dosis de risotadas medicinales
[John Lancaster] En Bangalore, al alba. Sus practicantes le atribuyen propiedades curativas.
Bangalore, India. En la granulosa penumbra de poco antes de las seis de la mañana, una media docena de hombres y mujeres se reúnen en un pequeño parque, saludándose unos a otros debajo de los árboles en flor. De edades que van de los cuarenta a los ochenta, aplauden, forman un círculo -y desatan un vendaval de tumultuosas carcajadas.
"Jo, jo. Ja, ja, ja. Jo, jo", ríen a carcajadas, sacudiéndose hacia los lados y echando la cabeza hacia atrás. "Jo, jo. Ja, ja, ja. Jo, jo".
Un jogger no les presta la menor atención. ¿Por qué debería hacerlo? Ellos son visitantes regulares del Club de la Risa del Mini Bosque, que empiezan su diario ritual de risas, risitas tontas, risas ahogadas y risas hilarantes -en combinación con ejercicios de estiramiento y de respiración- que componen la disciplina profundamente india del ‘yoga de la risa’.
Llamado así por el parque donde se reúnen 365 veces al año, incluso durante la húmeda temporada del monzón del verano, el Club de la Risa del Mini Bosque está compuesto por jubilados de clase media, amas de casas y hombres de negocios, entre otros. Es uno de los cientos de clubes semejantes de esta caótica y moderna ciudad donde los vagabundos y los gamines de la calle coexisten con importantes científicos y nuevos multimillonarios de las florecientes industrias del software y de las subcontrataciones.
Inventado por un médico de Bombay, Madan Kataria, en 1996, el yoga de la risa predica que "el reír sin motivo" puede fomentar el bienestar espiritual y ser beneficioso para la salud -entre otras cosas disminuye la presión sanguínea. El concepto ha dado origen a clubes de la risa en India y en varios otros países, incluyendo Estados Unidos, e inspiró en 1999 un documental del célebre director indio Mira Nair (que también dirigió ‘La boda del monzón’ [Monsoon Wedding]).
"En serio, están locos", dijo sobre los entusiastas de la risa, Basava Raju, el agente jubilado de un banco estatal que fundó el club del Mini Bosque.
"Están terriblemente enganchados", agregó Raju, un saludable hombre de 68 años cuyas tarjetas de visita lo identifican como terapeuta de yoga y "estudioso de la risa". "No se pierden ni un solo día".
La sesión matutina se desarrolla de acuerdo a un ritual bien establecido.
Después de la ronda introductoria de "risa ejecutiva", el grupo hace ejercicios de calentamiento según métodos de yoga más tradicionales. Dirigidos primero por K.R.L. Narayanan, un químico de 59 con pantalones caqui y zapatillas, se frotan el estómago con movimientos circulares mientras repiten "Om", el mantra hindú sagrado, luego sacan sus lenguas y resuellan como perros.
Luego los reidores aceleran el ritmo, corren unos hacia otros y se dan palmadas con los dedos extendidos, aplaudiendo y marchando en círculo, como soldados en formación. "¡Ahora el footing móvil!", ordena Narayanan, instando al grupo a un suave trotecito.
Las risotadas comienzan seriamente uno o dos minutos después de la "risa de estiramiento’, que consiste en reír mientras se hace la mímica de disparar con arco una flecha hacia el cielo, seguido por un purificador estallido de "risa hilarante".
"¡Inhalad, estallad en risas!", ordena Raju, el ex banquero y estudioso de la risa residente, provocando una explosión de sonoras carcajadas.
Durante la sesión de 45 minutos, el grupo comparte un "helado de la risa" (una ahogada risita que se saborea suavemente), "café de la risa" (que se hace mientras se pretende que se sirve café) y una "risa móvil" (iniciada con gritos de "¡Hola! ¡Hola!" contra un celular imaginario). La hilaridad es contagiosa, especialmente cuando los miembros imitan a un ridículo león -abriendo sus bocas ampliamente y moviendo sus lenguas- en el ejercicio conocido como "la risa del león".
Algunos ejercicios son más sutiles. "La risa meditativa, por favor", ordena Madhav Pai, 64, jubilado, que lleva bermudas de excursionista y una camiseta del Grand Canyon. Entre las risas se intercalan varios estiramientos, así como ejercicios faciales para fortalecer los músculos de los ojos y la lengua.
A medida que se desarrolla la sesión, empieza a adquirir una dimensión más espiritual. Después de ordenar a los miembros que levanten la mano izquierda y bajen la derecha, Raju les dice que deben "sentirse como si fueran antenas" para permitir que la "energía cósmica" entre a sus cuerpos a través de la mano izquierda y la "energía negativa" salga por la derecha.
"Shanti, shanti", dice, repitiendo la palabra hindú para paz. "Observad el silencio interior que habéis creado".
La sesión termina con una "risa de apreciación" -los miembros ríen mientras se hacen unos a otros el signo okey- y una "risa de guirnalda", durante la que se adornan unos a otros con imaginarias guirnaldas de flores.
Todavía no son las siete de la mañana. Cuando los participantes emprenden sus caminos separados, Nitya Murthy, 64, ama de casa casada con un ejecutivo de tecnología jubilado, confirma el poder curativo de la risa.
"Hace doce años tuvo un fuerte ataque al corazón", dice. "He estado hospitalizada cinco veces. He tenido dos angioplastias". Pero ahora, gracias al club de la risa, dice, "me siento tan afinada como un violín".
"Jo, jo. Ja, ja, ja. Jo, jo", ríen a carcajadas, sacudiéndose hacia los lados y echando la cabeza hacia atrás. "Jo, jo. Ja, ja, ja. Jo, jo".
Un jogger no les presta la menor atención. ¿Por qué debería hacerlo? Ellos son visitantes regulares del Club de la Risa del Mini Bosque, que empiezan su diario ritual de risas, risitas tontas, risas ahogadas y risas hilarantes -en combinación con ejercicios de estiramiento y de respiración- que componen la disciplina profundamente india del ‘yoga de la risa’.
Llamado así por el parque donde se reúnen 365 veces al año, incluso durante la húmeda temporada del monzón del verano, el Club de la Risa del Mini Bosque está compuesto por jubilados de clase media, amas de casas y hombres de negocios, entre otros. Es uno de los cientos de clubes semejantes de esta caótica y moderna ciudad donde los vagabundos y los gamines de la calle coexisten con importantes científicos y nuevos multimillonarios de las florecientes industrias del software y de las subcontrataciones.
Inventado por un médico de Bombay, Madan Kataria, en 1996, el yoga de la risa predica que "el reír sin motivo" puede fomentar el bienestar espiritual y ser beneficioso para la salud -entre otras cosas disminuye la presión sanguínea. El concepto ha dado origen a clubes de la risa en India y en varios otros países, incluyendo Estados Unidos, e inspiró en 1999 un documental del célebre director indio Mira Nair (que también dirigió ‘La boda del monzón’ [Monsoon Wedding]).
"En serio, están locos", dijo sobre los entusiastas de la risa, Basava Raju, el agente jubilado de un banco estatal que fundó el club del Mini Bosque.
"Están terriblemente enganchados", agregó Raju, un saludable hombre de 68 años cuyas tarjetas de visita lo identifican como terapeuta de yoga y "estudioso de la risa". "No se pierden ni un solo día".
La sesión matutina se desarrolla de acuerdo a un ritual bien establecido.
Después de la ronda introductoria de "risa ejecutiva", el grupo hace ejercicios de calentamiento según métodos de yoga más tradicionales. Dirigidos primero por K.R.L. Narayanan, un químico de 59 con pantalones caqui y zapatillas, se frotan el estómago con movimientos circulares mientras repiten "Om", el mantra hindú sagrado, luego sacan sus lenguas y resuellan como perros.
Luego los reidores aceleran el ritmo, corren unos hacia otros y se dan palmadas con los dedos extendidos, aplaudiendo y marchando en círculo, como soldados en formación. "¡Ahora el footing móvil!", ordena Narayanan, instando al grupo a un suave trotecito.
Las risotadas comienzan seriamente uno o dos minutos después de la "risa de estiramiento’, que consiste en reír mientras se hace la mímica de disparar con arco una flecha hacia el cielo, seguido por un purificador estallido de "risa hilarante".
"¡Inhalad, estallad en risas!", ordena Raju, el ex banquero y estudioso de la risa residente, provocando una explosión de sonoras carcajadas.
Durante la sesión de 45 minutos, el grupo comparte un "helado de la risa" (una ahogada risita que se saborea suavemente), "café de la risa" (que se hace mientras se pretende que se sirve café) y una "risa móvil" (iniciada con gritos de "¡Hola! ¡Hola!" contra un celular imaginario). La hilaridad es contagiosa, especialmente cuando los miembros imitan a un ridículo león -abriendo sus bocas ampliamente y moviendo sus lenguas- en el ejercicio conocido como "la risa del león".
Algunos ejercicios son más sutiles. "La risa meditativa, por favor", ordena Madhav Pai, 64, jubilado, que lleva bermudas de excursionista y una camiseta del Grand Canyon. Entre las risas se intercalan varios estiramientos, así como ejercicios faciales para fortalecer los músculos de los ojos y la lengua.
A medida que se desarrolla la sesión, empieza a adquirir una dimensión más espiritual. Después de ordenar a los miembros que levanten la mano izquierda y bajen la derecha, Raju les dice que deben "sentirse como si fueran antenas" para permitir que la "energía cósmica" entre a sus cuerpos a través de la mano izquierda y la "energía negativa" salga por la derecha.
"Shanti, shanti", dice, repitiendo la palabra hindú para paz. "Observad el silencio interior que habéis creado".
La sesión termina con una "risa de apreciación" -los miembros ríen mientras se hacen unos a otros el signo okey- y una "risa de guirnalda", durante la que se adornan unos a otros con imaginarias guirnaldas de flores.
Todavía no son las siete de la mañana. Cuando los participantes emprenden sus caminos separados, Nitya Murthy, 64, ama de casa casada con un ejecutivo de tecnología jubilado, confirma el poder curativo de la risa.
"Hace doce años tuvo un fuerte ataque al corazón", dice. "He estado hospitalizada cinco veces. He tenido dos angioplastias". Pero ahora, gracias al club de la risa, dice, "me siento tan afinada como un violín".
4 de abril de 2006
©washington post
©traducción mQh
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