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abu ghraib debajo de la alfombra


El presidente Bush debería prohibir de una vez la tortura. Ayudaría a los soldados en el frente.
Nos habría costado pensar en una coda tan convenientemente triste del mal manejo que ha hecho el gobierno de Bush de la pesadilla de Abu Ghraib, como el veredicto del martes en la corte marcial del único oficial que será juzgado por abusos, acoso sexual y tortura de prisioneros que ocurrieron allá en 2003.
El veredicto fue una mezcla de negación de la realidad y de evasión de responsabilidad que el gobierno viene utilizando para evitar la amarga verdad que hay detrás de Abu Ghraib: Los abusos surgieron de la decisión del presidente de ignorar las Convenciones de Ginebra y las leyes estadounidenses en el tratamiento de los prisioneros después del 11 de septiembre de 2001.
El hombre que está siendo juzgado, el teniente coronel Steven L. Jordan, no era un oficial de carrera. Era uno más en una multitud de reservistas enviados a toda prisa para misiones en Iraq, muchos de ellos para funciones que estaban más allá de sus experiencias y capacidades. Un jurado militar de nueve coroneles y un general de brigada decidieron que no era culpable del fracaso en cuanto al adiestramiento o supervisión de los gendarmes de Abu Ghraib y lo absolvió de todos los cargos en relación con los abusos. Sólo fue condenado por desobedecer la orden de guardar silencio sobre Abu Ghraib. Incluso esto sólo fue penado con una amonestación, de una organización en la que el coronel Jordan probablemente no tiene interés en servir.
Nuestro propósito no es criticar el veredicto. Más bien, tememos que este y los otros juicios de Abu Ghraib no han servido otro objetivo que el castigo de los once soldados de bajo rango que cometieron los despreciables actos. Ningún oficial ha sido castigado más allá de una amonestación, y hay menos reconocimiento de responsabilidades incluso a niveles más altos.
El presidente Bush, el vicepresidente Dick Cheney, el ex ministro de Defensa Donald Rumsfeld y otros altos funcionarios han dicho durante largo tiempo que los abusos de Abu Ghraib fueron los actos desconectados de un pequeño número de antisociales. Está claro que no es verdad.
Los interrogatorios abusivos, muchos de ellos prácticamente tortura, fueron desarrollados primero en Bahía Guantánamo, Cuba, después de que Bush declarara que las leyes internacionales y estadounidenses no protegían a miembros de los talibanes o al_Qaeda y ningún otro extranjero que designara como ‘enemigo combatiente ilegal'. Una vez que se envió la señal de que los prisioneros hechos en la ‘guerra contra el terrorismo' no tenían derecho a un trato decente, abogados cínicos, incluyendo a Alberto Gonzales, que era entonces abogado de la Casa Blanca, inventaron argumentos jurídicos para asegurarse de que los jefes de los gendarmes no fueran perseguidos por violarlos. Las técnicas y conductas desarrolladas en Bahía Guantánamo fueron exportadas a Afganistán y luego a Iraq.
Los funcionarios del Pentágono dicen que han aprendido las amargas lecciones de Abu Ghraib, pero sus jefes civiles claramente no se dan por enterados. La Ley de Comisiones Militares de 2006 no incluía protecciones adecuadas para los prisioneros militares, y daba a la Agencia Central de Inteligencia [CIA] carta blanca para montar cárceles en el extranjero a las que se enviaba a hombres anónimos para ser maltratados durante períodos de detención indefinidos. En julio, Bush emitió una orden presidencial reafirmando su política de ignorar las Convenciones de Ginebra cuando lo decida, y de aprobar los interrogatorios abusivos en las cárceles de la CIA.
La necesidad de ser honestos sobre Abu Ghraib y corregir los abusos en las cárceles militares y de la CIA no gira solamente sobre el respeto de la ley y los valores americanos. Gira sobre la seguridad de los soldados estadounidenses. Todo derecho que Estados Unidos niegue a sus prisioneros, podrá ser algún día negado a estadounidenses capturados en tiempos de guerra. Todo abuso que inflija Estados Unidos a sus detenidos, aumenta el riesgo de que los soldados estadounidenses sean maltratados en cárceles extranjeras.
Si la humanidad y la ley no son razones suficientes para poner fin a los maltratos de los detenidos, entonces debería hacerse en favor de la causa que Bush invoca todos los días: apoyar a las tropas.

30 de agosto de 2007
©new york times
©traducción mQh
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