otra muerte en la cárcel
7 de febrero de 2009
Guido Newbrough, que vivió en Estados Unidos durante 42 años, murió como un inmigrante ilegal.
Su familia y otros detenidos dicen que no le trataron la infección, pese a sus súplicas de que fuera visto por un médico en los diez días que precedieron su muerte. Según los detenidos, en lugar de eso, después de que sus peticiones de ayuda se hicieran más insistentes, los guardias de la Cárcel Regional Piedmont, en Farmville, Virginia, lo arrojaron al suelo, lo arrastraron mientras él gritaba de dolor y lo encerraron en una celda de castigo.
Varios días después, el 27 de noviembre, Newbrough, un obrero de la construcción que había cumplido una pena de prisión por abusar sexualmente de la hijita de su novia, fue encontrado inconsciente en su celda y murió al día siguiente en un hospital sin que recobrara la conciencia. El informe de la autopsia menciona una virulenta infección de estafilococos como la causa subyacente de su muerte por endocarditis, una infección de las válvulas del corazón que normalmente se trata con antibióticos.
Las versiones sobre los últimos días de Newbrough duplican otros casos de muerte de inmigrantes detenidos, incluyendo a uno en la misma cárcel en diciembre de 2006, que provocó una inspección de funcionarios de inmigración que constataron que la unidad médica era tan deficiente que concluyeron que "la salud de los detenidos está en peligro".
Pero la Policía de Inmigración y Aduanas (ICE) no publicó nunca esas conclusiones, ni siquiera cuando se le preguntó sobre las acusaciones de abandono en esa muerte, de Abdoulai Sall, 50, un mecánico nacido en Guinea sin antecedentes penales cuyos riñones fallaron en el curso de varias semanas. En lugar de eso, cuando el Congreso y la prensa cuestionaron las prácticas médicas en las cárceles de condado, prisiones privadas y centros de detención federales bajo contrato para detener a no ciudadanos mientras el gobierno trata de deportarlos, los funcionarios defendieron a la unidad médica en ese y otros casos de muertes.
El informe de 2006 -un conjunto de puntos de discusión que la repartición preparó para que sus agentes de prensa usaran cuando discutieran las muertes de detenidos- fue obtenido recién por la Unión Americana por las Libertades Civiles mediante una demanda en el marco de la Ley de Libertad de Información; la organización proporcionó copias al New York Times, diario que fue el primero en informar sobre la muerte de Sall.
"Esta repartición ha fallado en varios niveles a la hora de realizar una supervisión básica y de procurar por la seguridad y el bienestar de los detenidos de la ICE", concluyó el informe de seis páginas poco después de su muerte. "La unidad de salud no cumple con los requisitos mínimos de la ICE".
El informe dice que la cárcel no respondió de manera adecuada cuando Sall enfermó y que incluso cuando lo encontraron inconsciente en el suelo, los empleados "estuvieron sin hacer nada durante aproximadamente un minuto" antes de tratar de revivirlo. Esta semana, el alcaide la cárcel, que dijo que no vio nunca el informe, rechazó firmemente esas conclusiones.
Pero Tom Jawetz, abogado del Proyecto de Cárceles Nacionales de la unión americana por las libertades, dijo que la nueva muerte en la misma cárcel subrayaba a nivel nacional la falta de responsabilidad en las cárceles para inmigrantes.
"Piedmont es un recinto que no tenía suficiente personal ni estaba en estado de responder a necesidades médicas básicas", dijo Jawetz. "Los informes sobre la muerte de Newbrough plantean serios interrogantes sobre si esas deficiencias fueron alguna vez remediadas".
Interrogado el lunes sobre qué medidas se habían tomado después de la muerte de Sall, la agencia de inmigración prometió responder, pero aún no lo ha hecho. Kelly A. Nantel, portavoz, dijo antes que se había iniciado una investigación sobre la muerte de Newbrough.
La cárcel Piedmont, de 780 camas, gestionada por los ayuntamientos de seis condados de Virginia, alberga normalmente a cerca de trescientos detenidos, aunque ahora tiene menos de 150. Pero Nantel negó los rumores de que la agencia estuviera sacándolos, como hizo el mes pasado en un centro de detención en Central Falls, Rhode Island, donde un extendido cáncer y la columna fracturada de un ingeniero informático chino no fueron diagnosticados sino poco antes de su muerte el 6 de agosto.
En ese caso, investigadores de la agencia federal de inmigración constataron que el ingeniero, Hiu Lui Ng, no había recibido tratamiento médico adecuado, y fue arrastrado de su celda a una camioneta cuando gritaba de dolor seis días antes de su muerte.
Los paralelos con las versiones de los detenidos sobre el tratamiento de Newbrough son sorprendentes para Jeff Winder, organizador de People United, una organización social de Virginia, que fue contactado por varios reos en Piedmont, que también hablaron con un periodista. La última muerte ha fortalecido la oposición de la organización a los planes de agentes inmobiliarios y funcionarios municipales de construir otro centro de detención para inmigrantes en Farmville, con capacidad de mil a dos mil quinientas camas.
"La ICE no tiene la obligación de enviar detenidos allá después de la muerte del siguiente reo", dijo Winder. "Farmville podría ganarse la reputación de ser un lugar donde los detenidos mueren por negligencia médica".
Ernest L. Toney, alcaide de la cárcel, negó las versiones de que Newbrough fuera maltratado, diciendo: "Ese no es nuestro protocolo". Refirió toda pregunta sobre su muerte a la agencia federal de inmigración.
Pero el doctor Homer D. Venters, experto en salud que se enteró del caso por la familia de Newbrough y revisó la autopsia, dijo que las evidencias disponibles mostraban que se habían violado las normas de detención, que es lo que permite que no se traten las infecciones tratables de los detenidos. Venters, docente de salud pública en la Universidad de Nueva York, criticó el servicio médico de los centros de detención de inmigrantes el año pasado cuando declaró durante una audiencia de un subcomité del Congreso y pertenece al grupo asesor de la Policía de Inmigración y Aduanas.
"Primero, aparentemente las quejas médicas de Newbrough fueron ignoradas", escribió en un análisis preliminar del caso para los padres de Newbrough. "Segundo, Newbrough fue castigado pese a que estaba enfermo y que había pedido asistencia médica. Tercero, Newbrough no fue controlado médicamente" en la celda de castigo.
Durante esos últimos días, agregó Venters en una entrevista, incluso los gendarmes debieron haber observado que Newbrough se encontraba en una situación crítica cuando las bacterias empezaron a colonizar su corazón, provocándolo abscesos en el cerebro, hígado y riñones. "Cuando la endocarditis no se trata, los pacientes mueren", dijo. Con atención médica moderna, la tasa de mortalidad es de veinticinco por ciento o menos.
"Nos sentimos impotentes", dijo el padrastro de Newbrough, Jack Newbrough, 70, ex sargento de la Fuerza Aérea que conoció a la madre de Guido, Heidi, y a Guido, entonces de dos años, cuando estuvo destinado en Alemania. "Estoy tan decepcionado de mi país, estoy decepcionado del sistema de seguridad que han instalado".
La señora Newbrough, 65, dijo que su hijo había sido abandonado por su esposa y sus tres hijos estadounidenses, había dejado de beber después de cumplir una pena de cárcel de once meses, por abuso sexual, y, estando en libertad condicional, se había mudado a su casa de infancia en Manassas, Virginia, después de vivir en un aparcamiento para caravanas en Stafford. Un artículo de 1999 sobre la vida en el aparcamiento, en el primer número de la revista Talk, Tina Brown lo entrevistó para su reportaje ‘Dialing America’.
"Nadie sabía que no era estadounidense", dijo su madre. "Ni él lo sabía. Se enteró recién cuando lo detuvieron aquí".
Su detención en febrero pasado, según muestran documentos de inmigración, fue el resultado de la Operation Coldplay, que revisa expedientes de reos en libertad condicional para encontrar a delincuentes sexuales cuya situación de residencia permita su deportación. Newbrough había aceptado lo que se conoce como la declaración Alford por cargos por "licencias indecentes con una menor" y agresión sexual agravada en 2002 -negando su culpabilidad, pero reconociendo que los fiscales tenían evidencias que podrían llevar a un jurado a condenarlo por abusar de la hija de cuatro años de su novia.
Newbrough, que no hablaba alemán, se habría convertido automáticamente en ciudadano estadounidense si su padrastro lo hubiese adoptado formalmente cuando era niño, o si su madre se hubiese naturalizado cuando era todavía menor de edad, en lugar de reconocerlo hace apenas cuatro años.
Cuando Newbrough esperaba en la cárcel Piedmont durante nueve meses, un abogado de inmigración alegó que había obtenido su ciudadanía a través de su padrastro. Pero el juez de inmigración rechazó su alegato. La apelación estaba pendiente a mediados de noviembre cuando Newbrough empezó a quejarse, en llamadas telefónicas, de terribles dolores de espalda y estómago, dijo su familia. Cuando le instaron a solicitar ayuda médica, les dijo: "Lo hice. Pero no les importa".
Varios detenidos entrevistados por teléfono la semana pasada dijeron que en las dos semanas previas al Día de Acción de Gracias, el dolor de espalda de Newbrough se había hecho tan pesado que había empezado a sollozar en la noche, y algunos reos en el pabellón de noventa hombres empezaron a turnarse para hacerle compresas calientes. Pero el domingo en vísperas de Acción de Gracias, estaba desesperado, dijeron los detenidos, y empezó a golpear la puerta del comedor del pabellón gritando que lo ayudaran. Cuando los gendarmes respondieron, estaba sentado a una mesa.
"Le dijeron que se pusiera de pie, y él dijo que no podía porque tenía demasiado dolor", contó Salvador Alberto Rivas, que se identificó como compañero de celda de Newbrough y estaba esperando que lo deportaran a El Salvador. "Empezó a gritar porque le dolía, y trató de explicarles que había pedido ayuda médica y que lo habían ignorado. Y entonces uno de los gendarmes lo arrojó al suelo".
"Lo arrastraron de las piernas, frente a unas treinta personas", contó otro detenido, que sólo dijo que llamaba José por temor a las represalias, agregando que desde entonces muchos testigos habían sido trasladados a otras cárceles o deportados.
"No sabíamos que se estaba muriendo", agregó José, que escribió sobre el caso en una carta publicada online por un semanario español. "Lo llevaron al agujero. Estaba aullando que lo ayudaran".
Esa información, dijo, provenía de un reo que estaba en la sección de castigo al mismo tiempo que Newbrough, pero que ya fue deportado, que estaba tan indignado por la muerte de Newbrough que dejó su nombre y su número de registro como extranjero -René Córdoba Palma, No. 088424581- para el caso de que alguien quisiera su testimonio.
27 de enero de 2009
©new york times
cc traducción mQh
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