un zorro en el gallinero
22 de septiembre de 2008
Paulson mudó sus oficinas de Manhattan a Washington en la primavera boreal de 2006, convocado por George Bush para hacerse cargo del Departamento del Tesoro. A nadie sorprendió que el gobierno recurriera al titular de Goldman Sachs, ya que otros funcionarios del mismo gobierno reconocían el mismo origen. Stephen Friedman, consejero para Asuntos Exteriores, y Joshua Bolten, nada menos que jefe de Gabinete de la Casa Blanca, provenían de la misma entidad. Por nombrar sólo a funcionarios de primera línea.
No es una particularidad de los Bush la afinidad con Goldman Sachs. Ya Bill Clinton había recurrido a los legajos de la compañía para formar su equipo en el área de Finanzas. Así sumó a su gobierno a Robert Rubin, como secretario, y a su segundo, Gary Gensler. Años antes, lo propio había hecho Ronald Reagan, al nombrar a John Whitehead (otro ex Goldman Sachs) como subsecretario.
Pero hay quienes hicieron carrera en sentido inverso. Un viejo conocido de la Argentina, y más conocido de Domingo Cavallo, es David Mulford, subsecretario para Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro desde 1989. Desde este puesto acompañó y apoyó la política de reprogramación de las deudas latinoamericanas que impulsó Nicholas Brady, a partir de 1991, que terminó en sucesivas crisis y catástrofes durante toda la década en la región. No satisfecho del todo con su labor en el sector público, Mulford siguió dedicándose a las deudas latinoamericanas al volver al sector privado, cuando quedó al mando del Crédit Swiss First Boston. Desde ese espacio, instrumentó el megacanje de deuda de 2001, que fue la acelerada a fondo que pegó la economía argentina mientras transitaba por un camino de cornisa. En sus cuentas, la operación no fue tan gravosa, puesto que cobró más de 150 millones de dólares en comisiones por su gestión.
La administración Bush había iniciado su gestión, hace ya siete años, intentando diferenciarse de los gobiernos que apañaron los abusos en materia de especulación en el sistema financiero. "Los carpinteros y albañiles no tienen por qué pagar los desastres hechos por los banqueros", había sido una de las frases inaugurales de su cargo de Paul O’Neill, un secretario del Tesoro atípico por su discurso confrontativo con la banca y proindustrialista.
La postura no le duró demasiado al gobierno de Bush, que terminó optando por quien había sido uno de los mentores de las operaciones de alto riesgo en intermediación financiera, ya fuera con divisas, papeles de deuda con bajo respaldo o empresas en condiciones de alta inestabilidad. Henry Paulson al frente de esas prácticas logró batir records de utilidades en Goldman Sachs, haciéndole ganar más de 5600 millones de dólares en 2005.
Por ese resultado cobró 38,5 millones de dólares de bonus al año siguiente. Y un puesto de secretario del Tesoro. Hoy está al frente del combate contra la hecatombe que armó la especulación ilimitada.
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