católicos de usa y el papa
[Dean E. Murphy y Neela Banerjee] Católicos en Estados Unidos mantienen la fe, pero viven con contradicciones.
Los Angeles, Estados Unidos. Lily Velázquez, que el jueves cumplió 18, es la sexta de 12 niños de inmigrantes mexicanos en un suburbio pobre de Los Angeles. Se considera a sí misma una devota católica y una irremediable pecadora.
Va a misa todos los domingos, pero es madre soltera de dos hijos. Cree que el aborto es un asesinato, pero la irrita la prohibición del Vaticano del control de natalidad. Lamenta la muerte del Papa Juan Pablo II, pero espera que su sucesor sea "nuevo y diferente".
"Mi mamá se enfada si no voy a la iglesia", dijo Velázquez, mientras su hija de 2 años, Emily, chupaba una botella de zumo frente a la Catedral de Nuestra Señora de Los Angeles, el centro oficial de la archidiócesis católica más grande del país. "En cuanto a mí, creo que he pecado muchas veces y si voy a la iglesia, mejor".
Velázquez fue una de las decenas de miles de católicos que visitaron esta semana la imponente catedral en el centro de Los Angeles para pagar los últimos respetos al Papa encendiendo una vela o arrodillándose ante su fotografía. Ella es también un vivo ejemplo de las contradicciones que viven los católicos estadounidenses mientras esperan con incertidumbre y algo de ansiedad la elección de un nuevo jefe espiritual en Roma.
Los católicos norteamericanos, sean latinos aquí o afro-americanos en Atlanta, o los de ancestros irlandeses, italianos o polacos en Boston y Baltimore, han llegado a aceptar que ser católico significa vivir con inconsistencia. Los casi 65 millones de católicos en Estados Unidos ya no tienen una identidad distintiva como hace una generación, y a medida que se han ido asimilando en la sociedad norteamericana, sus opiniones y problemas sociales y morales son los mismos que los de otros americanos.
"Los católicos como un todo están ahora en el centro de la vida americana, mientras que hace 50 o 60 años, todavía estaban en la periferia de la sociedad", dijo John Green, director del Instituto Ray C. Bliss de Política Aplicada de la Universidad de Akron en Ohio y experto en religión y política.
Como resultado, las enseñanzas del Vaticano sobre una serie de materias, incluyendo la contracepción, la ordenación de mujeres y la homosexualidad, están en desacuerdo con las creencias y estilos de vida de la mayoría de los católicos norteamericanos. Pero la mayoría de los norteamericanos encuentra un modo de seguir en su fe adhiriendo a los valores más importantes e ignorando discretamente aquellos con los que están en desacuerdo.
"Los católicos de ahora son á la carte" en la práctica de su religión, dijo Diana Gonya, 61, una agente de seguros jubilada en Baltimore cuyo matrimonio hace 36 años atrás fue oficiado por el Papa Pablo VI.
Ciertamente, hay problemas. En estos días, menos americanos envían a sus hijos a escuelas católicas. La asistencia a misa en Estados Unidos disminuyó durante el papado de Juan Pablo. La iglesia sufre de una aguda falta de sacerdotes. Y el escándalo por los abusos sexuales continúan enturbiando las diócesis en todo el país.
Mientras menos católicos norteamericanos dicen que no creen que cambie marcadamente la doctrina con el sucesor de Juan Pablo, la transición les ha permitido soñar un poco sobre cómo debería ser su iglesia. En general, dicen que les gustaría una iglesia que se incorpore con más comprensión a la modernidad. Para algunos, eso quiere decir que los sacerdotes puedan casarse. Para otros, la ordenación de mujeres como sacerdotes. Según muestran los sondeos, a la mayoría le gustaría ver un ablandamiento de la posición de la iglesia sobre el control de la natalidad. Después de años de escándalos por abusos sexuales, muchos quieren un Papa que declare una prioridad poner fin a esos abusos.
"Si quiere seguir siendo una de las religiones más importantes de este país, debe acoplarse a los tiempos y dejar que las mujeres sean sacerdotes", dijo Katie McDevitt, 20, estudiante de segundo año en el Boston College, una universidad jesuita. McDevitt dijo que ella va regularmente a la iglesia, y que asistió recientemente a una misa en memoria de Juan Pablo. "No debe ser tan sexista ni tan patriarcal. Hay un montón de énfasis en principios equivocados".
Los católicos norteamericanos atribularon a Juan Pablo, como hicieron sus hermanos en todo el mundo, pero un sondeo reciente de Gallup indicó que piensan que quién sea el nuevo Papa les importa menos que a los católicos de otros lugares, especialmente en África y América Latina, donde la iglesia ha crecido más vigorosamente en las últimas dos décadas. Entre los católicos de Estados Unidos existe una amplia aceptación de que pueden estar en desacuerdo con el Vaticano y seguir llamándose inequívocamente católicos.
Gonya dijo que su actitud hacia el Papa y la jerarquía de la iglesia era como lo que sentía sobre sus padres. "Los respetamos por lo que creen, pero tenemos información nuevas que nos llevan en diferentes direcciones", dijo.
Gonya y su marido, Gary, son entusiastas católicos de toda la vida. Gonya estudió en el seminario en los años sesenta. La pareja muestra orgullosamente fotos de su boda durante la visita del Papa Pablo VI al país nativo de Gonya, Colombia, en 1968, y de una audiencia en la que fueron recibidos por Juan Pablo en su casa de verano, Castel Gandolfo, para su aniversario 25.
Gonya, 62, dice que va a misa a dos iglesias todos los sábados: la cercena activista, liberal iglesia de San Vicente DePaul, que lo inspira con su liturgia y homilías, y la conservadora San Leo justo al otro lado de la calle en su casa en el barrio de la Pequeña Italia en Baltimore.
A pesar de su devoción, los Gonya difieren de la iglesia en la mayoría de las opiniones doctrinales. Dicen que les encantaría que se ordenara a mujeres. Si la iglesia aceptara a hombres casados, Gonya sería el primero de la cola, dijo su esposa.
"Roma es importante, pero no creo que el católico americano típico se apoye solamente en ella", dijo Gonya. "Nosotros seguimos explorando nuestras creencias en nuestra propia cultura".
Esa división entre doctrina y las creencias propias no alarma a los Gonya. "La posición del Papa nos hace pensar más sobre lo que creemos", dijo. "Es una invitación a pensar más profundamente sobre un problema".
La amplitud de prioridades que declara el catolicismo permite a la gente identificarse como católicos al mismo tiempo que están en desacuerdo con la doctrina, dijo el doctor Luis E. Lugo, director del Pew Forum on Religion and Public Life, con sede en Washington. La agenda del catolicismo abarca problemas de ética personal que los evangélicos también enfatizan, como la lucha contra el aborto, y los problemas sociales liberales que lideran importantes iglesias protestantes, como las campañas contra la pobreza. "En el catolicismo hay algo para todos", dijo Lugo.
Ciertamente hay tradicionalistas. "Si funciona, ¿para qué cambiarlo? Ha durado 2.000 años. ¿Para qué cambiarlo?", se pregunta Joseph M. Perry, 51, un mecánico de Reading, Massachusetts. Perry dice que no está de acuerdo con el aborto y cree que los sacerdotes deberían ser hombres y célibes.
Pero católicos más jóvenes dicen que ya no pueden vivir de acuerdo a la doctrina. Adam Williams, 17, va a misa en Mount Carmel, la escuela secundaria a la que asiste en Baltimore, pero de otro modo rara vez se acerca a la iglesia. Las prohibiciones de la iglesia "sobre casi todo lo que hacen los niños", dijo Adam, lo ha hecho más reluctante a identificarse como católico.
"En la escuela, nos enseñan enorme cantidad de gente en África que muere de sida", dijo Adam, en una pausa de su trabajo después de la escuela la semana pasada en Vaccaro's, una pastelería local. "Pero la iglesia no les deja usar condones. Creo que eso es estúpido".
El crecimiento de la iglesia católica en Estados Unidos desde 1960 se debe en gran parte a la llegada de latinos, de acuerdo a la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. Ya casi un tercio de los católicos del país son hispanos, y el porcentaje sigue creciendo.
Aquí en la archidiócesis de Los Angeles, la generación más vieja de latinos sigue una tradición de obediencia. La madre de Velázquez, María, 48, de Compton, dijo que vio a Juan Pablo en sus sueños antes de que muriera. Apretando un crucifijo que colgaba de su cuello, dijo que no veía cómo cambiaría la iglesia.
Pero latinos más jóvenes, como Velázquez, han comenzado a parecerse a otros norteamericanos en lo que piensan sobre la doctrina católica. Velázquez dijo sin dudarlo que muchas católicas de su generación han abortado, usado el control de natalidad y generalmente llevan vidas que no sancionan las enseñanzas de la iglesia.
Un estudio de 2001 de Tomás Rivera, del Policy Institute de Los Angeles concluyó que sólo un 38 por ciento de la segunda generación de latinos en Estados Unidos descansaba "un montón" en la religión en su vida diaria, en comparación con el 53 por ciento de la generación de sus padres".
El único anhelo de María Velázquez del nuevo Papa es quizás que sea latinoamericano. "Entendería mejor nuestra cultura", dijo.
Un sondeo reciente de Gallup mostró que una mayoría abrumadora de los católicos encuestados encontraban aceptable que el nuevo Papa fuera latinoamericano o africano. Pero quien quiera que sea el nuevo Papa, se enfrentará a una iglesia americana en desacuerdo con la mayoría del resto del mundo, observaron católicos encuestados.
"Tengo miedo de que la iglesia como un todo esté llegando a un punto en que la talla única ya no le conviene", dijo Jack Scalione, 66, inspector de peaje, que estaba mirando el funeral del Papa en la televisión en la iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmel, en Boston del Este. "Lo que es bueno para Europa, no es necesariamente bueno para Estados Unidos, y lo que es bueno para Estados Unidos no es necesariamente bueno para América Latina. Tienes que adaptarte a los deseos de la gente, porque la gente es la iglesia".
Dean E. Murphy dese Los Angeles, y Neela Banerjee desde Baltimore, Ariel Hart desde Atlanta, y Katie Zezima desde Boston contribuyeron a este reportaje.
12 de abril de 2005
9 de abril de 2005
©new york times
©traducción mQh
Va a misa todos los domingos, pero es madre soltera de dos hijos. Cree que el aborto es un asesinato, pero la irrita la prohibición del Vaticano del control de natalidad. Lamenta la muerte del Papa Juan Pablo II, pero espera que su sucesor sea "nuevo y diferente".
"Mi mamá se enfada si no voy a la iglesia", dijo Velázquez, mientras su hija de 2 años, Emily, chupaba una botella de zumo frente a la Catedral de Nuestra Señora de Los Angeles, el centro oficial de la archidiócesis católica más grande del país. "En cuanto a mí, creo que he pecado muchas veces y si voy a la iglesia, mejor".
Velázquez fue una de las decenas de miles de católicos que visitaron esta semana la imponente catedral en el centro de Los Angeles para pagar los últimos respetos al Papa encendiendo una vela o arrodillándose ante su fotografía. Ella es también un vivo ejemplo de las contradicciones que viven los católicos estadounidenses mientras esperan con incertidumbre y algo de ansiedad la elección de un nuevo jefe espiritual en Roma.
Los católicos norteamericanos, sean latinos aquí o afro-americanos en Atlanta, o los de ancestros irlandeses, italianos o polacos en Boston y Baltimore, han llegado a aceptar que ser católico significa vivir con inconsistencia. Los casi 65 millones de católicos en Estados Unidos ya no tienen una identidad distintiva como hace una generación, y a medida que se han ido asimilando en la sociedad norteamericana, sus opiniones y problemas sociales y morales son los mismos que los de otros americanos.
"Los católicos como un todo están ahora en el centro de la vida americana, mientras que hace 50 o 60 años, todavía estaban en la periferia de la sociedad", dijo John Green, director del Instituto Ray C. Bliss de Política Aplicada de la Universidad de Akron en Ohio y experto en religión y política.
Como resultado, las enseñanzas del Vaticano sobre una serie de materias, incluyendo la contracepción, la ordenación de mujeres y la homosexualidad, están en desacuerdo con las creencias y estilos de vida de la mayoría de los católicos norteamericanos. Pero la mayoría de los norteamericanos encuentra un modo de seguir en su fe adhiriendo a los valores más importantes e ignorando discretamente aquellos con los que están en desacuerdo.
"Los católicos de ahora son á la carte" en la práctica de su religión, dijo Diana Gonya, 61, una agente de seguros jubilada en Baltimore cuyo matrimonio hace 36 años atrás fue oficiado por el Papa Pablo VI.
Ciertamente, hay problemas. En estos días, menos americanos envían a sus hijos a escuelas católicas. La asistencia a misa en Estados Unidos disminuyó durante el papado de Juan Pablo. La iglesia sufre de una aguda falta de sacerdotes. Y el escándalo por los abusos sexuales continúan enturbiando las diócesis en todo el país.
Mientras menos católicos norteamericanos dicen que no creen que cambie marcadamente la doctrina con el sucesor de Juan Pablo, la transición les ha permitido soñar un poco sobre cómo debería ser su iglesia. En general, dicen que les gustaría una iglesia que se incorpore con más comprensión a la modernidad. Para algunos, eso quiere decir que los sacerdotes puedan casarse. Para otros, la ordenación de mujeres como sacerdotes. Según muestran los sondeos, a la mayoría le gustaría ver un ablandamiento de la posición de la iglesia sobre el control de la natalidad. Después de años de escándalos por abusos sexuales, muchos quieren un Papa que declare una prioridad poner fin a esos abusos.
"Si quiere seguir siendo una de las religiones más importantes de este país, debe acoplarse a los tiempos y dejar que las mujeres sean sacerdotes", dijo Katie McDevitt, 20, estudiante de segundo año en el Boston College, una universidad jesuita. McDevitt dijo que ella va regularmente a la iglesia, y que asistió recientemente a una misa en memoria de Juan Pablo. "No debe ser tan sexista ni tan patriarcal. Hay un montón de énfasis en principios equivocados".
Los católicos norteamericanos atribularon a Juan Pablo, como hicieron sus hermanos en todo el mundo, pero un sondeo reciente de Gallup indicó que piensan que quién sea el nuevo Papa les importa menos que a los católicos de otros lugares, especialmente en África y América Latina, donde la iglesia ha crecido más vigorosamente en las últimas dos décadas. Entre los católicos de Estados Unidos existe una amplia aceptación de que pueden estar en desacuerdo con el Vaticano y seguir llamándose inequívocamente católicos.
Gonya dijo que su actitud hacia el Papa y la jerarquía de la iglesia era como lo que sentía sobre sus padres. "Los respetamos por lo que creen, pero tenemos información nuevas que nos llevan en diferentes direcciones", dijo.
Gonya y su marido, Gary, son entusiastas católicos de toda la vida. Gonya estudió en el seminario en los años sesenta. La pareja muestra orgullosamente fotos de su boda durante la visita del Papa Pablo VI al país nativo de Gonya, Colombia, en 1968, y de una audiencia en la que fueron recibidos por Juan Pablo en su casa de verano, Castel Gandolfo, para su aniversario 25.
Gonya, 62, dice que va a misa a dos iglesias todos los sábados: la cercena activista, liberal iglesia de San Vicente DePaul, que lo inspira con su liturgia y homilías, y la conservadora San Leo justo al otro lado de la calle en su casa en el barrio de la Pequeña Italia en Baltimore.
A pesar de su devoción, los Gonya difieren de la iglesia en la mayoría de las opiniones doctrinales. Dicen que les encantaría que se ordenara a mujeres. Si la iglesia aceptara a hombres casados, Gonya sería el primero de la cola, dijo su esposa.
"Roma es importante, pero no creo que el católico americano típico se apoye solamente en ella", dijo Gonya. "Nosotros seguimos explorando nuestras creencias en nuestra propia cultura".
Esa división entre doctrina y las creencias propias no alarma a los Gonya. "La posición del Papa nos hace pensar más sobre lo que creemos", dijo. "Es una invitación a pensar más profundamente sobre un problema".
La amplitud de prioridades que declara el catolicismo permite a la gente identificarse como católicos al mismo tiempo que están en desacuerdo con la doctrina, dijo el doctor Luis E. Lugo, director del Pew Forum on Religion and Public Life, con sede en Washington. La agenda del catolicismo abarca problemas de ética personal que los evangélicos también enfatizan, como la lucha contra el aborto, y los problemas sociales liberales que lideran importantes iglesias protestantes, como las campañas contra la pobreza. "En el catolicismo hay algo para todos", dijo Lugo.
Ciertamente hay tradicionalistas. "Si funciona, ¿para qué cambiarlo? Ha durado 2.000 años. ¿Para qué cambiarlo?", se pregunta Joseph M. Perry, 51, un mecánico de Reading, Massachusetts. Perry dice que no está de acuerdo con el aborto y cree que los sacerdotes deberían ser hombres y célibes.
Pero católicos más jóvenes dicen que ya no pueden vivir de acuerdo a la doctrina. Adam Williams, 17, va a misa en Mount Carmel, la escuela secundaria a la que asiste en Baltimore, pero de otro modo rara vez se acerca a la iglesia. Las prohibiciones de la iglesia "sobre casi todo lo que hacen los niños", dijo Adam, lo ha hecho más reluctante a identificarse como católico.
"En la escuela, nos enseñan enorme cantidad de gente en África que muere de sida", dijo Adam, en una pausa de su trabajo después de la escuela la semana pasada en Vaccaro's, una pastelería local. "Pero la iglesia no les deja usar condones. Creo que eso es estúpido".
El crecimiento de la iglesia católica en Estados Unidos desde 1960 se debe en gran parte a la llegada de latinos, de acuerdo a la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. Ya casi un tercio de los católicos del país son hispanos, y el porcentaje sigue creciendo.
Aquí en la archidiócesis de Los Angeles, la generación más vieja de latinos sigue una tradición de obediencia. La madre de Velázquez, María, 48, de Compton, dijo que vio a Juan Pablo en sus sueños antes de que muriera. Apretando un crucifijo que colgaba de su cuello, dijo que no veía cómo cambiaría la iglesia.
Pero latinos más jóvenes, como Velázquez, han comenzado a parecerse a otros norteamericanos en lo que piensan sobre la doctrina católica. Velázquez dijo sin dudarlo que muchas católicas de su generación han abortado, usado el control de natalidad y generalmente llevan vidas que no sancionan las enseñanzas de la iglesia.
Un estudio de 2001 de Tomás Rivera, del Policy Institute de Los Angeles concluyó que sólo un 38 por ciento de la segunda generación de latinos en Estados Unidos descansaba "un montón" en la religión en su vida diaria, en comparación con el 53 por ciento de la generación de sus padres".
El único anhelo de María Velázquez del nuevo Papa es quizás que sea latinoamericano. "Entendería mejor nuestra cultura", dijo.
Un sondeo reciente de Gallup mostró que una mayoría abrumadora de los católicos encuestados encontraban aceptable que el nuevo Papa fuera latinoamericano o africano. Pero quien quiera que sea el nuevo Papa, se enfrentará a una iglesia americana en desacuerdo con la mayoría del resto del mundo, observaron católicos encuestados.
"Tengo miedo de que la iglesia como un todo esté llegando a un punto en que la talla única ya no le conviene", dijo Jack Scalione, 66, inspector de peaje, que estaba mirando el funeral del Papa en la televisión en la iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmel, en Boston del Este. "Lo que es bueno para Europa, no es necesariamente bueno para Estados Unidos, y lo que es bueno para Estados Unidos no es necesariamente bueno para América Latina. Tienes que adaptarte a los deseos de la gente, porque la gente es la iglesia".
Dean E. Murphy dese Los Angeles, y Neela Banerjee desde Baltimore, Ariel Hart desde Atlanta, y Katie Zezima desde Boston contribuyeron a este reportaje.
12 de abril de 2005
9 de abril de 2005
©new york times
©traducción mQh
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