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el agente y los terroristas 3


[Mark Arax] Durante 35 años, James Wedick fue una estrella del FBI. Cuando sus ex colegas procesaron a un sospechoso de terrorismo, tomó partido por la defensa y fue tildado de traidor.
El FBI había llamado a la puerta de Khan en las semanas posteriores al 11 de septiembre. Estaba viviendo en Oregón, y tenía dos trabajos, en el MacDOnald's y en una tienda de alimentación, para llevar a casa siete dólares la hora a una chica americana que se estaba enamorando de él. Hizo lo imposible para impresionar a los dos agentes. Sí, conocía a la comunidad paquistaní de Lodi. De hecho, unos años antes había visto al número dos de Al Qaeda, el doctor Ayman Zawahiri entrar y salir de la mezquita en la Calle Poplar. Y no solamente a él. Entre los hombres agachados, rezando, estaban los principales sospechosos de los atentados contra la embajada estadounidense y un recinto militar en Arabia Saudí.
Más tarde el FBI concedería que lo que Khan dijo que había visto era casi ciertamente falso. Sin embargo, el buró abrió el caso Lodi, dio a Khan el nombre clave de Wildcat y lo envió de vuelta al cordón agrícola en un nuevo Dodge Durango. Los dos imanes de Lodi, finalmente, se desasosegarían con sus chácharas sobre la guerra santa y advirtieron a los estudiantes que se mantuvieran alejados de él. Dentro de la casa amarilla, sin embargo, no tenía problemas en lograr que Hamid Hayat le abriera su corazón.
El niño tenía un lado militante, sin duda, que encontraba consuelo en Khan. Durante una visita, Hamid se preguntó si su amigo había leído las noticias sobre el asesinato de Daniel Pearl, el periodista del Wall Street Journal en Pakistán.
"Lo mataron. Eso me alegró mucho. Lo cortaron en pedazos y lo mandaron de vuelta. Fue un buen trabajo. Ahora no podrán enviar a ese judío de vuelta a Pakistán".
Si Hamid tenía esas opiniones tan declaradas, se preguntó Khan, ¿por qué dudaba sobre si volver o no a Pakistán para continuar su formación religiosa y quizás ir a un campamento? "Me dijiste que te meterías a la yihad", le recordó Khan. "¿Qué pasó?"
"Estoy listo, lo juro. Mi padre me dice: ‘Man, no hay nada mejor que eso'‘. Pero, ¿lo permite mi madre? ¿Dónde está el corazón de una madre? Me dijo: ‘Estuvimos separados durante diez años. No dejaré que nos separen de nuevo'".
En el verano de 2003, Hamid viajó a Pakistán a conocer a la chica que sus padres habían elegido para su matrimonio y por unas hierbas medicinales para curar la afección al hígado de su madre. Pero la novia comprometida lo rechazó, y su madre se vio obligada a volar hasta allá y recorrer la aldea puerta a puerta hasta que encontró a un padre dispuesto a casar a su hija con Hamid. Dos meses más tarde cogió el teléfono y oyó la voz enfadada de su mejor amigo llamándolo desde Estados Unidos.
"Así que estás sentado sin hacer nada", dijo Khan.
"Hay una cosa que hago y es rezar. Eso es lo que hago".
"Duermes la mitad del maldito día. Te despiertas. Enciendes un maldito cigarrillo. Comes. Vuelves a dormir. Eso es todo lo que haces. Eres un gandul".
"¿Qué quieres que haga?"
"Suenas como puta vieja. Vamos, haz algo".
"Voy a hacer cualquier cosa, tengo que hacer algo, man".
"Cuando vaya a Pakistán y te vea, te voy a obligar a hacer algo, maldita sea, te voy a meter al seminario".
"Sí, si Dios quiere. Después de Ramadán, si Dios quiere, me pondré a estudiar y me meteré a clérigo".

28 de mayo de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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