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cambiarse el nombre para vivir


[Edward Wong] Para sobrevivir la violencia religiosa, muchos cambian sus nombres. Y hasta sus matrículas.
Bagdad, Iraq. Excepto su nombre, no había nada fuera de lo común en el joven que apretaba un fajo de papeles en la oficina de certificados de nacimiento: Saddam Hussein al-Majid.
"Los tres nombres corresponden", dijo, riéndose, el oficinista detrás del mostrador, refiriéndose al depuesto presidente de Iraq. "¡Es increíble!"
Hussein encogió los hombros, exasperado. "¿Qué puedo hacer?", dijo. Sus padres los habían escogido, no él.
Ahora estaba tratando de no pagar con su vida esa decisión. Quería cambiar su nombre de pila por el de Sajad, que favorecen los chiíes. Hussein, un árabe chií, sabía demasiado bien que su propia secta propia asumir que pertenecía a la antigua minoría dominante de los árabes sunníes.
El hombre en la cola detrás de él, otro Saddam, quería cambiar su nombre por el Jabar, uno de los 99 nombres que tiene para Dios los musulmanes.
El derramamiento de sangre entre sunníes y chiíes está llevando a muchos iraquíes a ocultar la mera esencia de la identidad: sus nombres.
Tener que ocultar el nombre propio es considerado profundamente vergonzoso. Pero con el aumento de la violencia religiosa, los iraquíes temen que el nombre en un carné de identidad, pasaporte u otro documento pueda convertirse en una sentencia de muerte instantánea, si fuera visto por la persona equivocada.
Esto se debe a que los nombres de pila y tribales indican si una persona es chií o chií. El nombre de pila Omar, por ejemplo, es popular entre los sunníes; Ali lo es entre chiíes.
Abundan las historias de civiles iraquíes que han sido detenidos por milicianos, insurgentes y elementos de las fuerzas uniformadas en puestos de control y cuyos carnés de identidad han sido controlados. Son apartados o ejecutados en el mismo lugar si llevan un nombre sospechoso o viven en una ciudad dominada por la secta rival. En Bagdad, los escuadrones de la muerte chiíes -a veces con uniformes de policías- operan muchos de esos puestos de control ilegales, dicen oficiales iraquíes y norteamericanos.
El episodio más infame de este tipo ocurrió en julio, cuando hombres armados chiíes montaron puestos de control falsos y emprendieron en pleno día un ataque de violenta furia en el barrio Jihad, de Bagdad, sacando a personas de sus coches y hogares y matándolos después de controlar sus carnés de identidad. Mataron a cincuenta personas.
En los primeros siete meses de este año, oficialmente mil iraquíes han cambiado sus nombres, muchos más que en cualquier período anterior a la invasión norteamericana de 2003, dijo el general de división Yaseen Tahir al-Yasiri, director de la dependencia del ministerio del Interior que emite documentos de identidad. La mayoría eran árabes sunníes. La demanda empezó después de que el atentado con bomba contra la venerada mezquita chií de Samarra en febrero pasado desencadenara un oleaje de violencia religiosa.
El negocio de los falsificadores de carnés de identidad vive un gran auge. Todos los iraquíes reciben un carné nacional de identidad, llamado gensiya. Un falsificador en la barriada chií de Ciudad Sáder, que se llama a sí mismo Abu Ahmed, dijo que hacía seis o siete carnés falsos al día, la mayoría para gente que quería nombres neutros desde el punto de vista de la afiliación religiosa. No se siente orgulloso de ayudar a la gente a ocultar su identidad y secta. "Hacemos estas cosas, pero nos avergüenzan", dijo.
El creciente número de personas que buscan cambiar u ocultar sus nombres es apenas una más de las consecuencias del enorme temor que tienen ahora los iraquíes de revelar su confesión religiosa. Cada vez más los iraquíes se preguntan si sus lealtades religiosas son evidentes entre quienes los rodean, y si es así, como encubrirlas.
Físicamente no hay modo de distinguir a árabes sunníes de árabes chiíes, así que milicianos e insurgentes están cada vez más frecuentemente matando a gente basándose en pequeños signos decidores: si el dueño de un coche o casa tiene carteles o pegatinas de mártires chiíes, por ejemplo, o si el conductor de un coche tiene una matrícula de una provincia sunní.
Antes del atentado de Samarra, el negocio de Abu Ahmed venía generalmente de padres que querían cambiar la edad de sus hijos, de modo que pudieran empezar más pronto en la escuela básica. Hacía entre 25 y 40 carnés del mes.
Ahora, sus clientes incluyen a gente que simplemente quiere viajar entre el enclave sunní de Adhamiya y el vecino bastión chií de Kadhimiya, sin ser molestado por las milicias o puestos de control de la policía, dijo Abu Ahmed. Cobra entre 7 y 50 dólares por un carné de identidad nuevo.
Los nombres de pila que son exclusivos de sunníes o chiíes normalmente rinden homenaje a líderes del siglo 7 que desempeñaron papeles importantes en la división entre las sectas.
Nombres comunes entre chiíes son Ali, Hussein y Abbas. Los sunníes prefieren Omar, Othman or Marwan. El nombre tribal también puede delatarlos: Dulaimi y Jubouri son tribus sunníes, por ejemplo, mientras que Lami y Daraji con predominantemente chiíes.
Ahmed y Muhammad son nombres neutros populares entre los que buscan nombres nuevos o carnés de identidad falsos.
El general Yasiri, el funcionario de gobierno, dijo que cuando firmaba documentos aprobando cambios de nombres, "mis manos tiemblan, porque esos nombres no son sucios ni malos. A veces digo a la gente que sean pacientes y no cambien sus nombres. Pero me dice: ‘No podemos, señor, estamos pasando por una situación muy peligrosa'".
Muchos vecinos de Faluya, un bastión insurgente en la provincia sunní de Anbar, han comprado carnés de identidad falsos para ocultar sus nombres y pueblo natal en caso de que tengan que viajar a Bagdad o a áreas mixtas.
Bassim Abdullah Farhan, 40, dueño de una tienda de recambios para coches, dijo que había pagado el equivalente de 35 dólares por un carné de identidad falso que dice que su nombre tribal es Shammari y no Dulaimi, y su pueblo natal Bagdad y no Faluya. "Nunca pensamos que la escala de asesinatos y expulsiones llegaría a ser tan grande y tan violenta", dijo, mientras sorbía té con un amigo en la acera.
Un oficial norteamericano en Faluya dijo que las familias sunníes están escapando de la persecución en Bagdad decían que la "letra A escarlata de Anbar significa muerte", si un militante chií la ve en un carné de identidad.
Conducir un coche con matrícula de Anbar puede ser igual de peligroso. Los iraquíes cuentan historias de milicianos chiíes matando o secuestrando a conductores con matrículas de Anbar.
Abdullah Ali, un mecánico de Bagdad, dijo que vio cómo, hace poco, su cuñado fue sacado de un coche con matrícula de Anbar por unos hombres armados en el barrio chií de Shuala. El cuñado, Marwan Najim Abdudllah, de Faluya, había estado conduciendo su sedán Buick blanco en una caravana de recién casados. A los milicianos les llamó la atención el coche de Abdullah, aparentemente debido a su matrícula.
"Su familia lo fue a recoger a la morgue", dijo Ali.
Ali también dijo que tenía un primo que había sido secuestrado, mutilado y asesinado a balazos en Shuala porque llevaba las matrículas equivocadas. El primo, un taxista, había llegado al barrio en un Volkswagen Passat con matrículas de la provincia sunní de Salahuddin. Pero el miliciano chií que lo mató cometió un terrible error, dijo Ali: el primo era chií, y llevaba casualmente matrículas de Salahuddin.
La oficina de derechos humanos del importante partido político árabe sunní, el Partido Islámico Iraquí, ha recibido decenas de informes de civiles que han sido molestados o asesinados debido a sus matrículas, dijo Yahia Ghazi Abdul Latif, empleado de la oficina. En junio, por ejemplo, el partido se enteró de diez episodios semejantes. Ocurren normalmente en puestos de control instalados por milicianos o comandos del ministerio del Interior, agregó.
"Yo mismo tenía un coche con matrícula de Anbar, y lo vendí con buenas razones", dijo Abdul Latif. "Pero no le pude sacar un buen precio".
Un portavoz del ministerio del Interior negó que los comandos o agentes de policía discriminaran sobre la base de las matrículas de los coches.
Tal como el mercado de los carnés de identidad falsos, también ha surgido el mercado de las matrículas falsas. Y la demanda de coches con matrículas de Anbar o Salahuddin se ha derrumbado, ya que cambiar las matrículas originales involucra trámites burocráticos. Abdul Sattar al-Taie, concesionario de coches en Bagdad, dijo que tuvo que bajar en un veinte por ciento los coches con esas matrículas.
"Los cambios en el mercado se deben a la violencia religiosa", dijo Taie, con un suspiro.
"Los iraquíes somos un solo pueblo, de norte a sur y de sur a norte", agregó. "No hay discriminación".
Sus palabras parecían querer, más que todo, consolarlo a él mismo.

Wisam A. Habeeb, Hosham Hussein y empleados iraquíes del New York Times en Baghdad y Falluja contribuyeron al reportaje para este artículo.

6 de septiembre de 2006
©new york times
©traducción mQh
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