raúl ruiz en el mundo de klimt
[Sharon Mizota] El director chileno escarba en la incertidumbre y opulencia en la Viena del cambio de siglo.
Consideradas alguna vez pornográficas, las doradas pinturas de aspecto de mosaico representando sensuales y extasiadas mujeres y parejas de Gustav Klimt ya no nos escandalizan. Para el director-escritor Raúl Ruiz, ofrecen una ventana hacia un momento crucial en la historia.
En ‘Klimt', Ruiz evoca las brillantes superficies de las pinturas y hurga debajo de ellas para captar la opulencia e incertidumbre de la Viena de principios del siglo veinte. Con John Malkovich como Klimt, la película empieza en 1918 cuando el artista está muriendo de sífilis y avanza alucinantemente por los últimos dieciocho años de su vida. En los últimos veinte años, Ruiz, 66, ha dirigido más de cincuenta películas en Chile y Europa, y se ha establecido firmemente como un cinemático inconformista gracias a su uso de narrativas no lineales, dramáticos efectos de color e inesperados puntos de vista; su trabajo aquí ha sido inspirado por las fragmentadas y circulares historias del escritor austriaco Arthur Schnitzler, un contemporáneo de Klimt. En otras palabras, no es para nada una película biográfica habitual.
Ruiz describe la película como una fantasía. "Klimt está muriendo. Recuerda su vida, pero quizás no es exactamente su vida... Él estaba preguntándose cómo debería haber sido su vida".
Lo que surge es un retrato de un exitoso pero conflictivo pintor cuya obra, polémica y psicológicamente compleja, personificaba el nacimiento de los tiempos modernos. Sin embargo, era, según Ruiz, "el polo opuesto de los artistas revolucionarios que vemos todo el tiempo en el cine. No es un pintor revolucionario en el sentido que lo fue Picasso... que trató de destruir y de crear nuevas formas. Él trataba de conectarse". (Se conectó definitivamente con el mundo artístico después de su muerte: El año pasado, su retrato de la célebre austriaca Adele Bloch-Bauer reportó 135 millones de dólares, destronando a Picasso en cuanto al precio más alto pagado por una pieza de arte vendida en una subasta pública).
El Klimt conjurado por Ruiz es un artista atrapado entre el señuelo del éxito comercial y su libertad creativa. Jalado igualmente por fuerzas opuestas en su vida personal, vivió con su pareja Emilie Flöge (la actriz alemana Veronica Ferres) durante muchos años, permitiéndose una gran cantidad de aventuras, a menudo con sus modelos. Aunque no trata el tema en la película, Ruiz se enteró durante su investigación que cuando Klimt murió, se acercaron cuarenta personas reclamando ser sus herederos.
"No es un símbolo moral", dice Ruiz. "Está lejos de eso, pero tiene algo que me agrada: el modo en que trataba de trabajar lo mejor que podía, sabiendo que tendría que introducirse en todo tipo de contradicciones".
Ruiz considera la aceptación de las contradicciones por parte de Klimt como un reflejo del mundo a su alrededor. Tras la Revolución Industrial, Europa se estaba modernizando a pasos acelerados, con dramáticos cambios en todos los aspectos de la sociedad. Para la gente en el círculo de Klimt, fue una época de increíble riqueza, lujos y permisividad, que con la Primera Guerra Mundial al acecho también parecía ser el último momento de una edad de oro.
Ruiz dice que quería que la película, que se estrenó el año pasado en Europa y recibió contradictorias reseñas, transmitiera esa desesperación. La guerra la representa en varias escenas con un temeroso personaje en uniforme que interrumpe repetidas veces las amaneradas, refinadas superficies de la imaginación de Klimt gritando: "¡Noticias del frente!" Reflexionar sobre esas palabras, dice Ruiz, le permitió explorar la idea de "la invención de nuevas formas de arte y la destrucción de formas antiguas, justo en momentos en que se aproximaba algo terrible".
Fue su visión de Klimt como un icono ambivalente de la temprana edad moderna lo que inspiró a Ruiz para hacer la película. "En Viena estaba ocurriendo todo", dice. "Freud, la innovación en la música... Fue un gran periodo en Europa".
Imaginación Fracturada
La fascinación de Ruiz con esa época, dice, "viene de mi infancia en Chile adonde escaparon de Europa tantos artistas de Viena durante la Segunda Guerra Mundial. Viena era... algo muy importante para los chilenos en los años cuarenta y cincuenta". Muchos de los refugiados que conoció de niño eran artistas judíos, y recuerda que su madre y sus amigas leían a escritores austriacos, como el novelista Stefan Zweig. "Había algo misterioso en la profunda sensación de derrota en los austriacos, y vi algo de eso en las pinturas de Klimt. Traté de crear ese universo, esa atmósfera gráfica de la pintura", dice.
Para evocar esas superficies doradas y enroscadas de Klimt, usó toda una gama de efectos de baja tecnología, incluyendo algunos de los que utilizó el propio artista para crear su propio y fracturado mundo. Una escena empieza con los ondulados reflejos de mujeres desnudas en un charco de agua; pronto se hace claro que el charco y las mujeres -que están balanceándose en hamacas improvisadas- están dentro del taller de Klimt.
Otros efectos imitan directamente el aspecto de las pinturas. En una escena, Ferres aparece repentinamente con una hoja dorada en sus labios mientras el telón de fondo palpita con formas doradas y brumosas. Una acalorada discusión en un café es filmada desde una plataforma giratoria de modo que los actores giran por la habitación. Y en una extravagante escena de una fiesta, un grupo de invitados, filmados desde la cintura hacia arriba, se deslizan de acá para allá en una plataforma con ruedas instalada sobre rieles.
Para ojos acostumbrados a imágenes generadas en ordenador, estos artilugios pueden parecer anticuados, pero para Ruiz realzan el impacto emocional de la película. "No me gusta usar efectos de post-producción, de modo que trato que todo se haga durante el rodaje", dice. "Hay algo mágico... cuando todo ocurre al mismo tiempo".
Este interés en lo inmediato y en la acción simultánea también influye en el modo en que trabaja Ruiz con su reparto. "Tiene un montón de confianza en sus actores", dice Malkovich, que ha trabajado con Ruiz en películas anteriores. "Como que los viera llegar sorpresivamente... cuando se aparecen por el cuarto un día particular, en este siglo, y dicen cosas particulares. Y quizás se pregunta porqué lo hicieron".
Lo que Malkovich describe como el método "poético" de Ruiz es lo que inicialmente le fascinó del director. "En la primera película que hice con él quería saber si yo aparecía o no en una puerta", cuenta. "Me respondió contándome la historia de por qué el platanero pierde su corteza en junio, y pensé: ‘Dios mío, este sí es un director'. Porque no estaba interesado en responder una pregunta directa; y eso me encanta".
Fue la implicación de Ruiz en la película lo que persuadió a Malkovich, que había rechazado el papel previamente, de firmar el proyecto.
Ruiz, que vive en París, escribió en francés el guión original. Luego fue traducido al alemán, y desde el alemán al inglés. Inicialmente quería rodar la película en alemán, pero el productor austriaco, Dieter Pochlatko, necesitaba una estrella como Malkovich para obtener un financiamiento internacional.
"Fue algo triste porque cuando actúas en otra lengua, pierdes un montón de energía", dice de los otros actores europeos de la película. Pero vio una similitud entre su propio dilema y la situación política en el imperio austriaco en tiempos de Klimt. "Es una metáfora del imperio vienés", dice. "Había algo así como sesenta millones de personas que venían de todas partes y estaban obligadas a hablar alemán, igual que ahora hay tanta gente obligada a hablar inglés".
Ruiz no es indiferente a los problemas políticos y sociales que se producen con las emigraciones forzadas. Un izquierdista comprometido, fue obligado a dejar Chile cuando el gobierno marxista de Salvador Allende fue derrocado por un golpe fascista en 1973. Desde entonces se ha forjado una carrera en la que busca el equilibrio entre la viabilidad comercial con su devoción a su visión artística.
Es quizás mejor conocido en Estados Unidos por su largometraje de 1999, ‘El tiempo recobrado' [Le Temps retrouvé'; Time Regained], un retrato igualmente impresionista de Marcel Proust que fue nominado para una Palma de Oro del Festival de Cine de Cannes. Su primer largometraje, ‘Tres tristes tigres' [Three Sad Tigers], de 1968, fue la piedra angular de la breve ‘nueva ola' chilena.
No es difícil entender porque Ruiz puede sentir una cierta afinidad artística y política con Klimt, que también transitaba por la oscilante línea entre el éxito comercial y una expresión artística innovadora. "Ser artista es siempre algo muy complicado", dice Ruiz. "La situación de Klimt... es la situación del director de nuestra época... que trata de escapar de la dictadura del mercado..., que trata de encontrar su propio camino sin olvidarse del mercado".
En ‘Klimt', Ruiz evoca las brillantes superficies de las pinturas y hurga debajo de ellas para captar la opulencia e incertidumbre de la Viena de principios del siglo veinte. Con John Malkovich como Klimt, la película empieza en 1918 cuando el artista está muriendo de sífilis y avanza alucinantemente por los últimos dieciocho años de su vida. En los últimos veinte años, Ruiz, 66, ha dirigido más de cincuenta películas en Chile y Europa, y se ha establecido firmemente como un cinemático inconformista gracias a su uso de narrativas no lineales, dramáticos efectos de color e inesperados puntos de vista; su trabajo aquí ha sido inspirado por las fragmentadas y circulares historias del escritor austriaco Arthur Schnitzler, un contemporáneo de Klimt. En otras palabras, no es para nada una película biográfica habitual.
Ruiz describe la película como una fantasía. "Klimt está muriendo. Recuerda su vida, pero quizás no es exactamente su vida... Él estaba preguntándose cómo debería haber sido su vida".
Lo que surge es un retrato de un exitoso pero conflictivo pintor cuya obra, polémica y psicológicamente compleja, personificaba el nacimiento de los tiempos modernos. Sin embargo, era, según Ruiz, "el polo opuesto de los artistas revolucionarios que vemos todo el tiempo en el cine. No es un pintor revolucionario en el sentido que lo fue Picasso... que trató de destruir y de crear nuevas formas. Él trataba de conectarse". (Se conectó definitivamente con el mundo artístico después de su muerte: El año pasado, su retrato de la célebre austriaca Adele Bloch-Bauer reportó 135 millones de dólares, destronando a Picasso en cuanto al precio más alto pagado por una pieza de arte vendida en una subasta pública).
El Klimt conjurado por Ruiz es un artista atrapado entre el señuelo del éxito comercial y su libertad creativa. Jalado igualmente por fuerzas opuestas en su vida personal, vivió con su pareja Emilie Flöge (la actriz alemana Veronica Ferres) durante muchos años, permitiéndose una gran cantidad de aventuras, a menudo con sus modelos. Aunque no trata el tema en la película, Ruiz se enteró durante su investigación que cuando Klimt murió, se acercaron cuarenta personas reclamando ser sus herederos.
"No es un símbolo moral", dice Ruiz. "Está lejos de eso, pero tiene algo que me agrada: el modo en que trataba de trabajar lo mejor que podía, sabiendo que tendría que introducirse en todo tipo de contradicciones".
Ruiz considera la aceptación de las contradicciones por parte de Klimt como un reflejo del mundo a su alrededor. Tras la Revolución Industrial, Europa se estaba modernizando a pasos acelerados, con dramáticos cambios en todos los aspectos de la sociedad. Para la gente en el círculo de Klimt, fue una época de increíble riqueza, lujos y permisividad, que con la Primera Guerra Mundial al acecho también parecía ser el último momento de una edad de oro.
Ruiz dice que quería que la película, que se estrenó el año pasado en Europa y recibió contradictorias reseñas, transmitiera esa desesperación. La guerra la representa en varias escenas con un temeroso personaje en uniforme que interrumpe repetidas veces las amaneradas, refinadas superficies de la imaginación de Klimt gritando: "¡Noticias del frente!" Reflexionar sobre esas palabras, dice Ruiz, le permitió explorar la idea de "la invención de nuevas formas de arte y la destrucción de formas antiguas, justo en momentos en que se aproximaba algo terrible".
Fue su visión de Klimt como un icono ambivalente de la temprana edad moderna lo que inspiró a Ruiz para hacer la película. "En Viena estaba ocurriendo todo", dice. "Freud, la innovación en la música... Fue un gran periodo en Europa".
Imaginación Fracturada
La fascinación de Ruiz con esa época, dice, "viene de mi infancia en Chile adonde escaparon de Europa tantos artistas de Viena durante la Segunda Guerra Mundial. Viena era... algo muy importante para los chilenos en los años cuarenta y cincuenta". Muchos de los refugiados que conoció de niño eran artistas judíos, y recuerda que su madre y sus amigas leían a escritores austriacos, como el novelista Stefan Zweig. "Había algo misterioso en la profunda sensación de derrota en los austriacos, y vi algo de eso en las pinturas de Klimt. Traté de crear ese universo, esa atmósfera gráfica de la pintura", dice.
Para evocar esas superficies doradas y enroscadas de Klimt, usó toda una gama de efectos de baja tecnología, incluyendo algunos de los que utilizó el propio artista para crear su propio y fracturado mundo. Una escena empieza con los ondulados reflejos de mujeres desnudas en un charco de agua; pronto se hace claro que el charco y las mujeres -que están balanceándose en hamacas improvisadas- están dentro del taller de Klimt.
Otros efectos imitan directamente el aspecto de las pinturas. En una escena, Ferres aparece repentinamente con una hoja dorada en sus labios mientras el telón de fondo palpita con formas doradas y brumosas. Una acalorada discusión en un café es filmada desde una plataforma giratoria de modo que los actores giran por la habitación. Y en una extravagante escena de una fiesta, un grupo de invitados, filmados desde la cintura hacia arriba, se deslizan de acá para allá en una plataforma con ruedas instalada sobre rieles.
Para ojos acostumbrados a imágenes generadas en ordenador, estos artilugios pueden parecer anticuados, pero para Ruiz realzan el impacto emocional de la película. "No me gusta usar efectos de post-producción, de modo que trato que todo se haga durante el rodaje", dice. "Hay algo mágico... cuando todo ocurre al mismo tiempo".
Este interés en lo inmediato y en la acción simultánea también influye en el modo en que trabaja Ruiz con su reparto. "Tiene un montón de confianza en sus actores", dice Malkovich, que ha trabajado con Ruiz en películas anteriores. "Como que los viera llegar sorpresivamente... cuando se aparecen por el cuarto un día particular, en este siglo, y dicen cosas particulares. Y quizás se pregunta porqué lo hicieron".
Lo que Malkovich describe como el método "poético" de Ruiz es lo que inicialmente le fascinó del director. "En la primera película que hice con él quería saber si yo aparecía o no en una puerta", cuenta. "Me respondió contándome la historia de por qué el platanero pierde su corteza en junio, y pensé: ‘Dios mío, este sí es un director'. Porque no estaba interesado en responder una pregunta directa; y eso me encanta".
Fue la implicación de Ruiz en la película lo que persuadió a Malkovich, que había rechazado el papel previamente, de firmar el proyecto.
Ruiz, que vive en París, escribió en francés el guión original. Luego fue traducido al alemán, y desde el alemán al inglés. Inicialmente quería rodar la película en alemán, pero el productor austriaco, Dieter Pochlatko, necesitaba una estrella como Malkovich para obtener un financiamiento internacional.
"Fue algo triste porque cuando actúas en otra lengua, pierdes un montón de energía", dice de los otros actores europeos de la película. Pero vio una similitud entre su propio dilema y la situación política en el imperio austriaco en tiempos de Klimt. "Es una metáfora del imperio vienés", dice. "Había algo así como sesenta millones de personas que venían de todas partes y estaban obligadas a hablar alemán, igual que ahora hay tanta gente obligada a hablar inglés".
Ruiz no es indiferente a los problemas políticos y sociales que se producen con las emigraciones forzadas. Un izquierdista comprometido, fue obligado a dejar Chile cuando el gobierno marxista de Salvador Allende fue derrocado por un golpe fascista en 1973. Desde entonces se ha forjado una carrera en la que busca el equilibrio entre la viabilidad comercial con su devoción a su visión artística.
Es quizás mejor conocido en Estados Unidos por su largometraje de 1999, ‘El tiempo recobrado' [Le Temps retrouvé'; Time Regained], un retrato igualmente impresionista de Marcel Proust que fue nominado para una Palma de Oro del Festival de Cine de Cannes. Su primer largometraje, ‘Tres tristes tigres' [Three Sad Tigers], de 1968, fue la piedra angular de la breve ‘nueva ola' chilena.
No es difícil entender porque Ruiz puede sentir una cierta afinidad artística y política con Klimt, que también transitaba por la oscilante línea entre el éxito comercial y una expresión artística innovadora. "Ser artista es siempre algo muy complicado", dice Ruiz. "La situación de Klimt... es la situación del director de nuestra época... que trata de escapar de la dictadura del mercado..., que trata de encontrar su propio camino sin olvidarse del mercado".
12 de septiembre de 2007
26 de agosto de 2007
©los angeles times
©traducción mQh
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