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misteriosa golpiza a senador chileno


Las dudas y contradicciones del episodio ocurrido hace 20 años que aún persisten y que la justicia nunca aclaró. Nuevas dificultades para el senador acusado de abuso de menores.
Santiago, Chile. "El agredido cayó al suelo, con la cabeza hacia la solera, lo que podía apreciar con claridad, ya que estaba iluminado por las luces del auto detenido detrás de la camioneta. En ese momento se bajaron del automóvil otras personas y también de otro vehículo que estaba detrás de éste (...). Estos individuos se acercaron al caído y por las luces del auto, pude ver que le pegaban puntapiés 'por donde cayeran'".
Eran cerca de las 21.15 horas del 20 de marzo de 1984 y el entonces presidente del Fortín Mapocho, Jorge Lavandero, quedaba semi-inconsciente en la intersección de las calles Celerino Pereira con Diego de Almagro, Ñuñoa, sangrando profusamente por el oído izquierdo tras la brutal golpiza, tal como lo describe Germán González (entonces de 14 años), uno de los testigos del ataque, en su declaración judicial.
Mientras era ayudado por los transeúntes y vecinos del lugar Lavandero alcanzó a decir su nombre y a pedir una ambulancia. Al día siguiente el hecho causó impacto nacional y apenas pudo hablar, Lavandero acusó a la CNI del atentado y denunció que le habían robado una carpeta de antecedentes con las irregularidades en la compra de El Melocotón por parte del general Augusto Pinochet, quien entonces gobernaba el país. Antecedentes fidedignos que gatillaron la primera polémica sobre la probidad del ex gobernante. Lavandero dio a conocer las escrituras públicas de El Melocotón para demostrar que el valor de las propiedades ascendía a más de $ 6 millones (el avalúo actual supera los $ 230 millones) en circunstancias que Pinochet decía que eran $ 240 mil.
El atentado marcó su carrera política y él lo cita hasta hoy como ejemplo de las persecuciones de las que se dice víctima, especialmente ahora, tras el escándalo desatado por la solicitud de desafuero que presentó el fiscal Xavier Armendáriz por supuestos abusos de menores hace una semana en Temuco.
Pero este episodio, profusamente divulgado por la prensa en ese entonces, nunca fue esclarecido por la justicia que durante el régimen militar se caracterizó por su actitud pasiva ente las denuncias de violaciones a los derechos humanos y agresiones sufridas por adversarios del gobierno. Sin embargo, tras la llegada de la democracia el caso no fue reabierto ni aclarado, ni se conocen acciones del afectado en este sentido.
Hasta el día de hoy existen muchas preguntas sin respuesta que la investigación del ministro en visita designado para el caso, Arnaldo Toro, un juez considerado cercano al régimen militar, no resolvió durante los 12 meses que indagó los hechos.

El No de Juica
La causa de Toro, abierta el 24 de marzo de 1984 por lesiones y robo, fue sobreseída sin responsables el 13 de marzo de 1985. Según el expediente Rol 78.679 del 13° Juzgado del Crimen (con más de 900 fojas), al cual La Tercera tuvo acceso, sólo se acreditó la golpiza pero no se logró identificar a los agresores ni confirmar el robo de documentos. Es sobre estos dos puntos donde el sumario judicial da cuenta de una serie de contradicciones entre Lavandero y los testigos de su golpiza nunca aclarada.
Esas contradicciones alimentan otra versión sobre lo ocurrido, relacionadas con la molestia de un grupo de socios del Stade Francais a raíz del comportamiento personal del ahora senador con una de las hijas de uno de ellos. Este grupo de familiares y amigos, muy bien conectado con militares instalados en la cúpula del régimen, habría protagonizado la agresión con la ayuda de destacados deportistas de ese club. Esa versión, sobre la cual La Tercera ha recogido antecedentes en las últimas semanas, jamás ha sido investigada por la justicia.
Pese al cierre del sumario y a los vacíos del expediente, Lavandero insistió en su tesis. A las profusas entrevistas que dio sobre el tema denunciando el ataque, agregó una querella en el caso Degollados ante el ministro en visita José Cánovas Robles, asegurando que "estoy en condiciones de afirmar que al menos dos de los hechores, cuyos retratos hablados aparecieron en la revista Hoy del lunes 8 de abril, coinciden en sus facciones y caracteres físicos con algunos de los individuos que me atacaron el día 20 de marzo de 1984", según reza su querella anexada a fojas 174-176 de ese expediente.
La presentación no fue acogida hasta 1990, cuando el ministro Milton Juica asumió la causa y mandó pedir el expediente de Toro, devolviéndolo a los pocos días al 13° Juzgado del Crimen, el 1 de octubre de ese año, según consta en el libro de registros de ese tribunal. "Recuerdo haber visto el proceso. Me interesaba saber si la causa tenía algún antecedente que me sirviera, pero al ver el expediente me di cuenta que no había nada en ese proceso que me ayudara", señaló Juica esta semana a La Tercera, para explicar por qué no anexó la causa a su investigación sin siquiera llamar a declarar a Lavandero.
Desde entonces el tema nunca más se revisó a nivel judicial, pero todos los dirigentes políticos de la época dieron fe de la versión de Lavandero referida al robo de las carpetas de El Melocotón como uno de los móviles del ataque.

La Otra Versión
La nueva versión investigada por La Tercera sobre el móvil del ataque da cuenta de hechos ocurridos el verano de 1984 en el Stade Francais, donde Lavandero jugó pelota vasca por años.
Según los antecedentes recogidos, el episodio fue investigado y aclarado rápidamente por el gobierno, bajo la responsabilidad del entonces jefe de la CNI, el fallecido general Humberto Gordon. De acuerdo a la versión de un ex alto funcionario civil del régimen, desde un principio trascendió en La Moneda que se trataba de un acto de venganza entre particulares.
De hecho, el ministro del Interior de la época, Sergio Onofre Jarpa, así lo hizo ver en un programa de televisión, ganándose un acalorado conflicto con el hoy senador.
Según un ex alto funcionario civil de La Moneda, el general Gordon le informó a Pinochet que se trataba de una golpiza propinada por un grupo de familiares y amigos -entre ellos rugbistas- que estaban molestos con Lavandero. Esa misma fuente asegura que fue Gordon quien convenció a Pinochet de no hacer nada con el caso, en contra de la opinión de algunos ministros políticos. Las conexiones con el régimen de algunos familiares que organizaron la golpiza habrían jugado un papel relevante en esa decisión.
Tras indagar los hechos por un mes y contactar a una cincuentena de actuales y antiguos visitantes del Stade, La Tercera logró dar con un círculo no muy estrecho de personas que conocieron el supuesto caso y que -según algunos de los relatos recogidos- son la verdadera razón por la cual el personaje fue agredido.
Entre los consultados también hubo quienes defendieron al senador, y aseguraron no haber oído nunca de denuncias en su contra en ese club de Santiago.
La versión que lo acusa señala que la golpiza recibida por Lavandero apenas terminada la temporada de piscinas del Stade Francais de 1984 no fue otra cosa que la venganza de los parientes. La Tercera logró contactar a una de las familias involucradas -con estrechos vínculos con un alto militar que en ese entonces ocupaba un alto cargo en el gobierno- donde sólo un miembro de ésta aceptó hablar del tema bajo estricta reserva de su identidad.
El relato obtenido señala que se decidió "amedrentar" a Lavandero, que el ataque fue resuelto por un pequeño grupo de personas (en su mayoría jóvenes) y ejecutado por ellos mismos, razón por la cual la descripción que siempre ha hecho la víctima de sus atacantes no correspondería a la realidad.
Ese familiar asegura que Lavandero reconoció a sus agresores, a quienes habia visto varias veces en el Stade Francais. "El sabe muy bien de dónde vino la mano", dice la fuente.

Cabos Sueltos
Al revisar el expediente y contrastar las versiones se encontraron varias contradicciones: mientras los testigos del hecho dan cuenta de hombres "bien vestidos", con "zapatillas" y en "autos modernos", el senador dijo haber visto un Opala y describió a supuestos agentes de la CNI morenos y de barba. Es más, en sus interrogatorios, ningún testigo presencial reconoció en los retratos hablados confeccionados por Lavandero a los atacantes del 20 de marzo.
La investigación de Toro se inició por la denuncia presentada por Adolfo Zaldívar y Jorge Donoso, entonces presidente (S) y director del Fortín Mapocho, por lesiones y robo. De acuerdo con las diligencias del proceso, la investigación se centró en identificar a los culpables y en confirmar el robo de los documentos, sin lograr nunca ninguno de los dos objetivos.
Donoso, Zaldívar, Emilio Filippi, Hernán Bosselín y Ramón Briones fueron interrogados sobre la existencia de los documentos. Todos ellos, en diferentes horas y circunstancias del 20 de marzo de 1984, recuerdan haber visto a Lavandero con esas fotocopias. Ninguno, sin embargo, pudo dar fe de que al momento del ataque los papeles estaban en el autómovil que conducía el dirigente DC.
Los únicos tres testigos de la golpiza: -el joven Germán González, la empleada doméstica Carlota Castro Albornoz, y el empleado Carlos Inostroza- afirmaron no haber visto a ninguno de los atacantes (entre seis y ocho) subirse al auto de Lavandero en los 50 a 60 segundos que duró el ataque. "Mientras duró el incidente no vi que nadie subiera al automóvil de Lavandero para registrarlo o sacarle algún objeto, carpeta o documento", declaró a foja 105 Carlota Castro.
"Puedo asegurar que ninguno de los atacantes se subió al auto de Lavandero y si alguien lo hubiera hecho habría tenido que ser por la puerta del conductor, que era la única que estaba abierta, pero en tal caso lo habría visto sin ninguna duda", declaración de Inostroza a foja 133.
Estos testimonios se vieron reforzados por las declaraciones de otras personas que concurrieron a auxiliar a Lavandero cuando había terminado la golpiza. Uno de ellos fue Javier Sánchez, quien intentó llevar a Lavandero a un hospital en el propio auto del dirigente herido. Al subir al vehículo, dice a foja 43, se percató que las puertas estaban con el seguro puesto y sólo la del conductor estaba abierta. Esta situación también fue refrendada por Inostroza.
Contactado por La Tercera, Toro dijo que él nunca investigó nada relacionado con abusos ni recibió antecedentes de esa versión.
Los dirigentes DC consultados señalaron que creen en la versión de Lavandero de la golpiza.
La Tercera intentó contactarse con el senador, pero este no respondió los llamados. Su abogado, Camilo Salvo, no quiso hablar.
La investigación de Toro sólo menciona dos nombres. Carlos Vargas, dueño de una empresa de seguridad y cuya foto Lavandero la obtuvo de un tarotista; y al coronel Fernando Darrigrandi, que era acusado en una carta anónima que el senador entregó al juez.
Vargas fue investigado pero descartado, y Darrigrandi no gatilló ninguna diligencia. Cuando Lavandero lo acusó públicamente, éste se querelló en su contra.

Versiones Contradictorias
Lavandero
El 28 de marzo de 1984 el ministro en visita Arnaldo Toro interrogó a Lavandero en la clínica Indisa.
"A las 20.30 horas, cuando iba a la casa del director del Fortín Mapocho, Jorge Donoso, en La Reina, me percaté de que era seguido por un vehículo Chevrolet Opala de color beige, con cinco personas a bordo, las que se comunicaban con walkie-toki".
"Pude observar que la persona que iba en el costado izquierdo de la parte trasera era un hombre alto de barba castaña, crespa, cerrada, de visos rubios en el borde. Iba con una polera oscura y pantalón del mismo color, a quien no conocía. El que iba al volante era delgado, tez pálida, bigote ralo más bien tieso, con una polera blanca con líneas rojas, a quien tampoco había visto antes. Todas estas personas eran de entre 25 y 30 años".
"Desaparecieron de mi carpeta tres documentos sin que me robaran nada personal ni dinero, salvo estos tres documentos. Antecedentes de la construcción de la casa del jefe del Pojh camino a Pirque, casa que se ha construido con personal del Pohj y con insumos del mismo servicio, pese a ser su casa personal. Un segundo documento con dos oficios que de su sola comparación se desprende el ocultamiento de grandes cantidades por parte del Banco del Estado. El tercer documento que me fue sustraído son 10 fotocopias de escrituras públicas de la mayor gravedad. Estimo que el ataque del que fui víctima tuvo su razón de ser o motivo privarme de dichos documentos que pensaba dar a la publicidad".

Testigos
"A los individuos que golpearon al señor de la camioneta, los recuerdo como hombres de entre unos 25 a 30 años, que vestían de sport, elegantes y bien vestidos. No recuerdo otros detalles descriptivos de estas personas o de los autos. No obstante, los individuos me impresionaron como 'hijitos de papá' que andaban en el auto de su padre y que para 'mala pata' le habían pegado un topón a otro auto; esto como primera imagen". Germán González Miñano, declaración policial a foja 45.
"En el segundo auto viajaban tres personas, los dos a los que me he referido y un tercero que se bajó a mirar y que no intervino en los hechos y que por su estatura pienso puede haber sido un niño de unos 14 años. En todo caso, era de baja estatura; él miró y volvió a subir al auto sin haber tenido, repito, ninguna intervención en el incidente en que resultó herido Lavandero". Carlota Castro Albornoz, declaración judicial a foja 105.
"Cuando bajaron estos individuos calculo que deben haber sido unos siete a nueve hombres y en esos instantes le dieron una feroz paliza, pudiendo darme cuenta que le dieron puntapiés; algunos de ellos andaban con zapatillas" (...) Carlos Inostroza, declaración a foja 132.
"Recuerdo que dos de ellos vestían sport, esto es bluejeans, y uno andaba con una campera azul, y el otro con un chaleco oscuro" (...). Carlos Inostroza, declaración a foja 133.
"Recuerdo que uno de ellos le dijo al que manejaba el palo algo así como 'no lo mates'". Carlota Castro, declaración a foja 104.

Datos Clave
17 días hospitalizado por lesión cerebral
Tras el atentado, Lavandero permaneció 17 días internado en la Clínica Indisa, con un traumatismo encéfalo craneano abierto. Lo más grave fue la lesión cerebral no sólo del hueso, sino que también del cerebro.

Pérdida de Su Oído Izquierdo
Su estado fue crítico durante varios días y su recuperación fue sorprendente. Perdió su oído izquierdo. Los médicos dijeron que una persona con otra condición física no hubiera sobrevivido.

Conmoción Nacional e Internacional
El atentado a Lavandero causó conmoción nacional e internacional. Fue visitado en la clínica por todos los sectores políticos y el entonces Presidente argentino, Raúl Alfonsín, se manifestó "condolido".

26 de enero de 2005
©la tercera

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