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neveras políticamente incorrectas


[Simón Romero] En Cuba están cambiando las viejas neveras americanas por refrigeradores chinos.

La Habana, Cuba. Cualquiera que piense que la guerra fría terminó hace años, claramente no conoce las cocinas cubanas.
Antes de desaparecer de la vida pública, un achacoso Fidel Castro reclutó el año pasado las destrezas de la industria china para deshacerse de algunos de los tótemes más resistentes del imperialismo norteamericano: las neveras Frigidaire, Kelvinator y Westinghouse de los años cincuenta. El gobierno adquirió más de 300 mil nuevos substitutos chinos como el elemento central de un proyecto para mejorar la eficiencia en el uso de la energía en un país de recursos escasos y eliminar lo que Castro llamó los "dragones que devoran nuestra electricidad".
Pero la derrota de estas neveras (junto con algunos modelos soviéticos importados en los años setenta) ha causado algo de melancolía y angustia aquí. En sus décadas de aislamiento de la economía estadounidense y de la prosperidad global, los cubanos se han enorgullecido de que mantienen funcionando esas antiguas y grandiosas maravillas mecánicas -incluyendo antiguos Cadillacs y Ladas rusos.
"Se llevaron a mi señor y lo remplazaron por un hombrecito", dijo una cocinera de 47 años que vive en la comuna de Reparto Zamora al oeste de La Habana. Al acoger a un visitante en su cocina, muestra una estrecha Haier hecha en China que ha ocupado el lugar del voluminoso Frigidaire rosado que su familia había comprado hace 24 años.
Dijo que se llamaba Moraima Hernández, pero dijo con un guiño que estaba ocultando su nombre verdadero -puede hablar sin temor a las represalias si lo hace de este modo. Se negó a decir porqué pensaba que Castro arrojaba una sombra sobre artículos tan cotidianos como aparatos domésticos.
En lugar de eso, simplemente abrió la Haier para revelar sus magros contenidos: botellas con agua del caño, algunos huevos, mostaza, la mitad de un aguacate y algo de ‘picadillo texturizado', proteína de soya mezclada con un poco de carne molida.
Su vieja nevera era tan grande, dijo con nostalgia, que podías guardar dos jamones enteros en su interior.
Continuando su relato, dijo que se necesitaron ocho hombres para llevar el Frigidaire de su apartamento en un segundo piso a la calle y tuvieron que retirar una parte de su balcón para hacerse camino. La Haier, en contraste, la subieron sin dificultades.
El modelo chino produce menos ruido que la Frigidaire. Y como otras muchas neveras en Cuba, ya cuenta con un apodo burlón, aunque cariñoso: ‘Llovizna', debido a la humedad que acumula en sus bandejas.
Los cubanos no están obligados a optar por las neveras chinas, pero hay fuertes incentivos para hacerlo. Cuando se ofrece el programa en alguna ciudad o barrio, se presenta como la niña del ojo de Fidel y como una oportunidad para mostrar patriotismo al mismo tiempo que se ahorra en la cuenta de la electricidad.
Pero a diferencia de la educación y el seguro médico en Cuba, las neveras no son gratis. El precio de los nuevos modelos chinos causa preocupación entre los cubanos: una nevera cuesta unos doscientos dólares, una pequeña fortuna en un país donde el salario mensual promedio es de unos quince dólares.
Se han iniciado planes de pagos a plazos de diez años.
Pero los funcionarios ya han reconocido que han tenido problemas a la hora de cobrar las cuotas. Granma, el diario del Partido Comunista, informó que los funcionarios provinciales habían prometido "emprender acciones destinadas a elevar la disciplina de pago de la población beneficiaria".
Por supuesto, la deuda y la renta son conceptos elásticos en Cuba, que no es miembro del Fondo Monetario Internacional ni de ninguna organización prestamista multilateral. Hoy, sus principales socios comerciales son Venezuela, que entrega a Cuba petróleo barato, y China, que compra a Cuba materias primas como níquel, al mismo tiempo que vende artículos como refrigeradores.
El aislamiento económico de la isla, causada por el embargo norteamericano implementado desde principio de los años sesenta, ha convertido en necesidad la preservación de la tecnología de antes de la revolución. Inspirados por el aliciente de mantener funcionando durante tanto tiempo las neveras norteamericanas, el año pasado un grupo de artistas cubanos convirtieron a 32 de ellos en obras de arte. Montaron una exposición llamada ‘Manual de Instrucción' que tuvo un gran éxito en Cuba y está este año recorriendo Europa.
En la exposición, los artistas Alejandro y Esteban Leyva pegaron medallas sobre un antiguo refrigerador G.E., lo pintaron de verde oliva y lo bautizaron ‘General Eléctrico'. Otro artista, Alexis Leyva, instaló remos en su nevera, utilizando el símbolos políticamente cargado de los botes hechizos usados por los cubanos para salir ilegalmente de la isla. Otras neveras fueron transformadas en coches, rascacielos, un caballo de Troya y un calabozo.
Ernesto García Peña, pintor, convirtió la suya en una imagen femenina erotizada. "Con este calor", explicó, "la nevera es casi adorada por su papel de absoluta necesidad de la vida moderna. La tratamos con especial cariño".
Sin embargo, en Cuba la necesidad a menudo supera al sentimentalismo. Miles de viejas neveras están simplemente siendo abandonadas en las chatarrerías, donde los mecánicos tratan de reciclar todo lo que pueden.
De acuerdo al gobierno, las neveras pesan un promedio de 55 kilos, incluyendo 42 kilos de acero, 8 de plástico, 1.35 de aluminio y 1 de cobre recuperables.
El acero se envía a plantas como Antillana de Acero en La Habana, donde se lo transforma en material de construcción. El cobre va a la Empresa Conrado Benítez para producir cables de teléfono y eléctricos. El aluminio es usado para fabricar utensilios de cocina y repuestos de otros artefactos.
"¿Adónde van las viejas neveras?", se preguntaba el Granma en los titulares de uno de sus numerosos artículos sobre la campaña para el uso eficiente de la energía en Cuba. "Se vuelven a utilizar completamente", escribió el diario.

5 de septiembre de 2007
©new york times
©traducción mQh
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