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se jactaba de violación y masacre


Ex soldado se fanfarroneaba de violación y asesinatos.
[Steve Robrahn] Paducah, Kentucky, Estados Unidos. Un ex soldado estadounidense en juicio por la violación colectiva de una niña iraquí y su asesinato y el de su familia en zona de combate en 2006 fue sorprendido en una "perfecta tormenta de demencia", dijo su abogado el lunes al jurado.
Pero fiscales del gobierno en los mismos tribunales dijeron que ex soldado Steven Green, presunto cabecilla de los asesinatos, sólo estaba interesado en el asesinato ‘continuo’ de iraquíes y se fanfarroneó en una celebración más tarde de que lo que había hecho era "espantoso".
Green, 23, está siendo juzgado como civil en un tribunal federal debido a que fue detenido después de que fuera licenciado por el ejército de Estados Unidos, por "trastorno de personalidad" en 2006.
Fue el último de los cinco hombres acusados de la violación de Abeer Qassim Hamza al-Janabi, 14, y su asesinato y el de su padre, madre y hermana de seis años. El incidente tuvo lugar después de que los soldados bebieran whisky, jugaran a las cartas y planearan el ataque en Mahmudiya, a 32 kilómetros al sur de Bagdad.
Tres de los otros soldados se declararon culpables del ataque y el cuarto fue condenado, en juicios por la corte marcial. Recibieron sentencia de cinco a cien años, aunque podrían salir con libertad condicional mucho antes. Los fiscales dijeron que pedirán la pena de muerte para Green.
En declaraciones en el juicio, Patrick Bouldin, un defensor público, dijo que el pelotón de Green había sido diezmado por muertes y lesiones antes del crimen.
"Tienes que entender el trasfondo de lo que termina en esta perfecta tormenta de demencia, dijo Bouldin al jurado.
Bouldin dijo que Green había tratado de superar su fatiga de combate después de la muerte de colegas cercanos y no estaba seguro de si los iraquíes con quienes se encontraba eran amigos o enemigos.
"No podían distinguir a los campesinos y aldeanos de los insurgentes y terroristas", dijo.

Iraquíes Horrorizados por Crimen
Green, de Midlad, Texas, fue acusado de diecisiete cargos, incluyendo agresión sexual, asesinato y obstrucción a la justicia.
Detallando los espeluznantes detalles del crimen, el fiscal federal Brian Skaret dijo: "¿Quién puede hacer estas cosas? No fueron ni insurgentes ni terroristas. Fue el trabajo de este hombre, Steven Green".
Dijo que Green violó a la niña por turnos después de haber matado a balazos al padre, madre y hermana. Dijo que Green estaba predispuesto a matar.
"Steven Green quería matar civiles iraquíes", dijo Skaret. "Quería matarlos todo el tiempo, sin parar".
Después del asesinato, dijo Skaret, los hombres celebraron con un asado y se dice que Green comentó que había sido "espantoso". También dijo a un investigador del ejército, al día siguiente: "Yo lo hice. Yo los maté a todos", dijo Skaret.
La familia fue elegida por que los soldados la vieron como un blanco fácil, dijo la fiscalía.
Los iraquíes reaccionaron horrorizados ante el crimen, uno de una serie de incidentes con soldados estadounidenses que han tensionado las relaciones con el gobierno iraquí. Pero el inicio del juicio de Green tres años después no ha despertado gran interés entre la mayoría de los iraquíes, dicen observadores aquí.
El incidente fue el tema de la película de 2007, ‘Redactado’ [Redacted], del director Brian de Palma, que se quejó de que la película fue censurada por su compañía. Sus imágenes gráficas repugnaron a muchos espectadores.

Redacción de Michael Conlon Andrew Stern en Chicago.

7 de mayo de 2009
27 de abril de 2009
©reuters
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dictan pena capital en iraq


En Iraq condenan a muerte de veintiocho fanáticos.
[Campbell Robertson] Bagdad, Iraq. Veintiocho miembros de un culto mesiánico chií responsables de brutales ataques contra peregrinos chiíes fueron sentenciados a muerte en Iraq, informó un funcionario de la corte federal de la provincia de Dhi Qar.
Los condenados son miembros de Seguidores de Mahdi, él mismo miembro de Soldados del Paraíso, una secta marginal que cree que el terror allanará el camino para la llegada de Mahdi, el doceavo imam, que murió en el siglo nueve, y que según los chiíes retornará como redentor de la humanidad.
Otros diecinueve miembros de la organización fueron sentenciados a reclusión perpetua, y seis de ellos fueron absueltos, dijo el funcionario judicial, que habló a condición de conservar el anonimato debido a que no estaba autorizado para hablar con la prensa.
Los Soldados del Paraíso se han enfrentado con fuerzas de seguridad iraquíes y norteamericanas en una serie de choques. Ninguno ha sido tan brutal o bizarro como la batalla de enero de 2007 en las afueras de la ciudad santa chií de Nayaf, donde se estima que mil miembros de la secta se atrincheraron con planes para derrocar a la dirigencia clerical chií de la ciudad. Aunque los combatientes lograron derribar un helicóptero de combate estadounidense, cientos de ellos murieron en el enfrentamiento y otros cientos fueron capturados.
En septiembre de 2007, diez líderes de la organización fueron sentenciados a la pena capital por un tribunal iraquí. Decenas de otros fanáticos recibieron largas penas de prisión.
Pero la organización, tan misteriosa que al principio los funcionarios iraquíes no sabían si la dirigían chiíes o sunníes, continuó atacando, salvajemente en enero de 2008 durante el período de ashura, el más sagrado del calendario chií. En Basra y Nasiriya, la capital de Dhi Qar, la organización se enfrentó con fuerzas de seguridad iraquíes, con una cincuentena de muertos. Tropas iraquíes allanaron los escondites de la secta en Nasiriya, arrestando a decenas de militantes.
Un líder del grupo fue detenido en Basra en diciembre. Un comandante de policía dijo que la secta había estado planeando ataques contra peregrinos chiíes durante el ashura en la ciudad santa de Karbala, informó la Associated Press.
La violencia continuó el jueves en Iraq, empezando con una bomba que estalló temprano en la mañana en Jadriya, un barrio al sudeste de Bagdad, causando la muerte de dos soldados iraquíes. Dos agentes de policía murieron al estallar una bomba cuando una caravana de policía pasaba por Kut, una ciudad al sur del país.
En Mosul, un grupo de pistoleros disparó y mató a un profesor de literatura en un centro cultural.

Tareq Maher y Riyadh Mohammed contribuyeron a este reportaje.

14 de abril de 2009
26 de febrero de 2009
©new york times 
cc traducción mQh
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acusan a policías iraquíes


Están acusados de ser los autores de una serie de asesinatos.
[Campbell Robertson] Bagdad, Iraq. Doce agentes de policía iraquíes han sido arrestados en relación con una serie de secuestros y asesinatos, incluyendo el homicidio de la hermana de uno de los vicepresidentes de Iraq, informó el lunes un portavoz del ministerio del Interior.
El anuncio se produce mientras incidentes de violencia esporádica continúan en Iraq, incluyendo la muerte de tres soldados norteamericanos y su intérprete, que, dijeron las fuerzas armadas en un comunicado, murieron en operaciones de combate en la provincia de Diyala al este del país. Los militares no proporcionaron mayores detalles.
En el arresto de los agentes de policía, los sospechosos, que son todos agentes de bajo nivel, confesaron su participación en el asesinato de Maysoon al-Hashemi, la hermana de Tariq al-Hashemi, uno de los dos vicepresidentes de Iraq, dijo el teniente general Abdul Karim Khalaf, portavoz del ministerio del Interior. La señorita Hashemi, que era directora de asuntos de la mujer en el partido de su hermano, el Partido Islámico Iraquí, fue asesinada a balazos en 2006.
Otro funcionario del ministerio, que no estaba autorizado para hablar públicamente, describió a los doce acusados como miembros de una "banda" y dijo en una conferencia telefónica que fueron arrestados hace dos semanas.
El funcionario entregó la siguiente versión: una pesquisa policial sobre una serie de secuestros en Bagdad condujo a una casa en Ciudad Sáder, una comuna chií al nordeste de Bagdad, donde varios de los agentes de policía retenían a un hombre para cobrar rescate. Los agentes fueron detenidos y más tarde delataron a los otros. Además de los doce agentes arrestados, otros continúan fugitivos.
El ministerio del Interior supervisa a las fuerzas de seguridad interior de Iraq, incluyendo a la policía. El ministerio tiene una larga historia de una fuerte infiltración de las milicias chiíes, aunque su reputación ha aumentado considerablemente en los últimos dos años.
Ocho funcionarios del directorado de pasaportes del ministerio fuero arrestados hace poco acusados de corrupción, de acuerdo al diario estatal Al Sabah.
El anuncio de la detención de los agentes de policía se produjo un día después de que el gobierno acusara a un miembro del parlamento de haber ordenado asesinatos, secuestros y atentados con bomba, incluyendo un ataque contra el parlamento en 2007. El legislador, Mohammad al-Daini, negó los cargos en una conferencia de prensa el lunes, diciendo que estaba siendo perseguido debido a las revelaciones que ha hecho su partido sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por el gobierno.
Aunque Bagdad está más tranquila ahora, al menos cinco personas fueron asesinadas en la ciudad el lunes, de acuerdo a funcionarios del ministerio del Interior.
Un grupo de hombres armados disparó con un puesto de control del ejército iraquí en Ghazaliya, un vecindario mixto de chiíes y sunníes, matando a tres personas, entre ellas dos soldados. Otras ocho personas resultaron heridas.
En el centro de Bagdad, dos personas murieron y seis resultaron heridas cuando estalló una bomba cerca de un convoy policial.

Tariq Maher contribuyó a este reportaje.

8 de abril de 2009
23 de febrero de 2009
©new york times
cc traducción mQh
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soldado culpable de asesinato


Soldado norteamericano culpable de asesinato de un detenido iraquí.
[Kristin M. Hall] Fort Campbell, Kentucky, Estados Unidos. El viernes noche un oficial del ejército que disparó y mató a un detenido iraquí durante un interrogatorio fue condenado por homicidio por un jurado militar.
El teniente primero Michael Behenna, de Edmond, Oklahoma, evitó la condena por la acusación más grave de homicidio premeditado en la muerte del detenido al que apartó para interrogarlo en mayo pasado. Una comisión militar de siete oficiales en Fort Campbell también lo encontró culpable de agresión, pero fue absuelto del cargo de hacer declaraciones falsas tras tres horas de deliberación.
La audiencia en que se leerá su sentencia fue fijada para el sábado, y Behenna podría ser condenado a cadena perpetua por el cargo de homicidio. El cargo más grave de homicidio premeditado habría resultado en una condena automática de prisión perpetua sin posibilidad de salir en libertad.
Behenna declaró que estaba tratando de defenderse a sí mismo cuando disparó contra Ali Mansour Mohammed y que el detenido trató de arrebatarle el arma en un conducto ferroviario cerca de Beiji, Iraq. Behenna dijo que no había tenido la intención de matarlo.
Pero el capitán Jason Elbert, fiscal militar, dijo que el detenido no pudo defenderse de Behenna y que las amenazas del oficial y otras acciones demostraban que había planeado asesinar al detenido.
"Controlaba toda la situación como oficial del ejército estadounidense, armado y sin que fuera amenazado", dijo Elbert durante los alegatos el viernes.
El abogado defensor Jack Zimmerman replicó que Behenna estaba tratando de interrogar al detenido, que es la razón por la que se hizo acompañar por un intérprete iraquí. Behenna también declaró que amenazó a Mohammed y le apuntó con su arma para obligarlo a entregarle información sobre un atentado con una bomba improvisada que había costado la vida a dos miembros de su pelotón.
"Normalmente no llevas a un intérprete a una ejecución", dijo Zimmerman.
Ni el abogado defensor de Behenna ni los fiscales quisieron hacer comentarios después de la audiencia.
Zimmerman alegó que en el momento en que disparó, Behenna sufría de un trastorno por estrés agudo como consecuencia del atentado.
Behenna dijo el jueves que creía que Mohammed estaba implicado en el atentado y podría proporcionar los nombres de los rebeldes responsables.
Después de disparar dos veces contra el detenido, una vez en la cabeza y otra en el pecho, otro soldado de Fort Campbell declaró que había arrojado una granada incendiaria sobre el cuerpo.
Este mes el sargento Hal Warner se declaró culpable de los cargos de agresión, maltratos a un subordinado y declarar falsamente. Warner, de Braggs, Oklahoma, fue sentenciado a diecisiete meses de prisión y declaró contra Behenna.

7 abril de 2009
27 de febrero de 2009
©pocono record
cc traducción mQh
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mujeres en guerra contra el tribalismo


Mujeres iraquíes luchan por encontrar una voz. Las activistas se enfrentan al poder dual de la religión y el tribalismo.
[Sudarsan Raghavan] Irbil, Iraq. Hawjin Hama Rashid, una resuelta periodista, de vaqueros y una blusa con volantes, llegó a la morgue de esta ciudad kurda para investigar los asesinatos tribales de mujeres. "En la semana hay unos diez", dijo el director de la morgue, mostrando a Rashid fotos de los cuerpos en el monitor de su ordenador.
Primero, un cara hinchada y aporreada.
Luego, un cuerpo carbonizado, rojo, sin forma. "Violada, luego quemada", dijo el director.
Y, después, otra cara, con los ojos semicerrados, con heridas de puñaladas en su cuello.
Rashid se inclinó para acercarse a la pantalla.
Era el cuerpo ensangrentado de su mejor amiga, Begard Hussein. Hussein se había quejado a la policía de que su ex marido la había amenazado con matarla si se negaba a anular su divorcio. Rashid quería publicar una foto del cuerpo de su amiga después de su asesinato en abril, pero los funcionarios le dijeron que no existían. "Me mintieron", dijo Rashid cuando salía de la morgue, su dolor fundiéndose con su indignación.
Desde la sureña ciudad portuaria de Basra hasta la ajetreada Irbil en el norte de Iraq, las activistas iraquíes están tratando de contrarrestar la creciente influencia de los fundamentalistas religiosos y jefes tribales que insisten en que las mujeres cubran sus rostros con velos, impiden que las niñas vayan a la escuela y justifican los asesinatos de mujeres acusadas de mancillar el honor de la familia.
En su búsqueda de estabilidad en Iraq, funcionarios estadounidenses han otorgado poder a líderes tribales y religiosos, sunníes y chiíes, que rechazan el laicismo de Saddam Hussein, que antes era dominante. Estos líderes han impuesto interpretaciones estrictas del Islam e implementado leyes tribales que las activistas dicen que limitan su libertad y estimulan la violencia contra ellas.
"Las mujeres están siendo estranguladas por la religión y el tribalismo", dijo Muna Saud, una activista de Basra, de 52 años.
La lucha de las activistas forma parte de una guerra más amplia sobre la identidad del país en transición. El tema que se debate son preguntas esenciales para el futuro de Iraq: ¿Qué papel debería jugar el islam en el gobierno, en la política y en la sociedad? ¿Y en qué medida deberían ideas y posturas occidentales influir en el país?
"Sin cambiar el modo en que piensa la sociedad, cambiar las leyes en el papel es inútil", dijo Rashid.
Desde la invasión norteamericana de Iraq en 2003, la televisión por cable, los celulares e internet han profundizado la influencia de Occidente en la región kurda relativamente estable de Iraq, conocida como el Kurdistán. Hoy, muchas mujeres urbanas llevan ropas occidentales y evitan los pañuelos de cabeza musulmanes. Las mujeres ocupan más de un cuarto de los escaños del parlamento regional.
De cara ovalada y rizados cabellos castaños, Rashid se crió en el seno de una familia kurda laica en Sulaymaniyah, la principal ciudad al este del Kurdistán. En la secundaria leía a escritores socialistas y se hizo miembro del centro de estudiantes. Cuando el Partido Baaz de Hussein trató de expulsar a la directora de la escuela por no incorporarse al partido, Rashid dirigió una manifestación para protestar por la expulsión. La directora fue reinstalada.
Después de la secundaria se convirtió en periodista, dedicada a la cobertura de temas femeninos. Hoy vive sola, lo que no es lo habitual para la mayoría de las mujeres iraquíes solteras. En el pared de su salita cuelga un cartel de Jennifer López.
Rashid, 36, escribe una columna para una revista dirigida por Shawushka, una organización de mujeres llamada así en homenaje a una diosa kurda. La publicación bimensual tiene dos mil lectores, aunque su página web tiene un alcance más amplio. Rashid también aparece frecuentemente en los canales de televisión kurdos, donde normalmente se dedica a criticar al gobierno.
Esa presión ha contribuido a empujar al ministerio del Interior regional a crear una brigada dedicada a combatir la violencia contra las mujeres, pero la brigada también es vista como una amenaza para los valores tradicionales. "Las mujeres están atrapadas en una guerra moral y cultural", dijo Pakshan Zangana, legisladora kurda. "Existen grupos que están tratando de hacer retroceder a las mujeres, de mantenerlas como ciudadanas de segunda clase".
En sus columnas, Rashid las ha emprendido contra el pañuelo de cabeza para las mujeres y ha luchado por los derechos de las mujeres en la cárcel. Por lo general, Rashid escribe sobre los ‘crímenes de honor’: asesinatos y quemas de mujeres acusadas de adulterio o de mantener relaciones sexuales premaritales.
Las leyes iraquíes toleran este tipo de asesinatos, pero las autoridades kurdas lo consideran equivalente a cualquier otro crimen. Sin embargo, la violencia ha aumentado desde la invasión. Las activistas dicen que la policía rara vez implementa la ley, por temor a las disputas tribales; y cuando lo hacen, los autores son condenados a castigos leves.
En los primeros seis meses de este año, en Kurdistán mataron a 206 mujeres; 150 de ellas fueron quemadas vivas. De acuerdo al ministerio de Derechos Humanos del gobierno kurdo regional, los asesinatos aumentaron en un treinta por ciento en los últimos seis meses. Las activistas dicen que los crímenes por honor no son denunciados o son presentados como accidentes. También dicen que algunas mujeres se han inmolado a sí mismas impulsadas por la desesperación.
Rashid ha recibido numerosas amenazas de muerte. En un mensaje por correo electrónico, alguien amenazó con violarla por no ser musulmana. Cuando Rashid se quejó, un agente de policía le dijo que dejara de luchar por los derechos de las mujeres.
El ex marido de su amiga Hussein, dijo Rashid, también prometió matarla después de que ella publicara su artículo. "La policía no lo detuvo porque consideró que era uno de esos crímenes", dijo Rashid. "Todavía está libre". Repetidos esfuerzos para localizarlo resultaron infructuosos.
Ari Rafiq, un funcionario del ministerio del Interior que dirige la brigada de protección de las mujeres, dijo que sus hombres estaban buscando al ex marido. "Hay testigos que lo vieron matarla", dijo Rafiq.
La constitución iraquí establece que hombres y mujeres son iguales ante la ley. Pero también dice que no se pueden aprobar leyes que contradigan al islam, permitiendo las interpretaciones archiconservadoras, dicen las activistas.
Los legisladores kurdos están tratando de implementar leyes regionales que convertirían en ilegal los matrimonios forzados y prematuros, la mutilación genital y los crímenes de honor. También otorgarían mayores derechos a las mujeres y garantías en el matrimonio, el divorcio y las herencias. Pero los legisladores reconocen que esas medidas serán difíciles de aprobar y todavía más difícil de implementar.
"Todavía estamos sufriendo a causa del pasado", dijo Jinan Q. Ali, ministro de Asuntos de Mujeres en el gobierno regional kurdo. "No puedes decir que el gobierno y la policía no estén haciendo su trabajo. La transición de una sociedad violenta a una pacífica no va a ocurrir de un día para otro".

Costumbres y Tradiciones
Una abochornada mañana en Basra, Muna Saud, con su cara enmarcada por un chal negro, pasó inadvertida entre los numerosos grupos de hombres en el ministerio de Salud provincial. Se deslizó de oficina en oficina hasta que encontró a Zahra Abdul-Zahra, ex estudiante, y la saludó con un beso en la mejilla.

"Quiero un trabajo para Selma", dijo Saud, tranquila, sacando el currículum que había metido cuidadosamente en una carpeta azul, de su bolso negro.
Saud ayuda en la dirección de la Liga de Mujeres Iraquíes, una organización de activistas cuyos miembros enseñan informática, inglés y cómo aprender a ser asertiva en un mundo dominado por los hombres.
Saud, que es tan delgada como una cerilla, tiene una cara angulosa y triste, y una mirada penetrante que esconde detrás de gafas ovales. Llevaba blusa y falda negras -y rouge rosa, justo lo suficiente como para no llamar la atención.
La violencia ha disminuido en todo Iraq y las mujeres en las ciudades han conseguido algo de libertad. Pueden conducir coches, maquillarse y en algunas zonas pueden incluso salir sin pañuelo de cabeza -todas acciones que antes eran prohibidas por los vigilantes religiosos.
Saud dijo que espera que mujeres como Selma pueden ayudar a estimular a otras mujeres y cambiar las percepciones convirtiéndose en modelos de conducta en sus lugares de trabajo. Pero hoy, como otros muchos días, Saud tuvo que enfrentarse a la realidad iraquí: Uno de las colegas de Abdul-Zahra, también con pañuelo de cabeza, soltó: "¿No tiene wasta?"
Saud recordó que las mujeres iraquíes no necesitaban wasta -conexiones- para encontrar trabajo. A fines de los años setenta, miles de mujeres iraquíes, que entonces se contaban entre las más liberadas del mundo árabe, trabajaban como médicos, ingenieros y empleados públicos.
Hija de sastre, Saud quería ser contable. Pero se dio cuenta pronto de que sólo las mujeres del Partido Baaz de Hussein podían lograr algo en la profesión, así que dejó la universidad y se consiguió un trabajo en una farmacia. Allá organizó reuniones secretas de la Liga de Mujeres.
Su hermano Mahmoud fue detenido por ser comunista. En su apretado dormitorio, donde una luz solar mantecosa flota a través de cortinas color canela, Saud guarda la orden de ejecución de su hermano en una caja debajo de la cama. Se viste de negro desde que lo ahorcaran en 1983.
"El poder que tengo se lo debo a esas experiencias", dijo Saud, que no se ha casado.
Después de la invasión, ella y otras treinta miembros de la Liga de Mujeres empezaron sus talleres. Pero para 2005 las mujeres iraquíes estaban siendo atacadas por no cubrir sus rostros o por ser demasiado educadas. A algunas les arrojaron ácido a la cara. Muchas tenían miedo a salir de casa.
En una encuesta nacional de 1.500 mujeres iraquíes dado a conocer este año por Women for Women International, una organización sin fines de lucro con sede en Washington, casi dos tercios de las mujeres entrevistadas dijeron que la violencia contra ellas había aumentado; y un grupo de algo más de dos tercios describieron la disponibilidad de empleo como "mala".
El año pasado Saud también visitó las morgues para tabular el número de mujeres asesinadas en Basra para escribir un informe al parlamento iraquí. Encontró 150 víctimas. Dijo que había conocido a tres de ellas: Maysoon fue asesinada con su hermano, que recibieron cinco balazos en la cabeza cada uno por ser cristianos; unos pistoleros mataron a balazos a Lubna, por caminar demasiado cerca de su novio; Sabah fue asesinada en un mercado por no llevar el pañuelo de cabeza.
Los crímenes de honor también son un problema en Basra, pero Saud comprende sus límites. "Me matarán si trato de proteger a una mujer de su tribu", dijo.
La Liga de Mujeres tiene 280 miembros, pero no todas participan activamente. Sólo cinco se dejaron ver una mañana hace poco para organizar otro taller, pese a la represión oficial contra las milicias que ha hecho de Basra una ciudad con más seguridad. Todas llevaban pañuelo de cabeza.
"A las mujeres las matan en la calle", dijo Saud. "Todavía tienen miedo".
En una reunión en Az-Zubayr, una polvorienta ciudad a unos treinta kilómetros al sudoeste de Basra, las activistas locales la informaron de que sólo tres mujeres que habían participado en el taller pasado, habían conseguido trabajo.
"Algunos ministerios sólo quieren hombres", dijo Saud, moviendo la cabeza.
Dijo que miraba con aprehensión el apoyo que brindaban los militares norteamericanos a los grupos tribales que luchaban contra los insurgentes sunníes. "Al principio Estados Unidos daba poder a los partidos religiosos. Ahora darles el poder a líderes tribales es también un error", dijo Saud. "Creen que las mujeres no valen nada".
Saud saluda con la mano a hombres, y en público. Se niega a llevar un pañuelo de cabeza, que considera un símbolo de sumisión. Lleva un chal solamente porque su familia teme por su vida. Pero se guarda de no provocar la indignación de los conservadores religiosos que controlan Basra.
"Nunca soy agresiva con ellos. Respeto sus ideologías’, dijo Saud.
Anwar Indalel Shubbar, funcionaria del gobierno local del partido ultra-religioso Fadhila, dijo que las mujeres tenían "relaciones ilegales" si practicaban el sexo premarital y que los asesinatos por honor estaban permitidos por las leyes tribales.
"Nuestra religión rechaza los asesinatos por honor, pero no podemos impedir las costumbres y tradiciones que hemos heredado", dijo Shubbar. Dijo que favorece la imposición de la ley islámica.
Incluso la mayor victoria de las mujeres iraquíes es agridulce: un cuarto de los escaños del parlamento iraquí deberían, según la constitución, ser ocupados por mujeres. Pero de las veinticinco comisiones, sólo dos son presididas por mujeres. Y la mayoría de las legisladoras pertenecen a los partidos religiosos gobernantes. "Son todas ulemas", dijo Saud.
En el ministerio de Salud, Saud instó a Abdul-Zahra a ser más asertiva y hablar sobre Selma con sus jefes. Pero Absul-Zahra retrocedió. Saud estaba decepcionada, pero sin abandonar las esperanzas. "Tengo a mis chicas en todos los ministerios", dijo.

"Mi Familia Me Quiere Matar"
Un día después de su visita a la morgue en Irbil, Rashid entrevistó a una pálida chica de diecisiete en una cárcel de mujeres. Con los ojos nublados por las lágrimas, la adolescente le contó sobre su romance con un joven. Sus parientes la acusaron de deshonrar a su familia y tribu; para recuperar ese honor, su hermano había tratado de matarla. Se había refugiado allí, detrás de murallas con alambre de púa.
Unos días antes su padre le había dicho que la perdonaría si aceptaba ser la segunda esposa de un familiar que era tan viejo como para ser su abuelo. Ella se negó.
"Si vuelvo a casa mi familia me matará", le dijo a Rashid.
La chica dijo que tenía miedo de que las autoridades la enviaran a su familia. "No tengo dinero. No tengo abogado. No sé qué está pasando", dijo. Pidió que no mencionáramos su nombre, porque temía por su vida.
Rashid preguntó a la asistente social Tafgah Faisullah Muhammed qué pasaría si el tribunal enviaba a la chica a su familia y la mataban.
"No podemos hacer nada", dijo Muhammed.
"¿Ha muerto alguna niña después de haber sido devuelta a su familia?", preguntó Rashid.
"Sí, cuatro niñas fueron asesinadas después de que salieron de aquí", dijo Muhammed.
Rashid volvió a su departamento. Era hora de escribir.

28 de diciembre de 2008
7 de diciembre de 2008
©washington post 
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invasores de tonga dejan iraq


Tropas de Tonga terminan su misión en Iraq. El contingente de cincuenta y cinco hombres del Pacífico Sur es el último país de la coalición norteamericana que abandona el país.
[Tina Susman] Bagdad, Iraq. Un grito de guerra del Pacífico Sur tronó a través del palacio de un dictador muerto en un país desértico.
"Aye, aye! Aye, aye!"
Tres hileras de hombres, de espaldas anchas y gruesos muslos, mandíbulas apretadas y rostros de bronce, golpearon el suelo con sus pies y dieron un puñetazo en el aire, mientras sus cantos guturales rebotaban entre el suelo de mármol y el cielo abovedado.
En los anales de las ceremonias de despedida, la que se hizo para las tropas de Tonga se ubica sin duda entre las más conmovedoras. El contingente de cincuenta y cinco hombres se convirtió el jueves en el último miembro de la coalición norteamericana en terminar su misión en Iraq.
De todos los miembros de la coalición, los isleños del Pacífico Sur pueden haber parecido en realidad los que menos a gusto se sentían en Iraq, donde el clima, la geografía y la comida les eran todos extraños. En lugar de las suaves temperaturas en casa, el cortante frío y el sofocante calor de Iraq. En lugar de los arrecifes de coral y playas tropicales, Iraq ofrecía una seca desolación. En lugar de pescado asado en hojas, cerdo asado, mandioca y ñame, Iraq significaba comida de cafetería americana.
"Pero nosotros nos adaptamos a cualquier comida", bromeó el capitán Carl Tu’iavi, en referencia a la dudosa distinción de Tonga de ser uno de los países con más sobrepeso del mundo. "Si vamos a China, nos adaptamos al arroz; si vamos a Bangladesh, comemos comida picante".
Mientras hablaba, las tropas de Tonga se preparaban para hacerse camino en una enorme tarta rectangular glaseada para reproducir la bandera de Tonga: una tela roja, a excepción de una esquina blanca con una cruz roja en el centro.
Pocos soldados esperaban viajar a Iraq cuando se enrolaron en los Servicios de Defensa, las fuerzas armadas de Tonga. El país, cuyas fuerzas armadas las forman apenas unos cientos de personas, es rara vez escenario de conflictos. Vivió un estallido de disturbios en la capital, Nuku’alofa, en 2006, y ha participado en las operaciones de paz de Naciones Unidas en las Islas Salomón. En 1972 expulsó a un hombre de negocios de Nevada y sus acompañantes por izar su bandera sobre un atolón de Tonga y tratar de fundar una utopía libertaria.
Interrogado sobre cuál era el principal problema de Tonga ahora, el soldado raso Mavae Taufe hizo una pausa.
"Hmm. No mucho", dijo.
Los tonganos recibieron algunas de las misiones más disparatadas en Iraq. En junio de 2004, 45 de sus marines se unieron a fuerzas estadounidenses en la provincia de Anbar, un bastión subversivo al oeste de Bagdad, que era la región más peligrosa en Iraq en esa época.
Desde el año pasado, sus tareas los llevaron a ambientes más confortables: como guardias del imponente Palacio Al Faw, en el pasado la guarida de Saddam Hussein, en el complejo bagdadí que ha sido adoptado como cuartel de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Iraq.
Los tonganos se establecieron como imponentes guardianes, gritando "¡Hmphs! y otros gritos ininteligibles cuando los visitantes entraban a terrenos estrictamente controlados.
"Cuando pasa la guardia, te sientes seguro. No son extranjeros",dijo el suboficial Avo Zaytouninan, un reservista de la Armada estadounidense estacionado en Port Hueneme. "Es como ver a un poli de tu pueblo. Ves pasar su coche y te sientes seguro".
En la ceremonia del jueves, se entonaron los himnos de Iraq, Tongo y Estados Unidos, se rezó y un soldado tocó la corneta.
El segundo comandante en Iraq, el teniente general de ejército Lloyd J. Austin III, ofreció un conmovedor tributo a las tropas de las "islas amistosas", como llamó el capitán James Cook a Tonga cuando arribó allá en 1773.
"Vamos a extrañar su moral, que en realidad es contagiosa", dijo Austin mientras los soldados de Tonga se mantenían firme, con sus boinas negras apenas inclinadas sobre sus cabezas.
Es parte del carácter de los tonganos, dijo el soldado raso Taufa.
"La cultura de la gente es realmente amistosa", dijo. "Es como si siempre quieres quisieras acceder a un favor que te pide alguien".
Luego las boinas y armas fueron dejadas a un lado. Era la hora del sipi tau, o el canto de guerra, con sus ululatos, gritos, gruñidos y golpazos.
Después, las voces de los hombres se unieron en perfecta armonía, como un coro de iglesia, para cantar una canción de despedida compuesta por uno de ellos. Cuando la canción se acercaba a su fin, el pequeño contingente de hombres grandes se despidieron al unísono y se bambolearon de atrás para adelante, como palmeras meciéndose en la brisa polinésica.

6 de diciembre de 2008
©los angeles times
cc traducción mQh

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niños sin infancia en bagdad


Muchos niños de Ciudad Sáder cargan con responsabilidades por encima de su edad: algunos no llegan todavía a la adolescencia pero se ganan la vida para sostener a sus familias. La escuela, y una vida mejor, son apenas sueños inalcanzables.
[Jeffrey Fleishman y Raheem Salman] Bagdad, Iraq. Venga a Ciudad Sáder y siga a los niños, uno cargando harina en su burro, el otro recogiendo basura con su tractor, dos hermanos con corte de pelo a tazón y manos grasientas recogiendo silenciadores y baterías de coche bajo el bochorno del mediodía.
Un montón de niños no pueden decirte cuánto es seis por tres. No saben leer. No tienen tiempo para jugar. Trabajan desde el alba hasta después que ha salido la luna. Son niños sólo en tamaño.
El nuevo año escolar empezó hace poco, pero no para Karrar Raad, 12, y su hermano de diez, Allawi. Trabajan en mecánica de coches en garajes adyacentes que son más chicos que el armario de una señora rica. Su padre está enfermo y no tiene trabajo, y los niños tienen que mantener a una familia de ocho niños y dos adultos. Ganan dos dólares setenta al día, más las propinas.
"Estoy manteniendo a mi familia", dijo Karrar, un niño esbelto con ojos nerviosos y los pantalones manchados de aceite. "Me gustaría ir a la escuela. Nunca he estado en una. Ni un solo día. Mis amigos me dicen que la escuela es muy bonita".
Ali Rashed es dueño de una tienda de silenciadores. Un hombre grande con las manos cortadas y siete hijos propios crecidos, vio hace unos meses a Karrar y Allawi recogiendo latas en la calle y les ofreció trabajo. Dijo que los niños no podían vivir de la recolección de latas y que, además, las calles eran demasiado peligrosas para recoger cosas. Las latas pueden haber sido convertidas en minas terrestres, cargadas con pólvora y plomo.
"En Ciudad Sáder hay demasiadas familias pobres y demasiado niños trabajando", dijo Rashed. "Es mejor que los niños estén aquí que en la calle, donde corren el riesgo de ser víctimas de bombas y explosivos. No creo que vayan a tener un buen futuro. No han ido a la escuela y su familia no puede ayudarles. A veces no tienen nada que comer. ¿Cómo vas a tener un futuro si no tienes nada para comer?"
¿Qué piensa un niño cuando oye esto? Oír que no hay nada mejor que lo que estás viendo: paredes ennegrecidas, silenciadores colgando arriba, una sierra de arco colgando de un gancho, un cartel del imam Alí como único color en la oscuridad.

Los hermanos Raad, y decenas de miles de niños como ellos en esta comuna chií pobre y amurallada, han sido moldeados por la guerra, afilados por la pobreza. Son testigos de la violencia sectaria, de las milicias chiíes, de los furiosos sermones que hacen eco en las mezquitas, de los todoterrenos resonando en las calles y fotografías de líderes religiosos y hombres buscados mirando desde las vallas publicitarias. Estos niños pueden no saber nada de gramática ni puntuación, pero saben qué hacer cuando estallan los balazos, cómo buscar refugio, esconderse de los secuestradores, los militantes y los soldados.
El baño de sangre y años de caos son malos maestros, especialmente en Ciudad Sáder, donde el treinta por ciento de los niños han dejado la escuela, según una oficina de recursos humanos de Bagdad. Esta estimación es probablemente baja. Un informe de Naciones Unidas constató que el 94 por ciento de los niños en Iraq asisten a la escuela primara, pero al entrar a la secundaria el porcentaje se reduce al 44 por ciento. Sólo el 81 por ciento de las niñas asiste a la primaria; el 31 por ciento va a la secundaria.
En otro mundo, niños como los hermanos Raad pueden soñar con llegar a ser ingenieros, médicos o músicos de hip-hop. Pero aquí el uniforme y las armas imponen respeto, el soldado con gafas de sol y una ametralladora calibre 50 apretada en las manos. El soldado y el agente de policía ofrecen protección; ningún aula ni el programa Encarta pueden garantizar eso, no en este barrio, un caos de ruido y casas polvorientas con tejados de hojalata, que se extiende como un mar gris desde la sastrería hasta las esquinas donde lloran las ovejas que van a ser sacrificadas.
En el largo día de Alí Kadhim Baidani. Su padre está viejo y enfermo, y Alí, 15, recoge basura con su tractor para ayudar a sobrevivir a su familia de nueve. En 2001, su clan se mudó a Ciudad Sáder desde los pantanos al sudeste de Amarah. El tractor era para trabajar los campos en los alrededores de Bagdad, pero todas las mañanas a las cinco, Alí lo saca de los surcos para recoger basura en calles y callejones, para llevarla al vertedero a eso de las dos de la tarde.
Cuando vuelve a casa, sus hermanos menores lo rodean para oír historias de la ciudad. Lo ayudan a lavarse las manos; su infancia es como su tractor: desviado hacia otras responsabilidades. Asiste a funerales y bodas en reemplazo de su padre; para los vecinos y el mundo, es el representante de la familia.
"Para mí el momento más feliz", dijo, "es cuando recibo el dinero del contratista [de la basura] y se lo doy a mi padre para que lo use en cosas de la familia... Voy a trabajar aquí hasta que termine, y después buscaré trabajo en otro lugar".
La ruta del tractor de Alí pasa por las mismas calles que el carro tirado por el burro de Sajjad Hassan Saadi, un niño de doce. Dejó la escuela cuando iba en cuarto para vender harina racionada por el gobierno en el mercado de Jamilia. Es ilegal, pero como muchas cosas aquí, es una falta menor aceptada y discreta necesaria para sobrevivir. Puede ganar entre ocho y doce dólares al día, pero una tarde hace poco no tenía nada en los bolsillos.

"Cuando veo a niños, especialmente a los que conozco, me siento triste", dijo. "Pueden trabajar luego como maestros y agentes de policía, pero ¿qué clase de trabajo van a conseguir después de esto?"
A unas cuadras de distancia, más allá de los edificios dañados por impactos de morteros y balas, más allá de los embotellamientos del tráfico y los ajetreados mercados, más allá de las armas ocultas de las milicias chiíes anti-norteamericanas, los hermanos Raad estaban ocupados entre baterías y silenciadores, una estropeada caja de herramientas, un soplete, una llanta pelada tan suave como el mármol.
La esquina estalla con la estática de las radios. Los agentes de policía sudan en sus camisas blancas, y los soldados con sus grises uniformes de camuflaje urbano lucen sus armas negras y brillantes, haciendo guardia. Pueden pasar muchas cosas entre el garaje y la esquina, pero la seguridad está allá, vigilante contra las barreras anti-explosivas y alambre de púa. Es la razón por la que ahora las calles de los vecindarios son mucho más seguras.
"Una vez estaba trabajando", dijo Karrar, "cuando en helicóptero norteamericano disparó desde el aire contra unos hombres armados. Yo corrí, cerré la tienda y me marché a casa. A veces hay tiroteos. Oyes las balas. Antes las balaceras me dan miedo, pero ahora te puedo decir si es cerca del mercado o en algún otro lugar".
Karrar saca un sueño de entre la grasa.
"Me gustaría entrar a la Guardia Nacional", dijo. "Cuando los veo, los adoro. Son valientes y me gusta como se paran con sus armas".
Pasó un grupo de niños frente al garaje; algunos llevan bolsones, otros llevan ropa nueva, o al menos ropa bien planchada.
El padre de Karrar, Abdul Bidan, que ha pasado a saludar a sus hijos, susurra: "Se pone celoso cuando ve a niños con bolsones".

31 de octubre de 2008
18 de octubre de 2008
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sequía amenaza a iraq


Primero la violencia, ahora una sequía amenazan a los campesinos iraquíes. Varios años de precipitaciones reducidas ha convertido a zonas en el norte en un desierto. La desesperación podría empujarlos hacia los insurgentes.
[Alexandra Zavis] Hawija, Iraq. En casi tres años, el campesino Sarheed Ahmed apenas ha tocado su tierra. Tenía demasiado miedo de llamar la atención de los pistoleros enmascarados que aterrorizaban la zona, o de los ataques de los helicópteros norteamericanos que acechaban arriba.
Ahora, dice Ahmed, puede trabajar en su tierra hasta entrada la noche sin preocuparse por su seguridad. Pero por un cruel giro del destino, ahora no está lloviendo.
Después de sobrevivir cinco años de guerra, Iraq hace frente a una severa sequía, que ha perjudicado la producción agrícola y amenaza con diezmar el ganado. En las zonas más afectadas, que estaban cubiertas de dorados trigales y verdes pastizales, se han convertido en un desierto.
Para comunidades como Hawija, una ciudad agrícola al norte del país que está empezando a emerger después de la guerra que opuso a fuerzas iraquíes y norteamericanas contra los militantes sunníes, la sequía se produce en el peor momento. Cómo superarla pondrá a prueba a un gobierno abrumado por la burocracia, la corrupción y la desconfianza.
En Iraq, el mayor empleador es la agricultura, que ocupa al veinticinco por ciento del cuarenta por ciento de la fuerza de trabajo. Funcionarios estadounidenses creen que si la producción pudiera ser aumentada, el sector se convertiría en un motor de estabilidad. Pero las dificultades de la sequía podrían empujar a algunos en los brazos de insurgentes con dinero a la mano para cualquiera que quiera colocar una bomba.
"El noventa por ciento de la gente de Hawija vive de la agricultura", dice Mohammed Hussein, un alcalde de la región. "Si el campesino no puede trabajar su tierra, para alimentar a su familia no le quedará otra opción que el terrorismo".
Las fértiles llanuras entre el Tigris y el Eúfrates se cuentan entre los lugares pioneros de la agricultura hace unos diez mil años. Pero el resto de Iraq es en gran parte árido, donde los campesinos dependen de las erráticas lluvias.
Según el ministerio de Recursos Hídricos, las precipitaciones del invierno pasado, cuando el país recibe la mayor parte de sus precipitaciones, fueron un treinta por ciento del promedio. Durante el clave período de siembra, de octubre a diciembre, muchas regiones no recibieron ninguna precipitación mesurable.
Iraq ha sufrido peores sequías. Pero los efectos son particularmente sensibles ahora que el nivel de los embalses y ríos sigue también bajo después de varios años de precipitaciones reducidas, dijo el ministro de Agricultura, Ali Bahadili, en una conferencia telefónica.
"Son tiempos muy difíciles", dijo.
Los niveles de agua también son determinados por las represas en Turquía, Siria e Irán, y funcionarios iraquíes acusan a sus vecinos de quedarse con más que la cuota correcta. Sin embargo, esos países también han sido atacados por la sequía.
Los canales de irrigación cruzan toda Hawija, pero el nivel del agua es controlado por la Represa Dukan en la región semi-autónoma del Kurdistán en el norte.
Muchos de los campesinos generalmente sunníes de Hawija se convencieron de que la autoridad regional kurda en Irbil estaban reteniendo deliberadamente el agua hasta que oficiales norteamericanos les lleven fotografías que muestren que las reservas de la represa se han reducido en diez billones de galones.
Funcionarios estadounidenses dicen que es un problema de prioridades contradictorias. La región kurda usa la represa para generar electricidad. Así que almacena agua en la primavera, cuando más la necesitan los agricultores, para aumentar las reservas para los agobiantes veranos, cuando la demanda de agua alcanza su punto álgido.
"Hablamos con medio mundo en el gobierno en Bagdad, Irbil y Kirkuk sobre este problema, pero nadie nos presta atención", dijo el presidente del concejo de Hawija, que pidió que se lo identificara solamente por apodo tradicional de Abu Saddam. "La gente en el norte de Iraq... no tienen ningún interés en la situación de los agricultores en Iraq".
Militantes sunníes explotaban este descontento para afirmarse en Hawija, un estratégico cruce entre la rica capital provincial del petróleo, Kirkuk, y la ciudad refinadora de Baiji. Y oficiales estadounidenses temen que la creciente frustración pudiera convertirse nuevamente en un catalizador de la violencia.
"En algún momento la novedad de eso se desgasta, y la gente empieza a querer algo diferente", dijo el mayor Brian Tuson, del Batallón No.1, del 87 Regimiento de Infantería del ejército. "Si creen que el gobierno no responde a sus exigencias, eso podría ser contraproducente".
Los canales de irrigación de Hawija se llenaron por primera vez esta temporada el día que Ahmed empezó a cosechar una mísera y atrofiada plantación de invierno de trigo.
Tiene un pozo, que le proporcionó suficiente agua para plantar la mitad de su terreno de catorce hectáreas. Pero eso no será suficiente para alimentar a las 45 personas que dependen de la granja. Así que Ahmed también trabaja como vigilante de barrio, como parte de un programa militar norteamericano que ha desalojado a los militantes de algunos de los lugares más violentos de Iraq.
"Antes no podíamos sembrar porque teníamos miedo", dijo Ahmed, un fornido hombre en una sudadera marrón desgastada y gafas de sol oscuras. "Ahora puedo trabajar toda la noche, si quisiera. Tenemos libertad, pero no hay agua, ni fertilizantes, ni nada".
El vecino de Ahmed, que no posee un pozo, no pudo plantar nada este año. Su terreno está seco y resquebrajado, e invadido por la mala hierba.
Funcionarios estadounidenses pronostican que este año se cosechará, de un millón de hectáreas, casi cincuenta por ciento menos que el año pasado. En las provincias norteñas de Tamim, Nineveh e Irbil, donde los agricultores dependen fuertemente de las lluvias para regar sus cultivos, se espera que esa cifra descienda hasta en un ochenta por ciento.
El efecto sobre la cosecha de cebada, con la que los pastores alimentan a sus rebaños, ha sido peor. Muchos agricultores han sido obligados a vender algunos de sus animales para comprar pienso para el resto, fueron subastados en los mercados ganaderos en la norteña ciudad kurda de Maidan, donde compradores y vendedores regateaban entre remolinos de viento, provocados por los animales.
Ese día, Rasheed Tahir había llevado 250 corderos de su rebaño de cuatrocientos, pero le desilusionaron los precios, que este año han descendido en cerca de un cincuenta por ciento.
"Mi relación con mis corderos es bastante larga", dijo, abatido. "Antes los cuidaba como un padre a sus hijos... Pero debido a la sequía, no me queda más alternativa que venderlos".
Los efectos no se limitarán a esta temporada. Los campesinos reservan una parte de sus cosechas para usarla como semilla de la próxima. Pero debido a la baja de la producción, muchos tendrán poco o nada que sembrar ni dinero para comprar semillas.
Bahadili, el ministro de agricultura, dijo que el gobierno tomaría medidas para ayudar a los agricultores, incluyendo la excavación de más pozos y la subvención del coste de las semillas, pienso animal, fertilizantes y pesticidas. Pero los agricultores dijeron que ya habían escuchado esas promesas antes.
Funcionarios estadounidenses explican la lenta respuesta del gobierno como una combinación de ineficacia burocrática, corrupción y la prolongada inseguridad en algunas zonas, lugares hacia donde los funcionarios iraquíes se niegan a viajar.
Ahmed, sunní, dijo que no esperaba nada de las autoridades provinciales kurdas en Kirkuk, ni del gobierno chií de Bagdad. El futuro, dijo, "está en manos de Dios".

alexandra.zavis@latimes.com

Caesar Ahmed f Raheem Salman en Baghdad y Asso Ahmed en Maidan contribuyeron a este reportaje.

13 de julio de 2008
26 de junio de 2008
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