la industria de los secuestros
[James Glanz] Bandas de secuestradores hacen amenazas más graves y piden rescates más altos.
Bagdad, Iraq. Mientras aquí los occidentales se quedan perplejos ante los ocasionales secuestros de alguno de los suyos, los iraquíes son mucho más vulnerables. Unos 5.000 iraquíes fueron secuestrados el año pasado y medio, de acuerdo a funcionarios de seguridad occidentales e iraquíes.
Algunos de los secuestrados son iraquíes que trabajan con occidentales, dijo el coronel Jabbar Anwar, jefe de la unidad de delitos graves de Bagdad que trabaja estrechamente con grupos de la inteligencia americana en casos de secuestros. Pero la exigencia de rescate, y no la intimidación, es el principal motivo, dijo: la amenaza de muerte por colaborar es usualmente sólo un modo de elevar el precio de la libertad.
"La única razón por la que secuestran gente, es el dinero", dijo el coronel Jabbar.
Las exigencias de rescate, dicen funcionarios de seguridad, varían de algunos cientos a medio millón de dólares. La tasa de mortalidad de los secuestros es desconocida, pero los funcionarios dicen que muchos simplemente desaparecen después de pagado el rescate.
Visto de cierta manera, los secuestros son sólo otra faceta del vacío de seguridad creado por la invasión norteamericana de Iraq que no ha sido realmente superado a pesar de la contratación y adiestramiento de decenas de miles de agentes de policía iraquíes. Pero debido al espantoso efecto que tiene la industria del secuestro en las familias iraquíes, especialmente las familias prósperas y educadas cuyos hijos son objetivos especiales, los detectives ven el secuestro como una cosa en sí misma.
Evidencias anecdóticas dispersas sugieren que la epidemia de secuestros, especialmente de niños, es de una eficacia incomparable para empujar de Iraq a los profesionales educados que se necesitan urgentemente para la reconstrucción del país. Estoicos como son a menudo los iraquíes frente a los peligros que les acechan todos los días, los secuestros contribuyen a la sensación nacional de inestabilidad y alimenta la desconfianza mutua -principalmente debido a que muchos secuestros se basan en gente cercana a las víctimas, la que pasa información sobre el patrimonio, hábitos cotidianos y otras materias de interés para los tomadores de rehenes.
El jefe de la oficina de secuestros de la unidad de delitos graves, el coronel Faisel Ali, calificó los secuestros como "el principal problema de Iraq".
El coronel Jabbar, que es responsable de la lucha contra toda la gama de delitos en Iraq, desde asesinatos hasta desfalcos y extorsiones corrientes y molientes, estuvo de acuerdo. "Es el problema número uno", dijo.
Las familias iraquíes están tan habituadas al nuevo comercio del secuestro que, a pesar del mortal peligro en que se encuentran sus seres queridos, rara vez acceden a la primera exigencia de rescate, debido a que así solamente aumentarán el rescate, dijo Abudl Razzak Hassan, ingeniero. Fue obligado a aprender sobre el tópico cuando fue secuestrado en una carretera al oeste de Bagdad, el 25 de diciembre. Sus capturadores lo mantuvieron durante cinco días con los ojos vendados en un sucio contenedor de acero, y lo torturaron.
Hassan, 45, un hombre viajado que habla inglés pasablemente, dijo que su familia sabía que estaba siendo torturado, pero regatearon por teléfono con los secuestradores durante cinco días antes de pagar los 20 millones de dinares, o unos 15.000 dólares, por su liberación.
Incluso a ese precio, Hassan sabía que sería afortunado si no lo mataban una vez hecho el pago.
"Tienes suerte cuando la gente que te secuestra no son asesinos", dijo Hassan.
Los secuestradores advirtieron a su familia no informar nunca sobre el incidente. Temiendo, como muchos iraquíes, que los departamentos de policía son corruptos y están infiltrados, no lo hicieron.
Tampoco fue reportado el secuestro de una adinerada mujer de 64 años llamada Um Sattar, que fue secuestrada por hombres disfrazados de agentes de policía, que pidieron un colosal rescate de medio millón de dinares. Durante las negociaciones fue mantenida en un cuarto cerrado en una residencia familiar en Bagdad, donde los niños jugaban fuera y los parientes pasaban a tomar el té. Los detectives, informados por un dato de un informante 13 días después de su secuestro, allanaron la casa y la liberaron.
Pero ella pensó que el nuevo conjunto de agentes de policía formaba parte de la banda de secuestradores, recordó el teniente primero Abbas Jassim, de la unidad de delitos graves de Bagdad. Ella les suplicó que la no mataran y juró que su familia pagaría. Los detectives trataron una y otra vez de convencerla de que ellos no eran delincuentes, pero la aterrorizada mujer rechazó repetidas veces su historia. Finalmente, un enfadado detective la hizo callar.
"Sí, somos una banda", le dijo el detective, frustrado.
A pesar de la desconfianza, más de 1.000 casos de secuestros han sido reportados a la administración americana de Iraq en los últimos 18 meses, dijo un asesor de seguridad occidental. Incluso entre esos casos, que se cree que están fuertemente inclinados hacia incidentes que involucran a occidentales, más del 70 por ciento de los implicados en los secuestros son de Iraq o de países árabes vecinos, dijo el asesor, que habló a condición de mantener el anonimato.
Una pequeña proporción de los casos denunciados ante los norteamericanos involucraron a rehenes occidentales muy publicitados, como Nicholas Berg, el ingeniero estadounidense secuestrado y decapitado hace un año, o Giuliana Sgrena, la periodista italiana secuestrada el 4 de febrero y liberada exactamente un mes después.
"Es la primera y más importante crisis iraquí", dijo el asesor de seguridad. "La realidad es que es un negocio".
La oficina de secuestros ha hecho modestos avances en el problema, de acuerdo a las estadísticas que lleva la unidad de delitos graves. Desde enero de 2004 a febrero de 2005, 80 casos de secuestros, con 73 rehenes, fueron referidos a la oficina por comisarías de policía de la jurisdicción de Bagdad oeste de la unidad. (El número de casos y rehenes no coinciden porque algunas denuncias resultaron ser alarmas falsas).
En 28 de esos casos, los detectives liberaron a los rehenes y detuvieron a las bandas de secuestradores, haciendo 171 arrestos en total, muestran las estadísticas. La mayoría de las detenciones fueron hechas en una encerrona conectada con el pago de rescates, dijo el coronel Faisel.
Los orígenes de las bandas son variados, dijo. Algunas son literalmente familias de delincuentes, un grupo de parientes que en algún momento decidieron hacerse de unos dinares extras tomando rehenes. Algunas bandas las forman estudiantes universitarios; otras, gente vinculada a mezquitas específicas; todavía otras bandas las forman criminales endurecidos que fueron liberados con la amnistía general decretada por Saddam Hussein en vísperas de la invasión. Los detectives también sospechan que algunos de los secuestros son realizados específicamente para financiar la resistencia.
Los secuestros no son casi nunca aleatorios, dijo el coronel Faisel; los objetivos son cuidadosamente escogidos, la planificación obviamente es substancial. Algunos casos recuerdan novelas de suspense de la guerra fría, con instrucciones garrapateadas en tachos de basura en callejones sin salida y buzones improvisados.
La profusión de celulares y tarjetas SIM -chips de memoria para los teléfonos- vendidos en todo Iraq desde tiendas pequeñas y a menudo ilegales, hacen que trazar las llamadas de los sofisticados secuestradores sea prácticamente imposible, dijo el coronel Faisel. Y dijo que a pesar de su ayuda, funcionarios militares y de inteligencia estadounidenses han sido lentos en compartir tecnología de vigilancia que podría ayudar a los iraquíes a atrapar a los llamadores.
Los archivos de la unidad de delitos graves están llenos de extraños casos de secuestros. En uno de ellos, Hussein Fathi Mahmood, 6, fue capturado frente a su escuela en el barrio de Kadhimiya, de Bagdad. Los detectives lo liberaron después de seguir una tortuosa pista que empezaba con un conocido de los padres del niño, un hombre parlanchín que pasaba la mayor parte del tiempo con magos y curanderos.
En otro caso, un hombre por el que se pedía un rescate de 350.000 dólares, fue encontrado encadenado en una habitación que la policía allanó en el barrio de Adhamiya, de Bagdad. Según un informe del incidente, la policía lo llevó a la comisaría, donde abruptamente señaló al teniente primero Athier Majid Mustafa, y dijo que era uno de los secuestradores.
Hassan, el ingeniero, dijo que varios coches con hombres armados le cortaron el paso en la carretera al oeste de Bagdad. Los hombres lo bajaron de su coche, lo golpearon y metieron en el portaequipajes. Varios horas después se encontró en lo que parecía ser una especie de "hotel de rehenes" -contenedores de acero donde se mantenía a las víctimas de varios secuestros mientras duraban las negociaciones sobre el rescate. Aunque con la vista vendada, Hassan pudo oír las órdenes que se daban sobre los otros rehenes.
Al menos tres grupos diferentes de empresarios secuestradores estaban implicados en el caso, dijo -el que le secuestró, otro que custodiaba el contenedor y un tercero que lo torturaba periódicamente con brochas de metal. El tercer grupo negoció con el primero para "comprarlo". Se le permitió hablar por teléfono con su familia, de vez en cuando. Las torturas, concluyó Hassan, debían elevar el precio del rescate que la familia estaría dispuesta a pagar, permitiendo al tercer grupo sacar beneficios.
Los secuestradores lo acusaron continuamente de trabajar con los norteamericanos, pero eso también parecía poco más que un modo de aterrorizarlo y estrujar a la familia, cree Hassan. De hecho, estaba trabajando para los iraquíes, y los secuestradores parecían conocer los aspectos principales de su vida. Finalmente, su familia pagó, y fue abandonado en un miserable estado en una oscura carretera cerca de la cárcel de Abu Ghraib, una de las áreas más peligrosas de Iraq.
Debido a que Hassan nunca denunció su caso, la policía no tuvo nunca la posibilidad de trazar a sus secuestradores. Pero una redada en una casa en el barrio Nuevo Bagdad cogió en la red a Um Sattar y la familia que los detectives dicen que la tenían secuestrada. Los detectives dijeron que la familia, que no estaba implicada en el secuestro mismo, recibiría una tarifa plana de 2.500 dólares, independientemente de cómo marcharan las negociaciones.
Visitado en la cárcel, el jefe de familia, Ibrahim Abdul Hussein, que durante la redada estaba frente a su casa fumando tranquilamente un cigarrillo, negó culpabilidad. "No sé nada", dijo. "Porque yo vivo arriba y ella estaba abajo".
28 de marzo de 2005
©new york times
©traducción mQh
Algunos de los secuestrados son iraquíes que trabajan con occidentales, dijo el coronel Jabbar Anwar, jefe de la unidad de delitos graves de Bagdad que trabaja estrechamente con grupos de la inteligencia americana en casos de secuestros. Pero la exigencia de rescate, y no la intimidación, es el principal motivo, dijo: la amenaza de muerte por colaborar es usualmente sólo un modo de elevar el precio de la libertad.
"La única razón por la que secuestran gente, es el dinero", dijo el coronel Jabbar.
Las exigencias de rescate, dicen funcionarios de seguridad, varían de algunos cientos a medio millón de dólares. La tasa de mortalidad de los secuestros es desconocida, pero los funcionarios dicen que muchos simplemente desaparecen después de pagado el rescate.
Visto de cierta manera, los secuestros son sólo otra faceta del vacío de seguridad creado por la invasión norteamericana de Iraq que no ha sido realmente superado a pesar de la contratación y adiestramiento de decenas de miles de agentes de policía iraquíes. Pero debido al espantoso efecto que tiene la industria del secuestro en las familias iraquíes, especialmente las familias prósperas y educadas cuyos hijos son objetivos especiales, los detectives ven el secuestro como una cosa en sí misma.
Evidencias anecdóticas dispersas sugieren que la epidemia de secuestros, especialmente de niños, es de una eficacia incomparable para empujar de Iraq a los profesionales educados que se necesitan urgentemente para la reconstrucción del país. Estoicos como son a menudo los iraquíes frente a los peligros que les acechan todos los días, los secuestros contribuyen a la sensación nacional de inestabilidad y alimenta la desconfianza mutua -principalmente debido a que muchos secuestros se basan en gente cercana a las víctimas, la que pasa información sobre el patrimonio, hábitos cotidianos y otras materias de interés para los tomadores de rehenes.
El jefe de la oficina de secuestros de la unidad de delitos graves, el coronel Faisel Ali, calificó los secuestros como "el principal problema de Iraq".
El coronel Jabbar, que es responsable de la lucha contra toda la gama de delitos en Iraq, desde asesinatos hasta desfalcos y extorsiones corrientes y molientes, estuvo de acuerdo. "Es el problema número uno", dijo.
Las familias iraquíes están tan habituadas al nuevo comercio del secuestro que, a pesar del mortal peligro en que se encuentran sus seres queridos, rara vez acceden a la primera exigencia de rescate, debido a que así solamente aumentarán el rescate, dijo Abudl Razzak Hassan, ingeniero. Fue obligado a aprender sobre el tópico cuando fue secuestrado en una carretera al oeste de Bagdad, el 25 de diciembre. Sus capturadores lo mantuvieron durante cinco días con los ojos vendados en un sucio contenedor de acero, y lo torturaron.
Hassan, 45, un hombre viajado que habla inglés pasablemente, dijo que su familia sabía que estaba siendo torturado, pero regatearon por teléfono con los secuestradores durante cinco días antes de pagar los 20 millones de dinares, o unos 15.000 dólares, por su liberación.
Incluso a ese precio, Hassan sabía que sería afortunado si no lo mataban una vez hecho el pago.
"Tienes suerte cuando la gente que te secuestra no son asesinos", dijo Hassan.
Los secuestradores advirtieron a su familia no informar nunca sobre el incidente. Temiendo, como muchos iraquíes, que los departamentos de policía son corruptos y están infiltrados, no lo hicieron.
Tampoco fue reportado el secuestro de una adinerada mujer de 64 años llamada Um Sattar, que fue secuestrada por hombres disfrazados de agentes de policía, que pidieron un colosal rescate de medio millón de dinares. Durante las negociaciones fue mantenida en un cuarto cerrado en una residencia familiar en Bagdad, donde los niños jugaban fuera y los parientes pasaban a tomar el té. Los detectives, informados por un dato de un informante 13 días después de su secuestro, allanaron la casa y la liberaron.
Pero ella pensó que el nuevo conjunto de agentes de policía formaba parte de la banda de secuestradores, recordó el teniente primero Abbas Jassim, de la unidad de delitos graves de Bagdad. Ella les suplicó que la no mataran y juró que su familia pagaría. Los detectives trataron una y otra vez de convencerla de que ellos no eran delincuentes, pero la aterrorizada mujer rechazó repetidas veces su historia. Finalmente, un enfadado detective la hizo callar.
"Sí, somos una banda", le dijo el detective, frustrado.
A pesar de la desconfianza, más de 1.000 casos de secuestros han sido reportados a la administración americana de Iraq en los últimos 18 meses, dijo un asesor de seguridad occidental. Incluso entre esos casos, que se cree que están fuertemente inclinados hacia incidentes que involucran a occidentales, más del 70 por ciento de los implicados en los secuestros son de Iraq o de países árabes vecinos, dijo el asesor, que habló a condición de mantener el anonimato.
Una pequeña proporción de los casos denunciados ante los norteamericanos involucraron a rehenes occidentales muy publicitados, como Nicholas Berg, el ingeniero estadounidense secuestrado y decapitado hace un año, o Giuliana Sgrena, la periodista italiana secuestrada el 4 de febrero y liberada exactamente un mes después.
"Es la primera y más importante crisis iraquí", dijo el asesor de seguridad. "La realidad es que es un negocio".
La oficina de secuestros ha hecho modestos avances en el problema, de acuerdo a las estadísticas que lleva la unidad de delitos graves. Desde enero de 2004 a febrero de 2005, 80 casos de secuestros, con 73 rehenes, fueron referidos a la oficina por comisarías de policía de la jurisdicción de Bagdad oeste de la unidad. (El número de casos y rehenes no coinciden porque algunas denuncias resultaron ser alarmas falsas).
En 28 de esos casos, los detectives liberaron a los rehenes y detuvieron a las bandas de secuestradores, haciendo 171 arrestos en total, muestran las estadísticas. La mayoría de las detenciones fueron hechas en una encerrona conectada con el pago de rescates, dijo el coronel Faisel.
Los orígenes de las bandas son variados, dijo. Algunas son literalmente familias de delincuentes, un grupo de parientes que en algún momento decidieron hacerse de unos dinares extras tomando rehenes. Algunas bandas las forman estudiantes universitarios; otras, gente vinculada a mezquitas específicas; todavía otras bandas las forman criminales endurecidos que fueron liberados con la amnistía general decretada por Saddam Hussein en vísperas de la invasión. Los detectives también sospechan que algunos de los secuestros son realizados específicamente para financiar la resistencia.
Los secuestros no son casi nunca aleatorios, dijo el coronel Faisel; los objetivos son cuidadosamente escogidos, la planificación obviamente es substancial. Algunos casos recuerdan novelas de suspense de la guerra fría, con instrucciones garrapateadas en tachos de basura en callejones sin salida y buzones improvisados.
La profusión de celulares y tarjetas SIM -chips de memoria para los teléfonos- vendidos en todo Iraq desde tiendas pequeñas y a menudo ilegales, hacen que trazar las llamadas de los sofisticados secuestradores sea prácticamente imposible, dijo el coronel Faisel. Y dijo que a pesar de su ayuda, funcionarios militares y de inteligencia estadounidenses han sido lentos en compartir tecnología de vigilancia que podría ayudar a los iraquíes a atrapar a los llamadores.
Los archivos de la unidad de delitos graves están llenos de extraños casos de secuestros. En uno de ellos, Hussein Fathi Mahmood, 6, fue capturado frente a su escuela en el barrio de Kadhimiya, de Bagdad. Los detectives lo liberaron después de seguir una tortuosa pista que empezaba con un conocido de los padres del niño, un hombre parlanchín que pasaba la mayor parte del tiempo con magos y curanderos.
En otro caso, un hombre por el que se pedía un rescate de 350.000 dólares, fue encontrado encadenado en una habitación que la policía allanó en el barrio de Adhamiya, de Bagdad. Según un informe del incidente, la policía lo llevó a la comisaría, donde abruptamente señaló al teniente primero Athier Majid Mustafa, y dijo que era uno de los secuestradores.
Hassan, el ingeniero, dijo que varios coches con hombres armados le cortaron el paso en la carretera al oeste de Bagdad. Los hombres lo bajaron de su coche, lo golpearon y metieron en el portaequipajes. Varios horas después se encontró en lo que parecía ser una especie de "hotel de rehenes" -contenedores de acero donde se mantenía a las víctimas de varios secuestros mientras duraban las negociaciones sobre el rescate. Aunque con la vista vendada, Hassan pudo oír las órdenes que se daban sobre los otros rehenes.
Al menos tres grupos diferentes de empresarios secuestradores estaban implicados en el caso, dijo -el que le secuestró, otro que custodiaba el contenedor y un tercero que lo torturaba periódicamente con brochas de metal. El tercer grupo negoció con el primero para "comprarlo". Se le permitió hablar por teléfono con su familia, de vez en cuando. Las torturas, concluyó Hassan, debían elevar el precio del rescate que la familia estaría dispuesta a pagar, permitiendo al tercer grupo sacar beneficios.
Los secuestradores lo acusaron continuamente de trabajar con los norteamericanos, pero eso también parecía poco más que un modo de aterrorizarlo y estrujar a la familia, cree Hassan. De hecho, estaba trabajando para los iraquíes, y los secuestradores parecían conocer los aspectos principales de su vida. Finalmente, su familia pagó, y fue abandonado en un miserable estado en una oscura carretera cerca de la cárcel de Abu Ghraib, una de las áreas más peligrosas de Iraq.
Debido a que Hassan nunca denunció su caso, la policía no tuvo nunca la posibilidad de trazar a sus secuestradores. Pero una redada en una casa en el barrio Nuevo Bagdad cogió en la red a Um Sattar y la familia que los detectives dicen que la tenían secuestrada. Los detectives dijeron que la familia, que no estaba implicada en el secuestro mismo, recibiría una tarifa plana de 2.500 dólares, independientemente de cómo marcharan las negociaciones.
Visitado en la cárcel, el jefe de familia, Ibrahim Abdul Hussein, que durante la redada estaba frente a su casa fumando tranquilamente un cigarrillo, negó culpabilidad. "No sé nada", dijo. "Porque yo vivo arriba y ella estaba abajo".
28 de marzo de 2005
©new york times
©traducción mQh
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