extrañas coincidencias y predicciones
[William Grimes] Momentos estrafalarios.
Una mujer en Alabama decidió visitar a su hermana. Su hermana, sin que ella lo supiera, había decidido lo mismo. Chocaron de frente en una autopista rural. Las dos murieron. Y las dos conducían todoterrenos. Esta es una coincidencia rara, aunque no tan rara, quizás, como el caso de Roy Cleveland Sullivan, un guardia forestal de Virginia al que le cayó siete veces un rayo, o la existencia de un vendedor de hielo llamado I.C. Shivers [Tiritones].
La ley de la probabilidad opera de manera rara. Este es el principal argumento de ‘Beyond Coincidence’ [Más allá de las coincidencias], de Martin Plimmer y Brian King, una compilación de extrañas anécdotas envueltas flojamente en un colorido papel de tejidos intelectuales. Es un ejemplo magnífico del género conocido como literatura de retrete, con algunas tibias excursiones en la psicología y matemáticas detrás de misteriosas coincidencias que el escritor Arthur Koestler llamó "juegos de palabras del destino".
Tal como la naturaleza aborrece el vacío, los seres humanos rechazan la idea de que los acontecimientos puedan ocurrir de manera arbitraria. Son altamente receptivos de mensajes divinos que sugieren lo contrario, como en la extraña historia de la señora Willard Lowell, de Berkeley, California, que descubrió que se había dejado a sí misma fuera de la casa cuando llegó el cartero con una carta. En la carta estaba la copia de emergencia de la llave de la puerta de calle, que le había enviado su hermano, que se la había llevado a casa por error en una visita reciente.
Sucesos como estos provocan escalofríos, pero la matemática detrás de coincidencias extrañas muestra que la mayoría de la gente simplemente entiende mal las estadísticas. Las posibilidades de encontrar a alguien en un cumpleaños no son de 365 contra 1. En un habitación con solo 23 personas, las posibilidades de que dos de ellas tengan el mismo aniversario son todavía mayores.
Un mundo sin el constante aluvión de las coincidencias extrañas sería mucho más notable que un mundo sin esas coincidencias. No es para nada inusual tener un sueño que prediga con precisión un acontecimiento futuro, o que dos jugadores de golf lleguen al mismo hoyo. En promedio, cada uno de nosotros debería tener un sueño premonitorio cada 19 años, y las posibilidades de un doble-en-uno, aunque aparentemente asombroso, son de 1.85 billones contra 1, lo que garantiza que esto ocurra una vez al año.
Es fácil predecir que más de estas coincidencias raras vienen en camino, a medida que el mundo crece más y aumenta el volumen de información. Como lo dicen los autores: "La ley estadística de los grandes números sostiene que si la muestra es muy grande, incluso las cosas más improbables se hacen probables". Eso incluye la mano perfecta repartida a los cuatro miembros de un club de twist británico en 1998, que recibieron cada uno 13 cartas de un solo palo.
Sin embargo, algo profundo en la mente humana resiste la explicación que ofrecen las estadísticas. Puede ser que la responsable sea la evolución. "Hemos tenido tanto éxito como especie precisamente porque somos buenos en hacer conexiones entre eventos y detectando patrones y regularidades en la naturaleza", explica Christopher French, psicólogo. "El precio que pagamos es la tendencia a veces a detectar conexiones y patrones que no existen".
Esa tendencia explicaría el descubrimiento de que tocar el álbum de Pink Floyd, ‘Dark Side of the Moon’ mientras se mira ‘El mago de Oz’ genera casi tantas coincidencias sorprendentes como las correspondencias detalladas en ‘El código de la Biblia’, un análisis numerológico de la Biblia que revela, entre otras cosas, una predicción del asesinato de Yitzhak Rabin.
Plimmer y King, que exploraron antes este territorio en una serie de programas para la Radio BBC 4 se pelean para rellenar sus cuotas de páginas. Gastaron demasiado tiempo con Richard Wiseman, autor de ‘El factor suerte’, y sus programas de preparación diseñados para convertir a miserables y desafortunados escépticos en afortunados ganadores.
Han llenado el libro con anécdotas que suenan demasiado bien como para ser verídicas, e incluso más que son demasiado verídicas para ser buenas. George Frideric Handel y Jimi Hendrix vivieron en domicilios adyacentes en Londres. En un supermercado británico nueve mujeres que trabajaban en la misma caja quedaron embarazadas en un período de diez meses. Un hombre que trataba de consolar a su vecino después de una dolorosa separación puso en el tocadiscos la canción favorita de la pareja. Oooh.
Por otro lado, es profundamente satisfactorio saber que un granjero canadiense llamado McDonald tenía el código postal EIEIO y hay al menos una mitad de guión en la historia de un asaltante de bancos que asaltó el mismo banco y al mismo cajero dos veces, y escapó porque el guardián del banco y los gerentes estaban en una oficina atrás mirando los videos de su primer asalto.
El premio a las coincidencias más dolorosas de la historia escrita debe ser para el poeta Simon Armitage, que descubrió de casualidad un ejemplar usado de uno de sus libros de poemas en el cubo de basura frente a una tienda de segunda mano. En la cubierta estaba la siguiente dedicatoria, escrita por él mismo: "A papá y mamá".
La ley de la probabilidad opera de manera rara. Este es el principal argumento de ‘Beyond Coincidence’ [Más allá de las coincidencias], de Martin Plimmer y Brian King, una compilación de extrañas anécdotas envueltas flojamente en un colorido papel de tejidos intelectuales. Es un ejemplo magnífico del género conocido como literatura de retrete, con algunas tibias excursiones en la psicología y matemáticas detrás de misteriosas coincidencias que el escritor Arthur Koestler llamó "juegos de palabras del destino".
Tal como la naturaleza aborrece el vacío, los seres humanos rechazan la idea de que los acontecimientos puedan ocurrir de manera arbitraria. Son altamente receptivos de mensajes divinos que sugieren lo contrario, como en la extraña historia de la señora Willard Lowell, de Berkeley, California, que descubrió que se había dejado a sí misma fuera de la casa cuando llegó el cartero con una carta. En la carta estaba la copia de emergencia de la llave de la puerta de calle, que le había enviado su hermano, que se la había llevado a casa por error en una visita reciente.
Sucesos como estos provocan escalofríos, pero la matemática detrás de coincidencias extrañas muestra que la mayoría de la gente simplemente entiende mal las estadísticas. Las posibilidades de encontrar a alguien en un cumpleaños no son de 365 contra 1. En un habitación con solo 23 personas, las posibilidades de que dos de ellas tengan el mismo aniversario son todavía mayores.
Un mundo sin el constante aluvión de las coincidencias extrañas sería mucho más notable que un mundo sin esas coincidencias. No es para nada inusual tener un sueño que prediga con precisión un acontecimiento futuro, o que dos jugadores de golf lleguen al mismo hoyo. En promedio, cada uno de nosotros debería tener un sueño premonitorio cada 19 años, y las posibilidades de un doble-en-uno, aunque aparentemente asombroso, son de 1.85 billones contra 1, lo que garantiza que esto ocurra una vez al año.
Es fácil predecir que más de estas coincidencias raras vienen en camino, a medida que el mundo crece más y aumenta el volumen de información. Como lo dicen los autores: "La ley estadística de los grandes números sostiene que si la muestra es muy grande, incluso las cosas más improbables se hacen probables". Eso incluye la mano perfecta repartida a los cuatro miembros de un club de twist británico en 1998, que recibieron cada uno 13 cartas de un solo palo.
Sin embargo, algo profundo en la mente humana resiste la explicación que ofrecen las estadísticas. Puede ser que la responsable sea la evolución. "Hemos tenido tanto éxito como especie precisamente porque somos buenos en hacer conexiones entre eventos y detectando patrones y regularidades en la naturaleza", explica Christopher French, psicólogo. "El precio que pagamos es la tendencia a veces a detectar conexiones y patrones que no existen".
Esa tendencia explicaría el descubrimiento de que tocar el álbum de Pink Floyd, ‘Dark Side of the Moon’ mientras se mira ‘El mago de Oz’ genera casi tantas coincidencias sorprendentes como las correspondencias detalladas en ‘El código de la Biblia’, un análisis numerológico de la Biblia que revela, entre otras cosas, una predicción del asesinato de Yitzhak Rabin.
Plimmer y King, que exploraron antes este territorio en una serie de programas para la Radio BBC 4 se pelean para rellenar sus cuotas de páginas. Gastaron demasiado tiempo con Richard Wiseman, autor de ‘El factor suerte’, y sus programas de preparación diseñados para convertir a miserables y desafortunados escépticos en afortunados ganadores.
Han llenado el libro con anécdotas que suenan demasiado bien como para ser verídicas, e incluso más que son demasiado verídicas para ser buenas. George Frideric Handel y Jimi Hendrix vivieron en domicilios adyacentes en Londres. En un supermercado británico nueve mujeres que trabajaban en la misma caja quedaron embarazadas en un período de diez meses. Un hombre que trataba de consolar a su vecino después de una dolorosa separación puso en el tocadiscos la canción favorita de la pareja. Oooh.
Por otro lado, es profundamente satisfactorio saber que un granjero canadiense llamado McDonald tenía el código postal EIEIO y hay al menos una mitad de guión en la historia de un asaltante de bancos que asaltó el mismo banco y al mismo cajero dos veces, y escapó porque el guardián del banco y los gerentes estaban en una oficina atrás mirando los videos de su primer asalto.
El premio a las coincidencias más dolorosas de la historia escrita debe ser para el poeta Simon Armitage, que descubrió de casualidad un ejemplar usado de uno de sus libros de poemas en el cubo de basura frente a una tienda de segunda mano. En la cubierta estaba la siguiente dedicatoria, escrita por él mismo: "A papá y mamá".
20 de enero de 2006
©new york times
©traducción mQh
2 comentarios
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