Blogia
mQh

ahmad chalabi 2


[Jane Mayer] Chalabi, ahora desaparecido del mapa político de Iraq, parece haber sido un tipo de delincuente ahora cada vez más común: los que ocultan sus ambiciones y delitos detrás de una fachada política. Lo cierto es que los desfalcos, robos y falsificaciones son una constante en su vida.
Ahmad Chalabi nació el 30 de octubre de 1944 en el seno de una de las más ricas e influyentes familias chiíes de Iraq. Cuando en 1958 la revolución obligó a su familia a exiliarse, esta perdió la mayor parte de su fortuna, incluyendo, según Chalabi, "terrenos de más de un millón de metros cuadrados" de propiedad inmobiliaria en excelente estado el centro de Bagdad, que ahora quiere recuperar. Contó a un amigo norteamericano que su padre, antes de exiliarse, tenía más tierra e industrias que cualquiera en Iraq. Sus antepasados apalancaron su fortuna con poder político, haciendo favores especiales para los poderosos, como por ejemplo pagando las deudas de la familia real. En su vida, el abuelo de Chalabi desempeñó funciones en nueve gabinetes. El padre de Chalabi fue presidente del Senado y consejero del Rey.
Imad Khadduri, un exiliado iraquí que vive ahora en Canadá y fue compañero de escuela de Chalabi en la academia jesuita de Bagdad, me dijo que el abuelo de Chalabi tenía una cárcel privada propia, en la que encerraba a los siervos que no pagaban los impuestos o no producían suficiente trigo. (El [antiguo]despacho de Chalabi negó estas afirmaciones). Chalabi, recordó, era un joven "muy inteligente", pero también un mal perdedor. "Le daban rabietas cuando no obtenía las notas más altas". Cuando Chalabi tenía 13 años, el Partido Comunista Iraquí y el ejército derrocaron a la familia real y él fue enviado para su protección a Jordania. Así comenzaron sus 34 años de exilio. Khadduri, que rompió su amistad con Chalabi tras enterarse de los lazos de este con la CIA, dijo: "Ahmad quería vengar la expulsión de su padre y la privación de sus tierras. Ahora está tratando de seguir la tradición familiar, como Bush".
Después de asistir a un internado en Inglaterra, Chalabi marchó a Estados Unidos a estudiar matemáticas. Tras sacar su doctorado en la rarificada rama de la geometría conocida como teoría de nudos, Chalabi se mudó al Líbano a enseñar matemáticas en la Universidad Americana de Beirut. Sin embargo, en 1977 el Príncipe Heredero Hassan de Jordania lo invitó a fundar un nuevo banco en el país, cuya sección financiera estaba dominada en gran parte por palestinos. Con la ayuda del apadrinamiento real y de innovaciones previamente inaccesibles en Jordania, tales como las tarjetas de crédito de consumo, las operaciones bancarias computarizadas y los cajeros automáticos, la compañía creada por Chalabi, el Banco Petra, creció de manera impresionante. En menos de una década llegó a ser el segundo banco más importante de Jordania, y Chalabi, en Amán, se transformó en un hombre millonario y bien conectado. Como su padre y abuelo, proporcionó créditos fáciles a benefactores importantes. Se fanfarroneaba ante un amigo estadounidense de que había hecho personalmente del Príncipe Hassan, el hermano del Rey, "un hombre rico". (El Príncipe Hassan, que continúa considerando a Chalabi como un amigo, rechazó ser entrevistado). Chalabi vivió con su familia en las colinas suburbanas en las afueras de Amán, en una casa diseñada por él mismo, rodeado de una colección de arte moderno. Sus hijos montaban a caballo con la familia real. En su tiempo libre se dedicó a una variedad de sus pasiones intelectuales. Judith Kipper, directora del Foro para el Oriente Medio del Consejo de Relaciones Internacionales, recuerda topándose casualmente con él en El Cairo; había llevado sus libros de matemáticas, le contó, para tratar de descubrir cómo se habían construido las pirámides.
Sin embargo, en 1989 la confortable vida de Chalabi se desplomó en medio de acusaciones de que había cometido varios delitos. El Banco Central de Jordania, en medio de una crisis de liquidez, exigió que los bancos del país colocaron el 30 por ciento de sus divisas extranjeras en sus cuentas. El Banco Petra se opuso, provocando la intervención de sus cuentas. Chalabi no demostró gran preocupación sobre este repentino vuelco de la fortuna. Patrick Theros, antiguo embajador en Qatar y entonces destinado en Jordania, cenó en casa de Chalabi en ese período. "Se comportó con absoluta simpatía, especialmente con las damas -podía hablar sobre cualquier tema", recordó Theros. Dos días más tarde, Chalabi, que había sido aparentemente informado de su inminente detención, escapó. Perdió muchos de los activos de la familia y se instaló, con su esposa Leila y sus cuatro hijos, en Londres.
El 9 de abril de 1992, un tribunal militar de Jordania resolvió en un veredicto de 223 páginas que Chalabi era culpable de 34 cargos, incluyendo desfalco, robo, falsificación, especulación de divisas, declaraciones falsas y de hacerse préstamos incobrables a sí mismo, a sus amigos y a otras compañías de su familia, en el Líbano y en Suiza. El sumario jordano muestra que Chalabi fue condenado a 22 años de trabajo forzado, y a devolver 238 millones de dólares de fondos desfalcados. Una auditoría de Arthur Andersen, encargado por las autoridades jordanas, descubrió que el banco había exagerado sus activos en más de 300 millones de dólares. Además, de sus cuentas habían desaparecido 158 millones de dólares, aparentemente como resultado de transacciones que implicaban a la antigua gestión. (Documentos suizos obtenidos por el corresponsal de Newsweek Mark Hosenball muestran que Socofi, una firma de inversiones manejada en Suiza por la familia Chalabi, también se desmoronó en circunstancias sospechosas, y dos de los hermanos de Chalabi, Jawad y Hazam se declararon insolventes en 2000).
Tras llegar Chalabi a Inglaterra, declaró que el asunto del Banco Petra había sido una trampa política. Dijo que lo habían escogido como blanco porque había sido un crítico declarado de Saddam (un alegato similar al de su reciente defensa en Bagdad) y afirmó que había sido sentenciado porque los jordanos debían lealtad a Saddam por el petróleo y otras ayudas económicas. Chalabi, como muchos exiliados iraquíes que vivían en Jordania, se habían en realidad opuesto abiertamente a Saddam. Sin embargo, un bien informado amigo estadounidense de Chalabi no pudo recordar otros ejemplos en que Saddam hubiera obligado a Jordania a reprimir a sus críticos en el país.
John Markham, un abogado que representa a Chalabi, me hizo llegar hace poco una carta no divulgada previamente, la que Chalabi sostiene que es el "arma del delito" que demuestra que sus acusadores estaban mintiendo. Durante el juicio, el fiscal militar jordano escribió a las autoridades del país que "la manera en que se trató el asunto del Banco Petra y su liquidación fue resultado de odios y envidias personales". El fiscal acusó a Said Nabulsi, director del Banco Central de Jordania. De acuerdo a Markham, Nabulsi era cómplice de Saddam.
En Jordania, los funcionarios del banco se burlan de los alegatos de inocencia de Chalabi. El Banco Petra había abierto una filial en Washington, D.C., en 1983, y después del colapso del banco, de acuerdo a un alto funcionario de hacienda jordano, los investigadores registraron Estados Unidos durante 45 días tratando de localizar los activos escondidos del banco. Casi todos los capitales listados en los libros, dijo el funcionario, carecían de valor, excepto una oficina auxiliar que estaba catalogada como un depósito de valiosos archivos bancarios. Los investigadores descubrieron pronto que la ‘oficina' era una finca en el campo, con una piscina, en Middleburg, Virginia. Pertenecía a la familia Chalabi, que cobraba al banco un alquiler mensual. "No había ahí nada que se pareciera a libros de cuentas", dijo el funcionario. "Este hombre es terriblemente mentiroso. Si después de haber matado a alguien lo sorprendes con una pistola en la mano, es capaz de decirte que es inocente. Simplemente te desgasta". El funcionario no quiso ser nombrado, porque teme la influencia de Chalabi. "Tiene más amigos poderosos en Washington que usted y yo", dijo, y agregó: "Realmente, algunos de ustedes son verdaderamente idiotas".

Hacia 1993, con el apoyo de la CIA, Chalabi había consolidado su papel como líder del Congreso Nacional Iraquí CNI. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que surgieran preguntas sobre las finanzas. Un antiguo compañero del CNI dijo: "La agencia no sabe realmente qué hacía con el dinero. Todas las transacciones eran en metálico". Unos kurdos que se habían unido al CNI se quejaron de que Chalabi no les contaba nada sobre las finanzas del grupo. Un líder kurdo dijo que Chalabi "se ariscaba" cuando se le preguntaba sobre el dinero que se adeudaba a los kurdos y argumentaba que no podía revelar detalles sobre el financiamiento porque este era "secreto". Un antiguo agente de la CIA dijo que auditorías de cuentas sucesivas no lograron detectar nada malo. Pero las finanzas del CNI no eran fáciles de revisar. En un momento, dijo, los funcionarios del CNI "se negaron a colaborar en una auditoría porque dijeron que acabaría con el secreto de la operación". En una ocasión, una noche un equipo de auditores del gobierno fue sacada enérgicamente de las oficinas del CNI. "Fue un verdadero dolor de cabeza", recordó. Los interventores constataron que los libros estaban en orden, pero que muchos gastos eran despilfarro".
Algunos observadores del CNI se preguntaban qué beneficios podía obtener el gobierno norteamericano de esta millonaria inversión. En 1994 y 1995, Robert Baer, el antiguo agente de la CIA, se reunió varias veces con Chalabi en el Kurdistán, una zona autónoma protegida contra Saddam por Estados Unidos en el norte de Iraq. Chablabi había instalado un puesto avanzado en Kurdistán. "Era como un embajador norteamericano en Iraq", recordó Baer. "Podía ponerse en contacto con la Casa Blanca y con la CIA. Podía movilizarse en Iraq con cinco o seis todoterrenos". Pero Baer agregó que la prolongada ausencia de Chalabi de Iraq había disminuido su poder ahí, y su ineficacia lo había transformado en un útil complemento de Saddam. "Si hubiese sido peligroso, lo habrían matado. Era el líder de la oposición perfecto", dijo.
Cientos de miles de dólares fluían cada mes hacia "este oscuro operador -en coches, salarios- y no era más que una aldea Potemkin", dijo Baer. "No entregaba datos de inteligencia; era una basura. Los datos del CNI eran tan malos, que ni siquiera los transmitíamos". En el plan de Chalabi, dijo, era convencer a Estados Unidos de que el régimen de Saddam era un "depósito de gas lleno de escapes, y que todo lo que teníamos que hacer era encender una cerilla". Pero cuando la agencia trató de corroborar las afirmaciones de Chalabi sobre movimientos de tropas o conspiraciones palaciegas, dijo Baer, "no había detalles, ni fuentes -no lo podías ver ni en un satélite".

Retrospectivamente, un detalle de las operaciones de Chalabi parece especialmente relevante. En 1994, dijo Baer, fue con Chalabi a visitar "un taller de falsificaciones" que había montado el CNI en el local de una escuela abandonada en Salahuddin, una ciudad en Kurdistán. "Era como estar en una novela de espionaje", dijo Baer. "Había un cuarto en el que había gente haciendo escaneando documentos secretos iraquíes para guardarlos en ordenadores y utilizarlos en operaciones de desinformación. Había toda una sección dedicada a las falsificaciones". Baer no tenía pruebas de que Chalabi falsificara alguno de los documentos cuestionables que eran usados para fomentar el desconcierto en los preliminares de la guerra. Pero, dijo, "en ese momento los estaba falsificando para derrocar a Saddam". En el diario Los Angeles Times, Hugh Pope escribió sobre una travesura a primera vista insignificante que había emergido de la tienda de especialidades de Chalabi: una copia exacta de un diario iraquí lleno de reportajes sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por Saddam. Pero otro documento falsificado afectó finalmente a Baer. Era una copia de una carta falsa a Chalabi, diseñada como para que pareciera que había sido escrita en el papel de escribir del Consejo de Seguridad Nacional del presidente Clinton. La carta solicitaba la colaboración de Chalabi en un plan para asesinar a Saddam dirigido por Estados Unidos. "Era completamente falso", dijo Baer, agregando que creía que fue un intento de engañar a los iraníes para que se unieran a la conspiración contra Saddam; una prueba de la participación norteamericana, pensaba Chalabi, les convencería de que el plan era serio. Brooke reconoció que el CNI había montado un taller de falsificaciones, pero negó que Chalabi hubiese escrito la carta de asesinato falsa. "Eso habría sido ilegal", dijo. Para consternación de Baer, la carta terminó finalmente en Langley, y la CIA lo acusó de estar implicado en la conspiración. Baer contó que tuvo que someterse a un detector de mentiras para probar lo contrario.

7 de junio de 2004
3 de octubre de 2004
©newyorker
©traducción mQh
"

0 comentarios