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columna de mérici

la intuición del mal


columna de mérici
Ayer recordó el fiscal Félix Crous, en su alegato en la causa del centro de detención y exterminio El Vesubio, las palabras que escribiera Julio Cortázar, que desconocía. Y en el texto, Negación del olvido, de 1981, Cortázar escribió: ""Pienso que todos los aquí reunidos [en un coloquio en París, en 1981, sobre la desaparición forzada] coincidirán conmigo en que cada vez que, a través de testimonios personales o de documentos, tomamos contacto con la cuestión de los desaparecidos en la Argentina o en otros países sudamericanos, el sentimiento que se manifiesta casi de inmediato es el de lo diabólico. Desde luego, vivimos en una época en la que referirse al diablo parece cada vez más ingenuo o más tonto, y sin embargo es imposible enfrentar el hecho de las desapariciones sin que algo en nosotros sienta la presencia de una fuerza que parece venir de las profundidades, de esos abismos donde inevitablemente la imaginación termina por situar a todos aquellos que han desaparecido".

¿Creemos sentir la presencia del Mal sólo cuando no podemos explicarnos algo? La increíble cobardía, arbitrariedad y crueldad de los funcionarios de la dictadura chilena, por ejemplo, ¿se puede explicar humanamente? En la historia de la dictadura hay episodios dantescos: por ejemplo, el general Contreras, jefe de la policía secreta del dictador, no sólo torturaba y asesinaba a los detenidos, sino además, en una acción que todavía no ha sido explicada, les arrancaba los ojos; a otros les extraía las tapaduras y dientes de oro, que reducía luego para convertir en dinero. ¿Qué causa ideológica o política puede explicar estos actos? ¿Existe alguna ideología política que exija a sus seguidores la profanación de los cadáveres, la reducción de la persona considerada enemiga a la condición de cosa, o peor, de mercancía? Si los familiares y la ciudadanía se hubiese enterado entonces de estos actos, su efecto habría sido probablemente el terror, y hubiésemos podido concluir que la profanación tenía ese propósito. Pero de estos actos nos enteramos décadas después de sucedidos, gracias a la confesión de un criado del general. Su fin no era aterrorizar. Su fin era otro, y no es explicable en términos humanos.
Cuando pienso que, además, las personas a las que se sometía a estas violencias eran inocentes, en el sentido de que no eran autores de ninguna acción punible o descrita como punible en el Código Penal y, si eran culpables, no lo eran en el sentido tradicional de haber transgredido alguna norma o ley, sino simplemente porque los torturadores los clasificaban como culpables en parte para poder someterlos a esas violencias, que no tenían más propósito que la violencia misma, más allá de toda justificación ideológica o política, creando un contexto muy cercano a la psicopatología. Muchos detenidos fueron torturados y asesinados por motivos, si cabe, pueriles: por llamarse Ernesto, por llevar un jersey rojo o zapatos remendados, por ser primo de otro detenido, por mirar feo, por vivir en tal o cual barrio, o para poder robarle algún objeto, o para poder violar a alguna mujer o niño de la familia, o porque si. ¿A quién puede placer esta violencia arbitraria y estúpida? ¿A quién debes recurrir cuando se te acusa de llamarte Ernesto? ¿En qué tribunal te podrías defender? Porque quizá es posible explicar estas violencias cuando, por bizarras y crueles que sean, se ejercen contra enemigos. Pero cuando se ejercen no contra enemigos, sino contra personas detenidas sin motivo racional alguno, ¿cómo podríamos explicarlas?
En los campos de concentración argentinos se implementó un plan de apropiación de los hijos recién nacidos de las detenidas, mujeres que habían sido detenidas estando embarazadas o mujeres que quedaron embarazadas tras ser violadas por agentes del Estado. Torturadas, asesinadas y hechas desaparecer, sus hijos eran entregados o vendidos a familias militares estériles.1 En muchos casos, esos niñas y niñas, lejos de ser tratados como hijos adoptivos, fueron sometidos a increíbles violencias y maltratos. En Argentina se trata de cientos de casos. ¿Qué modelo de estructura social se puede imaginar que justifique estas aberraciones? Recuérdese que durante la dictadura miles de detenidos fueron obligados a trabajar como esclavos para instituciones del Estado. Los fascistas imaginan como ideal un estado social en el que una clase específica, definida arbitrariamente, debe ser oprimida, esclavizada, y sus mujeres tratadas como animales y eliminadas después del parto. ¿Se puede imaginar algo más diabólico que esto?

Hay otro aspecto que llama la atención en cuanto a la dimensión política de estas dictaduras. En Chile, entre 1974 y 1975 el régimen ordenó a las guarniciones militares la detención arbitraria de ciudadanos para ser torturados durante la noche y liberados, sin formulación de cargos, a la mañana siguiente. Se calcula que en ese periodo fueron torturadas cerca de doscientas mil personas. Cada guarnición debía encargarse de cumplir cuotas específicas de detenidos. Lo que llama la atención es que no se buscaba identificar a gente de izquierda para castigarla e intimidarla, lo que se podría comprender en el contexto de la violencia política que se ejerce contra enemigos o rivales políticos. En este caso, los enemigos eran todos los ciudadanos. ¿Lo eran? Los militares detenían a personas en allanamientos masivos efectuados en poblaciones pobres. Los torturados no fueron nunca personas de clase alta, sino casi exclusivamente ciudadanos humildes. La distinción entre izquierdas o allendistas y pinochetistas no era relevante para los militares. Parecen haber pensado que en tanto que pobres, eran todos simplemente de izquierdas. Así, se les torturó a todos por igual: allendistas y pinochetistas. Los enemigos eran todos los chilenos.
Esta violencia arbitraria, irracional, cruel e imprevisible es quizás una de las características de lo que llamamos la presencia del Mal. Pero otra característica es que sus autores la pueden ejercer contra sus propios seguidores, como un perro rabioso y enloquecido que ataca y devora a sus propios hijos sin ningún motivo aparente o por motivos pueriles. El Mal sólo cuida sus propios intereses, que es su reproducción como tal. Y yo creo que otra característica que refuerza el sentimiento de lo diabólico es que estas fuerzas del Mal suelen encubrirse u ocultarse en instituciones como la iglesia católica y otras, llegando a infiltrarlas tan profundamente que sus miembros (curas, obispos) llegan no sólo a justificar y defender esos crímenes, sino que a participar ellos mismos en ellos. Recuérdese el caso del cura argentino von Wernick, condenado a prisión perpetua y recluido en una cárcel bonaerense, que participaba en los operativos de la policía en los que se detenía, torturaba y asesinaba a jóvenes detenidos acusados falsamente de ser guerrilleros para poder extorsionar a sus familias antes de darles muerte. Este espantoso personaje contó con la protección de sectores de la iglesia chilena, que lo cobijó y le permitió incluso decir misa en una parroquia de El Quisco, en la Quinta Región. Ninguno de sus cómplices chilenos ha sido ni identificado ni castigado. La iglesia chilena no ha hecho nada y es probable que asistamos a misas leídas por algunos de esos demonios. El Mal se disfraza y bajo el ropaje del catolicismo integrista, oculta su verdadera naturaleza.
Para muchos, nada de todo esto, sin embargo, demuestra la presencia del Mal, vale decir, de una dimensión maligna que desconocemos y que interfiere en los asuntos humanos. Lo más lejos que podemos llegar es considerar estos casos como psicopatologías. E incluso aquellos que reconocen su pertenencia al Mal son considerados enfermos mentales irreductibles. El militar que en África llamaban el General Poto Pelao  (Butt Naked) contaba que había hecho un pacto con el diablo y que por este se obligaba no solamente a considerar como carne animal a sus enemigos y comérselos después de muertos, sino además a comerse a los hijos infantes de sus propios colaboradores. Y en ocasiones salía el general a matar niños en los ríos, que eran los hijos de sus propias tropas.
Sé que a muchos les parecerán estas reflexiones generosamente medievales. "Si las cosas", escribió Cortázar en ese texto, "parecen relativamente explicables en la superficie -los propósitos, los métodos y las consecuencias de las desapariciones-, queda sin embargo un trasfondo irreductible a toda razón, a toda justificación humana; y es entonces que el sentimiento de lo diabólico se abre paso como si por un momento hubiéramos vuelto a las vivencias medievales del bien y del mal, como si a pesar de todas nuestras defensas intelectuales lo demoníaco estuviera una vez más ahí diciéndonos: "¿Ves? Existo: Ahí tienes la prueba". Sus reflexiones posteriores afirman quizás lo humano de lo demoníaco. Pero recuérdese que él se limita a la experiencia de la desaparición forzada de los que las juntas militares consideraban enemigos. Es verdad, sin embargo, que teme uno que te puedan clasificar como pensador medieval, como si el Mal hubiese desaparecido en esa época de la faz de la Tierra. Como si el nazismo, del siglo veinte, no representase la presencia del Mal.
Pero más allá de eso, cuando pienso en el Mal termino invariablemente pensando en cosas como la posesión demoníaca, que todavía nadie explica coherentemente, y especialmente una de las características de los posesos, que es hablar en arameo sin haberlo aprendido nunca. Considerando muchos casos tratados por la iglesia como casos innegables de posesión demoníaca, creo que la dimensión infernal no puede ser negada. Por lo mismo, pese a que no quiero fundar en esto ninguna ciencia política, creo que el Mal es un factor en la historia contemporánea que no puede ser desdeñado.
[La imagen es del fotógrafo Víctor Curto Frías, Bienvenido al infierno.]

Nota
1. Hace unos días el Congreso estadounidense rechazó la petición de desclasificar documentos confidenciales relacionados con la dictadura argentina. La petición se había realizado con la esperanza de poder determinar la identidad y destino de esos bebés robados. La decisión del Congreso permite sospechar que algunos bebés pueden haber sido vendidos o trasladados a familias de militares estadounidenses.
mérici

el proyecto social paramilitar


Los paramilitares colombianos se sublevaron contra sus patrones y montaron algunos experimentos sociales, cada cabecilla con su propia versión de una utopía social perversa. Hoy, sus jefes gobiernan y ellos se pudren en la cárcel.
¿Qué sabemos de las milicias paramilitares colombianas? La opinión general es que se trata de grupos armados contratados o formados por grandes hacendados, comerciantes y políticos de extrema derecha determinados a poner fin a las guerrillas de izquierda que amenazaban sus propiedades y negocios y su propia seguridad, usurpando las funciones del Estado en los territorios en los que eran activas. Políticos y hacendados implicados en la formación de estas milicias ofrecieron a los paramilitares la posibilidad de hacerse con tierras de los campesinos de las zonas que irían liberando de las guerrillas -campesinos que, de acuerdo a sus informaciones, podrían ser izquierdistas, comunistas o colaboradores de la guerrilla. Los campesinos eran simplemente asesinados o expulsados y sus tierras pasaban a ser propiedad de los jefes de las milicias.
No todos los hacendados estaban implicados en la lucha contra las guerrillas. Para muchos, la lucha contra la subversión que representaban los ejércitos guerrilleros fue utilizada como un pretexto para ampliar sus propiedades, como lo demuestra el caso de la familia Uribe, cuya hacienda fue acrecentada asesinando a los campesinos que reclamaban parte de la propiedad. Santiago Uribe, hermano del ex presidente Álvaro Uribe, formó la milicia llamada de Los Doce Apóstoles, que cometió numerosos crímenes, todavía impunes. Posteriormente los miembros de esta milicia fueron asesinados sistemáticamente, sobreviviendo solamente uno de ellos -un ex capitán de la policía que escapó a Venezuela para salvar la vida.
Muchas de estas milicias limpiaron algunas zonas que estaban bajo control de la guerrilla simplemente despoblándolas, asesinando arbitrariamente a los campesinos que allí residían y justificando las atroces masacres que cometieron acusando a los campesinos, falsamente, de colaborar con las guerrillas. Estas zonas despobladas les permitieron al mismo tiempo utilizarlas para el transporte de cocaína, una de sus fuentes de ingreso.
Los paramilitares surgieron prácticamente en todo el territorio colombiano. Algunos de sus jefes -no todos- fueron hombres de extrema derecha o derechamente fascistas y neonazis. En la mayoría de los casos los jefes eran simplemente delincuentes o mercenarios sin formación ni propósito político alguno. Los reclutas rasos de las milicias eran habitualmente delincuentes violentos, reclutados en los bajos fondos de zonas rurales y ciudades. Muchas milicias fueron formadas por individuos que podrían ser llamados empresarios, que reclutaban a sus propios hombres con el fin declarado de hacerse con tierras y territorios e imponer su propia versión de lo que debía ser un orden social nuevo. Esas tierras así adquiridas eran y son consideradas por los paramilitares como un botín de guerra legítimo. Los paramilitares contaban para estas campañas de aniquilamiento y apropiación con el beneplácito y complicidad del ejército y de la fuerza pública de Colombia.
En realidad, el conflicto colombiano se parece mucho a la descripción de la conquista de América que proponía el historiador chileno Néstor Meza, que suponía que los capitanes y avanzados españoles habían formado sus propias empresas militares o ejércitos privados, reclutando a sus miembros incluso en cárceles (recuperaban los presos la libertad si se marchaban a América), para avanzar por territorio indígena, sometiendo a los nativos y reduciéndolos en encomiendas que eran luego reconocidas por la Corona española como botín de guerra o encomiendas. Aquí se encuentra el origen de las actuales sociedades americanas, con unos pocos descendientes de esos criminales como dueños de la tierra y la enorme masa de descendientes de indios reducidos y obligados a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. En este orden social no hay exactamente nada de espontáneo ni es el resultado de ninguna evolución social natural, sino de la violenta usurpación e imposición del imperio español.
Pero de estos planes de los paramilitares sabemos muy poco. Por eso es valioso el reciente artículo publicado por verdadabierta, titulado Las calvas de Puerto Gaitán, Meta, que ofrece una mirada en las aberrantes utopías de los jefes paramilitares. En Meta y Vichada las milicias paramilitares impusieron un nuevo orden social en el que incluía la esclavitud, el trabajo obligatorio y otras formas de servidumbre igualmente perimidas. Decenas de mujeres acusadas de ser "prostitutas, chismosas o rebeldes" eran sometidas a esclavitud y enviadas a trabajar en haciendas y proyectos empresariales. Muchas de ellas eran rapadas, a modo de castigo. Este nuevo orden social se mantuvo vigente en esas zonas de 1997 a 2004.
En la Sierra Nevada de Santa Marta, Hernán Giraldo impuso el derecho de pernada, que obligaba a los campesinos a entregar a las muchachas y muchachos vírgenes al jefe paramilitar, so pena de expropiaciones y otras formas de violencia.
Pero en un régimen social y político paramilitar no hay nunca ninguna certeza de nada, porque los jefes, haciendo honor a la tradición fascista, no respetan ni su propia palabra. Su creencia en su superioridad sobre los demás, que se deriva de su idea de que la superioridad física o militar otorga a los fuertes el derecho a hacer lo que quieran, les permitía cosas como cerrar acuerdos con los campesinos, incluso en algunos casos pagarles por sus tierras, para volver luego, asesinarlos y recuperar el dinero.

Los paramilitares nunca tuvieron, ni pueden tener, un proyecto social específico. Como milicianos pagados por hacendados y políticos de derecha, sus funciones terminaban con el asesinato de campesinos. Cuando adquirieron autonomía (porque la codicia les llevó a atacar a sus propios patrones), llevaron a la práctica planes e ideas estúpidas, como los descritos arriba, más propios de psicópatas que de combatientes. Ninguna de esas estructuras sobrevivió. Hoy la mayoría de sus jefes se encuentra en prisión, junto con sus aliados en la clase política. Muchos de sus secuaces continúan asolando el campo colombiano.
mérici

peta, fábrica de muerte


columna de mérici
PETA, la organización que se dice animalista, lanza relevantes campañas contra algunas formas de maltrato animal, pero continúa matando a mascotas halladas en la calle por razones arbitrarias.

Esta crítica la incluí como una nota al pie de página en otro escrito (La obsesión contra los perros) de diciembre de 2010. La vuelvo a publicar aquí, revsada, como nota independiente pensando que vale la pena seguir informando sobre las actividades criminales de PETA y porque la organización, pese a las numerosas críticas y denuncias, persiste en su macabra práctica de asesinar mascotas recogidas o aceptadas en sus caniles en Virginia y otros lugares, con el necio argumento de que están mejor muertas que vivas. No contentos con matar, sus miembros han iniciado virulentos ataques contra los que se oponen al sacrificio de mascotas sanas por razones no médicas, que es lo que hace PETA, como el movimiento Sacrificio Cero (No Kill). Eso me parece realmente el colmo.

Originalmente yo tenía una buena imagen de PETA, pese a su burda explotación del cuerpo desnudo y las grotescas insinuaciones sexuales en el contexto de la causa animalista. Algunas de sus campañas contra el uso de pieles animales y contra la explotación animal las encuentro todavía rescatables, pero en general, considerando su conducta y su filosofía sobre la explotación de animales de producción o de granja y de animales de compañía como gatos y perros, los aspectos negativos de esa organización pesan más que los positivos. Muchos se inhiben a veces en su rechazo de PETA por algunas de las buenas campañas de esta. Yo creo que la verdad es lo único que conviene a los que están activos en la defensa de los animales, se trate de perros callejeros o animales que las modelos de antaño se colgaban del cuello.

Yo considero a Ingrid Newkirk, la fundadora de PETA, una personalidad psicótica, que esgrime argumentos incoherentes y derechamente macabros. Que se jacte de haber matado a miles de animales con sus propias manos, alegando que lo hizo, y hace, para evitar que los maten otros verdugos más crueles, me parece el colmo de la maldad y la estupidez.

No tengo buenas palabras para PETA. Sin embargo, como digo, yo tenía una buena imagen de PETA hasta el momento en que me enteré de lo que hacían con los perros y gatos que recogían de la calle para ingresarlos en sus instalaciones -o que son llevados allí por personas despistadas que creen que les encontraran hogares adoptivos a las mascotas de las que han decidido separarse de manera definitiva. La insolente arrogancia de la fundadora, que se burla de todo el mundo pretendiendo que su organización, en 2009, sólo fue capaz de encontrar hogares adoptivos para ocho mascotas en todo Estados Unidos, es algo que debemos denunciar una y otra vez hasta que la opinión pública se entere de la verdad y deje de asociarla a la causa de la protección animal.

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En 2005, dos funcionarios de PETA fueron procesados por matanzas ilegales y disposición ilegal de cadáveres. La historia es escalofriante. Los empleados de PETA fueron arrestados después de ser investigados durante varios meses por la policía. Se les acusó de engañar al público ofreciendo buscar hogares adoptivos, cuando en realidad los animales eran inmediatamente sacrificados. Retiraban perros de un canil del condado de Bertie, Virginia, pretendiendo que les buscarían hogares adoptivos en Norfolk, pero en realidad los sacrificaban apenas recogidos. Los dos empleados fueron detenidos cuando arrojaban bolsas con decenas de cadáveres de perros en un contenedor público. La fundadora de PETA, Ingrid Newkirk, defendió a sus empleados diciendo que los animales no habían sufrido al ser sacrificados. Reconoció que su organización se dedica a matar mascotas, y dijo que el único error de sus empleados era haber arrojado los cadáveres a un contenedor público. Sin embargo, la investigación policial confirmó que los empleados de PETA decían en los refugios donde recogían las mascotas, que su intención era buscarles hogares adoptivos. "Nunca hemos ocultado", dijo Newkirk, "que la mayor parte de los animales que recogemos son sacrificados".1

Pese a que habitualmente los funcionarios de PETA aseguran que solo sacrifican a animales enfermos o gravemente heridos, la verdad es que la inmensa mayoría de los animales que recogen son sanos y su eliminación no obedece a ningún criterio médico ético. PETA nunca ha ocultado que un principio básico de su filosofía es matar animales, llevada por la creencia de que en este mundo están mejor muertos que vivos -un razonamiento idiota, del tipo My Lai: "Los matamos para salvarlos de los comunistas." Aunque sus funcionarios recogen animales, o aceptan animales con la pretensión de buscarles un nuevo hogar, la verdad se encuentra en las cifras recopiladas por el Departamento de Agricultura de Virginia: aunque en años pasados la organización llegó a poner en adopción a cientos de mascotas (703 en 2001, un 26,18%), la búsqueda de nuevos hogares ha sido reducida a niveles escandalosos: en 2006 encontró hogar para solo 12 de 3061 mascotas recibidas; en 2007 para 17 de 1997; en 2008 para 7 de 2216; y en 2009 para 8 de 2366. En 2009, la tasa de sacrificio llegó al 97,3%. Desde 1998, PETA ha asesinado a 23.640 animales de compañía.
PETA pretende que en Estados Unidos no hay interés en la adopción de animales, lo que es una falsedad tan grande como una montaña. Hay muchas organizaciones pequeñas, y ciertamente sin los más de 30 millones de dólares del presupuesto de PETA, que encuentran hogares de adopción para cientos y miles de mascotas. PETA dice que nadie quiso adoptar más que ocho animales en 2009. Sirva de comparación la organización chilena EDRA (Equipo de Defensa y Rescate Animal), de Santiago, que entre mayo y diciembre de 2009 encontró hogares adoptivos para 350 perros. Igualmente entre octubre de 2009 y hoy, el Centro de Rescate Canino de Ñuñoa, que implementa una activa política de adopciones, ha logrado encontrar hogares adoptivos para más de 500 animales y ciertamente sin los recursos de PETA.

Frecuentemente los defensores de PETA argumentan que quienes atacan la organización son partidarios o agentes de la industria peletera. Aunque es verdad que los peleteros ciertamente tienen intereses creados en el desprestigio de la organización, las cifras sobre el sacrifico en los caniles de PETA provienen del Departamento de Agricultura del estado de Virginia y son absolutamente fiables. Que los peleteros utilicen estas cifras no implica que sean falsas.

La propia fundadora nunca ha ocultado que su intención es eliminar mascotas. Antes de fundar la organización, en los años setenta Newkirk trabajaba en perreras como recogedora de perros (o perrera; dogcatcher) y eliminadora de perros (dogkiller) y ha llegado incluso a jactarse de la cantidad de animales que ha asesinado con sus propias manos. Para eludir las prácticas inhumanas de sus colegas, que mataban a los animales de las formas más crueles, Newkirk cuenta que se levantaba temprano "para llegar allá [a la perrera] antes que nadie y mataba a los animales yo misma, porque no podía soportar que los mataran de esa manera [algunos colegas los metían vivos en congeladores]. Maté a miles de mascotas, a veces varias docenas al día".

Newkirk cree que matar es bueno y que la muerte es una liberación del sufrimiento. Hasta tal punto llega su culto de la muerte que en algunas ocasiones ha dirigido a sus funcionarios para rescatar animales solo para matarlos ella misma en su cuartel en Virginia. En 1991 PETA sacrificó a los dieciocho conejos que había rescatado de un laboratorio. Ciertamente les salvó de una muerte cruel a manos de humanos que aspiran a convertirse en algo que llaman académicos, pero ¿no habría sido más humano haberles buscado hogares adoptivos?

¿Qué mérito se podría reconocer, por lo demás, a una organización que ha premiado a una notoria diseñadora de mataderos?
Pese a todo, la organización cuenta con un incomprensible prestigio. Muchos encuentran en estas causas torcidas la oportunidad de concluir sus ritos de pasaje, donde las ganas de mostrarse al mundo se combinan maravillosamente con la ansiedad de sátiros de todo pelaje. Esta organización se está introduciendo en el mundo hispano, y recientemente en Chile a través de grupos subalternos como Anima Naturalis. Es imperativo salirles al paso e impedir que implanten en Chile su nefasta ideología. En el contexto actual, su llegada al país fortalece la causa de los enemigos de los animales, toda vez que justifica el asesinato arbitrario de las mascotas halladas en la calle -una lucha (contra el sacrificio sobre otras bases que solamente médicas) que ha definido al movimiento animalista chileno desde sus inicios. El brillo de sus modelos y actrices eróticas sólo sirve para encubrir las prácticas criminales de una organización dedicada a la muerte, dirigida por una mente psicótica, que nos engaña a todos presentándose como una institución animalista que, sin embargo, mata animales justificándose en todo tipo de razones arbitrarias.

[Foto de Pepa García.]

Nota  
Los fragmentos que siguen, de la prensa local que cubrió el juicio en 2005 a dos empleados de PETA que fueron descubiertos arrojando cadáveres de perros y gatos en un contenedor público, permiten que nos formemos una imagen de PETA mucho más ajustada a la verdad. Primero el fragmento en inglés, y luego, en paréntesis cuadrados, mi traducción:

"From PETA headquarters in Norfolk Friday, Newkirk said that the dogs and cats did not suffer in their deaths, so there was no cruelty."

["Hablando el viernes desde la sede de PETA en Norfolk, Newkirk declaró que los perros y gatos [arrojados por empleados de PETA en un contenedor público] no sufrieron, de modo que no tuvieron muertes crueles."

"Police have said that Cook and Hinkle said the dogs would be found good homes."
[La policía declaró que [los empleados de PETA] Cook y Hinkle dijeron [a las personas que llevaban perros a sus caniles] que ellos los colocarían con buenas familias.]

"A veterinarian told 13News that one of the animals he examined had been healthy and he couldn’t understand why it was killed."
[Un médico veterinario dijo a 13News que uno de los animales que examinó estaba sano y no podía entender por qué lo habían matado."

"Veterinarians and animal control officers said the PETA workers had promised to find homes for the animals rather than euthanize them, according to police."
[Según médicos veterinarios y funcionarios de control animal, los empleados de PETA habían prometido encontrar hogares adoptivos a los animales, antes que eutanasiarlos.]

‘"PETA has never made a secret of the fact that most of the animals picked up in North Carolina are euthanized," Newkirk said."
["PETA no ha ocultado nunca que de hecho la mayoría de los animales que recogemos en Carolina del Norte son eutanasiados", dijo Newkirk.]

el milagro y la causa animalista


columna de mérici
Hace unos años, hablando con la conocida activista Aída Rerequeo sobre el allanamiento del recinto de la Sociedad Protectora de Animales de Santiago durante el cual se había descubierto una habitación con perros con enfermedades terminales, nos preguntábamos por qué no habían sido sometidos a eutanasia. "Tal vez porque no estaban sufriendo", dijo Aída. Y agregó: "También hay mucha gente que cree en los milagros".
Otros consideran que es delito de maltrato no aplicar eutanasia a animales que sufren enfermedades terminales, tengan o no una agonía dolorosa. Para estos, el milagro no existe. O, si existiese, debiese ser reservado sólo para humanos. En el caso mencionado, por este hecho (maltrato por omisión) se quiso llevar a juicio al director de esa entidad. Pero la acusación no prosperó, por encontrar el juez insuficientes las pruebas aportadas.
Durante ese allanamiento, uno o dos médicos veterinarios que participaban en este como presentadores de un programa de televisión, aplicaron eutanasia, frente a las cámaras, a cerca de cuarenta cachorros, privándoles así de la posibilidad de una curación milagrosa. Para los que piensan como ellos, el sacrificio de cachorros enfermos no es un delito, ni viola ningún precepto moral significativo.

Los que cuentan entre sus muertos también a las mascotas que han perdido, saben lo doloroso y difícil que es tomar la decisión de someterlas a eutanasia cuando sufren alguna enfermedad grave. Entre mis conocidos, existe un cierto consenso de que la eutanasia sólo debe aplicarse cuando el paciente sufre una enfermedad incurable dolorosa. En ausencia del dolor, se debería permitir que el paciente muera de muerte natural. No es una opción ética razonable aplicar eutanasia a mascotas con enfermedades curables o incurables pero no dolorosas. También lo piensan autores como Nathan J. Winograd, el ideólogo del movimiento No Kill (Sacrificio Cero), que escribe: "No creo que sea aceptable matar a un animal porque se le hace un diagnóstico grave o cuando la muerte no es inminente" (Irreconcilables Differences. The Batlle for the Heart and Soul of America’s Animal Shelters, p.109). Pero no nos dice por qué esperar el término natural de sus vidas es una mejor opción ética que terminarlas precozmente.

En realidad, ¿por qué esperar esos minutos, horas, días o semanas? ¿Qué es un milagro? Es, dice la entrada inglesa en Wikipedia, "un acontecimiento atribuido a la intervención divina. A veces un acontecimiento es también atribuido (en parte) a un obrador de milagros, un santo o un profeta.  A veces se define milagro como la interrupción perceptible de las leyes de la naturaleza para efectuar lo que la gente percibe como milagros". Milagro puede ser también cualquier evento inesperado, o estadísticamente improbable. Muchos, sin embargo, rechazan incluso hasta su mera posibilidad.
Son milagros acontecimientos que no pueden explicarse con nuestro concepto de leyes naturales, que pueden estar asociados a fuerzas sobrenaturales. Muchos creyentes creen que en la ausencia de una teoría científica plausible, "la mejor explicación de estos acontecimientos es que fueron realizados por un ser sobrenatural".
Para los católicos, estos eventos inexplicables o inesperados "son obras de Dios, sea directamente, o mediante oraciones e intercesiones de santos específicos". En la versión en español en Wikipedia, el milagro se define como "un hecho sobrenatural en el cual se manifiesta el amor de Dios hacia los seres humanos".
Entre cristianos, se considera que el milagro más grande conocido en su fe, es la resurrección de Jesucristo. Es coherente que el don de la vida esté asociado con la idea de que no se puede intervenir en un proceso iniciado por razones que no pueden ser formuladas o conocidas. Como don recibido, la vida no puede ser rechazada ni intervenida ni abreviada. Los que creen en los milagros, no solo esperan una intervención que prolongue la vida de sus seres queridos aquí o de sus mascotas. Tampoco pueden, aplicando eutanasia de manera arbitraria sin la certeza de una muerte inminente, privar a los dioses de la posibilidad de su intervención -impidiendo la ocurrencia de un evento estadísticamente improbable.

Yo creo que los mismos motivos que solemos esgrimir para no acelerar arbitrariamente la muerte de un familiar humano, son válidos a la hora de decidir sobre la vida de un familiar no humano.

¿Por qué sería un acto inmoral, o ilegal incluso, renunciar a acelerar la muerte de una mascota y esperar esperanzados hasta el último aliento? Se conocen miles de casos de curaciones imposibles en humanos y animales. Eso que llamamos milagro no es nada imaginario. Ocurre todos los días en todas partes. Los que creen en ellos no son nada más que viejas locas o palurdos supersticiosos. ¿Qué hay que tener en el alma para considerar perversas a las personas que creen en dioses, que creen que estos dioses y otras fuerzas sobrenaturales pueden intervenir en nuestra vida y provocar curaciones milagrosas en humanos y animales y que se horrorizan ante la idea de interrumpir un proceso -el don de la vida- que no fue iniciado por ellos y cuyo propósito desconocen? Los milagros ocurren, sea que nos parezcan intervención divina o alguna otra cosa.

Visto desde esta perspectiva, acelerar la muerte de un paciente humano o animal es un espeluznante acto de impiedad, porque lo priva, y a los suyos, de una intervención sobrenatural o, de cualquier modo, no explicable en términos de las leyes naturales que conocemos, que podría prolongar su vida. Y priva a los creyentes de una epifanía siempre esperada de sus divinidades.

Los animalistas, que defienden el derecho a la vida de los animales, no pueden suspender este derecho, que se deriva de consideraciones morales, por razones ajenas a estas consideraciones. Si tienen los animales derecho a la vida, no puede esta ser terminada cuando convenga o sea más práctico o porque crea uno que los milagros no existen. Si viven sus últimas horas sin dolor y en condiciones que podamos llamar de buena muerte, si no rodeados de sus seres queridos al menos en paz, no tenemos ninguna autoridad para impedir este proceso. El derecho a la vida, y a la esperanza, se han de defender hasta el último aliento.
mérici

qué tan malas son las monjas


columna de mérici
Hace unos días se podía leer en una página web animalista que la Congregación de la Divina Providencia de Antofagasta preparaba, en vísperas del traslado del convento a otro lugar, el "exterminio" de los gatos que en los últimos años venía recogiendo de la calle la hermana Orietta Copmman. Se trataba de unos cincuenta gatos. La congregación, según la hermana, se proponía fumigar el local, y le daban plazo para encontrarles hogares adoptivos. Le preguntan a la religiosa qué piensa sobre el exterminio y responde de modo tal que parece corroborar las malvadas intenciones de las otras reclusas. El presunto plan de fumigación se convirtió en plan de exterminio.
En la edición del 18 de febrero, el plan de exterminio desaparece. El 19 el exterminio vuelve a aparecer, pero veladamente: sin especificar con qué se los fumigaría, le preguntan a un veterinario sobre los efectos de la fumigación en los gatos, aparentemente en un lugar cerrado. La respuesta es aterradora: "(...) los efectos son terribles, lesiones hepáticas, renales, neurológicas y cardiovasculares, y si alguno sobrevive su muerte es muy cruel y dolorosa". Y cita Redacción luego a una entrevistada que declara que no entrará nunca más a una iglesia y "nunca más creeré en las monjas de la asesina congregación".
En la edición del 20 de febrero aparece una declaración de un grupo de voluntarias animalistas -Gatos Abandonados de Antofagasta- que han ayudado a la Hermana Orietta a esterilizar a los animales y en sus intentos de encontrarles familias humanas adoptivas, desmintiendo los planes de exterminio y fumigación, pero confesando que tenían la intención de abandonar en la calle a los gatos, porque habían prometido entregar desocupado el recinto. Finalmente la congregación logró extender el plazo de desalojo de los gatos para que las voluntarias les puedan encontrar hogar.

La Congregación, o sus autoridades, sí confiesan el abandono, y es una confesión espantosa, como una amenaza de violencia de la persona de quien menos lo esperamos, y expresada con tanta ingenuidad que parece una burla. Aún así, es de una enfermiza exageración atribuirles planes de exterminio o dar por sentado que la fumigación tenía por objeto matar a los gatos. Una redactora de prensanimalista aclara su participación diciendo que tiene pruebas de que las monjas planeaban una fumigación, pero lo que se le ha pedido que explique es por qué difundieron que la Congregación pensaba exterminar a los gatos. En el foro del 17 de febrero, la Redacción insiste en que las monjas pensaban fumigar el recinto con los gatos dentro, lo que, de suceder en un lugar cerrado, y tratándose de un plaguicida potente, ciertamente significaría la muerte de los meninos, y de todo otro ser viviente en ese lugar.

En los debates en el foro de prensanimalista destaca la hostilidad hacia el catolicismo, los católicos o la Iglesia Católica. Esos sentimientos son también los que parecen animar a los colaboradores de esa página, porque en ningún momento dan información veraz sobre el suceso, creando una innecesaria y perversa excitación que no conduce a nada y que, dicho generosamente, es terriblemente contraproducente. Difundir falsedades a sabiendas, para llamar la atención o cualquier otro motivo, es una práctica aborrecible de un periodismo mitad perverso, mitad mediocre. Y difamar la fe de una amplia mayoría de chilenos, los que, además, en los barrios forman la espina dorsal del movimiento animalista a través de las numerosas asociaciones de protección animal inspiradas en Francisco de Asís, debe ser considerado como una terriblemente errada opción estratégica.

Creen algunos que esta alharaca impidió de hecho que los gatos fueran exterminados. Pero como esa no fue nunca la intención de la Congregación, la difamación no sirvió para nada. Quizás contribuyó la alharaca a que la Congregación lograra extender el plazo de desalojo, pero dejando a las monjas injustamente marcadas como monstruos sanguinarios. ¿Era necesario? Nadie se acercará a ofrecer excusas, y muchos seguirán disfrutando de las interpretaciones torcidas y mal intencionadas.

La manipulación de la información es siempre deplorable, aunque crean algunos que todo está permitido. Es una práctica que se repite con demasiada frecuencia. Los hornos crematorios o la alimentación de perros grandes con perros chicos, acusaciones ambas lanzadas contra la Sociedad Protectora de Animales Benjamín Vicuña Mackenna de Santiago hace unos años, no fueron probadas nunca, pero cierta prensa las hizo circular profusamente y muchos ingenuos creyeron los infundios.

Ahora se discute en la red otro caso en que una señora, convencida de una noticia falsa difundida igualmente por un medio animalista -de que los perros serían sacrificados- liberó a unos perros que habían sido encerrados en un hospital para prepararlos para su esterilización. En realidad, la difusión de noticias falsas puede ser incluso peor que la noticia original tergiversada. No sirve para nada y es inmoral.

La causa animalista no necesita este tipo de prácticas turbias e inútiles. La nuestra es una causa noble, basada en la verdad de la explotación animal que rechaza, y en la piedad, principio y experiencia fundamental del catolicismo y otras filosofías, incluyendo la humanista. Necesitamos una prensa que esté a la altura, profesional e ideológicamente.

[La foto viene de prensanimalista.]
mérici

la piedad y la causa animalista


columna de mérici
Una señora de Valdivia (Chile) se quejaba hace poco de que el servicio de salud de la municipalidad local la había multado1 tras haberla sorprendido alimentando a unos perros de la calle. Esta municipalidad, como otras muchas en Chile, ha publicado una ordenanza en la que prohíbe que se alimente a mascotas de la calle –perros extraviados, perros abandonados, perros escapados. Se pregunta ella, muy razonablemente, si negar la alimentación a mascotas famélicas, en evidente estado de desnutrición, enfermedad, abandono y deterioro, no es en sí mismo un caso de maltrato animal que sanciona la ley. Pienso como ella, y lo que me intriga es que los ediles crean que pueden prohibir conductas que se encuentran garantizadas por la Constitución Política, que sus ordenanzas están por encima de las leyes de la república. Pero es más que eso.

La señora Camila Manríquez pertenece a ese enorme grupo de personas que se dedican a cuidar, alimentar, brindar compañía  y proveer de cuidados médicos a los perros de la calle, habitualmente en los alrededores de sus domicilios, que son llamadas popularmente madrinas y padrinos, tutores y, también, viejas locas. Es muy frecuente que estos tutores tengan otras mascotas en sus casas, y no adopten más perros o gatos por falta de espacio o de recursos. Los perros de la calle cuidados por ellos están generalmente bien alimentados y cuentan con sus libretas médicas y vacunas al día, como quedó demostrado cuando la intendencia de Santiago, con ocasión de la investidura de la presidenta Michelle Bachelet, ordenó el retiro y sacrificio de los perros de Plaza de la Constitución, argumentando problemas de salud pública y ornato. Esos perros, algunos de los cuales salvaron la vida gracias a vecinos y carabineros que presenciaron la acción de los funcionarios municipales y los pusieron a resguardo (incluso ocultando a algunos en un furgón policial), eran todos sanos y contaban todos ellos con tutores reconocidos.

En los barrios, los vecinos de muchas calles y pasajes adoptan a perros vagos (extraviados y abandonados)2 colectivamente, proveyéndoles de los cuidados mencionados y una caseta. Día y noche custodian y protegen al vecindario de presencias indeseadas. Se los llama perros comunitarios (como en Playa Ancha). Muy frecuentemente, estos vecinos se organizan en asociaciones de carácter religioso, particularmente católicas, y obedecen las doctrinas de San Francisco de Asís. Ciertamente, la solidaridad con las mascotas en situación de calle no es exclusiva de los católicos.

Muchos ciudadanos rechazan los intentos de las autoridades de poner trabas al ejercicio de la piedad, que consideran una negación de derechos garantizados por la Constitución Política de Chile: el derecho a la integridad psíquica, que también debe interpretarse como el derecho a vivir según las propias convicciones, dentro de los límites de la ley y el sentido común, el derecho a expresar tu identidad moral, i.e. el derecho a la práctica de tus creencias religiosas si no ofenden, como especifica la Constitución, ni la moral, ni las buenas costumbres ni el orden público).

Considerando la relevancia de la figura de San Francisco de Asís en la organización de grupos de ayuda a los perros de la calle en los barrios en todo el país, no se puede enfatizar más la importancia de la piedad en la filosofía católica. La piedad (compasión, caridad, solidaridad, empatía), que explica el fenómeno de los tutores y la formación de grupos de ayuda a los perros de la calle, inspirados en San Francisco de Asís, es un principio central de su práctica religiosa. La piedad, tanto en su acepción de devoción piadosa (el culto a los santos y a la Virgen, y a los ancestros) como en tanto que solidaridad con los más débiles y desprotegidos, humanos o animales, es considerada por los católicos como uno de los siete dones o virtudes con que el Espíritu Santo puede dotar a una persona. En la filosofía católica, el "Espíritu Santo puede acercarse al alma y transmitirle ciertas disposiciones que la perfecciona". Es un don de Dios, una virtud recibida irrenunciable. Para muchos católicos, es la principal virtud teologal, la base del pensamiento católico. Recibido el don de la piedad, su ejercicio es imperativo, porque su actualización redime y acerca al católico a su salvación espiritual. La piedad es una virtud, y con ella se gana, o se pierde, el favor o el perdón de Dios.
Prohibir, pues, a un católico, que renuncie a este imperativo moral y desdeñe su camino hacia la redención, es un atentado grave contra su identidad (o integridad) moral y contra la práctica de su credo religioso. Es una prohibición que ataca directamente al alma del catolicismo, porque no se puede ser católico si no se puede responder al llamado de la virtud ni realizar el don de la piedad.
Por eso es grave que las autoridades intenten una y otra vez prohibir que se alimente o ayude a perros de la calle, y es más grave que algunas de estas autoridades, que se consideran católicas, olvidados los fundamentos de la fe, pretendan que la obediencia es un bien mayor que la piedad.3

En todo caso, la iglesia debe intervenir, señalar a esas autoridades (concejales y alcaldes) la impiedad de sus ordenanzas y proteger a los fieles contra políticos desalmados que ven en la piedad, en lugar de un principio fundamental del catolicismo, un atentado contra el orden público o una violación del ornato urbano público.

[La imagen es un óleo de Federico Castillo, ‘La Virgen del Gato’.
19 de febrero de 2011
cc mérici

Notas
1 El texto es el siguiente: "Me  dirijo a Uds. para consultarles si está vigente la ley que prohíbe darle de comer  y beber a los peros callejeros, ya que el servicio de salud de Valdivia me ha multado por darle de comer a los perros vagos. Si puedo exigir que me entreguen el nombre de la persona denunciante, ya que esto fue a través de una denuncia de una persona que no le gustan los animales. A mi parecer el Servicio de Salud está cometiendo un maltrato animal al prohibir esta práctica, ya que los animales van ha morir en forma paulatina.
"No creo que esta sea la solución del problema, nuestro país tiene una cultura  baja a pesar de la educación que tenemos. Aquí da lo mismo botar un papel, un animal, un hijo a la calle para que otros solucionen el problema. Que pena que exista tanta pérdida de valores en estos últimos años y más encima la ley castigue  a los que tratan de alguna manera remediar el daño causado, pero el domingo están todas las iglesias llenas de gente golpeándose el pecho con una piedra y de qué sirve, si salimos de ahí y hacemos todo lo contrario. Parece que el terremoto no fue suficiente ".

2 Contrariamente a una opinión que se encuentra frecuentemente en la prensa y en informes académicos, pareciera que una gran parte, si no la mayoría de los perros encontrados en la calle, no son perros abandonados. La insistencia de muchos de que se trata de perros abandonados solo tiene el propósito de justificar, a sus ojos, su asesinato, acusando a los antiguos dueños de ser los verdaderos autores de esos crímenes. (Es la argumentación de PETA, esa tenebrosa organización que Lísperguer llama de "putas neonazis"). Con el asesinato de mascotas, sus perpetradores buscan además castigar a los que suponen dueños irresponsables. Los datos disponibles ponen en duda esta interpretación del fenómeno de los perros de la calle. En Chile no contamos con investigaciones sobre este fenómeno, donde la categoría misma (perro extraviado) aparece rara vez en los informes e investigaciones sobre el tema, pero en países como Estados Unidos e Inglaterra, la inmensa mayoría de los perros encontrados en la calle son perros que se han extraviado.

3 Por lo mismo, es derechamente una aberración, de ser verídicas las informaciones aparecidas en la prensa, que la provincial de la Congregación de la Divina Providencia, de Antofagasta, haya ordenado el exterminio, o quizás, abandono, de unos cincuenta gatos que la hermana Orietta Copmman ha ido recogiendo en los últimos diez años. Es una aberración desde el punto de vista de la fe católica, y es una violación espantosa de la ley de maltrato animal y de la jurisprudencia administrativa, que prohíbe el sacrificio de mascotas sanas, con sanciones que pueden llegar hasta los tres años de cárcel.

el artículo 19 (mascotas e integridad psíquica)


columna de mérici
Pese a su pertinencia e importancia en causas relacionadas con el maltrato animal, no es frecuente que se recurra a las garantías que ofrece la Constitución, entre ellas la protección de la integridad psíquica. En muchos casos, o quizás en todos, el maltrato animal, además de a la víctima directa, afecta también a su familia humana, conocidos y vecinos y a una parte considerable de la opinión pública. Especialmente en estos últimos meses, después de la muerte de dos mujeres atacadas por los perros de un vecino en Peñaflor (Chile), los matones se han echado a la calle, protegidos por la oscuridad y la indiferencia de las autoridades, a matar perros, encontrados en la calle o en los patios de sus casas, a cuchilladas, con veneno o incluso a balazos, con la idea de vengar la muerte de esas mujeres y castigar e infundir terror en sus dueños y en los ciudadanos que defiendan la causa de los derechos animales, a los que acusan de entorpecer sus campañas de asesinatos. Que ninguna de estas masacres haya sido resuelta por la policía indica claramente que las autoridades políticas no tienen el menor interés en detener esta inhumana y estúpida carnicería.

El derecho a la integridad psíquica, que garantiza el artículo 19 de la Constitución Política de Chile, debiese ser invocado con más frecuencia en las causas animalistas, porque los casos de maltrato animal pueden provocar daños psíquicos y morales permanentes en las víctimas humanas y no humanas de esas violencias.1

El año pasado se conoció el caso de la señora Sara Angélica Gálvez Bravo, que escribió una carta a TV Abierta protestando, el 28 de marzo, por una entrega del programa Sin Vergüenza (de Chilevisión) en el que se muestra un video con una escena de maltrato animal en la que una cría de pato es colocada encima de la membrana de un parlante de automóvil "al que le suben el volumen de una música muy ruidosa para producir sufrimientos a la pequeña criatura indefensa, la cual no paraba de dar saltos y golpes obligados, producto de la magnitud del ruido al que estaba siendo sometida", saliendo finalmente expelida violentamente y provocando las risas y burlas de los presentadores. La señora Gálvez pedía en su escrito que se sancionara a los funcionarios del canal que hubiesen incurrido en el delito de maltrato animal y reprochaba que el canal no mostrara mayor responsabilidad social en sus programas, lo que se traducía en situaciones en que no se respetaba la vida y se celebraba la crueldad. En tercer lugar, afirmaba que se había vulnerado el derecho constitucional a la integridad psíquica de los niños y adultos que vieron el programa.
El 30 de agosto de 2010 el Consejo Nacional de la Televisión condenó la emisión del programa, por "mostrar imágenes y locuciones inapropiadas para la formación espiritual e intelectual de los niños y jóvenes". La sanción consistió en una multa de 150 UTM por infringir el artículo 1º de la Ley Nº 18.838.
El CNT consideró que el programa se apartó de las normativas que regulan el correcto funcionamiento del canal de televisión en lo que se refiere al respeto permanente que se debe "a los valores morales y culturales propios de la Nación" y "a la formación espiritual e intelectual de la niñez y la juventud dentro de dicho marco valórico". El CNT también considera que los contenidos del programa constituyen delito de maltrato animal, y que vulneran la Constitución Política de Chile, pero no el inciso primero del artículo 19 (que garantiza la integridad psíquica), al que se refiere la demandante, sino al inciso 12, letra f, que gira sobre el correcto funcionamiento del CNT.

Ni el Consejo en esta ocasión, ni la ley misma, definen los valores morales y culturales propios del país. Es evidente, sin embargo, que entre estos valores han de considerarse las leyes que atañen a la identidad moral de los chilenos, tal como se expresa esta en ellas2, en cuanto valores socialmente compartidos, como el que prohíbe el maltrato animal.

El artículo 19, inciso primero, que es mencionado por la demandante, asegura a todos "el derecho a la vida y a la integridad física y psíquica" y "el derecho a la protección de la salud" en el inciso noveno. El artículo 20 determina que "el que por causa de actos u omisiones arbitrarios o ilegales sufra privación, perturbación o amenaza en el legítimo ejercicio de los derechos y garantías establecidas en el artículo 19 […] podrá ocurrir por sí o por cualquiera a su nombre, a la Corte de Apelaciones respectiva, la que adoptará de inmediato las providencias que juzgue necesarias para restablecer el imperio del derecho y asegurar la debida protección al afectado".

La señora Gálvez Bravo considera un atentado a la integridad psíquica de niños y adultos la exhibición de escenas que constituyen claramente casos de maltrato animal. Más allá del menoscabo físico y psíquico del animal utilizado, está el daño o deterioro psíquico (sentimientos de angustia, ansiedad, impotencia) que se causa a los observadores de actos de crueldad. Pese a que el CNT no lo considera en su resolución, un concepto similar se encuentra en su recurso a la defensa de los valores morales de los chilenos.

¿Qué es la integridad psíquica? Según José Miguel Guzmán (del Centro de Salud Mental y Derechos Humanos)  "el derecho a la integridad personal es aquel derecho humano fundamental que tiene su origen en el respeto a la vida y sano desarrollo de ésta. El ser humano por el hecho de ser tal tiene derecho a mantener y conservar su integridad física, psíquica y moral. La integridad física implica la preservación y cuidado de todas las partes del cuerpo, lo que conlleva al estado de salud de las personas. La integridad psíquica es la conservación de todas las habilidades motrices, emocionales, psicológicas e intelectuales. La integridad moral hace referencia al derecho de cada ser humano a desarrollar su vida de acuerdo a sus convicciones. [...] El reconocimiento de este derecho implica que nadie puede ser lesionado o agredido físicamente, ni ser víctima de daños mentales o morales que le impidan conservar su estabilidad psicológica".

El tema de la integridad personal o psíquica es frecuente en causas por delitos de lesa humanidad o de guerra, sobre todo en casos extremos de torturas y apremios ilegítimos, fundamentalmente por motivos políticos. Se trata de delitos como los tratos crueles, inhumanos y degradantes, "todo acto realizado por agentes del Estado u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia, destinado a producir en una persona, más que el dolor físico, sentimientos de miedo, angustia, inferioridad, humillación, envilecimiento o quiebre de su resistencia física o moral".
La Constitución chilena, sin embargo, no llega a mencionar la tortura, ni se infiere del texto relativo a la integridad física y psíquica que se trate de un delito cometido únicamente por agentes del Estado. En el Código Penal, el artículo 255 define como apremios ilegítimos los vejámenes que cometiera algún empleado público en acto de servicio. El artículo 150 penaliza la aplicación de  tormentos o rigores innecesarios a los condenados.

Pero, ciertamente, el daño a la integridad psíquica no puede limitarse a los provocados voluntaria y únicamente por agentes del Estado en actos de servicio. Hay muchas zonas en nuestra sociedad, muchas de ellas muy turbias, en las que muchos se ven expuestos a macabras formas de violencia, dirigidas o inconscientes, cuyo impacto dependerá tanto de la sensibilidad como del grado de su aceptación en cada cultura. El nivel de violencia y maltratos, hasta torturas, de la formación militar ya no se corresponde con la sensibilidad actual. Tampoco lo es el maltrato y acoso deliberado de los animales durante fiestas populares, como el rodeo. El tipo de torturas que ilustra qué se entiende por integridad psíquica, son, por ejemplo, los simulacros de fusilamiento, las amenazas de muerte y métodos como la privación del alimento, del sueño, el aislamiento prolongado, el ruido persistente, la limitación o embotamiento forzado de los sentidos y otras formas de violencia personal.
También, obviamente, se comete un acto que atenta contra la integridad psíquica o personal cuando, por ejemplo, se adiestra a un perro para violar y ultrajar a las detenidas o detenidos, y cuando se tortura a bebés y mascotas frente a los detenidos o secuestrados para extraer confesiones ilegales, como ha ocurrido durante la dictadura en Chile.
Pero hay otros casos, en otros ámbitos, en que para muchos no está muy claro que se esté violando su derecho constitucional a su integridad psíquica. Por ejemplo, cuando la administración de un edificio o de un condominio prohíbe a los residentes la tenencia de mascotas o cuando un alcalde o grupos de vecinos asesinan a perros vagos, dejando sus cadáveres en la calle, para exhibición y escarmiento, por encima de leyes y dictámenes.

La integridad psíquica también incluye la integridad moral, necesariamente. Según José Miguel Guzmán en el Primer Congreso Nacional de Derechos Humanos (Chile) de 2007, "la integridad moral hace referencia al derecho de cada ser humano a desarrollar su vida de acuerdo a sus convicciones", obviamente en el marco de la ley y de la simple razonabilidad.

Hace unos años la administración de un edificio prohibió a uno de los propietarios la tenencia de mascotas, que era reclamada en base al derecho a la conservación de la integridad psíquica, habida cuenta de que la presencia de esa mascota formaba parte del tratamiento médico que seguía la propietaria. Pese a la impecable fundamentación del caso, un tribunal estableció que prevalecía el contrato firmado previamente entre la administración del edificio y la persona, que prohibía la tenencia de mascotas en el lugar. La prevalencia de interpretaciones jurídicas que ignoran el derecho a la integridad psíquica y moral, ha justificado el retiro de mascotas de edificios, con graves consecuencias para la salud mental y la integridad moral de muchos ciudadanos.
Cuando en un país, como Chile, la definición generalmente aceptada del concepto de delito es la transgresión de preceptos o leyes establecidas por los gobernantes y legisladores, y no el daño que se ocasione a terceros, que es la definición más actual vigente en algunos países, será difícil mostrar la necesidad de que estos derechos inmateriales sean respetados. Lo serán todavía menos
socialmente hablando si la víctima de violación de estos derechos pertenece a algún sector social vulnerable.
Un ejemplo casi clásico de esta denegación de derechos es la manera en que las autoridades tratan a las mascotas abandonadas, especialmente los perros de la calle o vagos, cuya situación y especialmente los maltratos ilegales a los que son sometidos influyen decisivamente en el estado de integridad moral y psíquica de las personas. Pese a que la ley prohíbe el sacrificio arbitrario de mascotas sanas, abandonadas o no, algunas municipalidades recurren sistemáticamente al exterminio de perros encontrados en la vía pública, provocándoles muertes injustificadas y dejando sus cadáveres en el lugar, aparentemente sin importarles si se trata de una plaza, una iglesia o una escuela. Es espantoso que pese a las numerosas denuncias y testimonios, algunos proporcionados por los propios empleados municipales obligados a cometer esas matanzas, la policía no ha comprobado nunca la participación de las autoridades edilicias en esas masacres. En muchos casos, la policía parece funcionar como una entidad subordinada y dependiente de los ediles. Hace algunas décadas era la misma policía la encargada de asesinar a los perros callejeros. Nunca se ha juzgado a ningún alcalde ni a los funcionarios que han obedecido órdenes ilegales. Si un ciudadano iniciara un proceso contra la policía por grave abandono de deberes, no sería tomado en cuenta. No son muchos los jueces que
crean, pese a la ley, que asesinar a perros de la calle es un delito grave.
El mismo hecho de que un funcionario municipal o del estado sea obligado a participar en operaciones que violan la ley, so pena de despido, debería ser considerado como una violación del derecho a la integridad psíquica y moral de las personas. Pero si a esos funcionarios no se los protege explícitamente, y no se castiga ejemplarmente a las autoridades parias, estos abusos seguirán
ocurriendo.
El exterminio de mascotas, sea que se las mate con estricnina o de manera indolora, daña y provoca grave menoscabo psíquico y moral en las personas, fehacientemente la mayoría de la población, que cree que los animales de compañía tienen un derecho indiscutible a la vida, y que este derecho, reconocido por leyes y la jurisprudencia administrativa, desde el punto de vista humano, se inscribe y forma parte del derecho ya no solo a la integridad moral y psíquica, sino también, fundamentalmente, al del ejercicio de una opción filosófica. En la sensibilidad contemporánea, el sacrificio arbitrario de una mascota sana es una transgresión de preceptos morales irrenunciables.

Se preguntarán algunos: ¿Se viola realmente el derecho a la integridad psíquica y moral cuando se extermina a los perros callejeros? ¿O cuando se prohíbe la tenencia de mascotas en un edificio?

Yo creo que eso es evidente y creo que los jueces deben defender, por encima de ordenanzas y dictámenes, los principios superiores establecidos en la Constitución. En el caso de muchas personas que necesitan la compañía de mascotas para superar situaciones de deterioro psicológico que no pueden superar de otro modo, es evidente y comprobable que se las daña de manera grave en su integridad psíquica. Pero aun en el caso de familias que sencillamente han incorporado a miembros no humanos, el daño psíquico y moral que se le causaría asesinándolos es igualmente comprobable. Por eso sorprende que algunos jueces crean que un contrato pueda estar por encima de la Constitución. (Y una de las fallas de nuestra legislación es que no disponemos de mecanismos para que la ciudadanía pueda impugnar a estos jueces torcidos, que pueden seguir dictando fallos aberrantes sin ningún contrapeso). La pérdida definitiva e irremediable de mascotas, que son consideradas como parte de la familia humana, deja secuelas psicológicas permanentes relacionadas con, o similares a las que dejan la pérdida de un miembro de la familia humana, como ansiedad o sentimiento de culpa. ¿Cómo podría una persona, y especialmente los niños en etapa formativa, reconocerse o identificarse con un entorno social y cultural que destina a la muerte a las mascotas extraviadas o abandonadas, y que los expone a otras espantosas formas de violencia (como, por ejemplo, la exhibición de trozos de animales en los escaparates de las carnicerías) como la cosa más normal del mundo?

Los sentimientos de gran parte de la población son sistemáticamente ignorados y minimizados por autoridades cuando permiten que esos individuos, azuzados por políticos (como el senador Ruiz-Esquide), asesinen impunemente a mascotas. El propósito de esos ataques, y la manera de su ejecución, es no solamente la eliminación de la víctima no humana, sino claramente causar el mayor daño psíquico y moral a los miembros humanos de la familia de esas mascotas, y lo consiguen ampliamente. En realidad, es en todo similar a si asesinaran a otro miembro humano de la misma familia. Según el doctor J. Montoya Carrasquilla,  la muerte de una mascota "puede afectarnos tanto o más que la de ciertos familiares o amigos. [...] Su pérdida puede dejar un enorme vacío, el cual puede ser tan grande como el que se siente con la muerte de un amigo humano o de un familiar; es una cosa para la que la mayoría de la gente no está preparada o no quiere estarlo". (Es la razón por la que el asesinato de mascotas debiese ser penalizado de manera similar al homicidio.)
En la red se encuentran numerosos sitios que reúnen las experiencias de personas,3 en muchos casos asesinadas por sus vecinos, y recomendaciones para superar esas muertes. Según el adiestrador Fernando Borcel, hay cuatro sentimientos básicos asociados a la muerte de una mascota, y son los mismos que los asociados al deceso de un ser humano. Tras la muerte de una mascota su familia experimenta sentimientos de culpa, de negación de la muerte o postergación de su reconocimiento, la indignación (muchas veces acompañada de impotencia, como cuando la mascota ha sido asesinada por desconocidos o autoridades, o cuando su muerte ha sido provocada por la impericia del médico) y la depresión, sentimientos todos que pueden cambiar definitiva, radical y permanentemente la vida de los familiares humanos de la mascota. Las recomendaciones para superar el periodo de duelo son conmovedoras y significativas. La primera es reconocer el dolor de la pérdida. Tras ello, se recomiendan cosas como "compartir tus sentimientos con otra persona", hablar con alguien con quien puedas llorar sin incomodarte, escribir poemas, historias o cartas a la mascota desaparecida, sepultarla propiamente y, "si no tienes familiares o amigos quienes comprendan, o si necesitas más ayuda, pregunta [pide] a tu veterinario o a una sociedad protectora que te recomienden un grupo de apoyo o un terapeuta. Consulta con tu iglesia o en un hospital sobre terapias de apoyo para el duelo". El dolor por la pérdida de una mascota es tan intenso y genuino como el de la pérdida de un miembro humano de la familia, pese a que la sociedad "no siempre reconoce la profundidad de sentimientos que puede acompañar la pérdida de una mascota". Y según Montoya Carrasquilla, la pérdida de una mascota puede provocar depresiones profundas con ataques de llanto, "falta de interés en la vida, trastornos del sueño, pérdida del apetito, sentimientos de desesperación y sensación de abandono, dolores de cabeza y fatiga. Algunas personas incluso pueden llegar a experimentar algún grado de desorientación durante su duelo y no es raro para algunos el imaginar que pueden escuchar a sus mascotas haciendo ruido en la casa, o sentir su toque en sus manos o piernas".

Se encuentran en la red numerosas descripciones de experiencias sobre la muerte de mascotas que desmienten toda insinuación sobre la fatuidad de los sentimientos relacionados. Escribe Dianne, una mujer de 74 años: "Luego de varios meses, continúo sintiéndome tan afligida por la muerte de mi perra, Pixie, que ni siquiera puedo hablar de ella. Extraño mirar televisión con ella sobre mi regazo, y extraño su compañía". En la página del Hospital Presbiteriano de Nueva York se lee: "Una mascota puede dar un amor incondicional que muchas personas, en particular los adultos mayores, no pueden obtener de nadie más. Cuando muere una mascota especial, esta pérdida puede tener un impacto significativo sobre la salud y el bienestar de una persona". Negar a una persona el derecho a tener una mascota en un edificio,4 o en cualquier otro lugar, afectará gravemente su integridad psíquica y moral, y también su derecho a la salud.

El impacto de la muerte de una mascota sobre su familiar humano puede durar, según la persona, desde algunos días hasta unos años o toda la vida, o puede cambiar radicalmente su visión de la sociedad y de los humanos. Las circunstancias de la muerte de una mascota influyen definidamente en la manera del procesamiento de la pérdida. La reacción emocional suele ser muy intensa. "Usted puede experimentar furia o impotencia si tiene que regalar una mascota preciosa debido a limitaciones financieras, enfermedad o por una mudanza a un sitio nuevo donde no se aceptan mascotas, como un hogar de ancianos o un centro de vivienda asistida. Usted también puede experimentar angustia al enfrentar la difícil decisión de practicar eutanasia a una mascota. O, si su mascota murió a causa de un accidente, puede sentirse culpable si cree que podría haberla protegido mejor", según el Hospital Presbiteriano de Nueva York. Es evidente que la muerte de una mascota y sus secuelas en su familia humana pueden ser devastadoras, especialmente si ha muerto a manos de desalmados que pueden ser incluso tus propios vecinos o funcionarios municipales o del Estado o, peor, la policía. El hospital contempla incluso que la persona, paralizada por el dolor e incapaz de reasumir el curso de su vida, no pueda superar la pérdida de su mascota, justificando por ello la intervención de profesionales de la salud.

Los efectos de la muerte de una mascota, reconocidos por la profesión médica pero ignorados por jueces y políticos, y especialmente cuando su vida ha sido terminada de manera violenta y arbitraria, afectan gravemente la integridad psíquica y moral de las familias humanas que sufren una pérdida. Es la razón por la que las mascotas y sus familias humanas deben ser protegidas contra la inhumanidad y barbarie. Es por todas las razones expuestas aquí que me parece que los animalistas deben invocar más frecuentemente el derecho constitucional a la integridad psíquica, cuya interpretación, de momento, escapa tanto a jueces como a nuestros propios abogados. Tenemos derecho a que se respete nuestra integridad psíquica y nuestra identidad moral. Y nuestras mascotas tienen estos mismos derechos y queremos que estos sean respetados.5 Si no los defendemos ¿quién lo hará?

Notas
1 No es frecuente encontrar al artículo 19 de la Constitución en relación con temas relacionados con el maltrato animal. Parece evidente, según lo desarrolla Florencia Trujillo en noviembre de 2010, que, por ejemplo, la prohibición de alimentar a los perros de la calle "vulnera el espíritu y naturaleza humana y afecta el derecho a la integridad psíquica de las personas, constitucionalmente garantizado en el artículo 19 de la Carta Fundamental".

2 No quiero ahondar en esta discusión sobre leyes y valores morales. Muchas veces, los valores morales, que son universales, pueden chocar con los valores culturales, que son particulares. Además, muchas leyes no son legítimas, si han sido dictadas y promulgadas fuera del Parlamento, como es el caso de algunas que guardan relación con la identidad nacional -como la prohibición de la pena de muerte. Dentro de límites razonables, se puede suponer que en sus leyes legítimas se encuentran los valores morales de un pueblo. En el caso chileno, se complica el axioma porque sus diputados y senadores no son elegidos en el marco de los protocolos de la democracia representativa, porque lo que su valor en términos de representatividad y legitimidad, es muy dudoso.

3 Según especialistas, "de los nueve años en adelante, la mayoría de los niños pueden experimentar el mismo rango de emociones que los adultos después de la muerte de su mascota" (en montedeoya). En el mismo enlace se dice que "a menudo los niños tienen dificultad en aceptar la muerte de sus mascotas y el dolor, si es extremo, puede resultar en problemas físicos o de conducta. Ellos pueden experimentar todos los síntomas de depresión que muestran los adultos, pero las alteraciones en el sueño o en los patrones de conducta también pueden ser más aparentes, como aferrarse en exceso a las personas, mojar la cama, tener pesadillas, mostrar una conducta desobediente o reflejar inhabilidad para concentrarse en la escuela".

4 En diciembre de 2008 el senador Navarro presentó "Proyecto de ley que permite convivir con animales domésticos en edificios y condominios regulados por la ley No. 19.537, sobre copropiedad inmobiliaria y regula su tenencia". En su proyecto, el senador recurre a tres conceptos en su alegato a favor de las mascotas en edificios y condominios: los derechos de propiedad, libertad personal e intimidad del hogar. Ahonda en su defensa en este enlace y en La Tercera. El Senado rechazó legislar sobre la materia, por recomendación de la Comisión de Vivienda de esa cámara.

5 Cuando hace poco el ministro Hinzpeter  dijo que las mascotas eran como nuestros hijos, y anunció que el gobierno del presidente Piñera se negaría a promulgar una ley que incluyese el sacrificio de mascotas sanas o recuperables, no hacía más que repetir un precepto moral que es común a la mayoría de los chilenos. La mayoría consideramos hijos a las mascotas y rechazamos y nos duele el maltrato. Lo que queremos es que se las proteja y se castigue con más severidad a las personas o autoridades que someten a las mascotas, abandonadas o no, a tratos crueles e inhumanos, incluyendo la muerte por motivos arbitrarios,  o que confunden deliberadamente eutanasia con sacrificio, o que recurren a encargar esos asesinatos a terceros.

la obsesión contra los perros


Ante la inminencia de la aprobación en Chile de una ley que prohíba el asesinato de perros, los defensores de la muerte no cejan en sus intentos de implantar el terror. El siguiente texto responde a la infame campaña lanzada por un profesor de la Universidad Católica.]
En una carta enviada a algunos de los senadores de la Comisión de Salud, un señor Bonacic defiende furiosamente el exterminio de los perros que sean hallados en las calles, pero sin ofrecer razones válidas ni fundamentos para esta medida. Bonacic refiere en primer lugar a la organización PETA, la que promueve y practica activamente el retiro y asesinato de los perros en situación de calle. Pese a los desmentidos de algunos de sus seguidores, este grupo ha tenido encuentros con la justicia de su país por matanzas ilegales1 y por engañar al público que deja a su cuidado sus mascotas con la esperanza de encontrarles nuevos hogares adoptivos, para terminar sacrificadas por sus funcionarios apenas los tutores les dan la espalda. Se trata de una organización de corte criminal, que explota la buena fe de unos, y la lascivia de otros muchos, pues basa sus campañas en la exhibición de actrices pornográficas y modelos en tetas. No creo que esta organización merezca respeto alguno -no por el oficio de muchas de sus partidarias, sino por la flagrante inmoralidad de su postura.

La descripción de la situación de los perros en situación de calle que hace el señor Bonacic es completamente falsa, y no ofrece ni cifras ni estudios que avalen sus escandalosas afirmaciones. Los perros en las calles, llamados vagos o abandonados, son en su gran mayoría perros extraviados, y la inmensa mayoría de ellos son cuidados por madrinas y padrinos que los vacunan, alimentan y cuidan. Recuérdese, como ejemplo, la matanza (por razones de ornato) de los perros de la Plaza de Constitución cuando asumió la señora Bachelet en 2006. Todos los perros retirados, que fueron sacrificados, a excepción de los que pudieron ser protegidos y escondidos por vecinos del barrio y carabineros del sector, gozaban de buena salud y tenían todos sus tarjetas médicas al día. Esta situación se repite también en los barrios.

En realidad, es excepcional, aunque no infrecuente, encontrar perros callejeros en mal estado, y es muy raro que alguno de estos no sean auxiliados por madrinas o padrinos. Evidentemente, a veces llegan tarde. Aun así, los perros en malas condiciones sanitarias son muchas veces recuperables, y encontrarlos enfermos no es un argumento a favor de su asesinato. Al contrario, lo imperativo es socorrerles, proporcionarles ayuda médica y asistirlos mientras se les busca una familia adoptiva. Esto es lo que hacen miles y miles de ciudadanos en todo el país todos los días del año.

Los perros en situación de calle necesitan familias humanas adoptivas, evidentemente. Por lo mismo, de esta constatación no puede colegirse que deban ser eliminados. La conclusión es arbitraria. No sé si la referencia a la RSPCA de Australia tenga algún valor. Esta es una de esas protectoras que fomenta la venta de pavos navideños, los que evidentemente deben ser primero criados y sacrificados antes de ser ofrecidos para consumo humano. No se puede pretender que esta es una organización dedicada a la protección animal. Tampoco lo son las numerosas perreras en Estados Unidos, que retiran perros y gatos de la calle para sacrificarlos y vender sus cadáveres a plantas de alimentos para mascotas (véase las valiosas contribuciones de Susan Thixton, Ann Martin, Gabriela Romer).

Que esta protectora u otras fomenten el sacrificio de mascotas sanas solo porque no encontraron familias adoptivas o porque no se les hizo espacio en los caniles, no quiere decir nada. No es una opción ética. No es razonable tomar en serio a organizaciones o personas que, por ejemplo, piden dar un buen trato y una buena muerte a los animales de granja, pero solo guiados por la creencia de que si los animales son tratados bien y se les provoca una muerte indolora o si no se enteran de su fin inminente (un objetivo por lo demás imposible de alcanzar), su carne sabrá mejor. Estas organizaciones tienen intereses creados en el culto de la muerte. Invitarlos a opinar sobre la situación de los animales es tan insensato como pedir a un verdugo su opinión sobre la pena de muerte. Los veterinarios que engordan sus bolsillos con servicios de eutanasia seguramente serán firmes partidarios de la muerte, la que encubrirán con hipócritas consideraciones humanitaristas. Y quizás, como en el caso de Estados Unidos, haya algún negocio turbio en el fomento del sacrificio. En Estados Unidos, los fabricantes de pellet son ávidos compradores de cadáveres.

Como quiera que sea, hay cada vez más protectoras que están adoptando los principios del movimiento Sacrificio Cero (No Kill, en inglés), que rechaza el asesinato de mascotas y promueve la adopción, la esterilización y la tenencia responsable como solución al descontrol de la población canina.

Hay párrafos y frases del alegato de Bonacic, que son derechamente irracionales y sólo reflejan un estado mental perturbado. Primero argumenta que es cruel que los perros mueran atropellados o abandonados, pero que los perros cometen también crueles asesinatos cuando atacan a otras especies protegidas por la ley. Aparentemente, los señores perros no son muy buenos lectores y no se han enterado todavía de que toda ley que publica el Diario Oficial tiene carácter legal y debe ser acatada. Quizás su destreza a la hora de ladrar y levantar su pata contra el movimiento animalista, pueda ayudarnos a establecer relaciones diplomáticas con los perros anarquistas.

La cifra de las personas mordidas al año provienen de José Segura, jefe del Departamento de Zoonosis de la Secretaría Regional Ministerial de Salud, que las ofreció a la prensa en la primera semana de noviembre. Según sus cifras, en 2009 hubo 25 mil ataques de perros en todo el país, 18 mil de estos en la Región Metropolitana. Segura informa que la inmensa mayoría de los ataques ocurren "o dentro de los domicilios o cerca de éstos", que "en general los perros no son agresivos", que es "muy raro que ataquen a transeúntes" y que solo el uno por ciento de los ataques o mordeduras terminan con una intervención quirúrgica.

La constatación del jefe de Zoonosis no provoca ninguna reflexión en Bonacic. Que los ataques ocurran en los domicilios y en las inmediaciones de estos solo pueden significar que se trata de perros de casa o guardianes o con funciones de guardianes y que, evidentemente, ha habido algún problema con el adiestramiento. Usualmente los perros (con dueño) atacan cuando creen invadido su territorio. Poner en duda las cifras y reflexiones de Segura porque "los perros en la calle sin dueño no son habidos en una denuncia" es francamente estúpido. Las cifras sobre ataques y mordeduras provienen de dos fuentes principales: los partes médicos y los partes policiales. Que los perros autores de los ataques sean habidos o no, no implica que no se sepa quiénes han sido los autores de los ataques. El razonamiento es absurdo e irracional. Y si los perros fuesen habidos, seguramente correspondería también interrogarlos, ¿no? Pues tampoco su captura serviría para probar nada.

Que las mordeduras y ataques dejan secuelas físicas y psicológicas de por vida es algo que sabemos todos, pero el autor no ofrece ninguna solución racional, excepto matar a los perros de la calle, que son justamente los que menos daños provocan y los que menos peligro representan. ¿Por qué se niega a admitir lo que sabe todo el mundo, que los autores de ataques que causan daño permanente o incluso la muerte son perros con dueño? Esto lo muestran todas las estadísticas disponibles y la solución, evidentemente, no es matar a los perros que no tienen nada que ver, sino obligar a los dueños a dejar al adiestramiento de sus perros de guardia en manos de profesionales, que pueden adiestrarlos para que en su defensa del territorio no ataquen de modo tal a los intrusos que terminen con su muerte. Aun si se tratase de perros sin funciones de guardia, siempre convendría que al momento de adoptar una mascota, la familia adoptiva consultase con algún experto o se informase sobre el mejor modo de fundar una relación con ella.

Entretanto, la hipocresía y doblez de Bonacic son más que evidentes, pues pretende primero que los perros de la calle sufren y andan todos enfermos y hambrientos y que sería piadoso asesinarlos, y luego llama a preocuparse más de las víctimas de los ataques (de perros de casa o guardianes o de razas peligrosas), y de las especies protegidas, en un simulacro de alegato que más parece la descarga de odio de un beodo.2

Su mención de que un señor de apellido Copano también es partidario del asesinato de perros es tan patético e irrelevante como su recurso a las señoras de PETA. La encuesta de opinión de Radio Cooperativa, en la que aparece que un 78,7% de los encuestados favorece el sacrificio de mascotas, no tiene el menor valor científico y, como declara él mismo, solo gira sobre los perros que hubiesen atacado a personas.

Es de esperar que los senadores no presten atención a este panfleto tendencioso, incoherente y estéril. Considero un misterio que este señor, un reluciente dechado de ignorancia y mediocridad, esté encargado de la formación de futuros profesionales. Es incomprensible. Inadmisible. Aberrante.

Notas
1 Funcionarios de PETA fueron procesados en 2005 por matanzas ilegales y disposición ilegal de cadáveres. La historia es escalofriante. Los empleados de PETA fueron arrestados después de ser investigados durante varios meses por la policía. Se les acusó de engañar al público ofreciendo buscar hogares adoptivos, cuando en realidad eran inmediatamente sacrificados. Retiraban perros de un canil del condado de Bertie, Virginia, pretendiendo que les buscarían hogares adoptivos en Norfolk, pero en realidad los sacrificaban apenas recogidos. Los dos empleados fueron detenidos cuando arrojaban bolsas con decenas de cadáveres de perros en un contenedor público. La fundadora de PETA, Ingrid Newkirk, defendió a sus empleados diciendo que los animales no habían sufrido al ser sacrificados. Reconoció que su organización se dedica a matar mascotas, y dijo que el único error de sus empleados era haber arrojado los cadáveres a un contenedor público. Sin embargo, la investigación policial confirmó que los empleados de PETA decían en los refugios donde recogían las mascotas, que su intención era buscarles hogares adoptivos. "Nunca hemos ocultado", dijo Newkirk, "que la mayor parte de los animales que recogemos son sacrificados".

Pese a que habitualmente los funcionarios de PETA aseguran que solo sacrifican a animales enfermos o gravemente heridos, la verdad es que la inmensa mayoría de los animales que recogen son sanos y su eliminación no obedece a ningún criterio ético. PETA nunca ha ocultado que un principio básico de su filosofía es matar animales, llevada por la creencia de que en este mundo están mejor muertos que vivos -un aberrante razonamiento muy cercano a la filosofía nazi sobre los minusválidos. Aunque sus funcionarios recogen animales, o aceptan animales con la pretensión de buscarles un nuevo hogar, la verdad se encuentra en las cifras recopiladas por el Departamento de Agricultura de Virginia: aunque en años pasados la organización llegó a poner en adopción a cientos de mascotas (703 en 2001, un 26,18%), la búsqueda de nuevos hogares ha sido reducida a niveles escandalosos: en 2006 encontró hogar para solo 12 de 3061 mascotas recibidas; en 2007 para 17 de 1997; en 2008 para 7 de 2216; y en 2009 para 8 de 2366. En 2009, la tasa de sacrificio llegó al 97,3%. Desde 1998, PETA ha asesinado a 23.640 animales de compañía.
PETA pretende que en Estados Unidos no hay interés en la adopción de animales, lo que es una falsedad tan grande como una montaña. Hay muchas organizaciones pequeñas, y ciertamente sin los más de 30 millones de dólares del presupuesto de PETA, que encuentran hogares de adopción para cientos y miles de mascotas. PETA dice que nadie quiso adoptar más que ocho animales en 2009. La organización EDRA (Equipo de Defensa y Rescate Animal), de Santiago, entre mayo y diciembre de 2009 encontró hogares adoptivos para 350 perros. Igualmente entre octubre de 2009 y hoy, el Centro de Rescate Canino de Ñuñoa, que implementa una activa política de adopciones, ha logrado encontrar hogares adoptivos para más de 500 animales y ciertamente sin los recursos de PETA.

Frecuentemente los defensores de PETA argumentan que quienes atacan la organización son partidarios o agentes de la industria peletera. Aunque es verdad que los peleteros ciertamente tienen intereses creados en el desprestigio de la organización, las cifras sobre el sacrifico en los caniles de PETA provienen del Departamento de Agricultura del estado de Virginia y son absolutamente fiables. Que los peleteros utilicen estas cifras no implica que sean falsas.

La propia fundadora nunca ha ocultado que su intención es eliminar mascotas. Antes de fundar la organización, en los años setenta Newkirk trabajaba en perreras como recogedora de perros (o perrera; dogcatcher) y eliminadora de perros (dogkiller) y ha llegado incluso a jactarse de la cantidad de animales que ha asesinado con sus propias manos. Para eludir las prácticas inhumanas de sus colegas, que mataban a los animales de las formas más crueles, Newkirk cuenta que se levantaba temprano "para llegar allá [a la perrera] antes que nadie y mataba a los animales yo misma, porque no podía soportar que los mataran de esa manera [algunos colegas los metían vivos en congeladores]. Maté a miles de mascotas, a veces varias docenas al día".

Newkirk cree que matar es bueno y que la muerte es una liberación del sufrimiento. Hasta tal punto llega su culto de la muerte que en algunas ocasiones ha dirigido a sus funcionarios para rescatar animales solo para matarlos ella misma en su cuartel en Virginia. En 1991 PETA sacrificó a los dieciocho conejos que había rescatado de un laboratorio. Ciertamente les salvó de una muerte cruel a manos de humanos que aspiran a convertirse en algo que llaman académicos, pero ¿no habría sido más humano haberles buscado hogares adoptivos?

¿Qué mérito se podría reconocer, por lo demás, a una organización que ha premiado a una notoria diseñadora de mataderos?
Pese a todo, la organización cuenta con un incomprensible prestigio. Muchos encuentran en estas causas torcidas la oportunidad de concluir sus ritos de pasaje, donde las ganas de mostrarse al mundo se combinan maravillosamente con la ansiedad de sátiros de todo pelaje. Esta organización se está introduciendo en el mundo hispano, y recientemente en Chile a través de grupos subalternos como Anima Naturalis. Es imperativo salirles al paso. Su presencia fortalecerá el campo de los enemigos de la vida.

2 En otro lugar, sostiene que "la ley de tenencia responsable no es acerca del bienestar de los perros y mascotas sino que de la protección de las personas que son víctimas de mordeduras", una idea absurda. La ley de protección animal 291 bis castiga a quien "cometiere actos de maltrato o crueldad con animales". En el incoherente raciocinio de Bonacic, deberíamos entender que la ley debiese condenar a los perros que cometieran actos de crueldad contra humanos. Vaya con el docto en filosofía.