zimbardo sobre el mal
[Claudia Dreifus] Esperanza en el conocimiento de la capacidad universal para hacer el mal.
San Francisco, Estados Unidos. En la casa pareada de Philip G. Zimbardo aquí, las paredes están cubiertas de máscaras de Indonesia, África y el noroeste del Pacífico.
El doctor Zimbardo, psicólogo social y ex presidente de la Asociación Americana de Psicología, ha construido su reputación estudiando cómo la gente oculta lo bueno y malo de sí mismos y en qué condiciones se expresan una u otra inclinación.
Su Experimento de la Cárcel de Stanford en 1971, conocido como SPE en los libros de texto en ciencias sociales, mostró cómo el anonimato, el conformismo y el tedio podían ser utilizados para inducir conductas sádicas en estudiantes por lo general sanos. Hace poco, Zimbardo, 74, ha estado estudiando cómo decisiones políticas y opciones individuales condujeron a los abusos en la cárcel de Abu Ghraib en Iraq. El camino que lo llevó de Stanford a Abu Ghraib aparece descrito en su nuevo libro, ‘The Lucifer Effect: Understanding How Good People Turn Evil' [El efecto Lucifer: Entendiendo cómo la gente buena se vuelve mala] (Random House).
"Siempre he sentido curiosidad por la psicología de la persona detrás de la máscara, dice Zimbardo mientras muestra su colección. "Cuando alguien es anónimo, se le abre la puerta para todo tipo de conductas antisociales, como las del Ku Klux Klan".
Para los que nunca lo estudiaron en sus clases de psicología en primer año, ¿podría describir el experimento de la cárcel de Stanford?
En el verano de 1971, montamos una cárcel falsa en el campus de la Universidad de Stanford. Llevamos 23 voluntarios y los dividimos al azar en dos grupos. Era gente normal, estudiantes jóvenes. Les pedimos que se comportaran como ‘prisioneros' y ‘guardias' en el ambiente de una cárcel. El experimento debía durar dos semanas.
Pero al final del primer día, no había pasado demasiado. Pero al segundo día, hubo una rebelión de los prisioneros. Los guardias me preguntaron: "¿Qué hacemos?"
"Es vuestra cárcel", dije, advirtiéndoles contra el uso de la violencia física. Entonces los guardias empezaron a castigarlos psicológicamente, aunque también hubo abusos físicos.
En los días siguientes, los guardias se pusieron más sádicos, llegando a negar a los prisioneros alimento, agua y sueño, disparándoles con extintores de fuego, arrojando sus mantas al polvo, obligándoles a desnudarse y arrastrado a los rebeldes por el patio.
¿Qué mal se puso la situación? Los guardias ordenaron a los prisioneros a fingir sodomía. ¿Por qué? Porque estaban aburridos. El aburrimiento es un poderoso motivo para actuar mal. No tengo ni idea de si las cosas se pudieron volver todavía peor.
¿Cómo terminó el experimento?
A la quinta noche, mi antigua alumna Christina Maslach pasó a verme. Vio a los guardias colocando bolsas en la cabeza de los prisioneros, encadenando sus piernas y obligándolos a marchar. Chris se echó a llorar. "Si tú eres el tipo de persona que hace esto, no estoy segura de si quiero seguir teniendo algo que ver contigo", dijo. "Lo que le estás haciendo a esos chicos es terrible". Y pensé: "¡Dios mío, tiene razón!"
¿Cuál es la diferencia entre su estudio y los otros en Yale en 1961? Allá, el psicólogo social Stanley Milgram ordenó a sus voluntarios que aplicaran lo que ellos creían que eran dolorosas y posiblemente letales descargas, a completos desconocidos. La mayoría obedeció.
De muchas maneras, los estudios son soportes de nuestra comprensión del mal. Milgram cuantificó los pequeños pasos que toma la gente cuando hace mal. Mostró que una autoridad puede mandar a la gente a hacer cosas que pensaban que nunca harían. Yo quería llevar eso más lejos. El estudio de Milgram se concentraba en solo un aspecto de la conducta -la obediencia a la autoridad- en breves tomas de cincuenta minutos. El experimento, debido a que estaba programado que durara dos semanas, fue casi como un precursor de la reality television. Podías ver tipos de conducta hora tras hora, día tras día.
Aquí hay algo que es divertido. La primera vez que hablé en público sobre el experimento, Stanley Milgram me dijo: "Tu estudio me va a sacar todo el peso ético de mis espaldas. Ahora la gente va a decir que el tuyo es el estudio más poco ético, y no el mío".
Tras leer su libro, creo que usted vive con un sentimiento de culpa por organizar ‘el estudio más poco ético de la historia'.
Cuando lo examino retrospectivamente, pienso: "¿Por qué no puse antes fin a la crueldad?" Apartarse era contrario a mi formación y naturaleza.
Cuando me aparté como un indiferente científico experimentador, fui, en cierto sentido, empujado en el poder de la situación, tal como los prisioneros y los guardias.
¿Cuál fue su reacción cuando vio por primera vez las fotografías de Abu Ghraib?
Me impresionó, pero no estaba sorprendido. Por mi mente pasaron fotografías similares del experimento. Lo que me molestaba en particular era que el Pentágono responsabilizara de todo el asunto a "unas pocas manzanas podridas". Yo sabía, por nuestro experimento, que si pones manzanas buenas en una situación mala, se convierten en manzanas podridas.
Es por eso que acepté ser testigo para el sargento Chip Frederick, que finalmente fue sentenciado a ocho años por su participación en Abu Ghraib. Frederick era el reservista del ejército que fue encargado del turno nocturno en el Patio 1A, donde fueron maltratados los detenidos. Frederick dijo, franco: "Lo que hice era malo, y no entiendo cómo lo pude hacer".
¿Lo entiende?
Sí. La situación lo había corrompido totalmente. Cuando su unidad de reservistas fue asignada primero a custodiar Abu Ghraib, Frederick era exactamente como uno de nuestros simpáticos jóvenes en el experimento. Tres meses más tarde, era exactamente como uno de nuestros peores guardias.
¿No está usted absolviendo al sargento Frederick de la responsabilidad personal por sus acciones?
Usted tenía a la CIA, a los interrogadores civiles, a la inteligencia militar, diciendo a los reservistas del ejército: "Ablanden a estos detenidos para interrogarlos".
Ese tipo de vagas órdenes eran el equivalente de lo que yo dije a los guardias del experimento: "La cárcel es vuestra". En Abu Ghraib, tú no tienes superiores diciéndote: "Debéis hacer todas estas cosas terribles". Creo que las autoridades han creado un ambiente que autoriza a los guardias a actuar abusivamente -y un ambiente que les proporciona una excusa plausible.
Chip trabajó durante cuarenta días sin un solo descanso, en turnos de doce horas. El lugar estaba atiborrado, sucio, peligroso, bajo constantes bombardeos. Todo eso distorsiona la capacidad de juicio, de razonar moralmente. El quid del asunto es: Si vas a instalar un centro de interrogatorios secreto en medio de una zona de guerra, esto es lo que va a ocurrir.
Usted usa a menudo la frase "la situación", para referirse a las causas subyacentes de la mala conducta. ¿Qué quiere decir?
Esa conducta humana es más influida por cosas externas que internas. La "situación" es el entorno externo. El entorno interno son los genes, la historia de la moral, la formación religiosa. Hay veces en que las circunstancias externas nos pueden dominar y hacemos cosas que nunca pensamos que haríamos. Si no estás consciente de que estas cosas pueden ocurrir, el mal te puede seducir. Necesitamos inocularnos contra nuestro propia predisposición para el mal. Tenemos que reconocerlo. Solo así podremos cambiarlo.
¿No cree en lo que escribió Ana Frank en su diario: "Pese a todo, todavía creo que la gente, en el fondo, es realmente buena"?
Eso no es verdad. Algunos se convierten en monstruos, como la gente que la maltrató y mató.
El doctor Zimbardo, psicólogo social y ex presidente de la Asociación Americana de Psicología, ha construido su reputación estudiando cómo la gente oculta lo bueno y malo de sí mismos y en qué condiciones se expresan una u otra inclinación.
Su Experimento de la Cárcel de Stanford en 1971, conocido como SPE en los libros de texto en ciencias sociales, mostró cómo el anonimato, el conformismo y el tedio podían ser utilizados para inducir conductas sádicas en estudiantes por lo general sanos. Hace poco, Zimbardo, 74, ha estado estudiando cómo decisiones políticas y opciones individuales condujeron a los abusos en la cárcel de Abu Ghraib en Iraq. El camino que lo llevó de Stanford a Abu Ghraib aparece descrito en su nuevo libro, ‘The Lucifer Effect: Understanding How Good People Turn Evil' [El efecto Lucifer: Entendiendo cómo la gente buena se vuelve mala] (Random House).
"Siempre he sentido curiosidad por la psicología de la persona detrás de la máscara, dice Zimbardo mientras muestra su colección. "Cuando alguien es anónimo, se le abre la puerta para todo tipo de conductas antisociales, como las del Ku Klux Klan".
Para los que nunca lo estudiaron en sus clases de psicología en primer año, ¿podría describir el experimento de la cárcel de Stanford?
En el verano de 1971, montamos una cárcel falsa en el campus de la Universidad de Stanford. Llevamos 23 voluntarios y los dividimos al azar en dos grupos. Era gente normal, estudiantes jóvenes. Les pedimos que se comportaran como ‘prisioneros' y ‘guardias' en el ambiente de una cárcel. El experimento debía durar dos semanas.
Pero al final del primer día, no había pasado demasiado. Pero al segundo día, hubo una rebelión de los prisioneros. Los guardias me preguntaron: "¿Qué hacemos?"
"Es vuestra cárcel", dije, advirtiéndoles contra el uso de la violencia física. Entonces los guardias empezaron a castigarlos psicológicamente, aunque también hubo abusos físicos.
En los días siguientes, los guardias se pusieron más sádicos, llegando a negar a los prisioneros alimento, agua y sueño, disparándoles con extintores de fuego, arrojando sus mantas al polvo, obligándoles a desnudarse y arrastrado a los rebeldes por el patio.
¿Qué mal se puso la situación? Los guardias ordenaron a los prisioneros a fingir sodomía. ¿Por qué? Porque estaban aburridos. El aburrimiento es un poderoso motivo para actuar mal. No tengo ni idea de si las cosas se pudieron volver todavía peor.
¿Cómo terminó el experimento?
A la quinta noche, mi antigua alumna Christina Maslach pasó a verme. Vio a los guardias colocando bolsas en la cabeza de los prisioneros, encadenando sus piernas y obligándolos a marchar. Chris se echó a llorar. "Si tú eres el tipo de persona que hace esto, no estoy segura de si quiero seguir teniendo algo que ver contigo", dijo. "Lo que le estás haciendo a esos chicos es terrible". Y pensé: "¡Dios mío, tiene razón!"
¿Cuál es la diferencia entre su estudio y los otros en Yale en 1961? Allá, el psicólogo social Stanley Milgram ordenó a sus voluntarios que aplicaran lo que ellos creían que eran dolorosas y posiblemente letales descargas, a completos desconocidos. La mayoría obedeció.
De muchas maneras, los estudios son soportes de nuestra comprensión del mal. Milgram cuantificó los pequeños pasos que toma la gente cuando hace mal. Mostró que una autoridad puede mandar a la gente a hacer cosas que pensaban que nunca harían. Yo quería llevar eso más lejos. El estudio de Milgram se concentraba en solo un aspecto de la conducta -la obediencia a la autoridad- en breves tomas de cincuenta minutos. El experimento, debido a que estaba programado que durara dos semanas, fue casi como un precursor de la reality television. Podías ver tipos de conducta hora tras hora, día tras día.
Aquí hay algo que es divertido. La primera vez que hablé en público sobre el experimento, Stanley Milgram me dijo: "Tu estudio me va a sacar todo el peso ético de mis espaldas. Ahora la gente va a decir que el tuyo es el estudio más poco ético, y no el mío".
Tras leer su libro, creo que usted vive con un sentimiento de culpa por organizar ‘el estudio más poco ético de la historia'.
Cuando lo examino retrospectivamente, pienso: "¿Por qué no puse antes fin a la crueldad?" Apartarse era contrario a mi formación y naturaleza.
Cuando me aparté como un indiferente científico experimentador, fui, en cierto sentido, empujado en el poder de la situación, tal como los prisioneros y los guardias.
¿Cuál fue su reacción cuando vio por primera vez las fotografías de Abu Ghraib?
Me impresionó, pero no estaba sorprendido. Por mi mente pasaron fotografías similares del experimento. Lo que me molestaba en particular era que el Pentágono responsabilizara de todo el asunto a "unas pocas manzanas podridas". Yo sabía, por nuestro experimento, que si pones manzanas buenas en una situación mala, se convierten en manzanas podridas.
Es por eso que acepté ser testigo para el sargento Chip Frederick, que finalmente fue sentenciado a ocho años por su participación en Abu Ghraib. Frederick era el reservista del ejército que fue encargado del turno nocturno en el Patio 1A, donde fueron maltratados los detenidos. Frederick dijo, franco: "Lo que hice era malo, y no entiendo cómo lo pude hacer".
¿Lo entiende?
Sí. La situación lo había corrompido totalmente. Cuando su unidad de reservistas fue asignada primero a custodiar Abu Ghraib, Frederick era exactamente como uno de nuestros simpáticos jóvenes en el experimento. Tres meses más tarde, era exactamente como uno de nuestros peores guardias.
¿No está usted absolviendo al sargento Frederick de la responsabilidad personal por sus acciones?
Usted tenía a la CIA, a los interrogadores civiles, a la inteligencia militar, diciendo a los reservistas del ejército: "Ablanden a estos detenidos para interrogarlos".
Ese tipo de vagas órdenes eran el equivalente de lo que yo dije a los guardias del experimento: "La cárcel es vuestra". En Abu Ghraib, tú no tienes superiores diciéndote: "Debéis hacer todas estas cosas terribles". Creo que las autoridades han creado un ambiente que autoriza a los guardias a actuar abusivamente -y un ambiente que les proporciona una excusa plausible.
Chip trabajó durante cuarenta días sin un solo descanso, en turnos de doce horas. El lugar estaba atiborrado, sucio, peligroso, bajo constantes bombardeos. Todo eso distorsiona la capacidad de juicio, de razonar moralmente. El quid del asunto es: Si vas a instalar un centro de interrogatorios secreto en medio de una zona de guerra, esto es lo que va a ocurrir.
Usted usa a menudo la frase "la situación", para referirse a las causas subyacentes de la mala conducta. ¿Qué quiere decir?
Esa conducta humana es más influida por cosas externas que internas. La "situación" es el entorno externo. El entorno interno son los genes, la historia de la moral, la formación religiosa. Hay veces en que las circunstancias externas nos pueden dominar y hacemos cosas que nunca pensamos que haríamos. Si no estás consciente de que estas cosas pueden ocurrir, el mal te puede seducir. Necesitamos inocularnos contra nuestro propia predisposición para el mal. Tenemos que reconocerlo. Solo así podremos cambiarlo.
¿No cree en lo que escribió Ana Frank en su diario: "Pese a todo, todavía creo que la gente, en el fondo, es realmente buena"?
Eso no es verdad. Algunos se convierten en monstruos, como la gente que la maltrató y mató.
6 de abril de 2007
3 de abril de 2007
©new york times
©traducción mQh
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