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fracaso de las recompensas


En la caza de al-Qaeda. Generoso programa de recompensas ha fracasado en su o objetivo de decapitar la organización.
[Craig Whitlock] Sanaa, Yemen. Jaber Elbaneh es uno de los terroristas más buscados del mundo. En 2003, el gobierno de Estados Unidos lo acusó, ofreció una recompensa de cinco millones de dólares por su captura y repartió carteles con su foto en todo el mundo.
Nada de eso funcionó. Elbaneh sigue libre, más buscado que nunca. Sin embargo, el operativo de al-Qaeda no es muy difícil de encontrar.
Un día el mes pasado, pasó por una ajetreada calle de la capital yemení, frente a varios agentes de policía indiferentes. Luego desapareció en un edificio, aunque no sin antes pisar accidentalmente los pies de un periodista.
Elbaneh, 41, es uno de las casi dos docenas de miembros de al-Qaeda incluidos en un programa de Estados Unidos que ofrece enormes sumas de dinero por informaciones que conduzcan a su captura. Durante años, el gobierno de Bush ha dicho que las recompensas son una poderosa herramienta en su lucha contra el terrorismo. Pero en la caza de al-Qaeda no ha sido más que una fanfarronada.
Conocida como Recompensas por la Justicia [Rewards for Justice], la campaña data de 1984 y fue usado originalmente para capturar a terroristas de todo tipo en todas partes, desde los Balcanes hasta los territorios palestinos. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la lista de los más buscados se amplió -y las recompensas aumentaron exponencialmente- como parte del intento de eliminar a los cabecillas de al-Qaeda.
De momento, sin embargo, Recompensas por la Justicia ha fracasado en hacer mella en el comando central de al-Qaeda. Las recompensas de 25 millones de dólares por cada uno de los fundadores de al-Qaeda, Osama bin Laden y Ayman al-Zawahiri, han resultado en cientos de llamadas anónimas, pero sin pistas fiables, dicen funcionarios familiarizados con la campaña. Durante un tiempo, la campaña generó tan poca información útil que en Pakistán, donde se cree se oculta la mayoría de los jefes de al-Qaeda, fue prácticamente abandonado.
"Ciertamente no ha sido efectivo", dice Robert L. Grenier, ex jefe de estación de la CIA en Pakistán y ex director del centro de contraterrorismo de la agencia. "No ha dado ni buenos resultados ni buenas pistas".
El fracaso de Recompensas por la Justicia puede atribuirse a varios factores: débiles campañas de publicidad en lugares donde operan los líderes de al-Qaeda; escepticismo de que Estados Unidos pague ese dinero realmente y proteja a los informantes; y la equivocada creencia de que la lealtad se puede comprar si se paga lo suficiente.
"El programa podría ser ‘rejuvenicido’", dijo Walter B. Deering, ex funcionario del Departamento de Estado que dirigió Recompensas por la Justicia hasta 2003. "No se puede colocar precio a la cabeza de alguien y esperar resultados inmediatos".

Recompensas Inmerecidas
Recompensas por la Justicia es administrada por el Buró de Seguridad Diplomática del Departamento de Estado, que mantiene páginas web publicitando el programa en veinticinco idiomas.
Qué sospechosos se incluye en la lista de los más buscados, así como el monto de sus recompensas, son cosas que decide una comisión de funcionarios de contraterrorismo de varias agencias, incluyendo al FBI y a la CIA, así como al Pentágono y a la Casa Blanca.
Según el Departamento de Estado, desde 1984, el programa ha destinado 77 millones de dólares a más de cincuenta informantes. La recompensa más abultada, de treinta millones, la recibió un informante que permitió que las fuerzas armadas norteamericanas localizaran y mataran, en 2003, a Uday y Qusay, los hijos del derrocado presidente iraquí, Saddam Hussein.
Más de setecientos millones de dólares en recompensas siguen disponibles para dar con decenas de terroristas que todavía se encuentran fugitivos.
En la mayoría de los casos, el Departamento de Estado, por razones de seguridad, no divulga cuánto paga, ni a quién. Los informes anuales son enviados al Congreso, pero son clasificados.
El Buró de Seguridad Diplomática rechazó nuestras peticiones de entrevistas y el Departamento de Estado no respondió un listado de preguntas presentado en relación con este artículo. Esas informaciones "podría comprometer la integridad de este programa", dijo en un correo electrónico Raphael L. Cook, portavoz del Departamento de Estado.
Sin embargo, la mayor parte del dinero distribuido en el marco del programa se ha destinado a la captura de sospechosos no relacionados con al-Qaeda -casos que han sido publicitados por el gobierno.
Además de los treinta millones de dólares entregados por la información sobre los hijos de Hussein, el gobierno de Estados Unidos ha pagado al menos tres millones de dólares por datos que conduzcan a la captura de tres ex comandantes del depuesto presidente de Iraq. También ha pagado más de once millones de dólares en recompensas a informantes que entregaron a miembros de la red de Abu Sayyaf, un grupo islamita radical de las Filipinas.
La única recompensa confirmada públicamente, otorgada en relación con al-Qaeda, fue pagada en enero. Un instructor de vuelo de Minnesota, Clarence Prevost, recibió cinco millones de dólares de Recompensas por la Justicia por declarar como testigo en el juicio de Zacarías Moussaoui en 2006.
Moussaoui fue sentenciado a reclusión perpetua por proporcionar adiestramiento para secuestrar aviones en Estados Unidos. La recompensa al instructor de vuelo fue otorgada pese a las objeciones de algunos agentes federales implicados en la investigación de Moussaoui, que observaron que no se había ofrecido ninguna recompensa antes de su detención en agosto de 2001.
Funcionarios del Departamento de Estado dijeron que personas cuyas acciones ayudaran a impedir atentados terroristas también podían recibir recompensas. Desde entonces, otros dos instructores de vuelo que avisaron al FBI sobre Moussaoui han presentado una demanda por, igualmente, cinco millones de dólares.
Otras ramas del gobierno de Estados Unidos tienen programas separados para pagar recompensas. En octubre pasado, las fuerzas armadas norteamericanas anunciaron que ofrecerían hasta doscientos mil dólares por informaciones que conduzcan a la captura de doce cabecillas de al-Qaeda y talibanes activos en Afganistán. Ninguno de los nombrados ha sido incluido en la lista de los más buscados de Recompensas por la Justicia.
De acuerdo a un libro de 2006 del presidente paquistaní Pervez Musharraf, su país "ganó varios millones de dólares por concepto de recompensas" de la CIA por la entrega de cientos de militantes de al-Qaeda después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Muchos fueron enviados a la prisión militar norteamericana en Bahía Guantánamo, Cuba.
El ex director de la CIA, George J. Tenet, confirmó en sus memorias, publicadas el año pasado, esta práctica, contando que la agencia había pagado millones de dólares, por concepto de recompensas, a informantes y cazadores de recompensas, incluyendo a un "agente extranjero" cuyas informaciones condujeron a la captura del organizador de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Khalid Sheik Mohammed, en Rawalpindi, Pakistán, en 2003.

Programa Invisible
En 2004, el representrante Mark Steven Kirk (republicano, Illinois) visitó Pakistán para evaluar porqué Recompensas por la Justicia había generado tan poca información sobre los líderes de al-Qaeda. Descubrió que la embajada estadounidense en Islamabad había en realidad terminado el programa. No había publicidad del programa ni en la radio ni en la televisión. La embajada había incluso dejado de regalar libritos de cerillas con fotos de los jefes de al-Qaeda como bin Laden.
"Estamos de vuelta en cero", dijo Kirk. "No podía creerlo".
De acuerdo a Kirk, funcionarios de la embajada dijeron que estaban dedicados a prioridades más urgentes, tales como proporcionar ayuda a las tropas norteamericanas en Afganistán, aliviar las tensiones entre India y Pakistán y contener la expansión del radicalismo musulmán en la región.
"En el gran esquema de cosas, la cacería de Osama bin Laden debería ser un elemento de teológica importancia para los funcionarios del gobierno estadounidense", dijo Kirk. "Pero el problema clave sobre el programa de Recompensas por la Justicia es que nadie -ni en el campo ni en ninguna parte- sabe que existe".
En contraste, el Departamento de Estado a menudo ha salido activamente a la búsqueda de datos en partes del mundo donde es raro ver a militantes de al-Qaeda.
Por ejemplo, en diciembre de 2006, Recompensas por la Justicia inició una campaña publicitaria en decenas de aeropuertos. Distribuyó cientos de carteles de búsqueda con retratos de veintiséis sospechosos, incluyendo a bin Laden y otros líderes de al-Qaeda.
La campaña publicitaria, ajustada para que coincidiera con los períodos festivos de Navidad y Noche Vieja, se limitó a Estados Unidos. Los aeropuertos que fueron empapelados con carteles incluían a Londonderry, N.H., Myrtle Beach. S.C., y varios otros en Hawai.
"Aumentar el conocimiento de los viajeros sobre los terroristas buscados forma parte de la misión del gobierno de Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo", dijo en la época Richard J. Griffin, entonces subsecretario de estado para la seguridad diplomática.
Sin embargo, hacer publicidad en los lugares equivocados, puede ser un estorbo para los investigadores al alentar llamados de idiotas, dice gente familiarizada con el programa.
"Recibíamos montones de datos que eran totalmente estrafalarios", dijo Deering, el ex funcionario del Departamento de Estado. "Es como buscar el proverbial diamante en un pajar".
Deering dijo que sigue siendo partidario de la idea detrás de Recompensas por la Justicia, pero pone en cuestión que el programa haya sido bien gestionado.
"Abrir páginas web y colocar carteles en embajadas y consulados es algo bueno", dijo. "Pero si no llegamos a la gente, tendremos problemas".

Un Concepto Demasiado Abstracto
En 2004, el Congreso aprobó un ley autorizando al Departamento de Estado a ofrecer recompensas de hasta cincuenta millones de dólares por caso -una disposición con bin Laden en mente. En el otoño pasado, el representante Dan Boren (demócrata, Oklahoma) fue más lejos, introduciendo un proyecto de ley que elevaría el tope a quinientos millones de dólares.
El Departamento de Estado se ha negado a elevar la recompensa por bin Laden, argumentando que es improbable que el ofrecimiento de más dinero produzca buenos resultados y que sólo aumentaría su notoriedad.
Kirk, el congresista de Illinois, dijo que Recompensas por la Justicia debería ofrecer algo más, aparte de los dólares. Para mucha gente que vive en las míseras regiones tribales del noroeste de Pakistán donde se cree se han refugiado bin Laden y otros líderes de al-Qaeda, las abultadas recompensas en dinero son un concepto abstracto, dijo.
Dijo que es probable que sean jóvenes paquistaníes que viven cerca de la frontera afgana, que han sido maltratados por los combatientes extranjeros de al-Qaeda, los que los delaten. Para ellos, es probable que la recompensa más atractiva sea algo simple.
"Una de las mejores cosas que les podría ocurrir es tener una moto", dijo.
Arthur Keller, ex oficial de enlace de la CIA que estuvo asignado a Pakistán en 2006, dijo que el programa de recompensas estaba rengueando por otros factores.
"Les gustaría recibir una recompensa de veinticinco millones de dólares, y no apoyan a Osama", agregó Keller. "Pero no necesariamente confían en Estados Unidos. ¿A quién dirigirse? ¿Al jefe de policía local?... Ellos no saben a quién dirigirse ni en quién confiar".
Keller dijo que los brutales intentos de intimidación de parte de simpatizantes de al-Qaeda y los talibanes eran conocidos en las áreas tribales de Pakistán. Los opositores eran a menudo silenciados simplemente llamándolos espías de los gobiernos de Estados Unidos o Pakistán, independientemente de la veracidad de la acusación.
"En las áreas tribales se encuentra casi todas las semanas algún cadáver en el camino, con una nota clavada en el cuerpo, que dice ‘’espía norteamericano’", dice Keller.

Protección Presidencial
En otros lugares, el paradero de terroristas buscados es bien conocido. Pero el Departamento de Estado ha tenido problemas para empujar a la acción a los gobiernos aliados.
Tres sospechosos de ser operativos de al-Qaeda, buscados por el programa Recompensas por la Justicia, viven en Yemen, cada uno de ellos con una recompensa de cinco millones de dólares sobre sus cabezas.
Dos de ellos -Jamal al-Badawi y Fahd al-Quso- fueron condenados por tribunales yemeníes por organizar el atentado de 2000 contra el USS Cole, que acabó con la vida de diecisiete marinos norteamericanos y dejó heridos a otros 39. El gobierno yemení se ha negado a entregarlos a Estados Unidos, en virtud de que no existe un tratado de extradición.
El tercero es Elbaneh, ciudadano yemení-estadounidense, acusado de ser miembro de los llamados Seis de Lackawanna, un grupo de jóvenes de Buffalo que viajó a Afganistán en la primavera de 2001 para recibir adiestramiento en campamentos de al-Qaeda.
A diferencia de otros miembros de la célula, Elbaneh no volvió a Estados Unidos después de su estadía en Afganistán. Fue juzgado en ausencia en Nueva York en 2003 por proporcionar materiales logísticos a una organización terrorista.
En enero de 2004, bajo presión de Estados Unidos, fue finalmente detenido por las autoridades yemeníes. Pero dos años después escapó de una prisión de máxima seguridad en Sanaa, junto a otros veintidós reclusos.
Volvió a surgir hace casi tres meses, el 23 de febrero, cuando entró sin anunciarse, y acompañado por cuatro guardaespaldas, en una atiborrada sala del tribunal de Sanaa.
Interrumpiendo el juicio de otros miembros de al-Qaeda, se identificó ante los jueces y declaró que todos los cargos en su contra eran falsos. "No he cometido ningún delito en este país ni en Estados Unidos", dijo.
Lanzó otro proyectil al decir que se había entregado personalmente al presidente yemení Ali Abdullah Saleh y que estaba bajo su protección. Luego salió del tribunal. Los sorprendidos funcionarios del tribunal no hicieron nada.
Funcionarios norteamericanos protestaron y renovaron sus exigencias de que fuera extraditado para ser enjuiciado en Buffalo. Yemen ha rechazado extraditarlo, y funcionarios en Sanaa han restado importancia a la seriedad de las acusaciones norteamericanas.
Aunque Elbaneh ha sido acusado en Yemen por su presunta participación en atentados contra empleados extranjeros en las compañías petroleras, el ministro del Interior, Rashad al-Alimi, dijo que la acusación en su contra era débil. Alimi dijo que Elbaneh estaba cooperando en otras investigaciones y que el gobierno se inclinaba a tratarlo con indulgencia.
"Una de nuestras tácticas es que si esos terroristas no tienen las manos manchadas de sangre, y se están moviendo en la dirección correcta, entonces los vamos a ayudar a que continúen en esa dirección", dijo Alimi. "A veces períodos prolongados de prisión indignan a la gente y los hace más violentos, así que tratarán de vengarse. Esa es su naturaleza -así son los yemeníes".
Abdel-Karim al-Iryani, ex primer ministro y asesor de Saleh, confirmó que Elbaneh se había entregado al presidente yemení a cambio de que se le garantizara su protección.
"Es algo tradicional en Yemen", dice Iryani. "Debes entregarte ante un alto funcionario. Su entrega fue aceptada en el entendido de que colaboraría".
Entretanto, Elbaneh puede seguir libre mientras prometa comparecer ante el tribunal cuando sea citado.
Khaled al-Anesi, abogado que representó a Elbaneh antes de su fuga de la cárcel, dijo que la recompensa ofrecida por Estados Unidos había llamado la atención de la gente en Yemen. El alto monto de la recompensa, bromeó, incluso haría pensar a su ex cliente dos veces en cuanto a seguir siendo un fugitivo.
"Cinco millones de dólares es un buen montón de dinero", dijo Anesi. "Si yo fuera él, yo diría: ‘Me entrego, pero entreguen esos cinco millones a mi familia’".

Robert E. Thomason en Washington contribuyó a este reportaje.

8 de julio de 2008
17 de mayo de 2008
©washington post
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