empaquetadas, hornos microondas, reproductores de DVDés y televisores. Choferes de camión árabes dormitan o están agachados a la sombra de remolques mientras esperan su turno para recoger la carga y marcharse hacia el norte.
Pero en Umm Qasr gran parte del cargo no se puede mover ni un milímetro sin sobornar a los operadores de grúas y otros trabajadores portuarios, dice Najm Sager, el enlace entre la Autoridad Portuaria Iraquí y la embajada de Estados Unidos que piensa que, de momento, lo único que está garantizado en el puerto es la corrupción.
Debido a los bajos salarios que se paga al trabajador portuario promedio, dijo Sager, "les estás diciendo: ‘Roben'".
"Es por eso que piden ‘propina'", dijo Sager, un poco eufemísticamente. Agregó que los salarios normalmente van de 150 a 250 dólares al mes, pero que un operador de grúa espera una ‘propina' normal de unos cincuenta dólares por trabajo.
La delincuencia en los muelles va más allá de la corrupción. Informes de la policía iraquí para 2006 muestran al menos media docena de asesinatos de trabajadores en los puertos del sur de Iraq.
Como el Comodoro Thamir, Sager se encontraba en la lancha de la excursión que fue organizada por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército norteamericano para mostrar proyectos de reconstrucción por un valor de 45 millones de dólares, los que incluyen una nueva zona de carga y trabajos en dos de las grúas más grandes.
El ajetreo a lo largo del muelle no se compara con los puertos de Nueva York o San Francisco en sus días de auge, y a pesar de la actividad comercial parece un poco somnoliento para ser el salvavidas de un país en guerra. El Marblue, que transporta cemento, se ve tan oxidado que parece estar abandonado. Las vías de ferrocarril que cruzan de un lado a otro el asfalto están abandonadas debido a los saboteadores en el norte que cortan constantemente las vías que conectan con Bagdad, haciendo imposible el uso de los trenes para el transporte de carga.
Sin embargo, para cualquier que busque signos de normalidad en Iraq, las cifras impresionarán. Cada semana entran al puerto entre 16 y 18 cargueros, que descargan unas 45 mil toneladas métricas de trigo, 11 mil toneladas de arroz, 55 mil toneladas de cemento y 30 mil toneladas de carga general.
Se necesitan entre cuatro mil y cinco mil camiones a la semana para transportar todos estos artículos fuera del puerto y distribuirlas en Iraq. Como consecuencia de todo ese tráfico, las tarifas del puerto que se recaudan en Umm Qasr han subido fuertemente de unos 600 mil dólares al mes a fines de 2004 a más de 2.5 millones de dólares ahora.
Pero esas tarifas son en su mayoría absorbidas en salarios, por magros que sean. En una costumbre que puede sonar familiar a oídos norteamericanos, la Autoridad Portuaria Iraquí cuenta con miles de trabajadores innecesarios, dice Sager, de modo que el dragado y la reconstrucción del puerto todavía depende del dinero americano. Un funcionario en el puerto que pidió permanecer anónimo, negó que hubiera trabajadores redundantes en la planilla de pago.
Y luego también hay piratas y contrabandistas. El Comodoro Thamir, 44, cuyo título iraquí oficial es comandante de operaciones, no tiene mucho trabajo, considerando que su marina operativa entera consiste de diez lanchas de aluminio, cada una de cinco metros; cinco lanchas patrulleras chinas, de doce metros de largo; y diez botes.
Pero el Comodoro Thamir, nativo de Basra al sur del país, que estudió en la Academia Naval Real de Gran Bretaña en Dartmouth, Inglaterra, y sirvió en la armada de Saddam Hussein, dice que con las lanchas rápidas tiene todo lo que necesita para cuando se recibe un dato o un llamado de emergencia.
"Cincuenta nudos", dice, hablando de la velocidad de las lanchas rápidas, que fueron un obsequio de los Emiratos Árabes Unidos. "Son suficientemente rápidas como para capturar a cualquiera".
Y los ha capturado. Tres veces sus marinos y marines han dado caza y matado a piratas que toman los barcos por abordaje aquí y a menudo golpean a los miembros de la tripulación para que revelen dónde guardan el dinero y los objetos valiosos. Sus marines han capturado a sospechosos de terrorismo en el ferry local.
Ha sorprendido pequeñas lanchas en el mar mientras transferían diesel robado a embarcaciones más grandes con destino a diversos puntos en el sur a lo largo de la costa del Golfo Pérsico. En una serie de comunicaciones por e-mail, el comandante White, que es agente ejecutivo del programa de supervisión y reconstrucción británico-estadounidense llamado el Equipo de Transición Naval, confirmó la versión del comodoro.
El comandante White dijo que las fuerzas de seguridad naval, que son parte del ministerio de Defensa, hacen frente a los mitos retos de adiestramiento y equipos que el ejército iraquí. "Pero si nos fuéramos hoy, la marina iraquí podría controlar este lugar".
Se ponga esta predicción a prueba o no, el Comodoro Thamir y su amigo Sager parecían muy interesados en bromear sobre el transporte de camellos de contrabando que había interceptado la marina.
"A los árabes les gustan los camellos", dijo el comodoro tratando de mantenerse serio cuando se le preguntó por qué un contrabandista intentaría un transporte de ese tipo de carga.
"Los camellos y borregos iraquíes son muy solicitados", dijo Sager, y los dos se echaron a reír. "Y son baratos".

Sabrina Tavernise contribuyó al reportaje desde Bagdad.

1 de julio de 2006
©new york times
©traducción mQh
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