al qaeda expulsada de ramadi
[Chris Kraul] Iraquíes recuperan Ramadi. Vecinos se vuelcan contra los militantes tras tres años de opresión extremista.
Ramadi, Iraq. Cerraron el cybercafé Hissam Hamed, enseñaron a rezar al profesor de historia Abid Mohammed y mataron a Ammar Alwani, 16, porque se burló de sus edictos religiosos.
Casi todo el mundo con el que hablas en Ramadi tiene una historia que contar sobre cómo la vida bajo el gobierno de los rebeldes que se llaman a sí mismos al Qaeda en Iraq, empezó a empeorar poco a poco en los tres años en que ejercieron el control aquí, empujando finalmente a los vecinos de esta ciudad del Triángulo Sunní a los improbables brazos de los militares norteamericanos.
Cuando llegaron en el verano de 2003, los musulmanes extremistas encontraron en Ramadi un terreno fértil para reclutar militantes y luchar contra los marines y soldados norteamericanos que habían ocupado la ciudad después del derrocamiento de Saddam Hussein. Al Qaeda en Iraq declaró incluso un estado islámico en Iraq, con Ramadi como su capital provisional.
Pero con el tiempo, los extremistas se fueron de banda al imponer su estricta doctrina religiosa, secuestrando al gobierno de la ciudad e imponiendo una brutal campaña de intimidación para mantener en línea a los residentes locales, dicen los vecinos.
"Mataban a la gente frente a tus ojos", dice Sameh Khalif, un vendedor de ropa en la Calle del Mercado, refiriéndose a los rebeldes de países extranjeros, entre ellos Siria, Argelia y Marruecos, que llegaron a Ramadi.
El teniente coronel del ejército norteamericano, Mike Silverman, que dirige una unidad a cargo del noroeste de Ramadi, se permite a sí mismo la esperanza de haber superado un período aquí en la provincia de Al Anbar, en gran parte gracias a los errores de al Qaeda en Iraq.
"Casi lo lograron: convertir a Al Anbar en un nuevo Afganistán", dijo Silverman. "Pero se dispararon en sus propios pies. Sus tácticas violentas sólo los desacreditaron más y más".
Ni Amigos Ni Enemigos
Sin embargo, nadie en la Tercera División de Infantería del Ejército, el comando a cargo de la ocupación de Ramadi, reclama haber derrotado a al Qaeda en Iraq, cuyo poder ha fluctuado antes.
Un oficial del ejército que pidió no ser identificado, dijo que el apoyo en el barrio podría desaparecer rápidamente y las lealtades volver a favorecer a los rebeldes si empeorará la situación de seguridad. "La gente aquí piensa lo que dijo Kissinger: No hay amigos ni enemigos; sólo hay intereses".
Oficiales norteamericanos dicen que ningún barrio en Al Anbar fue más receptivo a los militantes que Malaab, una empobrecida área ortodoxa de Ramadi con enormes contingentes de jóvenes desempleados. Pronto, los combatientes rebeldes estaban utilizando el vecindario como una base para almacenar armas y organizar incursiones contra las fuerzas norteamericanas, sosteniendo una lucha de tres años que dejó en ruinas a gran parte de Malaab.
"Este lugar ha sido el más tenebroso", dijo el coronel marine Jim Minick, que dirigía un pelotón patrullando el recientemente pacificado Malaab.
Pero las opresivas tácticas de los militantes y una serie de atrocidades, incluyendo el asesinato de un adinerado dueño de una flota de camiones conocido por ayudar a los vecinos necesitados, volvieron a muchos en el barrio contra al Qaeda en Iraq.
Nassim Abdullah Saleh, el dueño de la flota, fue secuestrado en la calle, apartado por hombres armados enmascarados y asesinado en enero después de que se difundiera el rumor de que estaba colaborando con los norteamericanos.
"Mataron a los mejores", dijo Khalif. "Estábamos indignados, pero no podíamos hacer nada. Teníamos miedo".
Varios residentes entrevistados la semana pasada estaba todavía llorando el asesinato del joven Alwani. Al ambicioso chico de 16 le gustaba salir. Pero entre sus compañeros de escuela hablaba con desdén de los dictados religiosos de los rebeldes. En febrero fue capturado cuando hacía compras para su padre, llevado al cementerio en el sector noroeste del barrio y ejecutado junto a otras cuatro víctimas. Los asesinatos fueron grabados en video y se distribuyó en DVD en el barrio como un aviso.
"Era un chico muy amistoso, ambicioso, y simplemente lo hicieron ocupar su lugar en la línea y lo mataron", dijo Attala Turki, un ingeniero desempleado. "Es por eso que estamos cansados de los terroristas y dispuestos a aceptar al ejército y la policía iraquíes y a los norteamericanos".
Asesinatos de Maestros
Los militantes también atacaron a los maestros de Ramadi, asesinando a varios profesores de primaria así como a diez docentes de la Universidad de Al Anbar, que se negaron a enseñar la sharia, o ley islámica, dijo el profesor de historia árabe Abid Mohammed. Como resultado, el sistema escolar de Ramadi estuvo cerrado durante meses porque alumnos y profesores estaban aterrados de que al Qaeda pudiera irrumpir en las aulas.
Pero desde septiembre la mayor parte de las escuelas de la ciudad han vuelto a abrir sus puertas, dijeron funcionarios, y Mohammed se está encargando de una escuela especial de alfabetización para reclutas de las fuerzas de seguridad en la nueva comisaría de policía en el barrio de Faraj.
El joven emprendedor y operador de cybercafé, Hamed, dijo que al Qaeda en Iraq amenazó con hacer volar su tienda a menos que inhabilite sus dos ordenadores. "Arruinaron mi negocio", dijo Hamed. "Luego, repentinamente, volvió la policía iraquí y la seguridad ha mejorado, así que he vuelto a abrir. Por supuesto, tengo el apoyo de las fuerzas de seguridad de aquí".
Ese apoyo se ha hecho evidente en el aumento de los reclutas para la policía y ejército, el descenso de los ataques contras las fuerzas norteamericanas y un aumento en los hallazgos de alijos de armas, un ciclo sostenido por el mejoramiento de la seguridad. La mayoría de los rebeldes fueron expulsados de Ramadi en diez operaciones militares norteamericanas entre enero y mediados de abril. Al marcharse, los militares dejaron varias comisarías de policía equipadas con nuevos reclutas.
"Podría haberme unido a ellos hace un año. Entonces me habrían decapitado", dijo el recluta de policía Nasser Ibrahim Hussein, 20, mientras hacía guardia en el Hospital General de Ramadi.
Al mismo tiempo, los vecinos de Malaab y otros barrios se apartaban cada vez más de los rebeldes.
En mayo pasado, el jeque Hameed Farhan Hays, que encabeza una tribu en el borde rural al norte de la ciudad, dijo a los insurgentes que estaba formando su propia milicia para impedir que siguieran usando su granja para lanzar ataques de mortero contra las fuerzas norteamericanas. La razón: Las fuerzas norteamericanas estaban respondiendo el fuego con proyectiles de artillería que estaban acabando con sus corderos y poniendo en peligro a su familia. Los militantes respondieron incendiando la casa del jeque y secuestrando brevemente a él y dos de sus hijos.
Eso fue la última gota para Hays, que pronto organizó una reunión de jeques para discutir sobre cómo resistir ante al Qaeda en Iraq. Entre los que asistieron se encontraba Abu Fahad Jabbar, cuyo hermano había sido asesinado por al Qaeda por pronunciarse contra las prácticas de chantaje de los extremistas.
"Descubrimos que todos teníamos historias tristes que contarnos", dijo Jabbar. "Empezamos a despertar".
Semanas más tarde, los jeques empezaron a difundir la idea de que los jóvenes de las tribus debían unirse a la policía por una cuestión de honor, provocando un aumento de los reclutas.
De momento al menos, los vecinos están respirando con más facilidad.
"No creo que vuelvan los insurgentes", dijo el profesor universitario Hassan Raikean. "Esos días malos no volverán porque la gente decidió que no los quiere volver a vivir".
Casi todo el mundo con el que hablas en Ramadi tiene una historia que contar sobre cómo la vida bajo el gobierno de los rebeldes que se llaman a sí mismos al Qaeda en Iraq, empezó a empeorar poco a poco en los tres años en que ejercieron el control aquí, empujando finalmente a los vecinos de esta ciudad del Triángulo Sunní a los improbables brazos de los militares norteamericanos.
Cuando llegaron en el verano de 2003, los musulmanes extremistas encontraron en Ramadi un terreno fértil para reclutar militantes y luchar contra los marines y soldados norteamericanos que habían ocupado la ciudad después del derrocamiento de Saddam Hussein. Al Qaeda en Iraq declaró incluso un estado islámico en Iraq, con Ramadi como su capital provisional.
Pero con el tiempo, los extremistas se fueron de banda al imponer su estricta doctrina religiosa, secuestrando al gobierno de la ciudad e imponiendo una brutal campaña de intimidación para mantener en línea a los residentes locales, dicen los vecinos.
"Mataban a la gente frente a tus ojos", dice Sameh Khalif, un vendedor de ropa en la Calle del Mercado, refiriéndose a los rebeldes de países extranjeros, entre ellos Siria, Argelia y Marruecos, que llegaron a Ramadi.
El teniente coronel del ejército norteamericano, Mike Silverman, que dirige una unidad a cargo del noroeste de Ramadi, se permite a sí mismo la esperanza de haber superado un período aquí en la provincia de Al Anbar, en gran parte gracias a los errores de al Qaeda en Iraq.
"Casi lo lograron: convertir a Al Anbar en un nuevo Afganistán", dijo Silverman. "Pero se dispararon en sus propios pies. Sus tácticas violentas sólo los desacreditaron más y más".
Ni Amigos Ni Enemigos
Sin embargo, nadie en la Tercera División de Infantería del Ejército, el comando a cargo de la ocupación de Ramadi, reclama haber derrotado a al Qaeda en Iraq, cuyo poder ha fluctuado antes.
Un oficial del ejército que pidió no ser identificado, dijo que el apoyo en el barrio podría desaparecer rápidamente y las lealtades volver a favorecer a los rebeldes si empeorará la situación de seguridad. "La gente aquí piensa lo que dijo Kissinger: No hay amigos ni enemigos; sólo hay intereses".
Oficiales norteamericanos dicen que ningún barrio en Al Anbar fue más receptivo a los militantes que Malaab, una empobrecida área ortodoxa de Ramadi con enormes contingentes de jóvenes desempleados. Pronto, los combatientes rebeldes estaban utilizando el vecindario como una base para almacenar armas y organizar incursiones contra las fuerzas norteamericanas, sosteniendo una lucha de tres años que dejó en ruinas a gran parte de Malaab.
"Este lugar ha sido el más tenebroso", dijo el coronel marine Jim Minick, que dirigía un pelotón patrullando el recientemente pacificado Malaab.
Pero las opresivas tácticas de los militantes y una serie de atrocidades, incluyendo el asesinato de un adinerado dueño de una flota de camiones conocido por ayudar a los vecinos necesitados, volvieron a muchos en el barrio contra al Qaeda en Iraq.
Nassim Abdullah Saleh, el dueño de la flota, fue secuestrado en la calle, apartado por hombres armados enmascarados y asesinado en enero después de que se difundiera el rumor de que estaba colaborando con los norteamericanos.
"Mataron a los mejores", dijo Khalif. "Estábamos indignados, pero no podíamos hacer nada. Teníamos miedo".
Varios residentes entrevistados la semana pasada estaba todavía llorando el asesinato del joven Alwani. Al ambicioso chico de 16 le gustaba salir. Pero entre sus compañeros de escuela hablaba con desdén de los dictados religiosos de los rebeldes. En febrero fue capturado cuando hacía compras para su padre, llevado al cementerio en el sector noroeste del barrio y ejecutado junto a otras cuatro víctimas. Los asesinatos fueron grabados en video y se distribuyó en DVD en el barrio como un aviso.
"Era un chico muy amistoso, ambicioso, y simplemente lo hicieron ocupar su lugar en la línea y lo mataron", dijo Attala Turki, un ingeniero desempleado. "Es por eso que estamos cansados de los terroristas y dispuestos a aceptar al ejército y la policía iraquíes y a los norteamericanos".
Asesinatos de Maestros
Los militantes también atacaron a los maestros de Ramadi, asesinando a varios profesores de primaria así como a diez docentes de la Universidad de Al Anbar, que se negaron a enseñar la sharia, o ley islámica, dijo el profesor de historia árabe Abid Mohammed. Como resultado, el sistema escolar de Ramadi estuvo cerrado durante meses porque alumnos y profesores estaban aterrados de que al Qaeda pudiera irrumpir en las aulas.
Pero desde septiembre la mayor parte de las escuelas de la ciudad han vuelto a abrir sus puertas, dijeron funcionarios, y Mohammed se está encargando de una escuela especial de alfabetización para reclutas de las fuerzas de seguridad en la nueva comisaría de policía en el barrio de Faraj.
El joven emprendedor y operador de cybercafé, Hamed, dijo que al Qaeda en Iraq amenazó con hacer volar su tienda a menos que inhabilite sus dos ordenadores. "Arruinaron mi negocio", dijo Hamed. "Luego, repentinamente, volvió la policía iraquí y la seguridad ha mejorado, así que he vuelto a abrir. Por supuesto, tengo el apoyo de las fuerzas de seguridad de aquí".
Ese apoyo se ha hecho evidente en el aumento de los reclutas para la policía y ejército, el descenso de los ataques contras las fuerzas norteamericanas y un aumento en los hallazgos de alijos de armas, un ciclo sostenido por el mejoramiento de la seguridad. La mayoría de los rebeldes fueron expulsados de Ramadi en diez operaciones militares norteamericanas entre enero y mediados de abril. Al marcharse, los militares dejaron varias comisarías de policía equipadas con nuevos reclutas.
"Podría haberme unido a ellos hace un año. Entonces me habrían decapitado", dijo el recluta de policía Nasser Ibrahim Hussein, 20, mientras hacía guardia en el Hospital General de Ramadi.
Al mismo tiempo, los vecinos de Malaab y otros barrios se apartaban cada vez más de los rebeldes.
En mayo pasado, el jeque Hameed Farhan Hays, que encabeza una tribu en el borde rural al norte de la ciudad, dijo a los insurgentes que estaba formando su propia milicia para impedir que siguieran usando su granja para lanzar ataques de mortero contra las fuerzas norteamericanas. La razón: Las fuerzas norteamericanas estaban respondiendo el fuego con proyectiles de artillería que estaban acabando con sus corderos y poniendo en peligro a su familia. Los militantes respondieron incendiando la casa del jeque y secuestrando brevemente a él y dos de sus hijos.
Eso fue la última gota para Hays, que pronto organizó una reunión de jeques para discutir sobre cómo resistir ante al Qaeda en Iraq. Entre los que asistieron se encontraba Abu Fahad Jabbar, cuyo hermano había sido asesinado por al Qaeda por pronunciarse contra las prácticas de chantaje de los extremistas.
"Descubrimos que todos teníamos historias tristes que contarnos", dijo Jabbar. "Empezamos a despertar".
Semanas más tarde, los jeques empezaron a difundir la idea de que los jóvenes de las tribus debían unirse a la policía por una cuestión de honor, provocando un aumento de los reclutas.
De momento al menos, los vecinos están respirando con más facilidad.
"No creo que vuelvan los insurgentes", dijo el profesor universitario Hassan Raikean. "Esos días malos no volverán porque la gente decidió que no los quiere volver a vivir".
chris.kraul@latimes.com
1 de mayo de 2007
29 de abril de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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