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otro testimonio sobre el engaño de bush


Ex secretario de prensa escribe que Bush engañó a Estados Unidos sobre Iraq.
[Michael D. Shear] El ex secretario de prensa de la Casa Blanca, Scott McClellan, escribe en un nuevo tomo de memorias que la guerra de Iraq fue presentada a los estadounidenses con una sofisticada "campaña de propaganda política" dirigida por el presidente Bush con el objetivo de "manipular las fuentes de opinión pública" y "minimizar el principal motivo de la guerra".
McClellan formula las acusaciones en un libro de 341 páginas, ‘What Happened: Inside the Bush White House and Washington’s Culture of Deception’, que ofrece un severo análisis de la Casa Blanca y del hombre para el que trabajó durante diez años. Describe a Bush como "falto de curiosidad", dice que la Casa Blanca operaba en un "modo de campaña permanente" y confiesa haber sido engañado por algunos miembros del círculo íntimo del presidente sobre la filtración del nombre de una agente de la CIA.
El libro, escrito por un hombre que fue un obcecado defensor de los asesores y política del gobierno, alimentará las críticas contra el gobierno, y McClellan utiliza duros términos para referirse a muchos de sus antiguos colegas. Acusa el ex asesor de la Casa Blanca, Karl Rove, de engañarlo sobre su participación en el caso de la CIA. Describe a la secretaria de estado Condoleezza Rice como una experta en eludir responsabilidades y llama al vicepresidente Cheney un "hombre mágico" que dirigía la política exterior entre bastidores sin dejar huellas.
McClellan no llega a decir que Bush mintió conscientemente sobre sus motivos para invadir Iraq, escribiendo que él y sus subordinados no "emplearon un engaño declarado" para defender la guerra en 2002.
Pero en un capítulo titulado ‘Selling the War’ dice que el gobierno ocultó repetidas veces la verdad y que Bush "manejó la crisis de modo que casi garantizara que el uso de la fuerza sería la única opción posible".
"Durante ese verano de 2002", escribe, "los más importantes asesores de Bush habían diseñado una estrategia para dirigir cuidadosamente una campaña que llevara hacia la guerra... Era una campaña permanente, se trataba de manipular las fuentes de opinión pública para favorecer al presidente".
McClellan, que era un acérrimo defensor de la guerra, llega a una cruda conclusión:""Lo que sí sé es que la guerra sólo debería declararse en caso de necesidad, y la guerra de Iraq no era necesaria".
McClellan renunció a la Casa Blanca el 19 de abril de 2006, después de casi tres años como secretario de prensa de Bush. Su partida fue parte de una reorganización implementada por el nuevo jefe de gabinete Joshua B. Bolten, que también resultó en que Rove renunció a sus deberes de gestión de políticas.
Una portavoz de la Casa Blanca se negó a comentar el libro, algunos de cuyos contenidos fueron revelados primero en politico.com El Washington Post obtuvo una copia del libro ayer, como avance de su lanzamiento oficial el lunes.
Contestando a una petición de comentario, McClellan escribió en un e-mail: "Como muchos estadounidenses, estoy preocupado por el ponzoñoso ambiente que reina en Washington. Quería llevar a los lectores a la Casa Blanca y ofrecerles una mirada abierta y honesta de cómo las cosas se echaron a perder y qué podemos aprender de ello. Espero que contribuya de algún modo a que haya cambios en Washington y poder superar el ambiente de hipertensión partidista que ha impregnado Washington en los últimos quince años".
Las críticas contra Bush en el libro son asombrosas, dado que provienen de un hombre que lo siguió a Washington desde Texas.
Bush es descrito como un presidente sin contacto con la realidad que opera en una burbuja política y se ha negado testarudamente a admitir sus errores. McClellan defiende la inteligencia del presidente -"Bush es suficientemente inteligente como para ser presidente", escribe- pero lo presenta como incapaz o renuente a reflexionar sobre su trabajo.
"Un presidente con más confianza en sí mismo estaría dispuesto a reconocer los fracasos, a confiar en la capacidad de la gente para perdonar a los que buscan redención por sus errores y se muestran dispuestos a cambiar", escribe.
En otro capítulo, McClellan describe a Bush como capaz de convencerse a sí mismo de sus propios cuentos y cuenta una conversación telefónica que oyó entre Bush y su interlocutor durante la campaña de 2000 en la que dijo que no recordaba si había usado cocaína. "Yo pensé: ‘¿Cómo puede haberlo olvidado?’", escribe.
El ex secretario describe a Bush como un activo participante en tratar su presidencia como una campaña política permanente, dirigida en gran parte por su más importante asesor político, Rove.
"El presidente se había prometido a sí mismo que si ganaba un segundo mandato haría lo que su padre no había podido lograr", escribe. "Y eso significaba operar continuamente en modo de campaña: no explicar nunca nada, no ofrecer excusas, no retroceder nunca. Desgraciadamente, esa estrategia también tuvo repercusiones menos justificables: no reflexionar nunca, no reconsiderar nunca, no hacer compromisos nunca -especialmente cuando se trataba de Iraq".
McClellan tiene algunas palabras amables para Bush, llamándolo "un hombre con encanto personal, ingenio y una enorme habilidad política". Escribe que el presidente "no se propuso conscientemente activar esas prácticas destructivas. Pero como otros antes que él, optó por hacerle el juego a Washington del modo en que lo encontró, antes que cambiar esa cultura como prometió que lo haría al inicio de su campaña por la presidencia".
McClellan dice que la opción por el estilo de campaña afectó toda la presidencia de Bush. El malogrado viaje del Air Force One de Nueva Orleans, después de que el huracán Katrina hubiese golpeado a la ciudad, fue concebido por Rove, que lo proyectó "pensando en la imagen política" pero terminó haciendo que Bush se viera como "sin contacto con la realidad", escribe.
Dice que la reacción de la Casa Blanca ante Katrina fue más que sólo un desastre de relaciones públicas, llamándola "un fracaso de la imaginación e iniciativa" y la consecuencia de un gobierno que "deja que las cosas escapen a su control". Agrega: "Fue un costoso chasco".
McClellan admite haberse dejado engañar por el plan para revelar la identidad de la agente de la CIA Valeria Plame Wilson, que provocó un implacable ataque de parte del cuerpo de prensa de la Casa Blanca en su cobertura de las actividades de Rove y del asesor de Cheney, I. Lewis ‘Scooter’ Libby en el asunto.
"Podía sentir que partes de mí iban cayendo en un abismo a medida que los periodistas se turnaban aporreándome", escribe sobre las fulminantes críticas que recibió mientras se conocía la historia. "Mi reputación se iba hundiendo poco a poco". También sugiere que Rove y Libby pueden haber trabajado a puertas cerradas para coordinar sus versiones sobre la filtración del nombre de Plame. A fines del año pasado, el editor de McClelland publicó un fragmento del libro que sugería que Bush supo de la filtración, algo que no le hizo amigos en el gobierno.
Cuando McClellan salió de la Casa Blanca, dijo: "El cambio puede ser útil, y esta es una buena época y una buena posición para ayudar a esos cambios. Estoy dispuesto a seguir adelante".
Se atoró cuando le dijo a Bush, en el Jardín Sur: "He dado todo lo que tengo, señor; le he dado todo lo que tengo".
En la época Bush dijo: "Manejaba sus misiones con estilo, con integridad. Realmente representa lo mejor de nuestra familia, nuestro estado y nuestro país. Va a ser difícil encontrar a alguien que remplace a Scott".

Michael Abramowitz contribuyó a este artículo.

29 de mayo de 2008
©washington post
cc traducción mQh
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