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obstáculos para el amor en bagdad


[Amit R. Paley] Las crecientes tensiones entre sunníes y chiíes están terminando con los romances mixtos.
Bagdad, Iraq. Él era un elegante y joven ingeniero informático. Ella, una tímida estudiante en su universidad. Se enamoraron durante un almuerzo el año pasado en la cantina de la facultad. Pronto estaban comprometidos.
Mientras preparaban su futuro juntos, la pareja apenas trató un tema que durante el régimen de Saddam Hussein no era más que una nota al pie de página en asuntos del corazón: Él era un musulmán chií; ella, una kurda sunní.
Pero ahora esas etiquetas están destrozando a la pareja. Sus familias les prohibieron casarse con alguien de una secta rival. Borraron sus números de teléfono de sus celulares y dejaron de hablarse.
"Ahora, para los sunníes y chiíes que se enamoran en este país no hay ningún futuro", dice Husham al-Gizzy, el ingeniero de 25, mientras se cubre la cara con las manos y cuenta su historia.
Durante décadas los matrimonios entre sunníes y chiíes eran en Iraq tan corrientes como el llamado diario a la oración. Pero la guerra religiosa que asola al país ha levantado una poderosa barrera para los romances sunní-chiíes.
Las parejas casadas han presentado solicitudes de divorcio antes que enfrentarse al escarnio de sus vecinos. Muchos novios se han separado como resultado de amenazas de muerte. Y cada vez más jóvenes iraquíes han concluido que es, cuando se trata del amor y la familia, simplemente más fácil aferrarse a tu propio grupo.
En un país donde los matrimonios mixtos fueron considerados durante largo tiempo como el pegamento que mantenía unida a una frágil sociedad multi-étnica, la segregación romántica de sunníes y chiíes es mucho más que un reflejo de un cisma relleno de odio entre los dos grupos. Es también una lúgubre premonición del futuro.
"Todo el mundo toma partido para prepararse para la gran guerra civil", dice Adnan Abdul Kareem Enad, gerente de Sot al-Kamayaa, una emisora de radio que ha transmitido historias de amoríos mixtos entre sunníes y chiíes. "La polarización de Iraq se puede ver en las tensiones entre sunníes y chiíes en el matrimonio, y en las relaciones".
El nuevo tabú sobre los romances sunní-chiíes es sólo uno de los muchos obstáculos al amor en este país asolado por la guerra. Las autoridades religiosas han prohibido las citas románticas. Las mujeres temerosas del derramamiento de sangre se han convertido en prisioneras de sus propias casas. Las parejas rehuyen los restaurantes elegantes que antes pasaban llenos de enamorados, debido al temor a los terroristas suicidas y secuestradores.
"Esta es la época del amor por celular", dice Omar al-Azzawi, 33, dueño de un cibercafé que tiene un padre sunní y una madre chií. "Si me caso con alguien, tendremos que casarnos por teléfono. Probablemente también haremos el amor por teléfono".
Sin embargo, los crecientes obstáculos a los romances entre sunníes y chiíes siguen siendo los signos más ominosos del vertiginosos deterioro de las relaciones entre los dos grupos confesionales. Aunque las tensiones subyacentes han estado siempre cocinándose entre el gobierno sunní de Hussein y la oprimida minoría chií del país, pocos imaginaban un estallido tan violento y tan rápido después del colapso de su gobierno.
Para Hameed Ayad, sunní de 24, la desintegración de su compromiso con una compañera de clase se produjo inmediatamente después de la invasión norteamericana de 2003. Su prometida lo impresionó cuando expresó un recuperado orgullo en las costumbres chiíes antaño suprimidas, como la auto-flagelación pública y los peregrinajes a las ciudades santas de Karbala y Nayaf.
Ayad acusó a su novia de fanatismo y rompió la relación. Pero oírlo describir al islam chií como una religión "atrasada" sugiere que él también ha tomado partido por los suyos.
"No me casaría con una chií ni aunque fuera la última mujer de la Tierra", dijo Ayad, egresado hace poco de administración comercial de la Universidad de al-Turath, mientras desayunaba huevos revueltos y pepinos. "La podrías colocar en un marco de oro, pero si rompe ese oro, lo que hay dentro de ella es lodo".
Como otros muchos jóvenes iraquíes, Ayad está atareadísimo simplemente con seguir con vida y ha prestado poca atención al romance en los últimos tres años. "No puedo garantizar ni mi propia vida", dice. "¿Cómo me voy a casar si no puedo hacerme responsable de otros?"
¿Cuándo será Iraq lo suficientemente seguro como para casarse?
"Cuando los gallos pongan huevos", dijo, impertérrito.
Para las jóvenes iraquíes, el aislamiento es todavía más extremo. La despiadada carnicería en la ciudad tiene tan aterrada a Areej Abbas, 25, que en los últimos tres años no ha salido de su casa ni una sola vez. No tiene celular. No tiene amigos. No tiene invitados. Mira televisión todo el día.
"Me siento miserable", dice en un estudio de Sot al-Jamayaa, donde empezó a trabajar como presentadora de un programa científico en su primera aventura fuera de casa. "Si no fuera por este canal, seguramente me habría suicidado".
Las universidades siguen siendo, quizás, el lugar más seguro para encuentros románticos, aunque chiíes religiosos han empezado a infiltrarse en las universidades, como en el campus de la Universidad de Bagdad, colocando carteles advirtiendo sobre las consecuencias diabólicas de las citas románticas y la promiscuidad. Sin embargo, los estudiantes universitarios dicen ahora que la principal razón por que la que quieren estudiar en la universidad es conocer a miembros del otro sexo, de acuerdo a una reciente encuesta de Sot a-Jamayaa.
"Es casi imposible conocer a chicas fuera de la universidad", dice Enad, el gerente de Sot al-Jamayaa. "Incluso los hombres mayores están ahora volviendo desesperadamente a la universidad, si son solteros".
Pero incluso si las almas afines se encuentran mutuamente en los jardines universitarios, las diferencias religiosas pueden separarlas rápidamente. Muchos jóvenes dicen que son sobre todo los padres los que están introduciendo cuñas entre las parejas mixtas.
Samar Hussein, empleada pública de 27, dijo que originalmente sus padres se alegraron cuando un compañero sunní en la universidad pidió su mano en matrimonio haca cuatro años. Su hermano mayor y su tía se habían casado con sunníes, y a la familia no le importaba la afiliación religiosa.
Pero ahora la familia de Hussein está preocupada de las consideraciones prácticas del matrimonio mixto. Enormes extensiones de Bagdad se han convertido en zonas prohibidas para miembros de algunos grupos religiosos. Aquellos que se aventuran allá corren el peligro de ser secuestrados o asesinados.
"Si una chií se casa con un chico sunní, ¿cómo podrá su madre visitarla?", pregunta Hussein. "Y cuando el país se divida entre áreas sunníes y chiíes, habrá una cuestión difícil: ¿Se irán las mujeres a vivir con sus maridos o que se quedarán con sus familias? ¿Y los niños? ¿Quién se ocupará de ellos?"
Hizo una pausa. "Eso será una tragedia", dijo.
Los padres de Hussein le han prohibido reunirse con el sunní, pero ella sigue hablando con él por teléfono. No romperá la tradición que exige la aprobación de los padres para casarse, pero espera que sus familias puedan cambiar algún día. "Se lo dejaremos a Dios", dijo. "Quizás Él quiera sembrar el amor entre nuestras familias y mostrarles el camino correcto".
Muchas parejas -especialmente las parejas educadas, los urbanos laicos- siguen casándose en parejas mixtas. Pero incluso cuando los enamorados y sus padres consienten el matrimonio, las relaciones mixtas están a menudo fraguadas de peligros.
Qais Jassim, 26, un chií del barrio Adhamiyah de Baghdad, pasó su noche de bodas aterrado de que los parientes sunníes de su mujer lo secuestraran y decapitaran. Después de tres meses de reuniones aparte con el padre de la mujer, Jassim pudo finalmente persuadir a sus padres que aprobaran su matrimonio. Pero sus primos (de ella) se opusieron.
"Déjala, si no te mataremos", le gritaron los primos, cuenta Jassim.
Esas disputas, sin embargo, sólo surgen cuando almas solitarias logran encontrar pareja, un orden de cosas cada vez más difícil en un país con toque de queda, limitada movilidad y la constante amenaza de los escuadrones de la muerte. Algunos adolescentes han empezado a discar al azar con la esperanza de que responda una chica. Otros jóvenes han tratando de conectarse a través de las ubicuas chat rooms de internet.
En el ciberespacio, como casi en todas partes en Iraq en estos días, una de las primeras preguntas es: ¿Eres sunní o chií? Si se da la respuesta equivocada, la conversación termina. Manal Hussein, 34, estudiante de biología en la Universidad de Bagdad, dijo que alguien en un chat room le preguntó por su religión.
"Cuando le dije que era sunní, me dijo: ‘Okay, chao'", cuenta.
Las relaciones sunní-chiíes frustradas hacen más profunda la brecha entre los dos grupos y malogran otra oportunidad de producir otra generación de niños con orígenes mixtos -esos testimonios vivos de una paz no demasiado distante entre las confesiones.
Ayad, el sunní de 24 que dijo que nunca se casaría con una chií, teme que Iraq ya empezó su caída libre en la carnicería.
Sacude su cabeza y muestra el sucio cenicero blanco relleno de colillas de cigarrillos. "Así será el futuro de Iraq", dijo.

Salih Dehema, Waleed K. Asmaeel y otros empleados del Washinton Post contribuyeron a este reportaje.

11de septiembre de 2006
©washington post
©traducción mQh
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