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la clase media iraquí


[Tina Susman y Raheem Salman] Muchos profesionales han huido, pero los que se quedaron no encuentran empleos a su altura, con salarios que les permitan vivir.
Bagdad, Iraq. Noche tras noche, hora tras hora, Hussein Ali Mohammed se la pasa sentado, solo, en la clínica que lo emplea como guardia.
No es el trabajo que se imaginaba este hombre de 26 cuando sacó su título de maestro, pero es lo mejor que puede hacer de momento en un país rebosante de gente educada y ambiciosa -pero que carece seriamente de trabajos adecuados por los que se paguen salarios razonables.
Años de caos político, de sanciones impuestas por Estados Unidos y la guerra han devastado a la fuerza de trabajo iraquí. Cientos de miles de profesionales cualificados han abandonado el país. Los negocios han cerrado. Insurgentes y ladrones atacan a profesores, médicos y hombres de negocios, asesinándoles, secuestrándoles o expulsándoles de sus trabajos y de Iraq.
Incluso en momentos en que se reduce la violencia sectaria, para los que se quedaron las opciones son limitadas.
Musulmanes chiíes, que dicen que durante el régimen de los musulmanes sunníes de Saddam Hussein se les negaban los buenos trabajos, se quejan de que la corrupción y la violencia de hoy limitan sus oportunidades. Los árabes sunníes dicen que son discriminados en represalia por el maltrato que dio Hussein a los chiíes, que ahora controlan el gobierno.
"Este trabajo no se ajusta a mi dignidad ni personalidad, esto de ser guardia en una clínica, pasando la noche entre cuatro paredes hablando con nadie", dijo Mohammed, que vive en Hillah, una ciudad a unos 96 kilómetros al sur de Bagdad. "Creo que es difícil encontrar el trabajo que quiero en Iraq en las circunstancias actuales. Quisiera irme de Iraq, pero no es fácil".
El gobierno de Iraq estima el desempleo en un 17.6 por ciento y el subempleo en un 38 por ciento, pero se cree que esas cifras son conservadoras. El problema es considerado una de las mayores amenazas para la recuperación a largo plazo del país. Para empeorar las cosas, cerca del sesenta por ciento de la población tiene menos de treinta años, y muchos jóvenes podrían ser reclutados por círculos criminales si se les ofrece dinero.
"Un montón de esa gente está estancada, con salarios muy bajos", dijo el coronel Gabe Lifschitz, de la División Región del Golfo de las fuerzas armadas norteamericanas, que comprende personal militar y civil que trabaja en proyectos de reconstrucción en Iraq. Sin gente de clase media que cree oportunidades de empleo para gente de bajos ingresos para que estas puedan ascender en la pirámide económica, dijo Lifschitz, la economía de Iraq se estancaría, creando irritación y descontento.
"La manera de hacer que las cosas cambien es tener a la gente empleada. Es menos probable que las personas empleadas se conviertan en insurgentes".
Oficiales norteamericanos están financiando programas para proporcionar adiestramiento vocacional, pero estos programas significan poco para la clase media iraquí educada, como Mohammed, que dicen que sus intentos de conseguir trabajo se ven obstruidas por el nepotismo político y la corrupción en las instituciones donde podrían trabajar ellos.
Akeel Mohsin Sharif, 29, egresó de la Universidad de Bagdad hace cuatro años con un diploma en ciencias informáticas. Hace poco, dijo, un colegio médico lo invitó a enviar su currículum para una posición como profesor asistente. "Después de tres meses de presionar y empujar y de entrevistas, seguían saliendo con excusas para no contratarme", dijo Sharif. "Al final, me pidieron cuatrocientos dólares a cambio del trabajo".
Sharif se negó.
"¿Por qué debería pagarles? Nuestras vidas se han convertido en sobornos. Todos tenemos que sobornar a alguien para que ocurran las cosas", dijo Sharif, cuyo empleo previo de mantención de ordenadores terminó debido a problemas de seguridad.
Ahora instala ordenadores para individuos o pequeñas empresas a pedido, ganando de doscientos a trescientos dólares al mes, que no es suficiente para pensar en casarse, tener hijos o comprar una casa.
Varios otros jóvenes dijeron que habían pospuesto el matrimonio y la familia debido a sus sombrías perspectivas de empleo, un signo de la destrucción de la fábrica social en un país donde se espera que hombres y mujeres se casen jóvenes y tengan hijos. Se espera que los hombres sean el sostén de la familia.
Algunos abandonan Iraq con la esperanza de encontrar algún empleo rentable, sólo para retornar con la moral todavía más debilitada.
Saad Naeem, 29, viajó al Líbano con la esperanza de obtener su maestría después de egresar de la facultad de ciencias de la Universidad de Bagdad en 2005, pero la vida allá era demasiado cara. Ahora conduce un taxi en Nayaf, una ciudad al sur del país.
"Estoy horrorizado con la realidad, pero creo que tengo que acostumbrarme a este trabajo", dijo Naeem, que no piensa casarse sino hasta que encuentre un trabajo mejor.
"Casi todos los iraquíes piensan que su país no les puede ofrecer todavía los empleos que quieren", dijo. "Soñábamos cuando éramos estudiantes, pero los sueños son una cosa, y la realidad, otra".
Sueños rotos hay en todas partes.
Tras el derrocamiento de Hussein, Ali Qittan, un aspirante a profesor de historia, se imaginaba vestido de traje y corbata y parado frente a una pizarra ante ansiosos estudiantes. En lugar de eso, Qittan, 29, carga y descarga camiones en Bagdad.
Como muchos otros aspirantes a ser funcionarios, descubrió que podía ganar más dinero trabajando a jornal que en cualquiera institución gubernamental. Y como Sharif, descubrió que para conseguir empleo como docente tenía que conocer a alguien bien colocado o pagar una considerable suma de dinero.
"Tengo que encontrar a un parlamentario o a un funcionario influyente en el ministerio de Educación. La última opción es pagar cientos de dólares", dijo Qittan.
"Creo que merezco algo más alto que este trabajo de portero", dijo. "Me siento frustrado y aburrido, pero ¿qué puedo hacer? No tengo alternativa. Tengo que ganarme la vida".
Qittan dijo que dos de sus hermanos que habían estudiado en la universidad también trabajaban de porteros.
En Hillah, Omer Nima Mosawi, 30, aspirante a mecánico que egresó con un diploma en tecnología en 2003, trabaja en la cafetería de su antigua universidad. Como prácticamente todos los entrevistados para este artículo, consiguió ese trabajo porque conocía a la persona a cargo de las contrataciones.
Hayder Nouri, 27, trabaja en una boutique de ropa femenina. El año pasado le ofreciendo un trabajo para enseñar árabe, pero le habría significado viajar desde su vecindario al occidente de Bagdad hasta el lado este de la ciudad, pasando por una zona conocida por los secuestros y asesinatos.
Lo rechazó y encontró trabajo en una fábrica de galletas hasta que un amigo alquiló una tienda de ropa y le ofreció trabajo.
"No es mi vocación, ¿pero qué puedo hacer?", dijo Nouri. "No estoy siendo exigente. Sólo quiero algo que me pague bien y estar cerca de casa".
No son sólo los jóvenes los que tienen dificultades. Trabajadores de mayor edad también están peleando. Muchos dicen que durante el régimen de Hussein fueron expulsados de buenos trabajos porque se negaron a incorporarse al gobernante Partido Baaz. Ahora, dicen, su edad conspira contra ellos.
Ahmed Mehdi, 45, tiene un diploma en finanzas y banca, pero dice que su rechazo a convertirse en baazista lo perjudicó durante años. Ha pasado por toda una gama de empleos, incluyendo el de repartidor de pizzas y usando el Toyota 1980 de la familia para un servicio de limusinas. Ahora trabaja en una tienda vendiendo electrodomésticos.
Al principio se sentía avergonzado, dice Mehdi. "Pero entonces empecé a darme cuenta de que otros hombres diplomados estaban haciendo lo mismo".
A los 41, Haqqi Ismail se encuentra en circunstancias similares. Se rió cuando le pregunté cuándo había egresado de la universidad. Fue hace diecisiete años, con un diploma en geografía. Todo lo que quería era un trabajo en un instituto oficial, donde pudiera tener una oficina, un escritorio y una silla, cobrar su salario, y poder sostener a su esposa y cinco hijos.
Eso nunca ocurrió, así que Ismail, que vive en la sureña ciudad de Basra, hizo otras cosas. Tuvo una pequeña tienda durante un tiempo. Ahora está auto-empleado, encargándose de los trámites de la gente que compra propiedades o tierra. Sus intentos de encontrar trabajo se han visto obstaculizados por su edad, dijo.
"A veces soy más viejo de lo que quieren. Otras veces quieren gente que se haya graduado después de 2000", dice Ismail, que dijo que si las cosas no cambian pronto, hará lo que han hecho tantos otros ciudadanos educados de Iraq: marcharse del país.
"Seguiré a mi hermano, que está viviendo en Alemania", dijo, esperanzado. "Creo que allá sí puedo encontrar trabajo".

tina.susman@latimes.com

Usama Redha y Wail Alhafith contribuyeron a este reportaje.

10 de enero de 2008
6 de enero de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh
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