gauchito gil, santo de los pobres en argentina
¿Ladrón de gran corazón? ¿Desertor o simple asaltante de los caminos? Nadie sabe realmente quién era el Gauchito Gil', pero para muchas personas humildes de Argentina, ese eterno rebelde se ha convertido en santo, el más popular del país.
Mercedes, Argentina. Unas 120.000 personas se dan cita en Mercedes (noreste de Argentina) cada 8 de enero, ante una modesta cruz que marca el lugar donde el Gauchito Gil fue degollado en 1870.
Muchos en la muchedumbre llevan una estatua del santo. El Gauchito Gil está representado adosado a una cruz roja, con los cabellos largos y negros, ataviado con camisa azul y con un fino pañuelo rojo.
De rojo aparece representado en todas partes: en las banderas ondeadas por los peregrinos y en las baratijas religiosas vendidas en decenas de modestas tiendas del lugar. El rojo de la sangre derramada o el rojo símbolo de la lucha perdida en las provincias argentinas contra el centralismo de Buenos Aires.
Antonio Mamerto Gil Núñez era un gaucho, uno de esos mestizos de madre india indispensables para cuidar el ganado de los latifundistas. Indispensable también para los caudillos que pasaron la mayor parte del siglo XIX en guerra por el control de enormes territorios.
La historia del Gauchito Gil permanece todavía entre sombras. Pero todos sus fieles coinciden en que no era peleador, en que fue ejecutado por un militar y en que los milagros comenzaron luego de su muerte.
"Hace 70 años, hubo en Argentina decenas de gauchos dotados de poderes mágicos, algunos más conocidos que el Gauchito Gil", sostuvo Pablo Seman, psicólogo especialista en creencias populares de la Universidad de San Martín.
"Pero el culto del Gauchito Gil es el que ha tomado más fuerza, eclipsando otras creencias arraigadas", consideró.
"Nunca hemos recibido a más gente que este año", confirmó el jefe de la policía de Corrientes -provincia a la que pertenece Mercedes- Guillermo Zaracho, interrogado por la AFP ante la interminable fila de peregrinos que aguardan durante horas bajo el sol para entrar al santuario.
Ramona Casales, bibliotecaria de 52 años, viajó en ómnibus desde la periferia de Buenos Aires, 800 kilómetros al sur. Originaria de la región, visitaba desde muy pequeña el santuario. "Venía entonces con gente que tenía fe. Ahora, todo ha sido inundado por el comercio", lamentó.
La provincia de Corrientes es desde hace años punto de partida de emigrantes hacia grandes ciudades argentinas, que llevan sus creencias hacia esos lugares.
Los camioneros también han contribuido a extender el culto al santo, colocando ofrendas de color carmesí a un costado de las carreteras, y son pocos actualmente los taxistas de Buenos Aires que no llevan en su vehículo algún símbolo relacionado con el santo, quien en ocasiones no vacila en castigar a quien no lo venera.
"Los peregrinos vienen a pedir cosas al Gaucho Gil que no podrían pedir a un santo católico o que no podrían pedir como católicos. Es un espacio en que es legítimo el odio", sostuvo Seman.
A su juicio, los fieles del santo Gaucho Gil son rebeldes, "pero también son gente muy tradicional, respetuosa de la jerarquía".
En el santuario de Mercedes se encuentran gauchos típicos: sombrero de amplios bordes, pantalones bombacha y cuchillo en la cintura. Algunos se entregan a los movimientos contorneados del chamamé', ritmo tradicional de la región. Entre los ómnibus y los increíbles carricoches, fueron tendidos toldos para proteger a las familias del sol implacable. Por todas partes, se come y se bebe.
"Es un lugar de mucha corrupción: que no debe ser visitado, hay prostitución, droga y violaciones", sostiene el cura de Mercedes, el padre Luis Maris Adis. "La Iglesia tardó mucho tiempo para llegar", suspira.
La religión mayoritaria no puede ignorar este fenómeno. Por primera vez este año, Ricardo Faifer, obispo de la localidad vecina de Goya, vino a rezar al santuario. Se realizó una misa en la iglesia de Mercedes sólo para los seguidores del culto. El padre Adis llegó incluso a bendecir cruces y botellas de agua, aunque no las imágenes del Gauchito Gil.
9 de enero de 2005
©mi punto
Mercedes, Argentina. Unas 120.000 personas se dan cita en Mercedes (noreste de Argentina) cada 8 de enero, ante una modesta cruz que marca el lugar donde el Gauchito Gil fue degollado en 1870. Muchos en la muchedumbre llevan una estatua del santo. El Gauchito Gil está representado adosado a una cruz roja, con los cabellos largos y negros, ataviado con camisa azul y con un fino pañuelo rojo.
De rojo aparece representado en todas partes: en las banderas ondeadas por los peregrinos y en las baratijas religiosas vendidas en decenas de modestas tiendas del lugar. El rojo de la sangre derramada o el rojo símbolo de la lucha perdida en las provincias argentinas contra el centralismo de Buenos Aires.
Antonio Mamerto Gil Núñez era un gaucho, uno de esos mestizos de madre india indispensables para cuidar el ganado de los latifundistas. Indispensable también para los caudillos que pasaron la mayor parte del siglo XIX en guerra por el control de enormes territorios.
La historia del Gauchito Gil permanece todavía entre sombras. Pero todos sus fieles coinciden en que no era peleador, en que fue ejecutado por un militar y en que los milagros comenzaron luego de su muerte.
"Hace 70 años, hubo en Argentina decenas de gauchos dotados de poderes mágicos, algunos más conocidos que el Gauchito Gil", sostuvo Pablo Seman, psicólogo especialista en creencias populares de la Universidad de San Martín.
"Pero el culto del Gauchito Gil es el que ha tomado más fuerza, eclipsando otras creencias arraigadas", consideró.
"Nunca hemos recibido a más gente que este año", confirmó el jefe de la policía de Corrientes -provincia a la que pertenece Mercedes- Guillermo Zaracho, interrogado por la AFP ante la interminable fila de peregrinos que aguardan durante horas bajo el sol para entrar al santuario.
Ramona Casales, bibliotecaria de 52 años, viajó en ómnibus desde la periferia de Buenos Aires, 800 kilómetros al sur. Originaria de la región, visitaba desde muy pequeña el santuario. "Venía entonces con gente que tenía fe. Ahora, todo ha sido inundado por el comercio", lamentó.
La provincia de Corrientes es desde hace años punto de partida de emigrantes hacia grandes ciudades argentinas, que llevan sus creencias hacia esos lugares.
Los camioneros también han contribuido a extender el culto al santo, colocando ofrendas de color carmesí a un costado de las carreteras, y son pocos actualmente los taxistas de Buenos Aires que no llevan en su vehículo algún símbolo relacionado con el santo, quien en ocasiones no vacila en castigar a quien no lo venera.
"Los peregrinos vienen a pedir cosas al Gaucho Gil que no podrían pedir a un santo católico o que no podrían pedir como católicos. Es un espacio en que es legítimo el odio", sostuvo Seman.
A su juicio, los fieles del santo Gaucho Gil son rebeldes, "pero también son gente muy tradicional, respetuosa de la jerarquía".
En el santuario de Mercedes se encuentran gauchos típicos: sombrero de amplios bordes, pantalones bombacha y cuchillo en la cintura. Algunos se entregan a los movimientos contorneados del chamamé', ritmo tradicional de la región. Entre los ómnibus y los increíbles carricoches, fueron tendidos toldos para proteger a las familias del sol implacable. Por todas partes, se come y se bebe.
"Es un lugar de mucha corrupción: que no debe ser visitado, hay prostitución, droga y violaciones", sostiene el cura de Mercedes, el padre Luis Maris Adis. "La Iglesia tardó mucho tiempo para llegar", suspira.
La religión mayoritaria no puede ignorar este fenómeno. Por primera vez este año, Ricardo Faifer, obispo de la localidad vecina de Goya, vino a rezar al santuario. Se realizó una misa en la iglesia de Mercedes sólo para los seguidores del culto. El padre Adis llegó incluso a bendecir cruces y botellas de agua, aunque no las imágenes del Gauchito Gil.
9 de enero de 2005
©mi punto
4 comentarios
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maria muñoz -
palomo -