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traición y propaganda enemiga


[Eugene Volokh] Acusar al estadounidense Adam Gadahn por conspirar con al Qaeda puede ser una tarea difícil para los agentes federales.
Un ciudadano estadounidense transmite propaganda para el enemigo, con la intención de ayudar a la derrota de Estados Unidos. El gobierno acusa al ciudadano de traición. Esa es la historia sobre Adam Gadahn que venía en los diarios del jueves -pero es también la historia de Tokyo Rose, Axis Sally y otros estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial.
Gadahn, que se crió en el condado de Orange, se ha convertido en un portavoz de al Qaeda, haciendo videos donde se llama a los soldados estadounidenses a desertar y se alienta a otros a unirse a al Qaeda. Del mismo modo, hace sesenta años, varios ciudadanos norteamericanos ayudaron a Axis a producir programas radiales con el fin de minar la moral de los soldados estadounidenses. Fueron procesados por traición y condenados.
El más famoso, que estuvo asociado a las transmisiones de Tokyo Rose, fue más tarde exonerado y finalmente indultado, pero el principio legal establecido en esos casos se mantuvo. En palabras de un tribunal, "colaborar con el enemigo en la realización de un programa de guerra psicológica diseñado... para socavar la capacidad bélica de Estados Unidos" -incluso si el programa es un fracaso- puede ser considerado traición.
El caso contra Gadahn parece sólido. La constitución define la traición estrechamente, como "librar una Guerra contra Estados Unidos, o adherir a sus Enemigos, proporcionándoles Ayuda y Auxilio"; los tribunales dejaron en claro que "adherir" al enemigo significa colaborar conscientemente con la causa del enemigo. Pero Gadahn satisface esta definición estrecha. Debido a que la propaganda ha sido durante largo tiempo una herramienta bélica, conspirar con el enemigo para ayudarlo a reclutar o desmoralizar es igual de punible que ayudarlo a construir una bomba.
Además, este principio se aplica a la guerra contra al Qaeda tanto como a la guerra contra el Eje. Las leyes norteamericanas han reconocido hace mucho tiempo que la guerra puede no ser solamente una guerra de unas naciones contra otras, sino conflictos entre grupos armados, tales como rebeldes internos o tribus indias. La guerra con una organización terrorista transnacional -especialmente una que también colabora con los restos de los antiguos regímenes afgano e iraquí- también es una guerra.
La traición puede ocurrir incluso en guerras que no son declaradas oficialmente (como en la Guerra Civil o en la Guerra de Corea) y, de cualquier modo, la Autorización para el Uso de Fuerza Militar que el congreso aprobó después del 11 de septiembre de 2001, cuenta como declaración de guerra, como ha afirmado el senador Joseph R. Biden Jr. (demócrata de Delaware), que redactó la autorización.
Algunos han argumentado que la Primera Enmienda protege incluso la propaganda a favor del enemigo, y es verdad que la constitución en general protege las expresiones de hostilidad hacia Estados Unidos -incluso las destinadas a bajar la moral y a ayudar a nuestros enemigos. Sólo la apología que tiene como fin y es probable que cause inminentemente una conducta ilícita -no solamente la deserción o la traición en el futuro- es por lo general punible.
Pero Gadahn, como los propagandistas de los años cuarenta, no está solamente siendo procesado por expresar sus opiniones personales. Está acusado de haber participado en una conspiración con nuestros enemigos, una conspiración en la que el enemigo trata de matar a estadounidenses y Gadahn actúa como una herramienta del enemigo. Como lo dijo un tribunal de después de la Segunda Guerra Mundial, "Relacionarse con el enemigo" -en el sentido de estrecha colaboración, antes que solamente la expresión autónoma de simpatía- "cae completamente fuera de la protección de la Primera Enmienda".
Sin embargo, el gobierno puede tener dificultades de procedimiento con este caso. Es difícil probar la traición para la constitución: "Ninguna Persona será condenada por Traición a menos que se cuente con el Testimonio de dos Testigos del mismo Acto, o de una Confesión en un Tribunal abierto". Para condenar a Gadahn, el gobierno debe aprehender no solamente a él sino a dos testigos que puedan confirmar su participación en los videos, a menos que lo puedan convencer a él de que confiese ante un tribunal abierto. Con solo introducir los videos no será probablemente suficiente, porque la constitución exige testigos, no solamente evidencias tangibles o la declaración de personas que hayan visto videos suyos haciendo mensajes propagandísticos después del hecho.
Quizás un tribunal pueda concluir que, del mismo modo que las referencias de la constitución a "discurso" y "prensa" han sido interpretadas para incluir películas e internet, y del mismo modo que la autorización del documento de "Ejércitos" y "Marina" ha sido interpretada incluyendo a la fuerza aérea, la exigencia de "Testigos" debería adaptarse a la luz de los cambios tecnológicos para incluir a gente que haya visto el delito en video. Adaptar el texto constitucional a la luz de los cambios tecnológicos -en contraste con cambios sociales o ideológicos- es una técnica ampliamente aceptada, incluso entre jueces que normalmente se concentran en la significación original de la constitución.
Sin embargo, la facilidad con que los videos pueden ser adulterados, aconseja interpretar "Testigos" de modo estricto, y si se interpreta de este modo el término, el procesamiento de la traición exigirá testigos que hayan visto personalmente a Gadhan trabajando en la campaña propagandística.
Incluso si el gobierno no puede producir dos testigos, Gadhan todavía puede ser procesado por otro cargo: proporcionar apoyo material a los terroristas. Probar esta segunda acusación requiere solamente la prueba normal que resista la prueba de que esté más allá de toda duda razonable, sin necesidad de testigos directos. Pero los redactores de la constitución hicieron que la acusación de traición fuera deliberadamente difícil de probar, que debe ser la razón por la que nadie ha sido acusado de este delito en los últimos cincuenta años.

Eugene Volokh es profesor de derecho constitucional en la UCLA.

14 de octubre de 2006

©los angeles times
©traducción mQh
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